EL CENTRO, California — Desde hace 32 años, Judy Cruz atiende a los pacientes que se presentan en la sala de urgencias del árido valle agrícola que se extiende desde México hasta la zona fronteriza de California.
Fue testigo de malas temporadas de gripe que causaron un aumento repentino en las hospitalizaciones, fines de semana en los que colisiones de vehículos todoterreno en el desierto dejaron lesiones traumáticas y días de verano abrasadores en los que trabajadores agrícolas con golpes de calor necesitaron reanimación intensiva. Entre los pacientes siempre había un puñado de estadounidenses que vivían al otro lado de la frontera.
“Somos un hospital muy pequeño, pero siempre hemos podido arreglárnoslas; convocamos a todo el personal a laborar o trasladamos a uno o dos pacientes al día a instalaciones más grandes”, explicó Cruz, directora del departamento de urgencias del Centro Médico Regional de El Centro. “Había lapsos de 24 o 48 horas en los que había tal incremento de pacientes que todos debíamos poner manos a la obra”, agregó.
Pero llegó el coronavirus.
El hospital, que cuenta con una unidad de cuidados intensivos de veinte camas, se ha visto desbordado por los enfermos residentes de Valle de Imperial, así como por estadounidenses y gente con green cards que huyen de las clínicas y hospitales abarrotados de Mexicali, una ciudad de 1,1 millones de habitantes ubicada al otro lado de la frontera.
Para aliviar la presión, los hospitales de los condados cercanos de San Diego y Riverside comenzaron a aceptar a pacientes transferidos en abril, pero la intensificación de la crisis hizo que California activara una respuesta extraordinaria la semana pasada, por lo que ahora hospitales tan al norte como Santa Bárbara, San Francisco y Sacramento aceptarán pacientes de este remoto rincón del sureste del estado.
La semana pasada, se trasladaba cada dos o tres horas a un paciente desde el hospital de El Centro, en comparación con los diecisiete transferidos en todo un mes antes de la pandemia de COVID-19, comentó Cruz una mañana reciente mientras un helicóptero se preparaba para transportar por vía aérea a un paciente y cinco ambulancias dejaban pacientes en un trío de tiendas de campaña instaladas afuera del hospital para clasificar a los recién llegados.
El creciente número de pacientes con COVID-19 que ingresan a Estados Unidos provenientes de México se presenta en un momento en el que muchas partes de California han disminuido sus tasas de infección, lo que ha permitido a muchos condados levantar las restricciones de confinamiento y reabrir los negocios.
“Trabajamos duro para aplanar la curva en California”, afirmó Carmela Coyle, presidenta de la Asociación de Hospitales de California, quien hizo un llamado a los sistemas hospitalarios de todo el estado para que prestaran ayuda. “Ahora tenemos un aumento repentino en el Valle de Imperial porque la situación es muy grave en Mexicali”, añadió.
Otras partes de la frontera, como el condado de San Diego, también han estado luchando con una ola de pacientes provenientes de Baja California, el estado mexicano que colinda con California. Los pueblos fronterizos de Arizona están experimentando un aumento de las infecciones que los funcionarios de salud creen que está relacionado con las personas que entran al país por el estado de Sonora.
“Por lo general recibimos en nuestra sala de urgencias a pacientes de México por cuestiones como complicaciones de cirugías bariátricas y cirugías plásticas y cuidados alternativos para el cáncer, pero esta pandemia ha generado una dinámica totalmente diferente”, comentó Juan Tovar, ejecutivo de operaciones médicas del Hospital Scripps Mercy en Chula Vista, al otro lado de la frontera con Tijuana, una ciudad que ha sido muy afectada por la pandemia.
“Estamos viendo llegar a nuestra sala de urgencias a pacientes con COVID cuyo estado es grave, y en esos casos la enfermedad llegó a una etapa avanzada porque no tuvieron acceso inmediato a la atención médica en Baja California”, agregó Tovar.
Es probable que el influjo de la frontera sea la razón por la que Chula Vista tiene más casos per cápita que San Diego, una ciudad cinco veces más grande.
Chris Van Gorder, presidente de Scripps Health, un sistema de salud sin fines de lucro en San Diego, informó que casi la mitad de los pacientes con el virus que ingresaron al hospital de Chula Vista entre el 24 y el 30 de mayo habían estado en México hacía poco. Esa proporción se elevó al 60 por ciento entre el 31 de mayo y el 2 de junio.
Van Gorder y otros administradores de hospitales han pedido a las autoridades federales que tomen la temperatura en las garitas de la frontera y que aconsejen a quienes presentan síntomas de tener el virus que permanezcan en cuarentena.
