Cuando Chanel Maronge vio en Facebook que era elegible para recibir la vacuna contra la COVID-19 aprovechó la oportunidad. ¿La única desventaja? Tuvo que cruzar el límite estatal la semana pasada, conduciendo por 2 horas y media desde su hogar en Baton Rouge, Louisiana, hasta Mississippi para recibir su primera dosis.
“La idea de tener que esperar una cantidad indefinida de tiempo en Louisiana para recibir una vacuna no nos servía”, relató Maronge, una bibliotecaria escolar de 37 años que sufre de presión arterial alta. Su esposo, quien tiene diabetes, y sus padres lograron recibir la vacuna en McComb, Mississippi.
Con una demanda abrumadora en los primeros meses del despliegue de la vacunación, miles de estadounidenses están cruzando los límites estatales en búsqueda de las dosis. La lucha por vacunarse ha revelado el entramado de reglas de vacunación que han diseñado los estados, dada la falta de protocolos nacionales estandarizados.
En vista de que la priorización de quiénes pueden recibir vacunas varía ampliamente de un estado a otro, grupos de “cazadores de vacunas”, que buscan lugares en el país donde la gente califica para recibir las inyecciones, han entrado en acción en las redes sociales. Eso ha provocado que los funcionarios sanitarios batallen para averiguar cómo manejar a los viajeros pandémicos: ¿Deben seguirse reglas estrictas y rechazar a todos los forasteros o deben administrarse tantas inyecciones como sea posible, incluso a aquellas personas que provienen de otros lugares?
“El gobierno federal ha creado una situación parecida a “Los Juegos del Hambre” donde la gente está haciendo todo lo posible para llegar al frente de tantas filas como sea posible”, explicó Francisco García, director del Departamento de salud del Condado de Pima en Tucson, Arizona. “El suministro limitado de vacunas provoca aún más ansiedad porque la gente está tratando de conseguir un bien escaso”.
Aun así, García dijo que no veía un problema con vacunar a personas cuyas residencias oficiales estuvieran fuera de Arizona siempre que estas pasaran bastante tiempo en el estado, tal y como lo hacen muchos campistas y visitantes invernales.
“Desde una perspectiva estrictamente de salud pública, mi interés es lograr un nivel de cobertura sobre la población que nos permita tener un grado de inmunidad comunitaria”, explicó García.
No todos ven el dilema de la misma manera, lo cual revela una serie de fallas éticas en un momento de suministros limitados de vacunas y miles de muertes diarias por COVID-19. Dada la urgente necesidad de vacunar a los estadounidenses de la manera más eficiente posible, los expertos en ética médica dicen que está bien quitar una vacuna del orden de prioridad si se presenta la oportunidad; algunos hospitales con cantidades adecuadas de vacunas han ofrecido dosis a todos los empleados para evitar malgastar los suministros, y han surgido casos en los que se han ofrecido vacunas sobrantes a los transeúntes en lugar de dejarlas expirar.
Pero saltarse las filas, o en este caso, cruzar las fronteras estatales, para aventajarse rebasa ese límite ético, aseguró Nancy Berlinger, una especialista en bioética en el Hastings Center, un instituto de investigación ética en Garrison, Nueva York.
Cada estado recibe vacunas de acuerdo con su propia población, dijo Berlinger. En un contexto de salud pública, “estás tratando de obtener los recursos de otro estado de manera gratuita”, explicó. “Eso se llama ser un oportunista”.
“Cuando nos colamos en la fila, no solo nos colocamos literalmente delante de otras personas, de hecho, estamos trabajando en contra de la salud de otras personas, porque algunas de ellas llegaron a esta pandemia con mayores riesgos”, indicó Berlinger.
En Estados Unidos más de 27 millones de personas han recibido al menos una dosis de una vacuna, pero no se sabe a nivel nacional cuántas personas han dejado su estado para obtener una dosis. Sin embargo, algunos estados están monitoreando la situación. En Ohio, al menos 21.501 dosis se aplicaron a residentes de otros lugares, según revela el registro de vacunas del estado. El Departamento de Salud de Florida reportó que más de 57.000 personas que viven fuera de ese estado recibieron dosis de la vacuna.
