Para mejorar el rendimiento académico, un diminuto distrito escolar pidió a sus alumnos que volvieran a clases presenciales. También aumentaron los contagios del virus.
LUBBOCK, Texas — Madison Hermosillo comenzó el décimo grado en Roosevelt High School sola y desconcertada en su habitación. Rápidamente se atrasó en sus clases.
Situada entre campos de algodón y torres petroleras en las afueras de Lubbock, Texas, su escuela estaba abierta y los alumnos podían acudir a clases presenciales, pero los casos de coronavirus se descontrolaron y su madre decidió que se quedaría en casa.
Madison, de 16 años, batalló con sus tareas a distancia de geometría, química y geografía mundial. Al poco tiempo, comenzó a reprobar en todas las materias a excepción de educación física.
“Mi madre me ordenaba que hiciera mis tareas, y yo solo iba a mi habitación y veía TikTok en mi teléfono”, afirmó.
No era la única. Al final del primer periodo de evaluación en septiembre, el 77 por ciento de los estudiantes de las secundarias y preparatorias a distancia del distrito estaban reprobando al menos una materia. En cambio, la mayoría de quienes optaron por asistir a clases presenciales aprobó.
De manera similar, alrededor del 30 por ciento de los estudiantes más jóvenes, en particular en primer y segundo grado, no cumplían con las expectativas de nivel en una evaluación de lectura que se aplicó al inicio del ciclo escolar (aproximadamente el doble que en años anteriores), dijo Delynn Wheeler, directora de la escuela primaria.
Para los funcionarios del distrito, el resultado era una prueba de que la educación a distancia de la primavera pasada había atrasado a los estudiantes; y aquellos que continuaron con el aprendizaje a distancia al comienzo del semestre de otoño batallaron para ponerse al día.
Así que el distrito tomó una medida drástica: puso fin a su opción de educación a distancia y solicitó que todos sus 1010 estudiantes, desde preescolar hasta el último año de preparatoria, regresaran al salón de clases.
“Esto nos funciona en nuestro pequeño distrito escolar”, señaló Dallas Grimes, el superintendente. “No va a funcionar en todas partes”.
El Distrito Escolar Independiente de Roosevelt se parece a muchos otros en Texas: es pequeño y rural, con una población estudiantil considerablemente hispana, que incluye a muchos que viven en la pobreza. Al igual que otros, el distrito enfrentó dificultades para ofrecer educación a distancia, a pesar de crear puntos de acceso móvil para los estudiantes que no tenían internet y de ponerse en contacto frecuentemente con aquellos que se atrasaban.
Los resultados de la educación presencial obligatoria han sido variados. Se han contagiado decenas de profesores, personal y estudiantes, y muchos más han tenido que ponerse en cuarentena en sus casas debido a la exposición. Las ausencias han trastornado todo, desde la educación en el aula hasta el mantenimiento de las instalaciones.
No obstante, los maestros y administradores comentaron que lo mejor para sus estudiantes era estar en la escuela.
“Cuando esos chicos entraban por esa puerta, era algo bueno”, dijo Theresa Hoffman, subdirectora de la escuela primaria del distrito, al recordar la emoción que sintió al ver el regreso de los estudiantes. “Las escuelas que no lo hicieron… simplemente no me lo imagino”.
Todo el Distrito Escolar Independiente de Roosevelt se encuentra en un solo campus que se extiende a lo largo de un camino recto y llano. Una flota de autobuses amarillos llega cada mañana transportando a la gran mayoría de los estudiantes; muchos de ellos visten el guinda de las águilas del equipo Eagles de la escuela.
El 57 por ciento de los estudiantes son latinos y el 37 por ciento blancos, con un número reducido de estudiantes negros y menos de otras razas. Más de tres cuartas partes califican para recibir el almuerzo sin costo o a precio reducido.
Roosevelt fue uno de los primeros distritos de Texas en poner fin al aprendizaje a distancia. La medida fue notificada a los padres el 22 de septiembre: todos los estudiantes debían regresar el lunes siguiente. (La mayoría de los estudiantes del estado de Texas asisten a la escuela de manera presencial).
De unos 140 estudiantes que estudiaban a distancia, 15 abandonaron la escuela porque a sus familias les preocupaban los riesgos de salud de asistir a las clases presenciales.
Otros siete ya habían abandonado el distrito escolar, situado en una zona del oeste de Texas que es conservadora y con frecuencia escéptica respecto a la COVID-19, y lo hicieron por la razón opuesta: sus padres se opusieron a la orden del estado de que todos los niños de diez años o más usaran cubrebocas, señaló Grimes.
