Si los estudiantes faltan a las clases en línea, los profesores acuden a ellos

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Para ayudar a los alumnos que no se conectan a las clases remotas, algunos maestros de una escuela autónoma con altos índices de pobreza en Washington hacen visitas a domicilio.

WASHINGTON — Eran las 10:30 de la mañana, hora de la clase de matemáticas, y Tylee Wise estaba en su lugar habitual, una cama individual en la habitación que comparte con su hermana menor, con un televisor encendido a pocos metros, cuando llamaron a la puerta del apartamento.

Una maestra había ido a buscarlo con la esperanza de averiguar por qué Tylee, alumno de tercer grado, estaba faltando otra vez a las clases en línea de Achievement Preparatory Academy, la escuela autónoma a la que había asistido desde el preescolar. Tylee había se había ausentado 21 días, una tercera parte del total del año académico iniciado el 31 de agosto.

Todos los miércoles desde septiembre, la maestra, A’Keisha Swann, ha recorrido el sureste de Washington, el barrio más pobre de la ciudad, para visitar a familias como la de Tylee y rogarles que se aseguren de que los niños estén “entrando” a clase.

Aproximadamente el 20 por ciento de los 200 estudiantes de Achievement Preparatory Academy tuvieron faltas habituales a principios de diciembre, una cifra que en realidad se redujo del 35 por ciento a principios del otoño, pero que aun así es considerablemente más elevada que la del año pasado.

Asegurarse de que los estudiantes participen en las clases durante la pandemia ha sido una tarea ardua en todo el país, ya que los distritos han reportado índices históricos de ausentismo. Puede resultar especialmente difícil en el caso de los grandes sistemas escolares urbanos, que atienden a decenas de miles de familias de bajos ingresos y que, casi en su totalidad, se han apegado a la educación a distancia desde marzo.

El impacto en el aprendizaje está empezando a notarse: un estudio reciente de los puntajes de evaluación de los estudiantes reveló que, este otoño, los estudiantes de las escuelas públicas de Washington, en promedio, llevaban un retraso de cuatro meses en Matemáticas, en comparación con un año típico, y un mes de retraso en Comprensión lectora.

Los estudiantes negros y en situación de riesgo (aquellos cuyas familias reciben cupones para alimentos u otro tipo de asistencia pública, o que carecen de hogar o se encuentran en el sistema de hogares de acogida temporal) estaban aún más atrasados, en especial en Comprensión lectora. Prácticamente todo el retraso en esa materia se presentó entre los estudiantes que viven en los dos vecindarios más pobres de la ciudad. Aquellos que viven en los barrios más ricos lograron ligeros avances.

Achievement Preparatory Academy es una de decenas de escuelas públicas autónomas (o chárter) en Washington a la que asisten unos 43.000 niños, casi tantos como los 51.000 inscritos en las escuelas públicas tradicionales de la ciudad. La mayoría de los estudiantes en ambos tipos de escuelas han tomado clases en línea desde sus casas todo el año, aunque el sistema escolar de la ciudad se está preparando para ofrecer al menos algunas clases presenciales a partir del próximo mes.

El sindicato de maestros se ha opuesto con firmeza a la reapertura, retirándose de acuerdos tentativos para hacerlo en el otoño, incluso cuando las escuelas privadas, y algunas escuelas autónomas, volvieron a abrir sus puertas. En un principio, el distrito no solicitó la opinión de los directores acerca de los planes de reapertura y muchos padres también se sintieron excluidos. En una encuesta realizada en diciembre se descubrió que menos de la mitad de los padres estaban dispuestos a enviar a sus hijos de regreso a las aulas, y que los residentes de los vecindarios más pobres, en su inmensa mayoría, deseaban continuar con la educación a distancia.

Incluso en un año normal, los desafíos de Achievement Preparatory Academy son enormes. El 70 por ciento de sus estudiantes viven por debajo del umbral de pobreza y el 13 por ciento son personas sin hogar; sin embargo, hay indicios de que los estudiantes tuvieron que batallar aún más de lo habitual este otoño; las evaluaciones informales revelaron que ningún alumno de segundo grado inició el ciclo escolar leyendo al nivel del grado que le correspondía, según Sarah Lewis, la directora de la escuela.

Swann, la maestra que visitó el apartamento de Tylee, es parte del “equipo de cultura” de Achievement Preparatory Academy, un pequeño grupo de maestros y trabajadores sociales que llaman a los padres con regularidad para preguntarles cómo les está yendo tanto a ellos como a sus hijos, para solucionar problemas de tecnología y otras dificultades, y en ocasiones, para ponerlos en contacto con terapeutas que pueden ayudar a tratar la depresión y otros problemas de salud mental que podrían estar dificultando la asistencia.

