Un cuarto de siglo después de que la princesa Diana rompió el silencio sobre su vida en la realeza, Meghan Markle hizo lo mismo. Sus historias fueron muy similares.
Quien recuerda el funeral de Diana, la princesa de Gales, en 1997, no puede sino afligirse ante la dolorosa imagen de sus dos hijos pequeños, los príncipes Guillermo y Enrique, que caminaban lentamente detrás de su ataúd camino a la abadía de Westminster. Las manos juntas al frente, las cabezas inclinadas. Enrique lucía tan pequeño en su traje.
Esa imagen ha reverberado a lo largo de los años, como un recordatorio fantasmal de la traumática infancia de los príncipes, y volvió a surgir cuando el príncipe Enrique y su esposa, Meghan, hablaron con Oprah Winfrey el domingo por la noche.
Aunque a los tabloides británicos les gusta presentar a Meghan en el papel de una villana similar a la duquesa de Windsor —una estadounidense divorciada que alejó a su rey en 1936 y vivió con él en un amargo exilio causando un cisma familiar irreparable—, Enrique y Meghan parecen decididos a posicionarla como una Diana de la actualidad, una mujer maltratada por su familia política, menos pecadora que víctima de los pecados de los demás.
Enrique, apodado Harry, a menudo ha hablado con angustia y amargura sobre lo que le sucedió a Diana hace tantos años cuando se le expulsó de la familia real al divorciarse del príncipe Carlos y más tarde murió en un accidente automovilístico en un paso a desnivel parisino, con los paparazzi detrás. Él volvió a tocar el tema el domingo al hacer un paralelo entre las experiencias de su madre y de su esposa al decir, de Diana, que él ha “sentido su presencia en todo este proceso”.
Era shakespeariano: el sentido de la historia que se repite a través de la inmutable estructura de un linaje real y una institución vetusta cuando un príncipe hablaba de liberarse de los viejos patrones y encontrar un modo de salir adelante.
Enrique hizo la comparación explícita el domingo al referirse al “bombardeo constante” de críticas y ataques racistas contra su esposa.
“Lo que veía era que la historia se repetía”, dijo, aunque describió el tratamiento que recibió Meghan como “mucho más peligroso” debido a la ubicuidad de las redes sociales y al elemento más corrosivo del racismo.
Al discutir en la entrevista sus problemas de salud mental como consorte real, de soledad y desolación y pensamientos suicidas, Meghan hacía recordar el relato de Diana sobre la bulimia y la depresión que la consumieron durante su matrimonio. Ambas mujeres dijeron que habían buscado desesperadamente la ayuda de la familia, solo para ser ignoradas y rechazadas.
“Cuando hablo de que la historia se repite, hablo de mi madre”, dijo Enrique. “Cuando puedes ver que algo sucede de cierto modo de la misma manera, cualquiera pediría ayuda”.
Pero justo como con su madre, cuando Meghan pidió ayuda, dijo, no se le dio. Más bien, la familia desestimó sus preocupaciones y le dijo, básicamente, que bajara la cabeza.
Enrique explicó que, en repetidas ocasiones, les dijeron: “Así es como es. Así es simplemente como es”.
Hay muchos paralelos entre Meghan y Diana.
Como Diana, Meghan se casó con una familia que no la comprendía y que creía que debía obedecer, sin quejarse, al protocolo y las costumbres de la realeza. Como con Diana, cuando Meghan no podía o no estaba dispuesta a seguir la línea de la familia, dijo ella, el palacio no hizo nada para desmentir el relato público de que era exigente, petulante, privilegiada. Y como Diana, Meghan se vio acosada por los tabloides que la acusaban de buscar atención constante mientras llenaban alegremente sus páginas con artículos sobre ella.
Pero también hay diferencias entre ambas, más allá del hecho de que Diana era blanca y Meghan es birracial, y el hecho de que el matrimonio de Diana se vino abajo mientras que Meghan tiene un matrimonio fuerte y en Enrique ha encontrado un feroz defensor.
Diana tenía solo 20 años y era muy ingenua y resguardada cuando ella y Carlos se casaron; Meghan tenía 36 años y era sofisticada, cuando se casó con Enrique había vivido de forma independiente durante años. También estaba divorciada y era muy conocida como actriz.
Y Meghan es estadounidense, con una sensibilidad americana.
Diana venía de una cultura de reticencia en donde se venera la tradición; Meghan provenía de una donde es normal pedir ayuda, discutir tus sentimientos y sugerir que podría haber formas mejores y nuevas de hacer las cosas. Aún así, hubo más de algunos indicios de Diana cuando Meghan se sentó frente Oprah para la entrevista. Meghan llevaba un brazalete de diamantes que alguna vez fue de Diana. (La pieza de joyería más famosa de Diana, su anillo de compromiso de zafiro y diamantes, ahora lo usa la esposa del príncipe Guillermo, Kate, la duquesa de Cambridge).
Y luego está el tema de la entrevista en sí.
La audaz decisión de una consorte de la realeza de criticar a la familia de su esposo en un especial televisado recordó a la entrevista de 1995 de Diana con la BBC. En esa ocasión, en tono sombrío, reveló que su matrimonio siempre estuvo condenado al fracaso porque “éramos tres”: ella, Carlos y Camilla Parker Bowles, la amante de él y posterior esposa.
Pero fue Enrique quien evocó con más insistencia a su madre el domingo. Dijo que creía que Diana habría estado molesta y triste ante el tratamiento que recibió la pareja. Y dijo que ella habría apoyado su decisión de abandonar el Reino Unido en busca de una vida lejos de las restricciones de la familia real.
Dada la experiencia de ella, dijo él, su propia situación tenía un aire de inevitabilidad.
“Volviendo a lo que me preguntabas —qué pensaría mi mamá de esto— creo que ella lo vio venir”, le dijo a Oprah. “Pero al final, lo único que ella querría es que fuéramos felices”.
Para Enrique, está también el asunto de saber que su padre le causó dolor a su madre y que Carlos sabía cuán infeliz era ella como consorte real. Ahora, le dijo a Oprah, él y Carlos se han distanciado a causa de Meghan y su padre en un momento se rehusó a tomarle la llamada.
“Hay mucho que solucionar ahí”, dijo Enrique. “Me siento realmente defraudado, porque él ha pasado por algo similar. Él sabe cómo se siente el dolor y Archie es su nieto. Al mismo tiempo, por supuesto, siempre lo amaré. Pero hemos experimentado mucho dolor”.
Hacia el final de la entrevista, Harry habló de su hijo, Archie, y de su nueva vida en California. Sonaba cariñoso y melancólico. Por un momento, pareció recordar cómo se sentía estar sin su madre a la edad de 12 años.
“Algo que me gusta mucho es poner [a Archie] en la parte trasera de la bicicleta en su pequeño asiento de bebé y llevarlo en estos paseos”, dijo. “Eso es algo que nunca pude hacer cuando era joven”.
Sarah Lyall es una periodista de temas generales que trabaja para diversas secciones como Deportes, Cultura, Medios e Internacional. Antes fue corresponsal en la oficina de Londres y reportera de las secciones de Cultura y Metro. @sarahlyall