Hisam Goueli notó casi de inmediato que la paciente que este verano llegó a su hospital psiquiátrico en Long Island era un caso inusual.
La paciente, una fisioterapeuta de 42 años y madre de cuatro niños pequeños, nunca había presentado síntomas psiquiátricos y en su familia no había antecedentes de enfermedades mentales. Sin embargo, ahí estaba, sentada en la mesa de una habitación con paredes color beige en el Hospital South Oaks en Amityville, Nueva York, sollozando y diciendo que no paraba de ver cómo sus hijos, de entre 2 y 10 años, eran asesinados de maneras horripilantes y que ella misma había ideado algunos planes para matarlos.
“Era como si estuviera viviendo en una película, como ‘Kill Bill’”, explicó Goueli, que es psiquiatra.
La paciente describió que uno de sus hijos era atropellado por un camión y otro, decapitado. “Es una cosa espantosa que una mujer tan estructurada como ella diga cosas como: ‘Amo a mis hijos, y no sé por qué me siento así, como si quisiera decapitarlos’”, dijo.
Lo único destacado de su historial médico era que la paciente, quien se negó a ser entrevistada pero permitió que Goueli describiera su caso, había contraído el coronavirus en la primavera boreal. Solo experimentó síntomas físicos leves pero, meses después, escuchó una voz que le decía que se quitara la vida, y luego que matara a sus hijos.
En South Oaks, que tiene un programa de tratamiento psiquiátrico intrahospitalario para los pacientes con COVID-19, Goueli no estaba seguro de que el coronavirus estuviera relacionado con los síntomas psicológicos de la mujer. “Quizá esto tenga que ver con la COVID, y quizá no”, recuerda que pensó.
“Pero luego”, relató, “vimos un segundo, un tercero y un cuarto caso, y pensamos: ‘Algo está pasando’”.
En efecto, los médicos están reportando casos similares en todo el país y en todo el mundo. Una pequeña cantidad de pacientes con COVID-19 que jamás habían experimentado problemas de salud mental están desarrollando síntomas psicóticos graves semanas después de contraer el coronavirus.
En entrevistas y artículos científicos, los médicos describieron los siguientes casos:
-Una empleada de una residencia de ancianos de 36 años de edad, en Carolina del Norte, se volvió paranoica al pensar que sus tres hijos iban a ser secuestrados y, para salvarlos, trató de meterlos por la ventana de autoservicio de un restaurante de comida rápida.
-Un trabajador de la construcción de 30 años, en la ciudad de Nueva York, empezó a delirar a tal punto que imaginó que su primo iba a asesinarlo y, para protegerse, intentó estrangularlo mientras estaba acostado.
-Una mujer de 55 años en el Reino Unido tuvo alucinaciones de monos y un león, y se convenció de que un miembro de su familia había sido remplazado por un impostor.
Más allá de los informes individuales, un estudio británico sobre las complicaciones neurológicas o psiquiátricas de 153 pacientes hospitalizados por COVID-19 reveló que 10 personas padecían “nuevos síntomas de psicosis”. Otro estudio identificó a 10 pacientes con experiencias similares en un hospital de España. Y en grupos de redes sociales relacionados con la COVID-19, profesionales médicos hablan de haber tratado a pacientes con síntomas similares en el Medio Oeste, las Grandes Llanuras y otras regiones.
“Yo creo que en cualquier lugar donde haya casos de COVID probablemente se está viendo esto”, dijo Colin Smith del Centro Médico de la Universidad Duke en Durham, que ayudó a tratar a la mujer de Carolina del Norte. Él y otros médicos relataron que sus pacientes estaban en un estado demasiado frágil como para preguntarles si querían ser entrevistados para este artículo, pero algunos, entre ellos la mujer de Carolina del Norte, accedieron a que sus casos fueran descritos en artículos científicos.
Los expertos médicos predicen que esta disfunción psiquiátrica tan extrema solo afectará a una pequeña proporción de pacientes. Pero los casos se consideran ejemplos de otra manera en que el proceso de la COVID-19 puede afectar la salud mental y el funcionamiento del cerebro.
Aunque en un inicio se pensaba que el coronavirus principalmente causaba dificultad respiratoria, ahora hay evidencia abundante de muchos otros síntomas, que incluyen efectos neurológicos, cognitivos y psicológicos, y que podrían surgir incluso en pacientes que no desarrollaron problemas graves en los pulmones, el corazón ni la circulación venosa. Estos síntomas pueden ser igual de debilitantes para el funcionamiento y la salud general de una persona, y a veces no se sabe con claridad cuánto tiempo durarán ni cómo deberían tratarse.
Los expertos cada vez están más convencidos de que los efectos relacionados con el cerebro podrían estar vinculados a la respuesta del sistema inmunitario al coronavirus, así como a problemas vasculares o aumentos de inflamación causados por el proceso de la enfermedad.
“Algunas de las neurotoxinas que son reacciones a la activación inmunitaria pueden irse al cerebro, a través de la barrera hematoencefálica, y pueden ocasionar estos daños”, explicó Vilma Gabbay, codirectora del Instituto de Investigación Psiquiátrica en el Centro Médico Montefiore Einstein, en el Bronx, Nueva York.