Un puñado de familias han rechazado constantemente las visitas de Swann a los domicilios de los estudiantes, negándose incluso a abrirle la puerta. “Al menos escúcheme”, les dice. Y aunque suelen escuchar, las abuelas que cuidan de los nietos son particularmente reacias a participar, aseguró Swann, quizá porque se sienten muy abrumadas e incómodas con la tecnología.

Una niña que nunca había faltado a la escuela durante la pandemia hace poco desapareció de manera repentina durante una semana, recordó Swann; resultó que su madre se había quedado sin trabajo y las habían desalojado de su hogar. Otra madre le mostró a Swann las paredes de bloques de cemento de su apartamento por FaceTime para demostrarle que la causa de la ausencia de sus hijos era una mala conexión.

En otra familia ocurrió que unos gemelos estudiantes del jardín de niños faltaban frecuentemente a sus clases, y resultó que la madre estaba embarazada de seis meses y en reposo. Después de hablar con ella, el equipo de cultura le llevó a la familia un dispositivo de acceso inalámbrico a internet para ayudar a mantener a los niños en línea.

“Intentamos hacerles saber que nuestro objetivo no es juzgar”, señaló Antonio Wilson, otro profesor del equipo.

A principios de diciembre, en el apartamento de la familia Wise, Swann saludó a Tylee y a su hermana, Tynahja, una alumna de segundo grado, con gritos felices: “¡Hola, chicos! ¡Ay, miren su árbol de Navidad!”, y le dijo a Tylee que se veía mucho más alto que en la primavera. Tylee llevó su computadora portátil a la sala para trabajar con Wilson, mientras Swann se sentaba en la mesa con su madre, LaShawla Waller.

“Se distrae muy rápido”, comentó Waller acerca de Tylee. “Muchas veces tengo que decirle: ‘Ponle atención a tu computadora’. O a veces están conectados y luego le dan vuelta a la cámara o la bloquean, y entonces tratan de jugar en su teléfono’”.

Esa mañana, Waller añadió que Tylee se había quedado dormido poco después de empezar la clase. “Le dije: ‘¡No puedes estar durmiendo en la computadora!’”, le contó a Swann. “‘¿Estás loco?’”.

El padre de Tylee, Tyrone Wise, la interrumpió para decir que la conexión a internet fallaba frecuentemente debido a las gruesas paredes del viejo complejo de apartamentos.

Swann ya conocía las dificultades de la familia por visitas que había hecho previamente: Wise trabaja fuera de casa durante el día, arreglando autos por el barrio. Waller trabaja un turno de dos de la tarde a diez de la noche en el Pentágono, supervisando a los equipos de limpieza. Así que hay un periodo en el que Tylee y su hermana están solos en casa, y esperan a que Waller vuelva del trabajo antes de empezar a prepararse para dormir.

Waller suele tomar una siesta después de que inician las clases en la mañana, antes de comenzar a prepararse para el trabajo, y ahí es cuando los niños son más propensos a perderse las clases, aunque Tylee ha sido el faltista más habitual.

Swann repitió las sugerencias que les había hecho a sus padres anteriormente: establecer un “espacio de trabajo oficial” para Tylee, en vez de dejar que se siente en su cama durante la clase y tener sus teléfonos a la mano, para que los maestros puedan enviarles mensajes de texto cuando Tylee no esté conectado.

Por primera vez, Swann llevó consigo un “contrato de asistencia” para que lo firmaran, y prometió asegurarse de que Tylee participara en la escuela durante las próximas dos semanas.

Swann se arrodilló y miró a Tylee a los ojos. “¿Me prometes que te vas a quedar en línea? Porque voy a vigilarte. Si se trata de algo vergonzoso o tienes problemas, puedes decírmelo, ¿te parece?”.

“A veces el wifi me desconecta de inmediato”, respondió Tylee.

“Pero necesito que vuelvas a conectarte”, insistió Swann. “¿Puedes hacerlo? Va a ser un reto, como dijo tu padre, a veces por culpa del wifi y por la forma en que está hecho el edificio, pero necesito que tengas un poco de determinación”.

El siguiente paso de Swann será llevarle a la familia algunos artículos para instalarle un escritorio a Tylee, el cual espera que reduzca las probabilidades de que se desconecte o se quede dormido en la clase.

Mientras tanto, otra familia esperaba su visita.

Abby Goodnough es corresponsal nacional de servicios de salud. También ha sido jefa del buró del Times en Miami y Boston y reportado sobre educación y política en Nueva York. Se unió al Times en 1993. @abbygoodnough

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