Cómo reabrir por completo las escuelas: las recomendaciones del CDC

Los nuevos lineamientos para que los niños vuelvan a la clase son un buen primer paso, pero se necesitará más para enseñar de manera segura a cada estudiante en persona, todos los días

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Un salón de clases en una escuela de Nueva York, el 8 de julio de 2020. (Ashley Gilbertson/The New York Times).
Un salón de clases en una escuela de Nueva York, el 8 de julio de 2020. (Ashley Gilbertson/The New York Times).

A once meses de que comenzó la pandemia, las escuelas permanecen cerradas en muchos lugares de Estados Unidos. Dado que muchos maestros siguen a la espera de ser vacunados, el cuestionamiento sobre si deben reabrirse ha sido sujeto a debates apasionados en ciudades como Chicago, donde los maestros acaban de volver a las aulas después de prolongadas negociaciones. En San Francisco, el fiscal municipal demandó al distrito escolar por no lograr impartir clases presenciales. El 12 de febrero, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), que han reconocido que el aprendizaje presencial se puede realizar de manera segura, dieron a conocer lineamientos sobre cómo hacerlo. Sus recomendaciones incluyen uso universal de cubrebocas, lavado de manos, distanciamiento social, rastreo de contactos y desinfección.

De acuerdo con los nuevos lineamientos, para reabrir por completo las escuelas primarias, secundarias y los bachilleratos a la enseñanza presencial, las tasas de infección de la COVID-19 en una comunidad deben ser muy bajas; en la actualidad, pocos lugares en Estados Unidos cumplen con los criterios de la agencia. Mientras tanto, llevar a los niños a las aulas para media jornada escolar o restringir la asistencia a niños más pequeños podría seguir siendo la norma en muchos lugares.

Los CDC han proporcionado un buen marco de referencia para lograr que más estudiantes regresen a los salones de clases. Sin embargo, los lineamientos dificultan hacer lo más benéfico para los niños del país: que todos los estudiantes, de todos los grados, estén presentes en las aulas cinco días a la semana.

La pandemia nos ha sorprendido una y otra vez. No obstante, dado el punto en que estamos ahora, para el otoño (del Hemisferio Norte, que inicia el 21 de septiembre) es probable que una gran proporción de adultos estén vacunados y con certeza todos los maestros y el personal escolar deben tener acceso a las vacunas. Incluso con la propagación de las nuevas variantes del coronavirus, es probable que las altas tasas de vacunación disminuyan las tasas de COVID-19 (con suerte, disminuirán mucho). Sin embargo, es muy poco probable que los niños, sobre todo los menores de 12 años, hayan sido inmunizados para el otoño. Y no deberíamos esperar que las tasas de COVID-19 se reduzcan a cero para ese entonces o tal vez nunca.

Eso significa que las escuelas estadounidenses podrían enfrentar una situación diferente y menos peligrosa. Como resultado, los CDC deberían identificar dónde pueden actualizar sus lineamientos, cuando las tasas de infección disminuyan y las inoculaciones continúen, para asegurar que la mayor cantidad de niños puedan tomar clases de forma presencial cuando comience el siguiente año académico.

Los niños sin vacunar y la presencia de algunos casos de COVID-19 no deberían evitar que las escuelas reabran con un modelo cercano al normal. Los datos no apoyan la necesidad de esperar a que los niños estén vacunados para regresar a la escuela. Los niños son menos propensos que los adultos a infectarse de coronavirus y tienden a desarrollar casos menos graves. Además, las pérdidas para ellos al no acudir de manera presencial a la escuela son considerables.

Uno de los mayores obstáculos logísticos para reabrir es la recomendación de mantener 2 metros de distancia entre los niños: muchos planteles carecen del espacio adicional necesario. Los lineamientos de los CDC indican que esta distancia es crucial; incluso cuando la propagación comunitaria se encuentre en su punto más bajo, los lineamientos de la agencia recomiendan mantener los 2 metros “lo más posible”. Sin embargo, algunos expertos en salud pública han argumentado que poco menos de 1 metro es suficiente; es posible que incluso una distancia menor pueda funcionar. Abrir a la máxima capacidad podría requerir que las escuelas usen la regla de menos de 1 metro o que encuentren la manera de expandirse. La agencia también debería proveer lineamientos más explícitos sobre la ventilación en los salones de clase. ¿Cuántas ventanas abiertas son suficientes? ¿Se requieren filtros de aire HEPA?

