El modelo de aprendizaje híbrido, un poco a distancia, un poco presencial, desafía a las escuelas de Edison, Nueva Jersey, y a todo el país.
EDISON, Nueva Jersey — Este es el dilema diario de Stephanie Rasimowicz: frente a ella, en su clase de geometría del segundo periodo en la Escuela Secundaria Edison se encuentra un puñado de alumnos de noveno grado, desperdigados en escritorios separados a varios metros de distancia. Detrás de ella hay casi veinte pequeños rostros sin cuerpo en la pantalla de una computadora: son sus estudiantes remotos, que aprenden desde casa.
¿Los estudiantes que trabajan a distancia pueden escuchar a los estudiantes en el salón de clase y viceversa? ¿En qué grupo se debería enfocar ella hoy? ¿Y cómo sabe si los alumnos remotos están comprendiendo sus lecciones, o siquiera prestando atención?
“Incluso si sus cámaras están encendidas, no sabes con exactitud qué están haciendo en casa”, dijo Rasimowicz, quien ha sido maestra de matemáticas en la secundaria Edison durante 13 años.
Rasimowicz y el resto de las escuelas públicas del Municipio de Edison, uno de los distritos suburbanos más grandes de Nueva Jersey, son parte de un enorme experimento educativo que no fue planificado: combinar las clases remotas con las presenciales, un sistema conocido como aprendizaje híbrido.
Según algunos cálculos, el aprendizaje híbrido se ha convertido en uno de los métodos más comunes de enseñanza durante la pandemia, ya que miles de los 13.000 distritos escolares de Estados Unidos lo emplean para algunas o la mayoría de sus clases.
En algunos lugares, en particular en la ciudad de Nueva York, los estudiantes en la modalidad híbrida asisten a las aulas parte de la semana y estudian en casa el resto del tiempo, con un maestro diferente para cada grupo. (La mayoría de los estudiantes de la ciudad de Nueva York han continuado clases de forma completamente remota). En la mayoría de los otros distritos, el aprendizaje híbrido involucra a un maestro que enseña de manera simultánea a estudiantes presenciales y remotos que intercambian lugares cada segundo o tercer día. En Edison, los estudiantes presenciales acuden a clase cuatro mañanas a la semana.
La medida está hecha para cuidar a los miembros del personal y a los estudiantes, al reducir al menos la mitad de la asistencia en persona para que haya una distancia de casi dos metros en los salones de clase, pasillos y gimnasios, mientras también se conservan, al menos en parte, los reconocidos beneficios educativos y emocionales de la educación presencial.
“No hay un manual para esto”, dijo Cyndi Tufaro, la directora de la Escuela Primaria James Monroe en Edison. “La palabra del año es ‘fluido’”.
Un creciente corpus de investigación indica que los estudiantes en general se han rezagado en términos educativos durante la pandemia y que los estudiantes negros, latinos y de escasos recursos, quienes son más propensos a tomar clases de manera remota, son los más afectados. Aún no está claro si las clases híbridas están ayudando a evitar la pérdida educativa.
Los directivos de Edison dijeron que no tenían datos disponibles sobre tasas de reprobación o puntajes de pruebas estandarizadas para medir el impacto del aprendizaje híbrido.
Rasimowicz cree que la pandemia ha causado estragos educativos, aunque tal vez no tan significativos como ella alguna vez temió. “Tengo la misma cantidad de niños a los que les cuesta trabajo”, dijo. “La misma cantidad que saca la máxima calificación”.
No obstante, todavía no hay resultados concluyentes sobre el aprendizaje híbrido, agregó. “Los temas más difíciles no se pueden explorar tan a fondo”, dijo.
Edison, hogar de una gran comunidad indio-estadounidense ubicada a unos 65 kilómetros al suroeste de Manhattan, es una de las comunidades suburbanas más diversas del estado. Cerca del 65 por ciento de la población del distrito escolar es asiática, el 14 por ciento es blanca, el 11 por ciento es latina y el 8 por ciento es negra.
El distrito ha oscilado entre diferentes modelos híbridos conforme los casos de coronavirus han disminuido y aumentado de nuevo.
Las escuelas comenzaron a operar de manera virtual en septiembre, reabrieron en octubre para los estudiantes dispuestos a asistir de forma presencial cada tercer día, y un mes después permitieron que esos estudiantes asistieran a clases cuatro mañanas a la semana.
Solo alrededor de uno de cada cuatro de los 17.000 estudiantes del distrito van a la escuela para tomar clases presenciales; el resto las toma todas desde casa. Las escuelas se cierran cada miércoles para realizar limpieza y todos los estudiantes toman en línea sus clases vespertinas.
