¿Lo nuevo en Silicon Valley? Una aplicación llamada Clubhouse

Por Erin Griffith y Taylor Lorenz

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Una captura de pantalla de Clubhouse, una aplicación de red social en la que los capitalistas de riesgo se han reunido para convivir mientras están encerrados en sus casas. (Vía The New York Times)
Una captura de pantalla de Clubhouse, una aplicación de red social en la que los capitalistas de riesgo se han reunido para convivir mientras están encerrados en sus casas. (Vía The New York Times)

SAN FRANCISCO — Marc Andreessen, un inversionista de Silicon Valley, publicó una consigna el mes pasado que rápidamente se propagó por toda la industria tecnológica. En ella, dijo que la respuesta débil de Estados Unidos al coronavirus se debía a “la autocomplacencia arrogante, esa satisfacción con el ‘statu quo’ y la renuencia a crear”.

Propuso una solución que se adapta perfectamente a la filosofía de ingenuidad de Silicon Valley. Era hora de construir cosas, dijo, como universidades, hospitales, rascacielos, reactores nucleares de cero emisiones, drones de entrega, así como el sistema de trenes de tubos al vacío e incluso las “embarcaciones de combate alienígenas” de Elon Musk.

“La construcción es la manera en que reiniciamos el sueño americano”, escribió Andreessen en su publicación, la cual tituló “Time to Build”.

Fue un llamado inspiracional a tomar las armas. Pero una de las primeras cosas que Andreessen y otros capitalistas de riesgo de Silicon Valley se han apresurado a construir desde entonces fue algo completamente distinto: una aplicación llamada Clubhouse.

Clubhouse es una aplicación de redes sociales en la que los capitalistas de riesgo se han reunido para convivir mientras están confinados en sus casas. Por ahora, a la aplicación solo puede accederse mediante una invitación, y se trata de algo emocionante: al parecer todos lo que han podido unirse a la primera versión de prueba, desde celebridades como MC Hammer hasta activistas como DeRay Mckesson, han tuiteado al respecto. Además, recientemente ha sido uno de los negocios más populares de Sand Hill Road, el nexo del capital de riesgo de Silicon Valley.

La semana pasada, la firma de capital de riesgo de Andreessen, Andreessen Horowitz, ganó el acuerdo para invertir en Clubhouse. Andreessen Horowitz aceptó aportar 10 millones de dólares, además de pagar 2 millones de dólares más para comprar acciones de los accionistas actuales de Clubhouse, según una persona que tiene información sobre el financiamiento, quien rechazó ser nombrada debido a que los detalles eran confidenciales.

El financiamiento valuó Clubhouse, que comenzó operaciones este año y tiene dos empleados, en casi 100 millones de dólares. El acuerdo fue informado previamente por Forbes.

Andrew Chen, socio de Andreessen Horowitz, dijo en Twitter que interpretó el mensaje acerca de crear que hizo Andreessen como un llamado a favor de construir más de todo, incluyendo “nuevas aplicaciones de videojuegos, de condición física, de redes sociales, ¡y más!”.

Paul Davison, quien fundó Clubhouse, en San Francisco, el 7 de marzo de 2012. (Peter DaSilva/The New York Times)
Paul Davison, quien fundó Clubhouse, en San Francisco, el 7 de marzo de 2012. (Peter DaSilva/The New York Times)

El apuro por invertir en Clubhouse refleja la manera en que funciona Silicon Valley. Mientras que la tecnología de punta y una misión para cambiar el mundo son prioridad, gran parte de las grandes cantidades de dinero en décadas recientes se han generado mediante aplicaciones adictivas de redes sociales. Así que, cuando se trata de construir nuevas cosas, Silicon Valley a menudo recurre a lo que conoce, es decir, más redes sociales.

Paul Davison, que fundó Clubhouse con Rohan Seth, un ingeniero que trabajaba en Google, rechazó hacer comentarios. Davison es un reconocido emprendedor de Silicon Valley, que creó la aplicación de redes sociales Highlight en 2012. Esa aplicación, que permitía que las personas compartieran su ubicación con los demás usuarios para crear conexiones interpersonales fortuitas, cerró en 2016.

Puesto que tan solo hay unos cuantos miles de personas usando Clubhouse como parte de una prueba inicial, la aplicación está lejos de ser un éxito y aún no se ha lanzado públicamente. Sin embargo, muchos de los que la tienen ya son adictos a ella. Una mujer hace poco dijo que pasaba más de 40 horas a la semana usándola; otros han tuiteado estadísticas similares.

Clubhouse funciona permitiendo que las personas se unan a salas de chat de audio emergentes que desaparecen cuando terminan. Una vez que están en la sala, los usuarios se segmentan en niveles determinados por moderadores. Los usuarios pueden unirse a cualquier sala de chat, ver quién está hablando o escuchando, dar clic en la página de un perfil y seguir a otros usuarios.

Algunos dijeron que Clubhouse ha traído de regreso la espontaneidad de las interacciones reales, que desaparecieron con el coronavirus. Gillian Morris, fundadora de Hitlist, una aplicación de reserva de vuelos, dijo que ingresar a la aplicación era como toparse con personas y comenzar una conversación en una cafetería.

Leo Polovets, un inversionista de Susa Ventures, una firma de capital de riesgo, dijo que Clubhouse a veces parecía una conferencia tecnológica, con discusiones acerca de temas relacionados con la tecnología y apariciones de expertos prominentes del sector. “Es casi como un podcast con participación por parte de la audiencia”, comentó.

Eso es durante el día. Fuera del horario convencional, Clubhouse es más como un bar ruidoso. Más o menos a las 22:00 casi todas las noches, un grupo de 30 a 50 personas forman una habitación en la aplicación en la que todos son anfitriones, se otorgan libremente privilegios de moderador, los micrófonos en su mayor parte están activos y los usuarios cambian sus fotografías de perfil en tiempo real con memes e imágenes relacionadas con la conversación.

Se hacen llamar “los que viajan en la parte trasera del autobús”. Ryan Dawidjan, de 28 años, ejecutivo de cuentas en una compañía tecnológica, se vuelve el centro de atención y se asegura de que todos en la sala sigan las reglas: no tener charlas aburridas de tecnología ni hablar de Clubhouse. De manera juguetona les quita el papel de anfitrión a los usuarios que no cumplen con esas reglas sagradas.

El formato de “la parte trasera del autobús” es fluido. A veces hay un lector de tarot que analiza la cuenta de Instagram de algún usuario; a veces se trata de un programa de consejos de citas; a veces las personas aburridas hablan de lo que se les ocurra.

Clubhouse ya generó a su primer influente: Sheel Mohnot, de 38 años, fundador de Better Tomorrow Ventures, otra firma de capital de riesgo. Mohnot, asiduo de la “parte trasera del autobús”, ha sido participante de Zoom Bachelorette, un evento emergente de citas en línea para el que los aficionados organizaron una fiesta de discusión en vivo en Clubhouse. Después de conectarse a través de la aplicación con Scooter Braun, emprendedor y ejecutivo de una disquera, Mohnot apareció en un video musical reciente de Justin Bieber y Ariana Grande.

Clubhouse es “como una caja misteriosa todas las noches. No sabes qué te tocará, pero siempre es algo bueno”, dijo Dawidjan.

Erin Griffith reportó desde San Francisco y Taylor Lorenz, desde Nueva York.

(c) The New York Times 2020

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