¿Por qué China sigue persiguiendo tanto a Hong Kong?

El presidente Xi Jinping podría estar poniendo sus ambiciones personales por encima de los intereses del país

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La policía muestra la bandera
La policía muestra la bandera que advierte por una protesta prohibida (Reuters)

El domingo, las autoridades de Hong Kong acusaron a 47 activistas prodemocracia de “conspiración para cometer subversión” en contra del gobierno chino, conforme la ley de seguridad nacional que impuso en la ciudad el verano pasado. Beijing debe estar feliz con la maniobra, la cual, con una sola acusación, abarca tanto a los defensores de una independencia total de Hong Kong como a la oposición de la vieja escuela que le es leal a la ciudad. La República Popular de China ahora está segura. Gloria a su líder.

Sin embargo, ¿cuál fue exactamente el crimen que cometieron estos criminales? Organizar o formar parte de las elecciones primarias en julio antes de las elecciones legislativas que en un inicio estaban programadas para septiembre y atreverse a trazar estrategias. En aquel entonces, algunos participantes aseguraban que, si el campamento prodemocracia ganaba la mayoría, podría rechazar el presupuesto del gobierno en una votación, lo cual posiblemente lo habría obligado a renunciar. Conforme la ley de Hong Kong, el jefe del Ejecutivo debe dimitir si el presupuesto se deniega dos veces.

A final de cuentas, las autoridades pospusieron las elecciones, al citar riesgos para la salud a causa de la pandemia (la oposición denunció que la razón verdadera fue el temor de una derrota arrasadora). Además, ahora el gobierno está diciendo que esta estrategia electoral que fue perfectamente legal equivale a un acto de subversión en contra de Beijing, que se puede castigar con cadena perpetua… que podría cumplirse en China.

La arremetida también continúa por otros medios. Hay arrestos de periodistas por criticar al gobierno de Hong Kong o investigar la brutalidad policial. Radio Television Hong Kong, la televisora pública, ya no puede transmitir programas de la BBC. Se está silenciando a una unión estudiantil por sus opiniones políticas. El gobierno está considerando exigirles a los consejeros de distrito —la gran mayoría de los cuales pertenece a la oposición política— que le juren lealtad a Beijing o si no serán descalificados.

¿Por qué Beijing sigue persiguiendo tanto a Hong Kong si la represión genera el rechazo de buena parte del mundo?

Una explicación es que hay una brecha entre los intereses nacionales de China y las ambiciones personales de su líder, Xi Jinping.

Xi y la jefa ejecutiva
Xi y la jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam (Reuters)

Xi parece resuelto a permanecer en la presidencia después de que termine su segundo periodo; en 2018, realizó maniobras para eliminar el límite de mandatos. La gran cantidad de títulos y poderes que tiene en la actualidad —también es secretario general del Partido Comunista de China— superan los de cualquiera de sus predecesores, incluso a Mao, quien fundó la república comunista. No obstante, para seguir en el puesto, Xi debe hacer algo monumental.

Y no está dando la talla.

La aseveración de que Xi había erradicado la pobreza en China fue desmentida ni más ni menos que por el primer ministro Li Keqiang, quien el año pasado aseguró que el ingreso de unos 600 millones de personas —casi el 43 por ciento de la población— ni “siquiera alcanzaba para rentar una habitación en una ciudad promedio de China”. La corrupción ha empeorado a pesar de la agresiva campaña anticorrupción de Xi, según algunas escalas internacionales. El crecimiento del PIB de China ha estado en descenso constante desde 2010.

Como no ha tenido logros importantes a nivel nacional, Xi ha intentado redoblar los esfuerzos en proyectos insignia en el extranjero, con altibajos en sus resultados.

La Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, el proyecto distintivo de Xi, ha provocado que algunos países participantes pidan un alivio de deuda, aunque los principales bancos chinos parecen estar reduciendo sus inversiones en el proyecto. Los crecientes reclamos de propiedad de su gobierno sobre parte del mar de la China Meridional han generado antagonismo con países de la región y llamado la atención de las flotas de Estados Unidos y sus aliados.

Las guerras comercial y tecnológica que llevó a cabo el expresidente Donald J. Trump han puesto a Xi a la defensiva. Huawei, después de haber sido promovida cuidadosamente como un eje de la industria tecnológica de China, está en caída libre y vendiendo activos. Tal vez se le haya criticado a la Unión Europea por firmar el Acuerdo Global de Inversión (CAI, por su sigla en inglés) con China en diciembre a pesar de las violaciones a los derechos humanos en Sinkiang, pero cualquiera que lea las letras pequeñas se dará cuenta que el acuerdo contiene concesiones significativas de Beijing, en particular la apertura del acceso a su mercado para los productos manufacturados.