Hasta ahora, la decisión de traer de vuelta a todos los alumnos al aula ha mejorado el rendimiento, dijo Grimes. En las vacaciones de invierno, solo el nueve por ciento de los estudiantes de secundaria estaban reprobando al menos una materia.
No obstante, a medida que el rendimiento mejora, la pandemia interfiere.
Desde el comienzo del ciclo escolar hasta enero de este año, una gran cantidad de los 170 maestros, administradores y otros miembros del personal del distrito han dado positivo en las pruebas del coronavirus (52) o han tenido que ponerse en cuarentena debido a la exposición (27).
Las ausencias han obligado a los profesores a impartir otras materias, servir el almuerzo e incluso sacar la basura. Grimes, el superintendente, tuvo que conducir un autobús cuando los conductores habituales dieron positivo o tuvieron que ponerse en cuarentena porque estuvieron expuestos a una persona con el virus.
“En este momento todavía nos estamos recuperando de la covid”, dijo Tim Crane, director de la secundaria Roosevelt. Él y su esposa, maestra de educación especial, dieron positivo a principios de noviembre. “Mi esposa y yo hacemos todo lo que podemos, y aun así nos contagiamos”.
A medida que más escuelas de todo el país abrieron sus puertas en otoño, la evidencia ha sugerido que el aprendizaje presencial no ha provocado una transmisión generalizada del coronavirus, aunque la aparición de una nueva variante del coronavirus, posiblemente más infecciosa, ha suscitado nuevas inquietudes acerca de la reapertura de las escuelas.
En Roosevelt no se realizan pruebas de coronavirus con regularidad, pero el distrito ha impuesto medidas de seguridad básicas, como la obligatoriedad de los cubrebocas, excepto a la hora de comer, y horas de entrada y salida escalonadas.
El mayor riesgo han sido los contagios fuera de la escuela. Una comunidad cercana al condado de Lubbock tuvo uno de los peores brotes en Texas durante el otoño, nutrido por una mezcla de universitarios parranderos que volvían a casa y residentes locales hartos de tomar precauciones contra la pandemia.
No se ha vinculado ningún caso a un contacto en la escuela, afirmó Grimes, aunque el rastreo de contactos ha sido incompleto. Crane señaló que ni él ni su esposa tuvieron noticias de los rastreadores de contactos del condado de Lubbock después de que se enfermaron.
La comunidad no ha sido inmune a los estragos de la pandemia: un conductor de autobús, que dio positivo al final de las vacaciones de una semana por Acción de Gracias, falleció unos días después.
Las mesas de la cafetería con asientos para una docena de estudiantes están limitadas a tres ocupantes. Un gimnasio escolar está lleno de mesas para comer numeradas. Algunos estudiantes comen en las gradas, en lugares marcados con cinta azul.
La escuela no tiene espacio para mantener la distancia de dos metros en las aulas, y el trabajo en equipo, o el deseo de chismear, acerca a los estudiantes.
“Chicos, van a tener que sentarse”, les dijo Kylie Martinez, profesora de inglés, a tres estudiantes que estaban de pie juntos en su clase de noveno grado una mañana del otoño pasado.
Bajo la luz tenue de su salón de clases en el segundo piso, los estudiantes leían en voz baja y respondían a las preguntas en sus computadoras portátiles, que han sido parte importante de la vida escolar este año que pasó, también porque sirven para que los estudiantes sigan aprendiendo en caso de que tengan que hacer cuarentena en casa.
“Como mamá, estaba preocupada”, dijo Martinez, quien es madre de dos hijos pequeños que asisten a la escuela primaria del distrito. “Me preocupaba que se enfermaran y que nos pusieran en cuarentena”.
Hasta ahora, eso no ha sucedido, pero la pandemia ha afectado directamente a uno de cada tres estudiantes: hasta la segunda semana de enero, 53 habían dado positivo desde el comienzo del ciclo escolar, y otros 282 han tenido que estar en cuarentena durante dos semanas debido a una exposición.
“Estoy en una clase de geometría muy numerosa y la mitad está en cuarentena”, contó Madison Hermosillo, la estudiante de décimo grado que batalló con el aprendizaje a distancia, justo antes de los días feriados por Acción de Gracias.
Madison se ha adaptado a las nuevas rutinas de volver a la escuela: desde usar un cubrebocas hasta sentarse en un asiento asignado para almorzar. Después de unas semanas en la escuela, sus notas empezaron a mejorar.
A principios de enero, estaba aprobando todas sus materias.
J. David Goodman cubre los impactos económicos y de salud de la pandemia en Nueva York y otros lugares. Ha escrito sobre el gobierno, el cabildeo, la justicia penal y el rol del dinero en la política para el Times desde 2012. @jdavidgoodman