Cuando la empresa de biotecnología Moderna anunció el lunes 18 de mayo temprano los resultados positivos de un pequeño ensayo preliminar de su vacuna para el coronavirus, el director médico de la empresa se refirió a la noticia como un “día victorioso para nosotros”.
El precio de las acciones de Moderna subió hasta en un 30 por ciento. Este anuncio ayudó a que subiera el mercado de valores y tuvo una amplia cobertura de los medios de comunicación, incluyendo The New York Times.
Nueve horas después de su publicación inicial —y de que había cerrado el mercado— la empresa anunció una oferta pública de adquisición de sus acciones con el fin de recaudar más de mil millones de dólares para ayudar a financiar el desarrollo de la vacuna. Esa oferta no se había mencionado esa mañana en sus sesiones informativas de inversionistas y periodistas, y después el presidente de Moderna dijo que esa decisión se había tomado en la tarde.
El martes ya se presentaba una reacción adversa. La empresa no había publicado más información, así que los científicos no podían evaluar sus aseveraciones. La agencia gubernamental que dirigía el ensayo, el Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas, no había hecho ningún comentario sobre los resultados. Y la venta de las acciones provocaba dudas acerca de si la empresa había tratado de aumentar el precio de sus acciones con esa noticia.
Lo acontecido con Moderna es un ejemplo de cómo la pandemia del coronavirus y la búsqueda desesperada de tratamientos y vacunas están alterando los mercados financieros y la manera en que trabajan los investigadores, los reguladores, las farmacéuticas, los inversionistas en biotecnología y los periodistas.
Un público nuevo y más general de pronto acusa a las empresas farmacéuticas, acostumbradas a publicar información inicial para atraer a los inversionistas y cumplir con los reguladores, de dar a conocer demasiado, o no lo suficiente. Podríamos reprender a los periodistas por exagerar los hallazgos iniciales, así como también podríamos culpar por perder la noticia a quienes descartan la información que no es precisa.
Los científicos, quienes se toman un tiempo determinado para reunirse y analizar la información a fin de que sea publicada en las revistas conocidas, reciben críticas por retener información que podría salvar vidas. Las páginas web advenedizas compiten contra las revistas y rompen las reglas habituales al publicar estudios no confirmados, algunos de dudosa calidad. También el presidente Donald Trump usa su tribuna para promover tratamientos que aún no han sido probados.
“Vemos estos bruscos vaivenes basados en información incompleta”, comentó David Maris, director gerente de Phalanx Investment Partners y un analista que desde hace mucho tiempo cubre la industria farmacéutica. “Es un ambiente especulativo delirante porque la pandemia ha hecho que la gente quiera creer que habrá una cura milagrosa en un lapso de tiempo milagroso”.
El presidente de Moderna, Noubar Afeyan, defendió la decisión de poner a la venta sus acciones pocas horas después de publicar esa información limitada. Dijo que el consejo de administración de la empresa había estado considerando lanzar una oferta de adquisición antes del anuncio del lunes, pero tomó la decisión hasta más tarde ese mismo día.
Al mismo tiempo, un torrente de información está surgiendo tanto de las revistas médicas como de las publicaciones de las empresas y las universidades. A diferencia de los artículos que se publican en las revistas médicas y científicas conocidas, en las llamadas páginas web de prepublicaciones se publican artículos sobre estudios que no han sido revisado por expertos. Clinicaltrials.gov, que elabora una lista de los estudios médicos, mostró que, hasta el 23 de mayo, estaban en proceso 1673 estudios sobre la COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus.
Los medios informativos se precipitan para mantenerse al día de los nuevos hallazgos y proporcionan material a un público ávido de cualquier información sobre los avances de posibles tratamientos o candidatos a vacunas que ofrezcan algo prometedor contra este virus tan contagioso. Algunos medios de comunicación preferirían seguir trabajando como siempre lo han hecho y no considerar los resultados iniciales de los estudios médicos para esperar a que los colegas expertos evalúen la información, pero ellos también tienen que informar sobre los estudios más recientes.
Sin embargo, surgen dudas acerca de la calidad de la información que se publica con premura y de las motivaciones que hay detrás de los anuncios.
La publicación de información escasa no es poco común en el mundo de la biotecnología, en el que las empresas a menudo presentan resultados iniciales de los ensayos meses antes de que se publiquen en las revistas. Se requiere que las empresas que cotizan en bolsa den a conocer información relevante que pueda hacer que los inversionistas compren o vendan sus acciones. La empresa dijo que los investigadores federales que dirigen el ensayo serían los responsables de someter a evaluación la información para que se publique.
Maris señaló que dejaría que los reguladores decidieran si la empresa había actuado indebidamente por no anunciar la venta de las acciones antes, y añadió que se les debió avisar con anterioridad a los inversionistas que la empresa estaba pensando vender acciones.
“Aquí algo está mal”, afirmó.
