La doctora Jill Biden seguirá dando clases, desde la Casa Blanca

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FILE -- Then Sen. Joe
FILE -- Then Sen. Joe Biden (D-Del.), embraces his wife, Jill Biden, as they head from his home in Wilmington, Del. on Oct. 2, 2008, for the vice presidential debate at Washington University in St. Louis. Biden, who holds a doctorate in educational leadership, will continue to teach writing at Northern Virginia Community College, where she taught full-time during her two terms as second lady. (James Estrin/The New York Times)

La primera dama entrante, quien tiene un doctorado en liderazgo educativo, seguirá enseñando en el Northern Virginia Community College, donde fue profesora a tiempo completo durante los ocho años de la vicepresidencia de su marido.

WASHINGTON — Luego de cuatro años tumultuosos, los estadounidenses pueden esperar que con la primera dama entrante, Jill Biden, vuelva una presencia más tradicional al Ala Este de la Casa Blanca. Pero antes de asumir su cargo, la doctora Biden dio a entender que imprimiría su propio estilo al cargo.

Es decir, a su segundo empleo.

La doctora Biden, que tiene un doctorado en liderazgo educativo, seguirá dictando clases de escritura en el Northern Virginia Community College, donde trabajó a tiempo completo cuando fue segunda dama durante el gobierno de Obama. Como primera dama, será la primera en combinar su carrera profesional con labores de carácter público, algo a lo que su equipo ha intentado darle poca importancia para proteger su privacidad.

“La doctora Biden seguirá enseñando en el Northern Virginia Community College, además de sus funciones públicas”, dijo su vocero, Michael LaRosa. Biden también ha desestimado los cuestionamientos sobre su decisión y señaló que no estaba pensando realmente en “términos históricos” puesto que como segunda dama ya había dado clases.

Sin embargo, ya sea que lo publicite o no, la doctora Biden, de 69 años, será la primera que intente mantener ese equilibrio y heredará el escrutinio que viene con su cargo más reciente. Tal como sus antecesoras modernas se han dado cuenta, aunque ser primera dama de Estados Unidos técnicamente no conlleva responsabilidades oficiales sí requiere cumplir las expectativas del presidente, de la Casa Blanca, de los votantes estadounidenses y de varios miles de periodistas.

En diciembre, semanas antes de que llegara al Ala Este, las credenciales profesionales de la doctora Biden fueron puestas en duda cuando The Wall Street Journal publicó una columna de opinión firmada por el escritor Joseph Epstein en la que se le pedía que dejara de usar su título profesional junto con su nombre.

“Olvídese de la pequeña emoción de ser la doctora Jill y confórmese con la emoción mayor de vivir los próximos cuatro años en la mejor vivienda pública del mundo en calidad de Primera Dama Jill Biden”, escribió.

Ella se negó, cortésmente.

“Juntos, construiremos un mundo en el que los logros de nuestras hijas sean aplaudidos en lugar de ser menoscabados”, escribió en Twitter la doctora Biden.

Biden apoyó la ambición de su esposo mientras construía su propia carrera, como profesora en el Delaware Technical Community College y más tarde al obtener su doctorado de la Universidad de Delaware en 2007 pero no siempre disfrutó de la vida bajo los reflectores.

No siempre respaldó el proyecto de su marido de aspirar a un cargo de mayor rango. En 2004 se opuso a que el actual presidente contendiera a la Casa Blanca al dar vueltas alrededor de su casa con la palabra “No” escrita con marcador por todo su cuerpo, enfundado en un bikini. (“Me ganó mi mal genio. Decidí que necesitaba aportar a la conversación”, escribió sobre el episodio en sus memorias, publicadas en 2019).