Las escuelas pueden crear cohortes, o grupos, para limitar el número de niños que interactúan entre ellos; esto reduce la propagación y también disminuye el impacto de una cuarentena cuando los niños son expuestos a la COVID-19. Sin embargo, las cohortes son más difíciles de manejar con estudiantes de secundaria y bachillerato que cambian de clase varias veces al día; además, podrían requerir más personal y aulas de las que poseen los planteles.

Los CDC recomiendan que las personas que se exponen a la COVID-19 deben estar en cuarentena por hasta dos semanas. Esto puede afectar de manera significativa la operación normal de las escuelas, porque un solo caso en un salón de clases requeriría que decenas de estudiantes estuvieran en cuarentena durante semanas, lo que trastornaría el aprendizaje y estresaría a los maestros, al personal y a las familias.

Una mujer ayuda a mantener el distanciamiento social en una escuela de Bogotá, Colombia (REUTERS/Luisa González)
Una mujer ayuda a mantener el distanciamiento social en una escuela de Bogotá, Colombia (REUTERS/Luisa González)

Si tales cuarentenas evitan las infecciones, pocos se opondrían a la agencia. Sin embargo, algunos datos indican que hay muy poca evidencia de infección de personas que están expuestas en la escuela y proceden a permanecer en cuarentena en casa. Si este hallazgo se sostiene de manera más amplia, es posible que se limiten las cuarentenas para las personas que han estado en contacto cercano con alguien que tiene COVID o que se reduzca la duración de las cuarentenas, en conjunto con pruebas y monitoreo. Las cohortes permiten a las escuelas limitar las interacciones entre los estudiantes y el personal, lo que facilita rastrear los contactos cuando surgen casos de COVID-19. Los grupos, o incluso conjuntos de menos estudiantes, también pueden ayudar mediante la limitación de personas que necesitan estar en cuarentena.

Las escuelas que en la actualidad están abiertas en Estados Unidos pueden brindar algunas ideas sobre qué funciona y qué no funciona. Algunas solicitan que se mantenga poco menos de 1 metro de distancia entre los estudiantes, algunas requieren 2 metros y algunas no requieren distancia física. Las escuelas han adoptado diferentes enfoques sobre la ventilación, las pruebas de coronavirus y las cuarentenas. Es posible aprender si todos estos esfuerzos verdaderamente mitigan la propagación de la COVID-19, pero no ha habido un sistema a nivel nacional para que las escuelas compartan sus hallazgos entre sí de una forma organizada. Un esfuerzo extenso a nivel federal para recopilar y comparar esta información debería ser la base del enfoque para una reapertura completa.

Los nuevos lineamientos para la primavera son un comienzo, pero mantenerlos en vigor para el otoño probablemente significará que no podremos reabrir todas las escuelas. Esto sería una tragedia para los niños. Las escuelas no pueden implementar las recomendaciones de la agencia, como mejorar los sistemas de ventilación, agregar aulas móviles o reducir la cantidad de estudiantes en cada clase sin financiamiento adecuado. El paquete de estímulo del presidente estadounidense, Joe Biden, incluye 130.000 millones de dólares para pagar las mejoras en las escuelas, las necesidades del personal, así como medidas de protección.

La pandemia ha exhibido problemas que han existido desde hace mucho tiempo en los planteles escolares, como la ausencia de jabón que es necesario para un lavado de manos apropiado. Esto es vergonzoso y debemos invertir en recursos para solucionarlo, estemos o no en una pandemia. Sin embargo, los temas específicos de la COVID-19 continuarán siendo un impedimento, incluso si abordamos estos problemas de base.

Los lineamientos basados en la ciencia de los CDC representan avances que son bienvenidos para que las escuelas sepan cómo reabrir. Sin embargo, quizá no ayuden a poner muchos cuerpos pequeños en sillas pequeñas durante un largo tiempo. El gobierno debería tomar más medidas para asegurarse de que todos los niños puedan ir a la escuela de manera presencial este otoño.

Emily Oster es una profesora de Economía en la Universidad Brown y la organizadora del mapa de casos para la respuesta escolar ante la COVID-19.

c.2021 The New York Times Company

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