Moderna, con sede en Cambridge, Massachusetts, empezó a cotizar en la bolsa de valores en 2018 y ha sido la preferida de los inversionistas en biotecnología debido a que se enfoca en las áreas nuevas de inmunooncología y a que tiene una sociedad con empresas como Merck y AstraZeneca y con el Centro de Investigación de Vacunas del Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas.
Su tecnología, basada en el material genético llamado ARN mensajero, o ARNm, se considera muy prometedora.
“El ARN mensajero es una de las nuevas plataformas en boga”, dijo el jueves en una entrevista Anthony Fauci, director del Instituto de Enfermedades Infecciosas, y añadió que se puede adaptar rápidamente para producir nuevas vacunas y que se puede ampliar con facilidad.
Pese a que Moderna tiene otras vacunas en proceso, ninguna ha salido al mercado, y la viabilidad de su plataforma para elaborar vacunas de ARNm —la base de la empresa— está en riesgo. Es una de las favoritas para elaborar la vacuna del coronavirus y sus acciones han aumentado más de 250 por ciento desde que inició el año. El viernes en la tarde, sus acciones cerraron en 69 dólares, 26 por ciento menos de su punto máximo de 87 dólares del lunes.
Moderna no es la única empresa que no ha publicado información científica detallada. No se ha sabido mucho del remdesivir, otro producto que se sigue de cerca como tratamiento experimental para la COVID-19 desarrollado por la empresa farmacéutica Gilead.
El 29 de abril, Gilead anunció que era “consciente de la información optimista” acerca del comportamiento del remdesivir en un ensayo federal. Unas horas después, desde el Despacho Oval, Fauci dijo que el medicamento podría acelerar levemente la recuperación de los pacientes. Aunque dijo que el fármaco no era “contundente”, Fauci —cuyo organismo también realizó ese ensayo— señaló que podría convertirse en el tratamiento normalizado.
Unos días después, la Administración de Alimentos y Medicamentos otorgó una autorización de emergencia para usar remdesivir en el tratamiento de la COVID-19.
A pesar de que los médicos ya estaban administrando el fármaco con poca información que los orientara, durante algunas semanas no hubo datos detallados acerca de los ensayos clínicos que se estaban publicando.
“Fue una declaración confusa de un científico merecidamente muy respetado”, señaló Gary Schwitzer, editor de HealthNewsReview.org, una publicación de vigilancia que aboga por el periodismo científico más preciso. “Así que eso vuelve a hacer que nos preguntemos: ¿qué debemos creer? ¿A quién le creemos?”
Fauci afirmó que él y su equipo de investigación decidieron informar sobre algunos resultados cuando el estudio se detuvo luego de que un consejo de seguridad independiente descubrió que los pacientes tratados se estaban recuperando más rápido que quienes recibieron placebos. Por razones éticas, se tuvo que ofrecer el medicamento a todos los pacientes.
Es probable que la información se hubiera filtrado, en especial debido a que dos semanas antes se había dado a conocer al sitio web de noticias STAT la información de otro ensayo con remdesivir, lo cual subió el precio de las acciones de Gilead.
Fauci anunció que los pacientes tratados con remdesivir se recuperaron en once días, a diferencia de los quince días que tardaban en recuperarse quienes recibieron placebos.
“Era toda la información que teníamos”, señaló.
Los resultados completos se publicaron el viernes en The New England Journal of Medicine.
El ritmo acelerado de las investigaciones ha tomado desprevenidos a muchos medios de comunicación y ha hecho que analicen cada caso con tiempos muy limitados como para decidir si cubrir noticias científicas —y cómo— aun cuando la calidad de los estudios en otro momento no hubiera cumplido con sus parámetros.
Por lo general, el proceso de evaluación de los artículos científicos por colegas expertos tarda varios meses. Pero ahora, muchos artículos se publican en sitios web de prepublicación, en los cuales los científicos están publicando sus investigaciones antes de que alguna revista las acepte. El sitio web medRxiv, fundado en junio, tuvo 10 millones de visitas en abril y ha publicado casi 3100 artículos relacionados con COVID-19 desde enero. Un sitio similar, bioRxiv, ha publicado cerca de 760 artículos sobre el virus.
“La gente reconoció que había una necesidad urgente de difundir la información”, señaló Harlan Krumholz, cardiólogo e investigador de atención médica en la Universidad de Yale y cofundador de medRxiv, que se pronuncia “med archive”. “La gente sabe que hasta las semanas son importantes en este momento en que no sabemos gran cosa”.
Cuando se le cuestionó acerca de las críticas de que los sitios como medRxiv fomentan la publicación precipitada de ciencia de mala calidad, Krumholz afirmó que estos debates eran buenos y señaló que también podría haber errores en los artículos evaluados por colegas expertos. Las propuestas pasan por un escrutinio básico para garantizar que la investigación sea legítima.
“Dedíquense a ver si es ciencia de buena calidad o no”, comentó. “Asumamos las consecuencias de esto”.
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