En los suburbios de Baltimore, los trabajadores de una residencia de ancianos dijeron que les dieron ponchos de lluvia para que se protegieran de la infección. Luego de un tiempo, 27 empleados del lugar, donde la mayoría de los residentes son afroestadounidenses, dieron positivo por el coronavirus.
Uno de los muchos residentes negros de un asilo de ancianos en Belleville, Illinois, falleció en abril en medio de un brote de coronavirus. Sin embargo, su sobrina denunció que a su tío nunca le hicieron la prueba de diagnóstico del virus.
En el Este de Los Ángeles, una trabajadora de una residencia de ancianos predominantemente latinos donde hubo un brote, afirmó que le dieron gafas de natación antes de que la administración pudiera obtener equipo de protección profesionales. Tiempo después, afirmó que dio positivo por el virus.
La pandemia del coronavirus ha arrasado con los geriátricos del país. Ha enfermado al personal, devastado a los residentes y contribuido a al menos 20 por ciento de la cifra total de muertos por la COVID-19 en el país. El impacto se ha sentido en ciudades y suburbios, en instalaciones grandes y pequeñas, en asilos con clasificaciones bajísimas y en aquellos con reseñas estelares.
Sin embargo, la COVID-19 ha sido particularmente despiadada con los afroestadounidenses y los latinos. Los geriátricos donde esos grupos conforman una porción importante de los residentes —sin importar su ubicación, tamaño o clasificación del gobierno— han tenido el doble de probabilidades de ser afectados por el coronavirus que aquellos donde la población es mayoritariamente blanca.
Más del 60 por ciento de los geriátricos donde al menos una cuarta parte de los residentes es de origen afroestadounidense o latino, han reportado al menos un caso de coronavirus, según un análisis realizado por The New York Times. Eso es el doble, comparado con el índice de hogares para ancianos donde las personas negras o latinas conforman menos del 5 por ciento de la población. En los geriátricos, un solo caso por lo general conduce a un puñado y luego termina en un brote total de casos.
Los geriátricos del país, como muchos de sus colegios, iglesias y vecindarios, están ampliamente segregados. Aquellos que atienden sobre todo a residentes negros y latinos tienden a recibir menos estrellas en las clasificaciones gubernamentales. Esas instalaciones también tienden a albergar más residentes y a ubicarse en áreas urbanas, los cuales son factores de riesgo en la pandemia.
Sin embargo, las desigualdades en los brotes en los geriátricos con más residentes latinos y de raza negra también se han desarrollado de maneras confusas que, según los expertos, son difíciles de explicar.
La raza y el origen étnico de las personas que viven en un geriátrico fueron indicadores de si ese lugar se vería afectado o no por la COVID-19. Sin embargo, el análisis del Times descubrió que el sistema de clasificación de cinco estrellas del gobierno federal, utilizado por lo general para juzgar la calidad de un geriátrico, no fue un predictor. Los datos mostraron que incluso los geriátricos de población predominantemente negra y latina con altas clasificaciones, tenían más probabilidades de ser afectados por el coronavirus que aquellos de baja clasificación con población mayormente blanca.
Para comprender mejor las disparidades en Maryland, Illinois y California, el Times se asoció con The Baltimore Sun, KPCC/LAist y The Southern Illinoisan para entrevistar a docenas de trabajadores actuales y antiguos de geriátricos, residentes y sus familiares.
Los datos revelan que el coronavirus ha estado infectando y matando personas de color a tasas desproporcionadamente altas en Estados Unidos. Los directivos de la industria de los geriátricos afirman que las situaciones dentro de los hogares para ancianos reflejan en gran medida las circunstancias que se desarrollan más allá de sus paredes.
“Normalmente, lo que ocurre en la población en general se refleja en los centros de cuidados prolongados”, afirmó David Gifford, director médico de la Asociación Estadounidense de Atención Médica, la cual representa a la industria. Los geriátricos que se encuentran dentro de comunidades que han sido zonas de riesgo del virus son más proclives a tener brotes, afirmó Gifford, sobre todo en residencias grandes donde muchos empleados entran y salen.
Los geriátricos pequeños, los cuales alojan residentes blancos en su mayoría, tienden a tener menos brotes que los centros más grandes. Las residencias de ancianos en las ciudades tienen más brotes que las ubicadas en suburbios o zonas rurales.