“Es bastante evidente que, mientras el condado en general está manejando bien las cosas, hay personas enfermas que cruzan la frontera todos los días”, manifestó.
Un vocero de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos dijo que la agencia estaba siguiendo las directrices de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y remitía a los viajeros que necesitaban ser examinados a las autoridades sanitarias locales.
El número de casos en el condado de Imperial alcanzó los 2540 el viernes, en comparación con los 1076 que se registraron dos semanas antes. El condado tiene la tasa de infección más alta de California, con uno de cada 71 residentes contagiados con el virus. El área de El Centro ha ocupado el segundo lugar en número de casos per cápita de todas las áreas metropolitanas de Estados Unidos durante las últimas dos semanas.
En el condado cercano de Yuma, Arizona, que también colinda con la frontera, los casos se han más que duplicado desde el Día de los Caídos, pues el 5 de junio llegaron a los 1510. El condado tiene menos casos per cápita que algunos condados del este de Arizona, donde hay brotes graves en las reservas de nativos americanos, pero tiene tasas más altas que los condados que incluyen a Phoenix y Tucson.
La crisis sanitaria a lo largo de la frontera ha subrayado la profunda interconexión entre Estados Unidos y su vecino del sur. Miles de millones de dólares en bienes y millones de personas se trasladan en ambas direcciones todos los años.
Desde marzo, se les prohibió la entrada a Estados Unidos a los solicitantes de asilo y otros migrantes, ya que el presidente Donald Trump cerró la frontera a todos los viajes que no fueran esenciales. Sin embargo, muchos de los 275.000 estadounidenses y poseedores de una green card que viven en Baja California, incluidos jubilados y adultos que trabajan, siguen viajando de un lado a otro.
“Me temo que no hay fronteras cuando se trata de una pandemia como esta”, explicó Adolphe Edward, director ejecutivo del hospital El Centro. “Estamos juntos como una sola comunidad, ya se trate de estadounidenses, ciudadanos con doble nacionalidad o mexicanos”, afirmó.
Entre los residentes de toda la vida de las comunidades fronterizas, prevalece un sentimiento de destino compartido.
“Estamos unidos por nuestras economías, familias y cultura”, manifestó Efraín Silva, alcalde de El Centro, que nació al otro lado de la frontera, en México, y todavía tiene parientes allí. “Eso es en su mayoría positivo para nosotros, pero también a veces tiene consecuencias negativas, como con la COVID”, explicó el alcalde.
Mexicali, un centro manufacturero, ha caído en una espiral creciente de casos.
A fines de mayo la crisis llegó a su punto más álgido, unas dos semanas después de que las familias de ambos lados de la frontera se reunieron en grandes cantidades para celebrar el Día de la Madre. Los administradores del hospital de Mexicali alertaron al hospital de El Centro que iban a enviar a Estados Unidos a los pacientes estadounidenses.
“Hemos visto personas que lograron caminar o conducir hasta el cruce fronterizo”, comentó Sergio A. Beltrán, el agente estadounidense a cargo de los puertos de entrada en Calexico, la ciudad de California que colinda con la frontera. Agregó que algunos habían hecho arreglos para que una ambulancia los recibiera y otros llamaron al 911.
En medio de la creciente crisis, los dirigentes de la Asociación de Hospitales de California enviaron un correo electrónico pidiendo ayuda a los centros de salud de otras partes del estado.
“El estado está haciendo un promedio de cuarenta llamadas telefónicas para encontrarle lugar a uno solo de estos pacientes de COVID, lo cual significa que se están efectuando al menos 400 llamadas telefónicas diarias en busca de hospitales receptores”, decía el correo electrónico.
En ese correo también se señalaba que el 27 de mayo la ciudad de Mexicali había reportado 180 muertes, el doble que en todo el estado de California.
Ron Werft, director ejecutivo del Cottage Hospital, un hospital universitario de 400 camas en Santa Bárbara, donde se ha aplanado la curva, estaba en una reunión virtual por Zoom con su junta directiva y el director médico cuando recibió el correo electrónico.
“De inmediato decidimos que lo haríamos. En veinte minutos nos comprometimos a recibir un paciente por día durante los siguientes seis días”, explicó.
La autoridad de servicios médicos de urgencias del estado también ha transferido pacientes a Los Ángeles, Newport Beach, San Francisco, Sacramento y Palm Springs.
“Nos preparamos para una oleada que no experimentamos”, dijo Randall McCafferty, neurocirujano de los hospitales Desert Care Network de Palm Springs, quien coordina los traslados a esas instalaciones. “Ahora tenemos bastante capacidad para ayudarlos en su lucha”, comentó.
Mitch Smith colaboró con este reportaje desde Overland Park, Kansas.
(c) The New York Times 2020