Un hombre salió de su casa tras una discusión con su esposa y caminó 450 kilómetros para calmarse, lo que fue una violación del toque de queda nacional de Italia.
Otro hombre estuvo fuera de su cuarto de cuarentena en Taiwán tan solo ocho segundos y atrajo la atención de las autoridades.
Otro más condujo 30 kilómetros para comprar un pollo al curri con mantequilla durante un confinamiento estricto y fue detenido por la policía australiana.
Todas esas acciones terminaron costándoles miles de dólares en multas.
Durante la pandemia global, con ciudades enteras clausuradas, los viajes fuertemente restringidos y el hartazgo del aislamiento, miles de personas han sido sorprendidas, multadas o encarceladas por violar las restricciones del coronavirus que han convertido en tabú actividades que solían ser normales.
Algunos han violado intencionalmente las reglas para hacer una declaración política. Otros han afirmado ser inmunes a la enfermedad y, por ende, a las consecuencias de romper esas restricciones. Otros simplemente cometieron la infracción porque al parecer no entendieron las reglas o actuaron en un momento de desesperación.
“Todo el mundo está operando en un mundo loco en el que nuestra forma normal y racional de tomar decisiones no tiene cabida”, dijo Robert Hoffmann, profesor de economía en la Universidad RMIT, en Melbourne, Australia. “Una pandemia es una tormenta perfecta”.
A continuación, algunos casos inusuales.
Ocho segundos + seis pasos = 3550 dólares
En la ciudad portuaria de Kaohsiung, al sur de Taiwán, las cámaras de seguridad captaron a un trabajador migrante de Filipinas saliendo brevemente al pasillo del hotel donde estaba cumpliendo una cuarentena en noviembre.
El hombre no identificado quiso dejar algo frente a la puerta de la habitación de un amigo, quien estaba en cuarentena en el mismo hotel, según una cita del departamento de salud publicada por la Agencia Central de Noticias, la agencia informativa oficial de Taiwán.
En un clip de video que circuló en línea puede verse al hombre, vestido con pantalones cortos y chanclas, dar seis pasos torpes para llegar a la habitación de su vecino y luego darse la vuelta.
La infracción le costó 3550 dólares.
Los economistas señalan que su comportamiento muestra una especie de “sesgo optimista”: los seres humanos tienden a subestimar sus probabilidades de meterse en problemas.
El mes pasado, nueve trabajadores extranjeros en Taiwán fueron pillados incumpliendo las reglas, informaron los medios locales citando datos del gobierno.
Taiwán ha recibido elogios por su exitosa respuesta al coronavirus, un esfuerzo liderado por Chen Chien-jen, un investigador de salud pública que hasta mayo fue el vicepresidente de la nación. No obstante, en las últimas semanas la isla ha tenido un incremento de casos, en gran parte importados de Indonesia, lo que llevó al país a prohibir de manera temporal la entrada de algunos trabajadores migrantes y a tomar medidas enérgicas respecto a los que están en cuarentena.
Si bien las medidas punitivas como las multas actúan como factores disuasivos, su efectividad tiene un límite, dicen los economistas. Agregaron que ganarse la cooperación de la gente es una defensa mucho mejor.
Lejos (muy lejos) de casa
Tras una acalorada discusión con su esposa, un hombre en Como, en el norte de Italia, salió de su casa para tomar aire fresco en noviembre. Las autoridades lo encontraron una semana después, luego de que el hombre caminó 450 kilómetros en dirección sur hasta la ciudad costera de Fano, lo que fue una violación del toque de queda nacional.
La multa fue de 400 euros (unos 485 dólares).
El hombre no identificado, de 48 años, caminó alrededor de 64 kilómetros diarios, de acuerdo con los informes de las noticias locales. La policía confirmó su historia tras ponerse en contacto con las autoridades de Como, donde la esposa del hombre ya había reportado su desaparición. El hombre les dijo a las autoridades que se sentía un poco cansado, pero que algunos extraños le habían dado comida y agua en el camino.
Italia, que captó la atención del mundo en marzo cuando fue azotada por el coronavirus, está luchando contra una segunda ola que está siendo casi igual de letal. El país también está afrontando una sensación de agotamiento y desesperación.
“La gente está tomando medidas desesperadas; están reaccionando de manera exagerada al estímulo”, afirmó Jelena Kecmanovic, profesora adjunta de psicología en la Universidad de Georgetown.
Refiriéndose al hombre de Como, Kecmanovic añadió que en condiciones normales alguien podría caminar por el vecindario para calmarse.
“Pero ahora las cosas se han estado acumulando, y por eso explotó”, dijo.
Una fiesta y una multa dignas de un príncipe
Cuando el príncipe Joaquín de Bélgica aterrizó en España a finales de mayo, se suponía que debía cumplir una cuarentena de 14 días y adherirse a las medidas del país.
No hizo ninguna de las dos cosas.
En vez de eso, el príncipe, de 28 años, sobrino del rey Felipe, voló de Madrid a Córdoba para encontrarse con su novia. Pocos días después, la pareja fue a una fiesta en una casa a la que asistieron más de dos docenas de personas, según los reportes de medios locales.
Al poco tiempo dio positivo por el coronavirus.
España, que tuvo uno de los bloqueos más estrictos de Europa, ha multado a más de un millón de personas por desobedecer las medidas. El país no hizo una excepción con el príncipe belga y le impuso una multa de 10.400 euros (cerca de 12.630 dólares) por violar las restricciones.
“Quisiera disculparme por no haber respetado todas las medidas de cuarentena durante mi viaje”, expresó el príncipe en un comunicado público. “En estos momentos difíciles, no fue mi intención ofender ni faltarle al respeto a nadie”.
‘Solo tuve un antojo’ de pollo al curri con mantequilla
En Melbourne, Australia —en medio de uno de los confinamientos más largos y estrictos en el mundo—, Noel Atkinson, un trabajador de construcción de 48 años, tuvo un antojo en julio.
Así que condujo unos 30 kilómetros desde su casa hasta un restaurante indio en el centro de la ciudad para comprar un pollo al curri con mantequilla. Sin embargo, no consiguió el pollo. En cambio, recibió una multa policial de 1230 dólares, cuando fue capturado infringiendo las órdenes de quedarse en casa.
“Solo tuve un antojo”, dijo Atkinson en una entrevista. “Mi mamá nació en Ambala”, añadió, refiriéndose a la ciudad en el norte de la India. “Me recuerda a mi hogar”.
Como trabajador esencial, Atkinson había estado exento de la mayoría de las restricciones por el coronavirus durante el día en el estado de Victoria. Explicó que, dado que viaja más del doble de esa distancia para llegar a su trabajo, no consideró que ese paseo en auto fuese largo ni se dio cuenta de que infringiría las leyes.
“Tengo que arriesgar mi vida para ir a trabajar, pero no puedo arriesgar mi propia vida para comprar comida para llevar”, dijo. “Eso es un poco injusto”.
Antes de que se le identificara públicamente, los australianos intentaron descifrar su identidad. Un restaurante se ofreció a rembolsarle la multa con platos de curri.
Amit Tuteja, propietario de Desi Dhaba, el restaurante donde Atkinson había planeado pedir su pollo al curri, aunque aclaró que no aprobaba las acciones de Atkinson, comentó: “Cometió un error, pero en verdad estoy seguro de que simplemente no lo sabía”.
“Él no es del tipo de personas que son aprovechadas; trabaja duro”, agregó. “Por eso le dije: ‘Amigo, durante el próximo año, puedes comer todo el pollo al curri con mantequilla que quieras’”.
c.2020 The New York Times Company