Finalmente ha llegado la hora de que el presidente de Estados Unidos Donald Trump encuentre un espacio permanente en Mar-a-Lago para su simulador de golf de 50.000 dólares, que tiene el tamaño de una habitación, sin mencionar el televisor de 60 pulgadas que exhibe con orgullo sobre la mesa del comedor, su colección de trajes Brioni y el juego de equipaje Louis Vuitton que la primera dama ha arrastrado por todo el mundo.
El miércoles a las 12:01 p.m., horas después de cuando Trump planea marcharse de Washington, todas las pertenencias de la primera familia lo habrán seguido hasta la puerta de la Casa Blanca, en camino a su nueva residencia en Palm Beach, Florida. Y al final del día, Joe Biden y su esposa, Jill, llegarán a una casa muy limpia, donde sus maletas serán desempacadas, sus muebles arreglados y su comida favorita almacenada en el refrigerador.
Es el incómodo pas de deux que se realiza cada cuatro u ocho años cuando una familia se muda y otra se va, una tarea que realizan en cinco horas las 90 personas del personal de la residencia de la Casa Blanca. Se trata de un proceso complicado y muy coreografiado que se lleva a cabo con un horario ajustado y que a menudo requiere poner en cajas lo que quedó sin empaquetar. Algunos presidentes salientes están más preparados para dejar la mansión ejecutiva que otros.
Este año, las personas involucradas en el proceso dijeron que el día de la mudanza también implica una limpieza adicional y precauciones de seguridad debido al coronavirus.
“El personal está durmiendo en catres, en el hueco de las escaleras”, dijo Anita McBride, quien fue jefa de personal de la primera dama Laura Bush, también durante el traspaso de 2009 a los Obama. No importa lo preparado que estén, dijo, “siempre es caótico”.
Los camiones de mudanza de Biden no pueden empezar a descargar hasta que el nuevo presidente preste juramento, a pesar de que algunas de las pertenencias de la familia han estado guardadas en un almacén de Maryland desde el fin de semana. Recién entonces se supone que la residencia se transformará en algo parecido a su casa para cuando lleguen por la tarde.
Todo es parte de un ritual de la Casa Blanca que Trump no ha interrumpido por completo. Pero como todo lo demás en la política y en la vida, este año será más difícil que la mayoría.
Los Biden nunca fueron invitados a conocer al personal de la residencia, o a recorrer el segundo piso de la Casa Blanca, que tiene 16 habitaciones y seis baños y que ahora será su hogar. Michelle Obama, por el contrario, había pasado por la Casa Blanca en dos ocasiones por invitación de Laura Bush antes de la toma de posesión de su marido en 2009.
“La señora Trump debería haber invitado a la doctora Biden a tomar el tradicional café”, dijo Capricia Marshall, que fue secretaria social de la Casa Blanca en el gobierno de Bill Clinton y supervisó la salida de ese presidente en 2001, refiriéndose a Melania Trump, la primera dama. “Típicamente, ella vendría preparada con preguntas, se reuniría y hablaría con el chef, el personal a tiempo completo de la residencia y tendría la oportunidad para romper el hielo con ellos. Es una cortesía, pero logísticamente es increíblemente útil. Eso no sucedió”.
Melania Trump, según CNN, ha empacado durante semanas, ansiosa de mudarse de la Casa Blanca con su hijo de 14 años, Barron, y retomar sus vidas. No se ha comunicado con la doctora Biden.
El equipo de transición de Biden, sin embargo, ha estado en contacto con Timothy Harleth, el mayordomo jefe que fue contratado por Melania Trump en 2017 cuando era director de habitaciones en el Hotel Trump International en Washington, para coordinar la mudanza.
El nombramiento de Harleth fue muy inusual: el mayordomo jefe ha sido por lo general un funcionario público no político, a menudo con antecedentes militares, que no cambia con los gobiernos. Debido a la conexión de Harleth con la Organización Trump, algunos especularon que se irá con el presidente saliente.