Sin embargo, el análisis del Times descubrió que la disparidad racial se mantenía incluso después de tener en cuenta una variedad de factores, incluyendo el tamaño de un geriátrico, la tasa de infección en el condado circundante, la densidad de población del vecindario y cuántos residentes tenían Medicaid o Medicare.
Grandes geriátricos con pocos residentes negros y latinos tuvieron menos probabilidades de tener brotes que geriátricos similares con más residentes negros y latinos. Un hogar de ancianos en un área urbana tenía menos probabilidades de ser azotado por el virus si tenía escasa población negra y latina.
El análisis del Times, que cubre los 22 estados más afectados para los que hay datos disponibles, además del distrito de Columbia, es una imagen congelada en el tiempo, y esa imagen podría cambiar a medida que la crisis continúe. Basado en los datos recabados hasta el 16 de mayo, el análisis no pudo determinar si existía una disparidad en las tasas de enfermedad o muerte para los residentes blancos y las personas de color dentro de los geriátricos, porque esos datos no estaban disponibles.
Alrededor de 1,3 millones de personas viven en los geriátricos del país, de acuerdo con datos federales. Cerca del 80 por ciento de esos residentes son identificados como blancos por los administradores de las residencias de ancianos.
Mucho antes de la pandemia, ya existía disparidad en los geriátricos. Aquellos centros con más residentes negros y latinos tendían a tener peores puntuaciones que los hogares mayormente blancos, según las métricas de calidad utilizadas por los reguladores. Además, tenían más probabilidades de haber sido penalizados por violaciones graves a las normas.
A nivel nacional, al menos 106.000 personas han sido afectadas por el virus en más de 4000 centros de cuidados especializados, que no incluyen centros autónomos de vida asistida, comunidades de retiro y otros centros de cuidados prolongados. Casi 19.000 personas han fallecido, y es bastante probable que esa cifra esté muy por debajo de la realidad. Todo tipo de geriátricos, incluyendo aquellos con una mayoría de residentes blancos, han sido afectados.
En Maryland, el 80 por ciento de los hogares de ancianos con poblaciones de mayoría negra y latina han sufrido por el coronavirus, una tasa doblemente mayor que la de los geriátricos donde casi no hay este tipo de residentes.
En algunas instalaciones que tuvieron brotes de coronavirus, ya existían preocupaciones, mucho antes del virus, acerca de la manera en que los residentes estaban siendo atendidos. El centro Bria of Belleville, en el sur de Illinois, ha estado vinculado con al menos 22 casos y dos muertes. Es uno de los más de 300 geriátricos en el estado donde se ha detectado el virus. Bria, donde muchos de los residentes son negros, tiene una calificación general de una estrella, la más baja posible, otorgada por el gobierno federal.
Juanita Willis ayudó a cuidar a su tío Ralph Wellmaker, quien había vivido en esa residencia desde el verano pasado. Willis afirmó que había expresado su preocupación sobre los servicios sanitarios y el personal en el geriátrico, y describió la atención allí como “sencillamente horrenda”.
Willis, una enfermera de un centro médico en San Luis, no sabe con certeza si su tío tuvo el virus. Lo visitó por última vez a principios de marzo, poco antes de que se les pidiera a los visitantes mantenerse alejados del lugar. A mediados de abril recibió una llamada del trabajador social de un hospital, que le preguntaba sobre los arreglos funerarios de su tío. Así fue como se enteró de que su tío había fallecido dos días antes. Su certificado de defunción indicaba que la causa de muerte había sido un paro cardíaco, pero los registros indican que no se le hizo la prueba del virus, de acuerdo con la oficina del forense local.
“Es muy perturbador”, dijo Willis. “Creo que una vez que tuvieron el primer caso, debieron haberle hecho la prueba de diagnóstico a todos en el geriátrico”.
En un comunicado, las autoridades de Bria defendieron la calidad de la atención en su centro de Belleville. Señalaron las dificultades de obtener pruebas del coronavirus y afirmaron que Wellmaker vivía en una parte del centro separada de las personas que se sabía tenían el virus.
“El centro Bria of Belleville tomó medidas oportunas y agresivas para proteger la salud y la seguridad de todos sus residentes y personal”, dijo Stephanie Birch, la administradora del centro, a través de un comunicado.
Junto a los residentes de los asilos, miles de enfermeros y asistentes se han contagiado del virus, en una industria donde los afroestadounidenses representan una enorme proporción de la fuerza laboral.
