De casi gratis a inalcanzable: el loco cambio de los precios del combustible en Venezuela

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Una estación de servicio cerrada en Caracas (Adriana Loureiro Fernández / The New York Times)
Una estación de servicio cerrada en Caracas (Adriana Loureiro Fernández / The New York Times)

Alguna vez, un dólar podía comprar teóricamente alrededor de 5000 millones de galones de gasolina en Venezuela, más que suficiente para abastecer al estado de Michigan durante un año. Ahora, con un dólar solo compras un cuarto de litro, si tienes suerte.

El inimaginable cambio en los precios del combustible que pagan los venezolanos refleja las irracionales distorsiones de la economía mal administrada y aislada del país que han llevado a Venezuela de ser la nación más rica de América Latina a convertirse en la más pobre en poco más de una década.

Venezuela tiene las mayores reservas mundiales de petróleo, pero también ha sufrido la mayor caída en la producción del crudo que se haya registrado en cualquier lugar en, al menos, las últimas cuatro décadas. El país tiene algunas de las mayores refinerías de petróleo de América Latina pero, a lo largo de los años, se han deteriorado tanto que ninguna produce gasolina, dijo Iván Freites, líder de un sindicato petrolero.

La caótica industria petrolera venezolana se ha debilitado aún más por las sanciones de Estados Unidos, que han restringido severamente todas las importaciones restantes de gasolina.

Los venezolanos están luchando con una escasez de combustible inaudita, por lo que muchas personas tienen que caminar kilómetros para llegar a sus trabajos y muchos campesinos han tenido que ver cómo sus cultivos se pudren en los campos. El combustible del país pasó de ser el más barato del mundo a convertirse en el más caro.

Un hombre que afirmaba haber pasado dos noches en su automóvil veía su teléfono inteligente en una larga fila para comprar gasolina, en Caracas, el 2 de mayo de 2020. (Adriana Loureiro Fernández / The New York Times)
Un hombre que afirmaba haber pasado dos noches en su automóvil veía su teléfono inteligente en una larga fila para comprar gasolina, en Caracas, el 2 de mayo de 2020. (Adriana Loureiro Fernández / The New York Times)

“Si das la gasolina gratis, eventualmente terminarás teniendo problemas”, dijo Francisco Monaldi, un experto en petróleo venezolano de la Universidad de Rice en Houston.

La gasolina venezolana sigue siendo la más barata del mundo, y el gobierno la sigue fijando tras años de hiperinflación a una tasa equivalente a 0.00000002 centavos de dólar por galón. Las estaciones de gasolina estatales aún venden cantidades limitadas de combustible a ese precio, pero los conductores deben hacer cola durante días para poder comprarlo.

En la práctica, quienes no pueden pasar días en las filas se ven obligados a pagar hasta 80 dólares por una lata de combustible de 5 galones en el mercado negro que es manejado por el ejército venezolano. Peor aún, los suministros del mercado negro son esporádicos y se limitan a Caracas, la capital, lo que incluso obliga a los guardaespaldas de los ministros a hacer peticiones de gasolina por las redes sociales.

Las calles de Caracas están llenas de cientos de autos que esperan en las pocas estaciones de servicio que funcionan periódicamente. Algunos conductores duermen en sus vehículos o pasan la noche acurrucados junto a sus motocicletas en la carretera para tener una mejor oportunidad cuando los soldados armados comienzan a organizar las caóticas filas al amanecer.

En las empobrecidas zonas rurales de Venezuela, el suministro es aún peor, lo que provoca frecuentes protestas y bloqueos de carreteras y, a menudo, deja incluso a las ambulancias y camiones de bomberos sin combustible. Algunas ciudades han quedado prácticamente aisladas, lo que ha obligado a los residentes a depender de animales de carga y de vehículos que pasan ocasionalmente para poder llegar a la ciudad más cercana.

En el pueblo de Turgua, ubicado a solo 10 minutos en auto desde Caracas, los residentes se han visto obligados a subsistir con alimentos de sus pequeñas parcelas porque la escasez de gasolina les impide poder llegar a sus trabajos en la capital y los camiones de comida dejaron de reabastecer las tiendas locales.

Ahora estamos aislados”, dijo Gustavo Cisneros, un maestro del pueblo.

La paralizante escasez se ha convertido en un insólito final para las ambiciones del gobierno venezolano, una vez grandiosas, de convertirse en una superpotencia mundial de la gasolina.

Hace una década, Hugo Chávez, quien en ese entonces era el presidente, otorgó combustible subsidiado a las familias estadounidenses de bajos ingresos para ganar favores políticos y gastó cientos de millones de dólares en proyectos de refinerías tanto en Venezuela como en América Latina. Ninguno se completó. Algunos ni siquiera comenzaron.

En 1989, un gobierno anterior intentó aumentar los precios de la gasolina lo que ocasionó cientos de muertos en disturbios. Es por eso que el presidente actual, Nicolás Maduro, quien es muy impopular, se muestra reacio a reducir los subsidios.

La gasolina gratis también se ha convertido en una parte importante del sistema político de Maduro, pues le permite recompensar a los militares y a los ejecutivos de negocios con lucrativas operaciones de importación y distribución de combustible para mantener su lealtad en medio de la crisis económica.

Las fuerzas armadas controlan toda la distribución de combustible en Venezuela, lo que permite que los militares desvíen al mercado negro un producto que es prácticamente gratuito pero por el que cobran márgenes de ganancia astronómicos. Y los oficiales continúan supervisando el lucrativo tráfico de gasolina a las minas de oro ilegales de Venezuela, según denuncian los residentes.

Para aliviar la escasez, Maduro ha recurrido a empresarios locales aliados con el fin de evadir las sanciones estadounidenses y conseguir gasolina del extranjero utilizando esquemas de trueque y trucos de navegación que dificultan la vigilancia de los cargamentos, según los operadores petroleros.

Maduro también recurrió a Irán, que envió buques cisterna de gasolina a Venezuela y técnicos para ayudar a reparar las refinerías paralizadas del país.

El gobierno venezolano ha llegado a considerar la privatización de las estaciones de servicio de Venezuela y no subsidiar más los precios, según un borrador de reforma que fue revisado por The New York Times. Ese cambio revertiría una de las políticas emblemáticas de Chávez, quien fue el predecesor y mentor de Maduro.

En el mejor de los casos, esas medidas solo le proporcionarán un respiro a Caracas y a otras ciudades importantes en medio de la profundización de la crisis económica y el endurecimiento del aislamiento internacional, dijo Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, una consultora con sede en Caracas.

“No habrá un suministro de combustible normal en Venezuela hasta que tengamos un nuevo gobierno”, dijo.

(c) The New York Times 2020

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