Luego están los grandes premios más cerca de casa: Taiwán y Hong Kong. Cualquier maniobra militar enérgica en contra de Taiwán sería riesgosa y el fracaso hundiría la carrera de Xi. La tarea más sencilla es regresar Hong Kong al redil de Beijing: el presidente de China se está aferrando a eso.

No obstante, incluso esto es complicado porque podría destruir la posición que tiene Hong Kong como el conducto más libre de productos, capital y gente entre China continental y Occidente. Esa pérdida sería colosal para Beijing y hay evidencia de que los adversarios de Xi en el Partido Comunista de China, en particular los herederos políticos del presidente Jiang Zemin, han reaccionado con inquietud y han hecho que Xi se sienta amenazado.

Un indicio implícito de esto último es la resistencia del presidente. He aquí un ejemplo revelador: a mediados de diciembre, la agencia oficial de noticias de China, Xinhua, publicó un comentario crítico en contra de los “pacientes de osteomalacia que veneran a Estados Unidos”, al llamarlos “capitulacionistas”, un término de la era de Mao usado para denunciar la deslealtad de los miembros del partido sospechosos de haber aceptado la ideología de Occidente.

Una estrategia fundamental de Deng Xiaoping, el líder de China de 1978 a 1989, fue dirigir Hong Kong con un trato relativamente suave hasta la restitución total de la ciudad al control chino en 2047 y mientras tanto explotar lo que Hong Kong le podía ofrecer al continente, antes de darle la espalda a Occidente. Sin embargo, Xi, quien está ansioso por anotarse una victoria histórica antes de que termine su periodo, está acelerando los planes.

No obstante, sin importar la velocidad con la que se mueva, Xi no logrará sofocar la oposición en Hong Kong. Tan solo la transformará.

En efecto, la ley de seguridad nacional puso fin a las protestas, está reprimiendo los llamados flagrantes a la independencia de Hong Kong o simplemente su derecho a la autodeterminación y está silenciando a buena parte de la oposición formal. Sin embargo, un ala del movimiento prodemocracia está creciendo con rapidez en el extranjero, alentada por el flujo de emigrantes políticos que han dejado la ciudad. Esta diáspora ayudará a mantener la resistencia en Hong Kong, sin importar cuán sometida pueda parecer esa rama del movimiento.

Durante la última década, ha ganado impulso la motivación para redefinir una identidad hongkonesa que sea política, cultural y lingüísticamente independiente del continente, y tan solo se acelerará. Se espera que el movimiento prodemocracia se aleje todavía más de los valores de la Revolución de los Paraguas de 2014, con su pacifismo gandhiano y sus llamados a respetar los derechos políticos.

Muchos de los activistas que conozco tal vez no lo digan tan abiertamente por temor a la represión, pero parece que hay un nuevo espíritu que los anima, en especial a los más jóvenes: el derecho a rebelarse por medio de la fuerza en contra de un gobierno injusto, de una forma muy similar, por ejemplo, a lo ocurrido durante la Revolución de las Trece Colonias en contra de los británicos a finales del siglo XVIII.

Los medios de movilización de la resistencia en Hong Kong se siguen adaptando a la represión de Beijing. Como insectos con armamento basado en tecnología de la información; como enjambres autónomos: una colección cada vez más grande de pequeñas unidades, cada una con su propio objetivo y plan de acción, pero todas empeñadas en combatir el régimen títere y remplazarlo con una democracia.

Muchos de esos enjambres se están multiplicando en el extranjero. Varios están cabildeando con los gobiernos que los recibieron para promulgar sanciones en contra del Partido Comunista de China; otros están creando redes entre los hongkoneses de la diáspora. Algunos quieren crear un Parlamento en la sombra.

Sin embargo, hay más activistas en el extranjero que están trabajando en silencio… y muchos en Hong Kong se han callado, incluso han recurrido a la clandestinidad.

Por supuesto que las autoridades de Hong Kong saben esto y no están dejando nada a la suerte. Por ejemplo, están considerando criminalizar la posesión de componentes de armas de fuego después de que algunas personas de Hong Kong supuestamente recibieron partes de armas por correo desde el extranjero. En otras palabras, a las autoridades les preocupa una rebelión armada. No obstante, si alguna vez hiciera erupción una rebelión armada, toda la culpa caería sobre Beijing y, principalmente, sobre Xi.

© The New York Times 2021

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