No se encontraron indicios de infección cerebral en escáneres cerebrales, análisis de líquido cefalorraquídeo y otros exámenes, dijo Gabbay, cuyo hospital ha tratado a dos pacientes con psicosis pos-COVID: un hombre de 49 años que escuchaba voces y creía que era el diablo y una mujer de 34 años que empezó a cargar un cuchillo consigo, a desvestirse frente a desconocidos y a poner desinfectante para manos en su comida.
Físicamente, la mayoría de estos pacientes no padecieron una manifestación grave de la COVID-19, según indicaron los informes. Las personas que atendió Goueli no experimentaron problemas respiratorios, pero sí presentaron síntomas neurológicos sutiles como hormigueo en las manos, vértigo, dolores de cabeza o disminución del olfato. De dos semanas a varios meses después “desarrollan una psicosis profunda, que es realmente peligrosa y alarmante para todas las personas que los rodean”, afirma el experto.
Robert Yolken, experto en neurovirología en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, dijo que, aunque las personas podían recuperarse de los síntomas físicos de la COVID-19, en algunos casos sus sistemas inmunitarios quizá no sean capaces de desactivarse o se mantengan en modo de ataque debido a “la eliminación demorada de una pequeña cantidad de virus”.
La activación inmunitaria continua es una de las principales explicaciones para la niebla mental y los problemas de memoria que aquejan a muchos sobrevivientes de COVID-19, y Emily Severance, una experta en esquizofrenia en la Universidad Johns Hopkins, dijo que los efectos cognitivos y psiquiátricos pos-COVID podrían deberse a “algo similar que sucede en el cerebro”.
Tal vez dependa de la región del cerebro que afecte la respuesta inmunitaria, sugirió Yolken, y agregó: “Algunas personas tienen síntomas neurológicos, algunas otras, psiquiátricos y muchas presentan una combinación”.
Los expertos no saben si el perfil genético o quizá una predisposición no detectada a las enfermedades psiquiátricas ponen a algunas personas en mayor riesgo. Brian Kincaid, director médico de los servicios de emergencia del departamento psiquiátrico en la Universidad Duke, dijo que la mujer de Carolina del Norte tuvo una reacción cutánea a otro virus, lo cual podría sugerir que su sistema inmunitario responde enérgicamente a las infecciones virales.
Ya se han presentado casos esporádicos de psicosis y manía tras la infección de otros virus, incluida la gripe de 1918 y los coronavirus causantes del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) y el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS).
“Creemos que esto no es único de la COVID-19”, dijo Jonathan Alpert, presidente de psiquiatría y ciencias del comportamiento en la Escuela de Medicina Albert Einstein, quien coescribió el informe sobre los pacientes de Montefiore. Afirmó que estudiar estos casos podría servir para mejorar el entendimiento de los médicos sobre la psicosis.
La duración de la psicosis y la respuesta de los pacientes al tratamiento ha variado. La mujer del Reino Unido, cuyos síntomas incluían paranoia sobre el color rojo y terror de que los enfermeros fueran demonios que la lastimarían a ella y a su familia, tardó unos 40 días en recuperarse, según un informe del caso.
El hombre de 49 años atendido en Montefiore fue dado de alta tras varias semanas de hospitalización, pero “seguía batallando dos meses después” y tuvo que reingresar al centro médico, relató Gabbay.
La mujer de Carolina del Norte, que estaba convencida de que los teléfonos celulares la rastreaban y que su pareja iba a robarle el dinero de la ayuda gubernamental por la pandemia, no mejoró con el primer medicamento, narró Jonathan Komisar en la Universidad Duke, quien dijo que al principio los médicos pensaban que sus síntomas indicaban un trastorno bipolar. “Cuando comenzamos a darnos cuenta de que esto quizá no iba a resolverse de inmediato”, relató, le recetaron un antipsicótico, risperidona, y la dieron de alta una semana más tarde.
La fisioterapeuta que planeaba asesinar a sus hijos tuvo más dificultades. “Cada día empeoraba más”, dijo Goueli. “Probamos unos ocho medicamentos diferentes”, entre ellos, antidepresivos, antipsicóticos y litio. “Estaba tan enferma que estábamos considerando la terapia electroconvulsiva porque nada estaba funcionando”.
A unas dos semanas de su ingreso al hospital, no podía recordar cómo se veía su hijo de 2 años. Las llamadas con su familia eran desgarradoras porque “se podían escuchar las voces de fondo que preguntaban: ‘¿Cuándo va a regresar mamá a la casa?’”, describió Goueli. “Eso le provocaba mucha vergüenza porque decía: ‘No puedo estar cerca de mis hijos y ellos me siguen amando’”.
Finalmente, la risperidona surtió efecto y cuatro semanas después regresó a casa con su familia, “un 95 por ciento recuperada”, afirmó.
“No conocemos el desarrollo natural de esto”, reconoció Goueli. “¿Desaparece con el tiempo? ¿Cuánto tiempo suele tardar en disiparse? ¿Y, luego de esto, serás más propenso a desarrollar otros problemas psiquiátricos? Hay demasiadas preguntas sin respuesta”.
© The New York Times 2020