Si los países pobres no pueden vacunar a sus poblaciones, los ricos pagarán el precio, afirma un nuevo estudio

Si no se distribuye la vacuna Covid-19 en los países pobres, se agravará el daño económico y los países ricos asumirán la mitad de los costos, según muestra una nueva investigación

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Un trabajador de la salud
Un trabajador de la salud recibe una dosis de COVISHIELD, una vacuna COVID-19 fabricada por Serum Institute of India, en el Sola Civil Hospital en Ahmedabad, India, 19 de enero de 2021. (REUTERS/Amit Dave)

Al monopolizar el suministro de vacunas contra la COVID-19, las naciones ricas ponen en riesgo más que la posibilidad de una catástrofe humanitaria: la devastación económica resultante impactará a los países acaudalados casi tan fuerte como a los que se encuentran en vías de desarrollo.

Esta es la conclusión crucial de un estudio académico que se publicará el lunes. En el caso más extremo, con las naciones ricas completamente vacunadas para mediados de este año y los países pobres excluidos en su mayoría, el estudio concluye que la economía global sufriría pérdidas que superarían los 9 billones de dólares, una suma mayor a la producción anual de Japón y Alemania combinadas.

Casi la mitad de ese costo se absorberá por los países adinerados como Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido.

En el caso que los investigadores consideran más probable, que los países en vías de desarrollo vacunen a la mitad de su población para fines del año, la economía mundial todavía absorbería un impacto de entre 1,8 y 3,8 billones de dólares. Más de la mitad de las afectaciones se concentrarían en los países con más recursos.

La Cámara Internacional de Comercio (ICC, por su sigla en inglés) encargó la investigación que concluye que la distribución equitativa de las vacunas es del interés económico de cada país, especialmente de aquellos que dependen más del comercio. Equivale a desmentir la creencia popular de que compartir vacunas con los países pobres es simplemente una forma de caridad.

“Claramente, todas las economías están conectadas”, dijo Selva Demiralp, una economista en la Universidad Koç en Estambul que previamente trabajó en la Reserva Federal en Washington y una de las autoras del estudio. “Ninguna economía se recuperará por completo a menos que las otras economías se recuperen”.

Demiralp destacó que una iniciativa filantrópica global conocida como el Acelerador del Acceso a las Herramientas contra la COVID-19, que tiene como objetivo brindar recursos pandémicos a países en vías de desarrollo, ha asegurado compromisos por menos de 11.000 millones de dólares de una meta de 38.000 millones de dólares. El estudio explica la racionalidad económica que tiene acercar la brecha. Los 27.000 millones restantes pueden, a primera vista, parecer una suma enorme, pero es una miseria en comparación con el costo de permitir que la pandemia continúe.

Los directores ejecutivos corporativos y expertos han promovido la creencia común de que la pandemia no respeta fronteras ni diferencias raciales y de clase. Este concepto conformista ha sido desmentido por la realidad de que la COVID-19 ha enfocado su capacidad de muerte y destrucción del sustento en los trabajadores de servicios que son de escasos recursos, especialmente en minorías raciales, mientras que los empleados de cuello blanco han podido, en gran medida, trabajar de manera segura desde casa y algunas de las personas más ricas del mundo pueden pasar la pandemia en yates e islas privadas.

No obstante, en el comercio internacional, no es posible esconderse del coronavirus, como el estudio afirma. Las cadenas de suministro globales que son vitales para la industria continuarán siendo afectadas durante tanto tiempo como el virus permanezca como un factor.

La pérdida de puestos de
La pérdida de puestos de trabajo de los trabajadores migrantes de países pobres ha reducido la cantidad de dinero que han enviado a casa. (REUTERS/Marco Bello/archivo)

Un equipo de economistas afiliados con las universidades de Koç, de Harvard y la de Maryland examinó datos de comercio de 35 industrias en 65 países, lo que produjo una exploración extensiva de los impactos económicos de una distribución de vacunas desigual.

Si las personas en países en vías de desarrollo continúan desempleadas por los confinamientos impuestos para detener la propagación del virus, tendrán menos dinero que gastar, lo que reducirá las ventas para los exportadores en América del Norte, Europa y el este de Asia. Las compañías multinacionales en naciones avanzadas también enfrentarán dificultades para garantizar partes necesarias, componentes y materias primas.

Los hallazgos añaden una capa de complejidad a la creencia básica de que la pandemia hará que el mundo quede más desigual que nunca. Aunque esto parece verdadero, una sorprendente forma de desigualdad, el acceso a las vacunas, podría representar problemas universales.

Como una muestra extraordinaria de las capacidades innovadoras de los mejores científicos del mundo, las compañías farmacéuticas produjeron en una pequeña fracción del tiempo que se pensaba que era posible vacunas que salvarán vidas. Sin embargo, los países mas ricos en Norteamérica y Europa aseguraron órdenes que equivalen a la mayor parte del suministro, suficiente para vacunar dos y tres veces a su población, lo que deja a los países pobres en la lucha para asegurar su parte.

Muchos países en vías de desarrollo, desde Bangladés pasando por Tanzania y hasta Perú, probablemente tendrán que esperar hasta 2024 antes de que puedan vacunar a su población completa.

La iniciativa para suministrar a los países pobres con recursos adicionales ganó un impulso cuando el presidente estadounidense, Joe Biden, asumió el cargo. El gobierno de Donald Trump no contribuyó a la causa. El asesor médico jefe del gobierno de Biden para la pandemia, Anthony Fauci, rápidamente anunció que Estados Unidos se uniría a la campaña para compartir vacunas.

Muchos países pobres comenzaron la pandemia con cargas de deuda que absorbieron gran parte de las ganancias de sus gobiernos, lo que limitó el gasto en atención médica. Los acreedores privados se han rehusado a participar en un programa modesto de suspensión de deuda forjado por el G20. El Banco Mundial, BM, y el Fondo Monetario Internacional, FMI, prometieron una gran ayuda, pero fracasaron en entregar dólares significativos.

Esto también parece estar cambiando a medida que un nuevo liderazgo toma control de Washington. El gobierno de Trump se opuso a una expansión propuesta de 500 millones de dólares de los llamados derechos especiales de giro en el FMI, un activo de reserva que los gobiernos pueden intercambiar por monedas. El ascenso de Biden ha incrementado la esperanza entre los miembros del fondo de que esta administración apoyará la expansión. Los demócratas en el Congreso, ahora en control de ambas cámaras, han dado indicios de respaldo a una medida que llamaría al Departamento del Tesoro a actuar.

Sin embargo, en capitales como Washington y Bruselas, la discusión sobre el apoyo al mundo en vías de desarrollo se enmarca en términos morales. Los líderes han debatido sobre cuánto pueden prescindir para ayudar a las comunidades menos afortunadas del planeta mientras atienden principalmente a su propio pueblo.

El estudio desafía esa estrategia. Al fallar en asegurarse de que las personas en el mundo en vías de desarrollo obtengan acceso a las vacunas, concluye, los líderes en las naciones más ricas afectan su propia prosperidad.

“Ninguna economía, sin importar cuán grande sea, será inmune a los efectos del virus hasta que la pandemia llegue a su fin en todos lados”, dijo John Denton, secretario general de la Cámara Internacional de Comercio. “Comprar vacunas para el mundo en vías de desarrollo no es un acto de generosidad de las naciones más ricas del mundo. Es una inversión esencial que los gobiernos deben hacer si desean revivir sus economías nacionales”.

Copyright:c.2021 The New York Times Company

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