Gloria Clark, de Malden, Massachusetts, despertó el jueves con una única meta, una sola: encontrar a una persona mayor de 75 sin vacunar.
Comenzó con un aviso en el sitio Craigslist, pero las respuestas eran lentas así que empezó a tocar puertas. Una persona de 89 años a dos casas de la suya no estaba interesada. La vecina de 80 años no estaba en casa y solía tomar siesta por la tarde, pero Clark no se amilanó.
“Mañana por la mañana la consigo”, dijo Clark, una profesora de matemáticas de secundaria retirada de 72 años. “Voy a encontrar a alguien, yo sé que sí”.
Esta semana, Massachusetts lanzó un experimento pionero en el país: ofreció vacunas a la población que acompañe a los de la tercera edad a los sitios de vacunación.
El plan tenía la intención de resolver los problemas de acceso para la población de mayor edad que ha batallado para conseguir citas en línea y trasladarse a los centros de vacunación. De inmediato, la medida fue criticada por los legisladores estatales y algunos expertos de salud pública que dijeron que las dosis, escasas, serían destinadas a personas jóvenes y saludables.
También causó el surgimiento de un inusual mercado en línea cuando los residentes del estado con iniciativa buscaron crear relaciones de cuidado a toda velocidad.
“Tengo un estupendo historial como conductor y un Toyota Camry muy limpio”, dijo alguien en un aviso en Craigslist. “También puedo pagar 100 dólares en efectivo. Soy un conservador amistoso, te dejaré elegir la música, ¡y podrás mostrarme todas las fotos de tus nietos!”.
Un estudiante de posgrado de la zona de Boston ofreció “200+ por el privilegio de transportar a un residente de Massachusetts a su primer o segunda cita de vacunación”. Otro aviso mencionaba que el trayecto a la vacunación se haría en un Lexus.
Otros avisos se hicieron con más delicadeza.
Jean Trounstine, autora y profesora que vive en Tewksbury, dijo que había recibido una llamada telefónica de una amiga que le preguntó si podía acompañarla a su cita de vacunación. (Resultó que Trounstine tiene 74 años y que no). “Creo que ella solo va a andar buscando gente de 75 años”, dijo. “Eso me dejó boquiabierta”.
Trounstine se enteró del programa de compañía en la radio de su auto el miércoles y, como dijo, “alucinó”, porque le pareció que era otro modo de que las personas con recursos se salten la fila. “Estoy esperando pacientemente la vacuna, no estoy moviendo influencias”, dijo. “Es una cachetada para alguien como yo, que no voy a andar buscando a alguien de 75 años”.
En una conferencia de prensa el jueves, el gobernador Charlie Baker reconoció que algunos se habían acercado al programa de forma oportunista y advirtió a los adultos mayores a tener cautela cuando recibieran ofrecimientos de ayuda de extraños.
“Solo deberían recurrir a alguien que conozcan o en quien confíen para que sea su acompañante, ya sea un hijo, un compañero, cónyuge, vecino o un cuidador”, dijo. “No acepten llamadas ni ofertas de personas que no conozcan y jamás compartan su información personal”.
Los expertos en salud pública ofrecieron opiniones divergentes sobre el programa complementario, un concepto que no se debatió ampliamente antes de su implementación.
El estado de Massachusetts está intentando aumentar sus tasas de vacunación después de quedarse muy atrás, cuando la entidad se concentró solo en los trabajadores de primera línea y los asilos y muchas dosis se quedaron en los congeladores sin usar.
Alrededor del 10,4 por ciento de la población del estado ya recibió al menos una dosis.
Andrew Lover, profesor asistente de epidemiología en la Universidad de Massachusetts Amherst, dijo que el plan aceleraría las vacunas al darle un “impulso adicional” a las personas mayores que viven solas. “Definitivamente existe la posibilidad de que la gente intente aprovecharse del sistema pero supongo que será una cantidad razonablemente pequeña”, dijo. “Entre más personas podamos vacunar mejor en el gran panorama de la salud pública y estamos más que felices de aceptar a esa pequeña porción problemática”.
A otros les preocupó que la política permita que la gente joven y saludable reciba dosis que ahora escasas.
“Lo que me preocupa es que hay mucha gente en sus 70 —gente de 74 años— que no pueden vacunarse, pero hay gente de 22 que están perfectamente saludables que van a recibirla”, dijo Ashish Jha, decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown. “No creo haber visto que los grandes centros de vacunación estén vacíos porque la gente mayor no acude. Si eso fuera el problema esta sería una buena solución”.
También algunos legisladores se quejaron y en una carta al gobernador Baker, pidieron poner fin al programa de acompañantes, diciendo que el sistema amplifica más las ventajas de las familias adineradas que disponen de autos que funcionan y tiempo libre. Mientras tanto, la población vulnerable de entre 65 y 75 años se han encontrado cada vez más atrás en la fila de vacunación, dijo el congresista estatal Mike Connolly, que representa a partes de Cambridge y Somerville.
“Hay gente que dice que puedes conseguir 250 dólares y una tostadora nueva si dejas a otra persona que te lleve a vacunar”, dijo. “Me parece que todo esto es de verdad asombroso y no creo ser el único”.
No obstante, no todo era crítica. Muchos septuagenarios que bordean los ochenta años súbitamente se encontraron en posesión de una suerte de billete ganador y discutían cuál de sus amigos lo merecía o lo necesitaba más.
Margaret Bibbo, de 66 años, secretaria de la iglesia y sobreviviente de cáncer, había traído a una amiga anciana sin esperar que la fueran a vacunar, y cuando un médico le ofreció una inyección como acompañante, al principio se negó.
“Dije, ‘Me encantaría, pero no voy a meterme enfrente de alguien así nada más’”, contó. “Lo que dijo fue: ‘Usted es tan importante como cualquiera, usted se dio el tiempo de traer aquí a esta mujer sin esperar la inyección. Podemos atenderla’. Fue divino”.
En el auto, camino a casa, dijo, el alivio la inundó. “Fui bendecida ayer, totalmente bendecida”, dijo.
Para Clark tenía todo el sentido del mundo. Todos sus amigos que viven en residencias de tiempo completo ya se habían vacunado, “pero si eres como yo y vives en tu propia casa, estás atorado”.
Con 72 años, tiene salud suficiente para llevar en su auto a algunos de sus vecinos a sus colonoscopías y su espíritu cívico le da para trabajar en los centros de votación durante las elecciones especiales. “Hay alguien ahí que necesita la ayuda”, dijo. “Solo que no saben a dónde acudir”.
Luego de los largos y grises meses de espera — “uno solo puede limpiar la casa hasta cierto punto”, observó— la posibilidad de cambio le había dado gran energía.
“Luzco estupenda, de hecho hoy me vestí”, dijo. “Me voy al Caribe tan pronto acabe con esto”.
© The New York Times 2021