Aunque no ha discutido su futuro con la doctora Biden, se espera que Harleth se quede por ahora, según los funcionarios del gobierno, para manejar los asuntos de personal, planificar los menús de las cenas familiares y manejar el presupuesto de la residencia. Ha dejado claro que le entusiasma mucho la posibilidad de quedarse permanentemente, y que no quiere ser visto como partidario de Trump, aunque también ha contratado a otros integrantes del personal de las propiedades de Trump. (Le ha dicho a la gente, por ejemplo, que nunca conoció a los Trump hasta su entrevista para trabajar en la Casa Blanca).
En este momento hay preocupaciones más apremiantes. Los asesores de Biden han estado tan preocupados por la limpieza profunda del complejo para proteger a sus nuevos habitantes del coronavirus que algunos incluso han aconsejado al presidente electo no mudarse el 20 de enero, y permanecer en la Casa Blair, la casa de huéspedes cercana donde se programó que él y su familia se queden el martes por la noche.
“Todos los espacios de las primeras familias se limpian y desinfectan en todo momento, incluso el 20 de enero”, dijo Judd Deere, un portavoz de la Casa Blanca, que se negó a dar más detalles, citando preocupaciones de seguridad y privacidad.
Los Biden planean mudarse a la Casa Blanca el 20 de enero, pero lo harán con lo mínimo necesario: no hay planes de traer inmediatamente un decorador de interiores o empezar a personalizar el espacio.
“Es una carrera loca”, dijo Betty Monkman, curadora de la Casa Blanca por más de tres décadas que ayudó a supervisar el cambio de Bill Clinton a George W. Bush en 2001. “A veces hay que traer camas, los salones se convierten en dormitorios”.
Los curadores de la Asociación Histórica de la Casa Blanca habrán recopilado catálogos informativos y fotografías de los artículos de su colección que pueden ofrecer en préstamo, así como planos con los diseños de las habitaciones para que los Biden los revisen, dijo Monkman. Los Carter, por ejemplo, se mudaron a la Casa Blanca con muy poco de su propio mobiliario y recurrieron principalmente a piezas de la colección permanente.
La tarea para el personal de la residencia puede ser aún más difícil porque los festejos del día de la toma de posesión serán más reducidos y, posiblemente, más cortos.
Típicamente, el frenético día de trabajo comienza alrededor de las 10:30 a.m., después de que el presidente saliente y la primera dama parten hacia el Capitolio para participar en los eventos de la toma de posesión. Este año, no hay desfile ni almuerzo en el Capitolio, lo que significa que el tiempo para preparar la residencia también puede acortarse.
La mudanza es siempre más estresante si un presidente deja la Casa Blanca después de un mandato. “El beneficio que los Clinton tenían era que sabían que se iban”, dijo Marshall. “Nunca hubo ninguna duda. Tomaron su último año para planificar, para revisar qué y cómo se iban a mudar”.
Para Trump, que pasó la transición disputando los resultados de las elecciones, prepararse para dejar la Casa Blanca no ha sido una gran preocupación.
La salida del presidente saliente es generalmente una tradición que incluye momentos agridulces entre los presidentes y el personal que les sirvió. Cuando limpiaba su armario durante algunas de sus últimas horas en la Casa Blanca, Clinton se sentó con sus mayordomos y valets personales y les ayudó a elegir con qué corbatas presidenciales querrían quedarse. Pete Souza, el exfotógrafo de la Casa Blanca, compartió el lunes una fotografía del presidente Barack Obama abrazando a la mujer que le entregaba su correo cada día, en el momento en que se despedía.
No está claro si Trump planea despedirse de algún miembro del personal con el que nunca tuvo una relación muy estrecha, ya que planea irse a Palm Beach temprano en la mañana del miércoles.
Su partida anticipada, sin embargo, puede ser un regalo para su personal, que tendrá un poco más de tiempo para comenzar los agitados preparativos.
“La buena noticia es que hay un proceso, hay una lista de control”, dijo McBride. “El personal sabe lo que tiene que hacer. Y los Biden conocen el edificio, conocen a la gente. Han estado allí en bastantes ocasiones”.