Bernard F. Bragen Jr., el superintendente del distrito, intentó mantener las clases presenciales lo más posible, incluso cuando la mayoría de los distritos cercanos cerraron a finales del año pasado al aumentar los casos de coronavirus en el estado.
Durante casi dos meses, hubo una propagación limitada del virus vinculada con la transmisión dentro de las escuelas y solo una de las 19 escuelas de Edison se vio obligada a cerrar durante dos semanas. Sin embargo, para la primera semana de diciembre, otras seis escuelas reportaron brotes que involucraban al menos 22 casos, por lo que Edison cambió de manera temporal a un modelo completamente remoto de nuevo. Se planea que todas las escuelas reabran el 1 de febrero.
La población recuerda bien los riesgos del virus: durante la primavera, hasta 102 pacientes y un integrante del personal en el Menlo Park Veterans Memorial Home, una casa de retiro en Edison, murieron después de casos confirmados o probables de COVID-19, según funcionarios estatales.
Bragen dijo que le preocupan más los niños por debajo del umbral de la pobreza (cerca del 15 por ciento de los estudiantes de Edison califican como beneficiarios de los almuerzos escolares gratuitos), así como aquellos que caen en una crisis emocional cada vez más profunda. “El número de estudiantes en crisis se ha incrementado y es preocupante”, dijo.
También le inquieta el agotamiento de los maestros debido a las incesantes exigencias de impartir al mismo tiempo clases a estudiantes de manera remota y presencial. “Para un maestro, cumplir con las necesidades de los estudiantes sentados frente a él y cumplir con las necesidades de los estudiantes sentados en casa es un reto”, dijo. “Uno siempre es afectado por el otro”.
Bragen y los líderes distritales intentaron desarrollar un nuevo modelo híbrido que habría permitido al personal docente que prefiere permanecer en casa dar solo clases virtuales, mientras que aquellos que estuvieran en la escuela serían responsables solo de los alumnos que asistieran a clases presenciales. Sin embargo, no lograron implementarlo porque habría requerido reasignar a muchos maestros.
Muchos de los salones de clase de primaria fueron equipados con cámaras suspendidas del techo para que los estudiantes desde casa tuvieran la misma vista del maestro que aquellos en el aula. Gracias al financiamiento federal de la Ley de ayuda, alivio y seguridad económica contra el coronavirus (CARES, por su sigla en inglés), el distrito también colgó 25 cámaras térmicas, con un costo de 12.000 dólares cada una, en los accesos para medir de manera instantánea la temperatura corporal y revisar que las personas porten cubrebocas.
Aun así, maestros y estudiantes enfrentan problemas de conectividad asociados con la instalación de nueva tecnología en edificios antiguos.
“¿Cosas que nunca jamás quiero decir después de la COVID-19?”, dijo Vicki Jenkins, una maestra de danza, frente a una MacBook Air colocada en un estante en el estudio de su salón de clases a principios de diciembre. “No te oigo. Estás congelado. Se está cortando”.
Faltaban unas cuantas semanas para el espectáculo navideño de danza virtual y ella había perdido la conexión dos veces en 20 minutos mientras les daba indicaciones a sus estudiantes para repasar las rutinas.
¿Vale la pena ir al salón de clases para tan pocos alumnos? “Vale la pena para ver a ese niño o los pocos niños que estén ahí”, respondió Jenkins. “Sin embargo, hay días (y hoy fue uno de ellos) en los que me pregunto: ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’”.
Para una de sus estudiantes, Zaria Fogle, las frustraciones del aprendizaje en línea fueron una motivación para regresar al salón de clases cuando el distrito reabrió en octubre. Zaria, una alumna en el último año en la secundaria Edison, dijo que las clases presenciales eran clave para mantener sus calificaciones de cuadro de honor.
“De verdad no podía aprender matemáticas a través de la computadora”, dijo Zaria, quien desea estudiar Danza en la universidad.
Asistir de manera presencial también ofrece al menos saborear un poco del típico último año escolar y le brinda la oportunidad de cumplir con una responsabilidad: fue seleccionada para dar los avisos matutinos de la escuela por los altavoces.
No obstante, Zaria va al plantel principalmente por el atractivo del estudio de danza con espejos en los muros, adonde va tan seguido como le es posible.
“Esa es una de las pocas cosas normales que puedo hacer”, dijo. “Es mejor que solo bailar en mi habitación”.
Tracey Tully cubre Nueva Jersey. Se unió al Times en 2018 como editora sénior. Antes reportó sobre el gobierno estatal para The Daily News, el Albany Times Union y el Jersey Journal. @traceytully