Este país pobre combatió el ébola, así que puede vencer otra enfermedad y cuidar su economía

No todos los países están preparados para paquetes de estímulos que puedan amortiguar la crisis económica que ya puede palparse. Tampoco todos tienen una infraestructura sanitaria que pueda responder. Sin embargo, Sierra Leona parece estar preparada y haber aprendido de su pasado

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Trabajadores de la salud en un centro de tratamiento del ébola en 2014 en Kailahun, Sierra Leona. (Daniel Berehulak / The New York Times)
Trabajadores de la salud en un centro de tratamiento del ébola en 2014 en Kailahun, Sierra Leona. (Daniel Berehulak / The New York Times)

El coronavirus ha golpeado primero a las economías más poderosas del mundo, lo que ha hecho que varios países en Europa, América del Norte y Asia Oriental implementen un conjunto de estrategias para ayudar a controlar su propagación. Pero a medida que el virus acelera su impacto por el hemisferio sur, esas políticas podrían no ser aplicables allí. Países de ingresos medianos y bajos como Bangladés, Pakistán, Indonesia y Nigeria no deberían seguir ciegamente las estrategias que resultan acertadas en las naciones más ricas.

Europa, Estados Unidos y Canadá pueden contrarrestar las pérdidas económicas causadas por las medidas de distanciamiento social con pagos de estímulo a negocios o individuos. China puede movilizar el poder de su aparato de Estado para hacer cumplir las cuarentenas. Corea del Sur y Taiwán pueden desplegar métodos con tecnología de rastreo sofisticada para examinar y aislar los casos.

Pero, para ser claros, los países en vías de desarrollo no pueden simplemente replicar estas medidas. Además, el distanciamiento social y la suspensión de los trabajos pueden causar más daños que beneficios en lugares donde un número desproporcionado de personas dependen de un día o una semana de trabajo para alimentar a sus familias. Tampoco es inusual en muchos países del hemisferio sur que 15 personas o más vivan en una construcción pequeña, lo que vuelve prácticamente imposible el distanciamiento social.

Por fortuna, existen medidas simples que los países más pobres pueden tomar para frenar la propagación del virus. Es urgente que esos países empiecen a adoptarlas.

Sierra Leona, con base en su experiencia combatiendo un brote de ébola en 2014, ofrece un modelo viable de cómo luchar contra el coronavirus en una economía en desarrollo. El país es extremadamente pobre, pero está desplegando estrategias de bajo costo para combatir la pandemia que otros países de ingresos medianos y bajos pueden adoptar a gran escala (uno de nosotros, Meriggi, fue asesor del ministerio de Salud y Saneamiento de ese país durante la recuperación posterior al ébola).

Hasta el 15 de junio, Sierra Leona tenía 1176 casos confirmados de COVID-19 y 51 muertes relacionadas con esa misma enfermedad. El 11 de abril, ese país puso en marcha un cierre de emergencia “ligero” que restringió los viajes entre distritos y redujo las horas laborales en un esfuerzo por proteger el sustento de la mayoría de los trabajadores. Sierra Leona estableció con rapidez medidas de control en los aeropuertos y cuarentenas para los viajeros.

El gobierno y sus socios en los programas de desarrollo han estado distribuyendo y fomentando el uso de cubrebocas y “cubetas Verónica”, un invento ghanés popularizado durante la crisis del ébola. Las cubetas son simples estaciones de lavado con agua (algunas veces con cloro), jabón y un recipiente de plástico para lavarse las manos. Como no requieren de un sistema de tuberías de agua corriente, pueden colocarse en controles policiales en el camino a comunidades remotas y dentro de ellas, así como en áreas urbanas y lujosas.

Este tipo de innovaciones austeras facilitan imponer una política de lavarse las manos o ponerse tapabocas antes de entrar en pueblos o edificios. Los bajos costos laborales en Sierra Leona -como en otros países pobres- también permiten desplegar personal para monitorear y fomentar las conductas sanas y tomarle la temperatura a la población con termómetros infrarrojos como condición de ingreso.

Durante el brote de ébola en Sierra Leona, funcionarios de gobierno en vehículos militares transmitían mensajes de salud pública a todo volumen dirigidos a la población. Las personas normalmente huían en vez de escuchar, una respuesta razonable dada la historia de guerras civiles del país. En la actualidad, el país tiene un enfoque centrado en la comunidad con el fin de adaptar esos mensajes a poblaciones específicas y colaborar con líderes locales para propagar la información.

Si bien es más fácil difundir la información en las poblaciones urbanas a través de materiales impresos, internet y redes sociales, las personas que viven en áreas rurales tienen menos acceso a internet y a la tecnología móvil. Se está solicitando a los ancianos y jefes de aldeas, a las dirigentes femeninas clave, a las figuras religiosas y a los concejos municipales que proporcionen información sobre el COVID-19. Los “pregoneros” locales transmiten mensajes de salud con radios portátiles, a pie.

Durante la crisis del ébola, Sierra Leona también estableció altos estándares para la atención local en unidades de campo conocidas como centros de asistencia comunitaria, instalaciones temporales en edificaciones reacondicionadas o en estructuras provisionales con bombas de agua, generadores eléctricos e inodoros. Estos centros fueron usados en su mayoría para aislar, aplicar pruebas y tratar a pacientes de ébola. El personal de los centros fue conformado por residentes locales, lo cual ayudó a ganar la confianza de los pacientes. Sierra Leona ha adoptado un modelo similar para aislar a los pacientes de COVID-19.

Por supuesto, esto no significa que sea un hecho que Sierra Leona vaya a ganar la lucha contra el coronavirus. El gobierno ha reconocido tener grandes retos, como una capacidad limitada para realizar pruebas de diagnóstico, dificultades para hacer cumplir los regímenes de confinamiento y obstáculos para abastecer los centros de asistencia. El sistema de salud sigue siendo comparativamente débil y, si el virus se propaga más ampliamente, como sucedió con el ébola, millones de personas podrían quedarse sin recibir atención médica.

Sin embargo, esta dura realidad solo recalca la importancia de proponer políticas y soluciones sencillas y económicas que puedan prevenir la infección generalizada y permitir que las personas pobres trabajen para alimentar a sus familias. Si bien cada país tendrá que averiguar cuáles son las estrategias que funcionan mejor en sus propios contextos, los gobiernos y los trabajadores médicos de emergencia en todo el hemisferio sur merecen tener más información sobre las medidas para combatir el coronavirus que serán viables para ellos.

* Niccoló F. Meriggi es economista en el Centro Internacional de Crecimiento en Sierra Leona. Ahmed Mushfiq Mobarak es profesor de economía en la Universidad de Yale y fundador de la Iniciativa de Investigación de Yale sobre Innovación y Escala.

(C) The New York Times.-

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