Las desigualdades raciales de la pandemia persisten en la distribución de las vacunas

Por Amy Schoenfeld Walker, Anjali Singhvi, Josh Holder, Robert Gebeloff y Yuriria Avila

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Una persona mayor se vacuna
Una persona mayor se vacuna contra el COVID-19 en el Hospital Comunitario Martin Luther King Jr. en California, EEUU, el 25 de febrero de 2021. EFE/EPA/ETIENNE LAURENT

Las comunidades afroestadounidenses, que han lidiado con el peor impacto de la pandemia de COVID-19 en Estados Unidos, también han recibido una proporción más pequeña de las vacunas disponibles. La tasa de vacunación para los estadounidenses afros se ubica a la mitad de la correspondiente a los blancos y la brecha para las personas latinas es incluso mayor, según un análisis de The New York Times de la información de raza y etnicidad reportada por los estados.

Hasta el 3 de marzo, 38 estados han hecho públicos los datos de raza y etnicidad de las personas vacunadas. Las jurisdicciones definen las categorías de raza y etnicidad de maneras ligeramente diferentes y con niveles diversos de exhaustividad (en algunos estados hasta a un tercio de las vacunas les faltan los datos de raza y etnicidad).

Expertos en salud pública han dicho que, a pesar de esas limitaciones de datos, los patrones que surgen en los estados son claros.

Se vacuna a las personas de color a tasas por debajo de su representación de la población general”, dijo Marcella Nunez-Smith, presidenta del grupo de trabajo de equidad en salud COVID-19 del presidente Joe Biden, en un foro reciente sobre la vacuna. “Esta narrativa puede cambiarse. Debe ser cambiada”.

Algunos funcionarios de salud esperan que las desigualdades de vacunación se reduzcan a medida que una mayor cantidad de la población general sea elegible para recibir la inyección.

No obstante, mientras la raza y etnicidad reportada de las personas vacunadas es influida por cuáles grupos son elegibles para recibir una vacuna, las brechas no se deben solo a la demografía de las primeras personas en la fila.

“Ni siquiera estamos distribuyéndola aún a todos en el condado y ya estamos viendo estas desigualdades por raza y etnicidad”, dijo Kirsten Bibbins-Domingo, una médica y profesora de Epidemiología en la Universidad de California, campus San Francisco. “Lo que es preocupante es que lo vemos tan rápido”.

Algunos expertos en salud pública, incluyendo a Bibbins-Domingo, han dicho que los obstáculos para el acceso a la vacuna tienen gran parte de la culpa por las desigualdades en la vacunación.

Es menos probable que los estadounidenses negros y latinos en comparación con sus contrapartes blancas tengan acceso a un internet lo suficientemente estable para hacer citas en línea, que cuenten con horarios de trabajo suficientemente flexibles para aceptar cualquier espacio disponible y que posean transporte suficientemente confiable para llevarlos a los lugares de vacunación, entre otros factores. Una falta de acceso a la información sobre la vacuna mediante proveedores de confianza también puede conducir a incertidumbre y poca disposición a recibirla.

Los estados han comenzado a abordar estos desafíos al llevar vacunas a comunidades muy afectadas y al asociarse con grupos locales para compartir información en múltiples idiomas y de maneras culturalmente apropiadas, dijo Samantha Artiga, vicepresidenta y directora del Programa de Políticas de Equidad Racial y Salud en la Kaiser Family Foundation. Artiga ha analizado las desigualdades en la vacunación.

“Una cosa a la que prestaré mucha atención en su progreso es si estos esfuerzos se traducen en acercar las brechas en las tasas de vacunación”, dijo Artiga.

No obstante, las desigualdades raciales y étnicas en el tema de salud están profundamente arraigadas desde hace mucho tiempo, según los expertos en salud pública.

“Cuando piensas en estas diferencias, te das cuenta de que tenemos mucho trabajo por hacer como nación”, dijo Sonja Hutchins, una profesora de Salud Comunitaria y Medicina Preventiva en la Escuela de Medicina Morehouse, quien trabajó en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) durante tres décadas.

“Es probable que esta no sea nuestra última pandemia”.

© The New York Times

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