Ricardo Rosselló, exgobernador de Puerto Rico, dice que solo quiere trabajar por la isla

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FILE -- Protesters demanding the resignation of Puerto Rico Gov. Ricardo Rossello in San Juan, Puerto Rico, July 18, 2019. Rossello had been on the job as Puerto Rico's governor for just nine months when Hurricane Maria flooded towns, buried homes in mud and killed thousands of people. (Erika P. Rodriguez/The New York Times)
FILE -- Protesters demanding the resignation of Puerto Rico Gov. Ricardo Rossello in San Juan, Puerto Rico, July 18, 2019. Rossello had been on the job as Puerto Rico's governor for just nine months when Hurricane Maria flooded towns, buried homes in mud and killed thousands of people. (Erika P. Rodriguez/The New York Times)

En su primera entrevista con un diario desde que un levantamiento popular lo obligó a abandonar el poder, Ricardo A. Rosselló lamenta la “total destrucción” de su reputación.

En marzo pasado, Puerto Rico acababa de anunciar sus primeros tres casos de COVID-19, se avecinaba un toque de queda y Ricardo A. Rosselló, el científico que fue gobernador y luego renunció en medio del escándalo, vio una oportunidad.

El otrora popular gobernador que gozó de una buena posición entre la élite del poder, había sido forzado a abandonar el cargo después de que se filtraron y difundieron una serie de vulgares mensajes de texto y cientos de miles de personas salieron a las calles para exigir su renuncia. Rosselló, un ingeniero biomédico de 41 años, vio en la COVID-19 un pretexto para volver a la vida pública.

Mientras la crisis global se cernía en el horizonte, publicó una serie de videos de Facebook Live en los que subrayaba el peligro y ofrecía asesoría al gobierno para manejar la situación. “El propósito de este video no es ser alarmista”, dijo en un video. “Es todo lo contrario, es proveer la información accesible para que todos los puertorriqueños podamos actuar y hacer lo que está en nuestras manos para poder evitar que esto crezca de una forma que simplemente provoque un colapso de nuestro sistema de salud”.

Algunas de las emisiones fueron vistas ampliamente pero luego de un mes abandonó la campaña y admitió que los puertorriqueños tal vez no querían “un gobernador tras bastidores”.

“Los primeros tres o cuatro meses fueron muy difíciles porque nadie estaba muy dispuesto a darle una oportunidad a un exgobernador que renunció”, dijo Rosselló en una entrevista reciente, la primera después de que fue obligado a abandonar el cargo en el verano de 2019.

“Tengo que apostar por mis credenciales allá y recuperar mis habilidades”.

Al surgir señales de que la poderosa vieja guarda que Rosselló personificaba está debilitándose tras décadas en la política de Puerto Rico, él quisiera dejar a un lado el verano que destruyó su carrera política. Luego de casi un año y medio en el exilio el exgobernador busca, si no perdón, al menos que lo comprendan. Quiere recuperar su buen nombre. Ha contratado relacionistas públicos para que lo ayuden a lograrlo.

“Fue doloroso perder el cargo de gobernador”, dijo en una videollamada en diciembre desde un suburbio en Washington. “Fue doloroso porque trabajé muy duro para lograrlo y creí que estábamos haciendo cosas buenas. Pero creo que lo que ha sido realmente doloroso es esta especie de total destrucción de mi reputación”.

Rosselló, un profesor universitario que no tenía otra experiencia en el gobierno que ser hijo de un exgobernador, asumió el puesto en 2017 para hacerse cargo de una gestión que ya estaba maltrecha por 73.000 millones de dólares en deuda y una recesión de décadas. Cuatro meses después, la isla prácticamente se había declarado en bancarrota.

Apenas tenía nueve meses en el cargo cuando el huracán María inundó ciudades, sepultó casas bajo el fango y mató a miles de personas. A dos años de la recuperación de la isla llegó el escándalo de los chats, cuando periodistas locales publicaron cientos de páginas de una conversación privada en la aplicación Telegram en la que el gobernador y sus asesores más cercanos, todos hombres, usaban lenguaje vulgar y ofensivo.