Docenas de trabajadores de geriátricos entrevistados en todo el país describieron residencias desorganizadas y con poco personal, donde a veces no tenían los equipos de protección necesarios en medio de la pandemia. Los trabajadores se fueron enfermando junto a sus pacientes.
En el condado de Baltimore, en el Centro de rehabilitación y cuidado extendido Forest Haven, donde muchos de los residentes son afroestadounidenses, los trabajadores afirmaron que a principios de abril, luego de que Maryland exigiera que todas las residencias de ancianos le proporcionaran equipos de protección a su personal, lo que recibieron fueron ponchos para lluvia y gorros de nailon para el cabello.
Desde entonces han recibido los suministros adecuados, incluyendo caretas, cubrebocas y batas. Pero al menos 97 personas, incluyendo 27 trabajadores, han contraído el virus, y ocho residentes han fallecido.
Ron Colbert, administrador del centro, dijo que el geriátrico estaba restringiendo el acceso de visitantes, examinando a todos los que entran para detectar síntomas y siguiendo las directrices federales en cuanto a los equipos de protección personal y el aislamiento de pacientes. Cuando se le preguntó en un correo electrónico sobre los ponchos y los gorros de nailon, Colbert no respondió.
En el Este de Los Ángeles, en el Centro de cuidados intensivos de recuperación Buena Ventura, una residencia cinco estrellas donde muchos residentes son latinos, Alma Lara-Garcia, asistente de enfermería certificada, dijo que los trabajadores no recibieron cubrebocas sino hasta abril, cuando la epidemia ya había avanzado bastante en Estados Unidos.
Lara-Garcia contó que los administradores le dijeron que iban a solicitar protección ocular de calidad médica, pero los proveedores ya no tenían en existencia. En vez de eso, afirmó, le dieron unas gafas de natación de plástico naranja. Las gafas no cabían bajo sus lentes, así que no las utilizó.
Poco después, dijo, comenzó a sentirse enferma. Según Lara-García, le dijeron que siguiera yendo al trabajo de todos modos. Días después, dijo, la enviaron a casa cuando se quejó de tener una tos incontrolable y dolor de garganta. A la postre, dio positivo por el virus en un centro de pruebas dirigido por el condado.
Tiana Thompson, administradora del Buena Ventura, afirmó que el centro había trabajado para conseguir equipos de protección para sus empleados y que a Lara-Garcia no se le había pedido que fuera a trabajar estando enferma.
“El centro de cuidados intensivos de recuperación Buena Ventura jamás le pidió a ningún empleado que hubiera reportado tener síntomas relacionados con la COVID-19 que siguiera trabajando”, dijo Thompson en un correo electrónico.
Al menos 83 residentes y empleados han contraído el virus, y al menos una docena de ellos ha fallecido.
¿Cómo fueron calculados los números?
Al momento de examinar la disparidad racial en las infecciones de coronavirus en los geriátricos, The New York Times recopiló información de los reportes de infección de agencias de salud estatales y locales y cotejó la información con bases de datos informativas sobre los centros, incluyendo los conjuntos de datos de Comparación de Residencias de Ancianos del gobierno federal y los datos con Enfoque en Cuidados Prolongados de la Universidad Brown.
Si bien el análisis no pudo explicar del todo por qué algunos geriátricos han tenido brotes y otros no han reportado ninguna infección, sí logró identificar algunas variables que incrementaban la probabilidad de que un hogar de ancianos reportara un problema, y descubrió que las desigualdades raciales persistían incluso después de tener en cuenta estas variables.
No hay datos oficiales publicados sobre la raza de los pacientes de los geriátricos en cada lugar. El Times obtuvo datos de solicitudes de Medicare y los complementó con los datos de la Universidad Brown, los cuales incorporan información de solicitudes de Medicaid y Medicare.
El análisis omitió los estados que han publicado información limitada, y se enfocó en el distrito de Columbia y en 22 estados donde al menos un 20 por ciento de los centros reportaron al menos un caso de coronavirus.
(c) The New York Times 2020
Este artículo es una colaboración, con información de Robert Gebeloff, Danielle Ivory, Matt Richtel, Mitch Smith y Karen Yourish de The New York Times; Scott Dance de The Baltimore Sun; Jackie Fortiér y Elly Yu de KPCC/LAist; y Molly Parker de The Southern Illinoisan.