Investigadores de todo el mundo están trabajando en la siguiente generación de pruebas de coronavirus que proporcionarán resultados en menos de una hora, sin equipo oneroso ni personal altamente capacitado.
Las pruebas más recientes que se hacen en el punto de atención y podrían hacerse en el consultorio de un médico o incluso en casa, serían una mejora bien recibida para la alternativa actual: incómodos hisopos que se introducen por la nariz y tardan varios días en dar el resultado.
El conjunto escaso de dispositivos que están en el mercado en este momento y se utilizan en los puntos de atención con frecuencia son imprecisos. De acuerdo con los investigadores, las pruebas próximas a aparecer podrían producir resultados más precisos que podrían derivar en una aplicación de pruebas en el punto de atención a nivel nacional; sin embargo, la mayoría de las pruebas se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo y no estarán disponibles en los centros médicos sino hasta dentro de varios meses.
Algunas de las pruebas en desarrollo cambian los hisopos que te escarban el cerebro por tubos de plástico que recolectan saliva. Otras sumergen las muestras de los pacientes en cócteles de sustancias químicas que se iluminan al detectar los genes del coronavirus. Otro tipo de prueba identifica las proteínas de coronavirus en cuestión de minutos por medio de un dispositivo económico que es fácil de fabricar en masa y de implementar en zonas de bajos recursos.
“Para combatir este virus necesitamos hacer pruebas en todo el país y con mucha frecuencia, y obtener los resultados con rapidez”, comentó Zev Williams de la Universidad de Columbia, quien está desarrollando una prueba de saliva que puede realizarse en 30 minutos aproximadamente. “Eso requiere un cambio genuino de paradigma en cuanto a la manera en que hacemos pruebas”.
La mayoría de las pruebas diagnósticas en el mercado buscan fragmentos de material genético específico del coronavirus. (Esto distingue las pruebas diagnósticas de las pruebas de anticuerpos, que examinan la sangre para comprobar si una persona ha estado expuesta al virus en el pasado).
El método de referencia consiste en introducir un largo hisopo absorbente varios centímetros dentro de la nariz hasta llegar a la nasofaringe, la parte en las vías respiratorias donde el ducto nasal se conecta con la garganta, la cual es un objetivo frecuente del coronavirus.
“En el momento en que ves el hisopo piensas: ‘Ay no, mi nariz no es tan profunda’”, comentó Fernanda Ferreira, viróloga de la Universidad de Harvard, quien se hizo una prueba con hisopo nasofaríngeo en abril. “Resulta que sí lo es”.
Los genes del virus deben extraerse de una muestra con un conjunto de sustancias químicas específicas. Después se procesa el material mediante una técnica de laboratorio llamada reacción en cadena de la polimerasa, o PCR, por su sigla en inglés, en la que una máquina pasa por varios cambios de temperatura para amplificar el material genético. Este paso es clave para el éxito de estas pruebas: copiar el material genético una y otra vez significa que incluso se pueden identificar pequeñas cantidades de virus.
No obstante, el proceso puede dificultarse en muchas etapas. Por lo general, escasean los hisopos y las sustancias químicas que se necesitan para el procesamiento y una toma de muestras invasiva requiere de trabajadores de salud capacitados que agotan con rapidez el suministro de batas, guantes y cubrebocas. Además, muchos centros comunitarios de pruebas no tienen máquinas para PCR y deben enviar sus muestras a laboratorios más grandes, lo cual provoca retrasos de días o incluso semanas.
Rachel Coker, directora de investigación en la Universidad Binghamton (una de las muchas instituciones en Estados Unidos que han comenzado una reapertura) tuvo que esperar diez días después de que le hicieron la prueba en un punto de servicio en el auto para obtener sus resultados.
“La buena noticia es que resultó negativa”, comentó, pero pudo haber estado expuesta al virus durante el tiempo que esperó sus resultados. “Para cuando me enteré”, dijo Cocker, “ya era prácticamente inútil”.
Los investigadores están tratando de mejorar todas las partes del proceso de diagnóstico. Una táctica que ahorra tiempo y ya se ha puesto en práctica en todo Estados Unidos incluye zonas de muestra distintas a la nasofaringe como frotar hisopos en las narinas, la garganta o recolectar saliva.
Estas pruebas son indoloras y no ponen en riesgo a los trabajadores de salud, pero no siempre son precisas. “Por desgracia, este virus no permanece mucho tiempo en la nariz o la garganta”, afirmó Ravindra Gupta, microbiólogo clínico de la Universidad de Cambridge.
Para evitar declarar por error que personas contagiadas están sanas, Gupta y sus colegas están desarrollando una prueba que puede hacerse en el punto de atención y puede detectar en los pacientes el coronavirus y los anticuerpos que lo reconocen de manera simultánea. Los anticuerpos suelen comenzar a aparecer durante la segunda semana posterior a la infección.
En el Instituto Broad de Cambridge, Massachusetts, otro equipo de investigadores se encuentra analizando el siguiente paso laborioso en el flujo de trabajo: amplificar la muestra. En el laboratorio, los científicos utilizan una técnica que, a diferencia de la PCR, puede copiar material genético en una sola temperatura. Si el virus está presente, una herramienta de edición genética llamada Crispr hará que el contenido de los tubos se ilumine a una longitud de onda detectable por un teléfono inteligente. El procedimiento completo tarda menos de una hora e identifica correctamente las infecciones activas en el 90 por ciento de los casos, aproximadamente.
Se cree que los experimentos de laboratorio que utiliza Crispr son muy precisos, lo cual hace que estas pruebas tengan un índice bajo de falsos positivos, de acuerdo con Catherine Freije, parte del equipo de científicos que desarrolla la prueba de Crispr. La maquinaria molecular de la prueba es específica del nuevo coronavirus y no reacciona con sus parientes virales cercanos.
La prueba creada por Williams y sus colegas de la Universidad de Columbia podría ser aún más sencilla: se agrega la saliva a una mezcla de químicos que se incuba a 62 grados Celsius durante media hora. Si el tubo cambia a color amarillo, la prueba es positiva; si cambia a rojo, es negativa. La prueba puede detectar incluso cantidades muy pequeñas de virus, lo que la hace más sensible que otras pruebas similares y arroja falsos negativos en menos del cinco por ciento de los casos, de acuerdo con un estudio que aún no se publica en una revista científica. Williams y su equipo están buscando la autorización de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos.
Los investigadores siguen midiendo la manera en que la precisión de las pruebas de saliva se compara con los profundos hisopos nasales, pero los primeros resultados son prometedores. “La colocas en un tubo… es muy difícil equivocarse”, comentó Anne Wyllie, epidemióloga de la Facultad de Salud Pública de Yale, quien está estudiando las pruebas de saliva.
No obstante, las pruebas rápidas que están disponibles en este momento a menudo son imprecisas. Aunque “garantizan que obtienes una respuesta más rápida”, comentó Ibukun Akinboyo, pediatra y especialista en enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, “pierdes cierta sensibilidad. Es difícil obtener ambas cosas”.
*Copyright: 2020 The New York Times Company
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