Ridiculizaban a las mujeres, los gays, las personas gordas y los opositores políticos e incluso a algunos de sus partidarios a quienes trataban de tontos. Uno de los textos bromeaba sobre las personas que habían fallecido tras el huracán María. El gobernador tildó a una exconcejal de Nueva York de “puta” y dijo en broma que deseaba que la alcaldesa de San Juan, su contrincante política, muriera.

La filtración de esos mensajes hizo estallar la frustración acumulada por el huracán, que había resultado en meses sin electricidad, así como en años de recesión y corrupción que la isla ya había soportado. La gente dijo que estaba harta de la élite que estaba en el poder. Estaban hartos de Rosselló.

Nacido en una influyente familia política, con apariencia de personalidad televisiva y un doctorado de la Universidad de Michigan, Rosselló creyó que podría afrontar esos retos. (“Hubo arrogancia”, admitió en la entrevista).

Recordó el momento en que supo que tendría que dejar un trabajo por el que cobraba 70.000 dólares al año: mientras en las calles avanzaban las furibundas protestas, él y su familia estaban en el auto cuando chocaron contra un hueco en la calle. Su hija de cinco años se horrorizó y pensó que les habían disparado.

“Era evidente que no podía protegerla”, dijo Rosselló. “Ese fue el momento donde, de verdad, se hizo realidad”.

Rosselló, un demócrata, no logró forjar alianzas entre el bloque republicano más adusto de su Partido Nuevo Progresista y le pedían que renunciara. Cuando lo hizo, le quedaba más de un año de mandato. Abordó un jet privado y no ha regresado.

Luego de pasar un año mudándose entre pequeños apartamentos de alquiler y alojamientos de Airbnb, ahora vive en una casa de 1,2 millones de dólares en las afueras de Washington, que compró el mes pasado. Ha vuelto a trabajar.

Rosselló admite que ha experimentado un lento retorno a la normalidad. Reconoce fallos “de criterio” pero ha expresado poco arrepentimiento e insinuó que, sin él, el coronavirus no había sido bien manejado. En marzo, dijo, le alarmó ver que las autoridades permitieron un festival de salsa a pesar de la emergencia de salud pública.

Incluso los trabajadores de la salud hicieron largas filas para las vacunas y, al principio, un programa de tamizaje para el virus estuvo afectado por un escándalo de contratos. Sin embargo, la isla ha logrado sortear la emergencia, sobre todo las terribles tasas de infección que han aquejado a muchos estados. Han fallecido unas 1600 personas.

Una investigación penal sobre los mensajes filtrados concluyó sin cargos penales y Rosselló se sintió reivindicado.

Ahora, en vez de pensar en los errores, prefiere reflexionar sobre lo que define como los logros de su gestión que fueron pasados por alto como las reformas energéticas, medidas anticorrupción y un aumento al salario mínimo para los trabajadores de la construcción que se aprobó durante su mandato. Dice que sus mayores fallos fueron tratar de cambiar muchas cosas muy rápido, trabajar demasiado y no dormir lo suficiente.

“Necesito mostrar el otro lado de esa historia”, dijo Rosselló. “Desde mi punto de vista, todo lo que hice, lo hice por la gente de Puerto Rico”.

Rosselló considera que ha sufrido de desorden de estrés postraumático tras los agitados días posteriores al huracán María (casi categoría 5) que arrasó la isla en el otoño de 2017 y mató a alrededor de 3000 personas. Los funcionarios fueron culpados por una preparación inadecuada, retrasos para restaurar la electricidad y por no admitir, al menos en un inicio, que muchas personas habían muerto.

Después, dijo Rosselló, estuvo una semana sin dormir y salió personalmente a ayudar a rescatar a la gente varada en los tejados. Dice que, incluso después de dejar el cargo, se despertaba en medio de la noche, incapaz de dormir.

“Las muertes de María son un dolor terrible, terrible que siempre llevo”, dijo.