Al final se rindió: Biden fue seleccionado como vicepresidente de Barack Obama en 2008, después de fracasar en su carrera por la presidencia. Como segunda dama, ella disfrutó del relativo anonimato que le otorgaba la enseñanza y en entrevistas comentaba que a menudo sus estudiantes no la reconocían. De hecho, en el sitio de calificación de profesores Rate My Professors, sus exalumnos tenían más comentarios sobre su estilo de enseñanza (uno que abunda es “califica exigente”) que sobre su vinculación con dos gobiernos presidenciales.

Pero el miércoles, la doctora Biden llegó a la Casa Blanca con un perfil más elevado, una plataforma similar a la que planteó como segunda dama y un Ala Este repleta de colaboradores en los que confía. Entre ellos, Anthony Bernal, un asesor sénior que ha trabajado para los Biden desde la campaña de Obama. Julissa Reynoso Pantaleón, quien trabajó para el Departamento de Estado de Obama es su jefa de personal.

La semana pasada, la doctora Biden nombró a Rory Brosious, exasesora de la campaña de Biden, directora de la iniciativa Uniendo Fuerzas, un programa que brinda apoyo a las familias del ejército que lanzó con Michelle Obama cuando ella era la primera dama. Se espera que la doctora Biden también impulse la gratuidad de los colegios comunitarios y se dedique a concientizar sobre la prevención del cáncer de mama, según dijeron sus asistentes.

“No va a traspasar la puerta y decir ‘¿cuál es mi identidad como primera dama’?”, dijo en una entrevista Shailagh Murray, exasesora sénior de Obama y Biden. “Solo será la versión de primera dama de lo que siempre ha hecho”.

Originaria de Nueva Jersey, se crió en Willow Grove, Pensilvania, un suburbio de Filadelfia. De hablar sencillo y con acento de Filadelfia, la doctora Biden se ha tomado su nuevo papel con el mismo toque rústico que su marido tiende a usar: “¡Díganme Jill!”, dijo la semana pasada a los aliados que se le unieron en una llamada de Zoom. Pero ha tenido arranques en los que ha dejado ver su carácter: durante la campaña presidencial se interpuso entre su marido, entonces de 77 años, y un grupo de manifestantes veganos revoltosos.

“Recuerdo cada desaire contra la gente que amo”, escribió en su libro de memorias, en el que se presentó como protectora de la familia si no es que jefa titular de resentimientos.

Tras un breve primer matrimonio, la doctora Biden se casó con Joe Biden en 1977, más de cuatro años después de que Neilia y Naomi, la primera esposa y una hija pequeña de él, murieron en un accidente automovilístico. Puso sus ambiciones profesionales en pausa para criar a los dos hijos de él, Beau, procurador general de Delaware que falleció en 2015, y a Hunter, como si fueran suyos. La hija de los Biden, Ashley, nació en 1981.

A lo largo de la mayor parte de los seis mandatos en el Senado de Joe Biden, dos periodos como vicepresidente y tres contiendas presidenciales, la doctora Bien ha estado al lado de su marido. Los colaboradores del gobierno esperan que adquiera responsabilidades para seguir apoyándolo y que se una al mandatario en su intento por sanar la grieta política que afectó al país durante el mandato del presidente Donald Trump.

La primera dama también participará en los esfuerzos del gobierno para comunicar al público el trabajo realizado para el manejo de la pandemia, dijeron algunos ayudantes.

El día de la toma de posesión, la pandemia trastocó las habituales celebraciones presenciales que el gobierno entrante despliega para presentarse ante Washington, entre ellas la presentación que suele esperarse de todas las primeras damas. La doctora Biden no tuvo un vestido de inauguración, una prenda que suele donarse al Instituto Smithsoniano.

En vez de eso, la doctora Biden recibió el momento de la investidura de su marido ataviada con un abrigo verde azulado de la diseñadora Alexandra O’Neill, y un cubrebocas a juego.

Katie Rogers es una corresponsal de la Casa Blanca en el buró de Washington, que cubre el impacto cultural del gobierno de Trump en la capital de la nación y otros lugares. @katierogers

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