Algunos estados han comenzado a tomar medidas enérgicas. Kentucky actualizó los requerimientos de elegibilidad para la vacuna esta semana de modo que solo los residentes o individuos que estén prestando servicios de atención médica a pacientes en Kentucky puedan recibir la inyección. El Departamento de Salud del Estado de Washington dijo la semana pasada que las personas que reciban la vacuna contra la COVID-19 en alguno de los cuatro centros de vacunación masiva del estado deben o trabajar o vivir allí.
Pero en el resto del país la gente está encontrando la manera de viajar para obtener las dosis.
Maronge, la residente de Louisiana que recibió su dosis en Misisipi, dijo que estaba tratando de mantener a su familia y a sí misma a salvo. Las personas con edades comprendidas entre 16 y 64 años que tengan padecimientos de salud crónicos, incluida la diabetes, son elegibles para recibir la vacuna en Misisipi pero no todavía en Louisiana.
La madre de Maronge, quien tiene 69 años, no alcanzó el límite de elegibilidad para la vacuna en Louisiana por solo un año, pero su grupo de edad era elegible en Misisipi.
En el centro de vacunación en McComb, nadie les solicitó un certificado de residencia, según relató Maronge, y los trabajadores solo preguntaron por su historial médico y condiciones preexistentes. Maronge dijo que ella y su esposo dejaron claro que eran residentes de Louisiana pero eso no pareció molestarle al personal.
Las distintas estrategias de vacunación en cada estado han creado un desconcertante laberinto de reglas que pueden exacerbar la tentación de buscar las dosis lejos de casa.
En Georgia, cualquier persona de 65 años en adelante es elegible para recibir la vacuna contra la COVID-19, pero al otro lado del límite estatal —en Tennessee, Alabama y Carolina del Sur— ese no es el caso. En Alabama, cualquiera de 75 años o mayor puede recibir la dosis. En Tennessee el límite es de 70 o 75 años, dependiendo del condado. En Carolina del Sur, es de 70 años.
La comisionada de salud de Georgia, Kathleen Toomey, ha definido al cruce de límites estatales para conseguir dosis de la vacuna como “irresponsable y egoísta” pero dijo que el estado no tomaría medidas enérgicas para tratar de prevenirlo.
“Creo que es importante que todos sepan que no vamos a revisar las licencias de conducir, no vamos a vigilar este proceso”, explicó durante una rueda de prensa la semana pasada. “¿Esto significa que alguien podría colarse desde otro estado? Quizás”.
Pero si bien cada estado debería priorizar a sus propios residentes, Toomey dijo que el objetivo colectivo es que se vacunen tantas personas como sea posible. Rhode Island es el único estado que aún no ha expandido su elegibilidad a miembros mayores de la población.
En el distrito de salud del noroeste de Georgia —una región de diez condados que colinda con Tennessee y Alabama— algunas personas han viajado desde otros estados para obtener citas, según explicó Logan Boss, el vocero del distrito, aunque dijo que la cantidad de estas es bastante baja.
Se le solicita a cada persona mostrar su identificación, explicó. Pero aquellos que no puedan mostrar una identificación, e incluso aquellos que tengan una identificación de otro estado, no serán rechazados, agregó.
Dadas las diferencias entre los suministros de vacunas de cada estado y los diferentes ritmos de sus procedimientos, no es sorprendente que la gente vaya a donde pueda para recibir la vacuna lo antes posible, dijo Boss.
“De alguna manera esperábamos que eso sucediera”, explicó. “No creo que sea problemático. Sin duda cada estado quiere encargarse de sus propios ciudadanos primero si es posible. Pero el objetivo final de este proceso de vacunación, que será un maratón y no una carrera corta, es inmunizar a la mayor cantidad posible de personas”.
© The New York Times 2021 / Por Simon Romero, Amy Harmon, Lucy Tompkins y Giulia McDonnell Nieto del Rio