Su partido político también ha sufrido las consecuencias: logró conservar la gubernatura en la elección de noviembre pero perdió la mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado de Puerto Rico. Luego de décadas de bipartidismo, los candidatos de otros partidos han extendido significativamente su participación en la carrera por la gubernatura, una señal de que se está gestando un reacomodo político.

Yarimar Bonilla, antropóloga política del Hunter College que se especializa en Puerto Rico, dijo que los cambios reflejados en la última elección eran monumentales y que confirmaban que el activismo surgido luego del escándalo de los mensajes sigue vigente de maneras muy importantes. Rosselló, dijo, tenía razón al decir que las cosas empeoraron en la isla luego de su partida. Pero ella lo responsabiliza a él.

“Cada agencia es un fracaso total por todos los lacayos que nombró”, dijo y observó que el secretario de Salud que Rosselló había designado tuvo que renunciar cuando los médicos revelaron la falta de pruebas para el coronavirus. El exgobernador será recordado por los miembros de su administración que fueron acusados de corrupción, el cierre de escuelas para ahorrar dinero y su cruzada por privatizar hasta las playas, afirma Bonilla.

Que fuera un hueco lo que convenció a Rosselló de renunciar le pareció un resultado irónico del abandono en los servicios públicos que no logró arreglar, dijo.

“No hubo amenaza de bomba, nadie le disparó”, dijo Bonilla. “Lo que puso en riesgo la vida de su hija fue un bache, la infraestructura, las descuidadas calles de Puerto Rico”.

El gobernador Pedro R. Pierluisi, un político experimentado a quien Rosselló había elegido inicialmente como su remplazo, ganó la gubernatura en noviembre, pero con menos del 35 por ciento de los votos.

“Me temo que no hay tanta introspección como debería”, en el partido sobre los resultados, dijo Kenneth McClintock, exsecretario de Estado del partido de Rosselló.

Pero él y Rosselló indicaron que un plebiscito en noviembre en el que casi el 53 por ciento de de los puertorriqueños se inclinaron por dotar a Puerto Rico de la condición de estado era un signo de que el Partido Nuevo Progresista sigue representando los intereses de un amplio sector del electorado.

“Desde que se marchó ha estado trabajando en relanzar su imagen”, dijo Sandra Rodríguez Cotto, la periodista que dio a conocer la historia de los mensajes, y que era criticada en esas conversaciones. “Cree que volverá en 2023 pero ha dejado muchas preguntas sin respuesta”.

Roselló afirma que “ama Puerto Rico” pero no quiso decir si planeaba volver. Las cosas recién le han empezado a ir mejor, dijo. Trabaja como consultor para My Business Matches, una compañía de servicios en la nube con sede en San Antonio, Texas, que es propiedad de una persona con la que trabajó en una de las campañas de su papá. Los registros de la contraloría de Puerto Rico muestran que la empresa tenía un contrato de 25.000 dólares con el gobierno para proveer los servicios de red en una exposición comercial.

Incluso si los videos de servicio a la comunidad no tuvieron éxito, ha encontrado una posible oportunidad de negocios con la llegada del coronavirus: dice que ha invertido en una empresa con dos científicos en Pekín para desarrollar una terapia para la COVID-19.

Rosselló dijo que estaba a cargo del modelaje matemático.

Explica que, ahora solo busca que la gente vea que, haya pasado lo que haya pasado, solo le importaba el bienestar de Puerto Rico.

“No busco que la gente piense que, ya sabes, soy un regalo de Dios para el mundo pero tampoco espero que me vean como lo contrario”, dijo Rosselló. “Solo quiero trabajar. Solo quiero ayudar”.

Patricia Mazzei es la jefa de la corresponsalía en Miami, que cubre Florida y Puerto Rico. Antes de unirse a The New York Times, era redactora de política en The Miami Herald. Nació y creció en Venezuela. @PatriciaMazzei

Frances Robles es corresponsal con sede en Florida, desde donde cubre también Puerto Rico y Centroamérica. Su investigación sobre el asesinato de un detective en Brooklyn llevó a la anulación de más de una docena de condenas por homicidio y fue merecedora de un premio George Polk. @FrancesRobles

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