Como alguien que con regularidad pasea a su perra —en este caso una enérgica schnauzer miniatura blanca llamada Gogo— de vez en cuando tengo una conversación habitual con otros dueños de perros: dónde y cómo acicalarlos. Preguntar “dónde” podría implicar que la llevo con un profesional, pero no es mi caso, así que procedemos al “cómo”.
Normalmente, cuando digo que yo mismo acicalo a mi perra, los otros dueños comentan que sienten que deberían aprender a hacerlo. En la actualidad, con tantas personas atrapadas en sus casas con mascotas acalorándose en sus pelajes invernales y con casi ningún peluquero canino disponible, algunas personas están reconsiderando su resistencia inicial. ¿Cuán difícil puede ser? ¿Qué podría salir mal?
Muchas cosas. Tu perro podría terminar luciendo como la mía en algunas ocasiones desafortunadas: como una cosa rara y enjuta que desafía todos los estándares del American Kennel Club. Mientras más grande es el perro, mayor es el área donde puedes cometer errores. Pero si estás dispuesto a correr el riesgo y eres bueno con los proyectos prácticos, entonces adelante. Solo recuerda que fuiste advertido.
La ubicación es fundamental
Lo primero que necesitas es un lugar donde realizar el trabajo. Una habitación que, primero, sea lo suficientemente grande para ti y para tu bernadoodle y que, segundo, sea lo suficientemente casual como para que no te importe que termine cubierta de mechones flotantes de pelo de perro. Podrías pensar que hacerlo fuera de la casa sería una mejor opción. Pero a menos que tu espacio exterior sea un campo abierto en tu granja, no es lo ideal.
La azotea, la salida de incendios, el pasillo o la entrada al garaje ofrecen espacio libre y suficiente para ti y para tu amigo, así como una brisa refrescante. Y ese es precisamente el problema: apenas empieces a realizar el corte, la brisa se llevará el pelo y lo esparcirá por toda la calle.
Incluso si eso no te genera un problema (como la vez que vi un mechón enorme aterrizar en la bolsa de compras de un transeúnte), estarías sometiendo a tus vecinos a una rara pero evidente forma de contaminación.
Luego tienes que decidir si vas a hacerlo en el suelo o sobre una mesa. Una mesa de trabajo que pueda soportar a tu perro es ideal, aunque no es práctica para todo el mundo. El suelo es una decisión más sencilla, ya que la mayoría de las personas tienen piso de sobra, pero ten en cuenta lo siguiente: luego de estar sentado 30 minutos, encorvado sobre tu perro, empezarás a sentirte tenso y malhumorado.
El alto costo de hacer los cortes
Necesitas una buena máquina de afeitar para perros. Cuando comencé a acicalar a mi perra hace algunos años, compré una máquina básica para mascotas que me costó 40 dólares. Vi un video sobre cómo lograr el corte clásico schnauzer y procedí a anclar a Gogo con dos correas extendidas y ajustadas en direcciones opuestas (un truco que aprendí de otro video sobre cuidados estéticos caninos).
Apenas encendí la máquina, ella y yo brincamos del susto; el aparato no era para nada silencioso. Una vez que nos calmamos y empecé a realizar el corte, se atascó tras apenas unos pocos centímetros. Limpié el pelo de la máquina y volví a empezar. Otra obstrucción me hizo detenerme, quitar el pelo y volver a empezar. Y así, una y otra vez.
Recuerdo haber visto la caja para asegurarme de que esa cosa era para perros. Dos horas después, finalmente terminé, cubierto en sudor y en algo que parecía y se sentía como un suéter de angora.
Lo que aprendí rápidamente fue que la peluquería canina, como muchas otras cosas en la vida, mejora muchísimo cuando le inviertes algo de dinero. Así que, aunque iba a costarme el doble que la máquina afeitadora que uso para mi propia cabeza, decidí gastar unos 170 dólares en una Andis Ultraedge AGC 2, de dos velocidades. La diferencia fue impresionante: se deslizó con facilidad por su pelaje y no se atascó ni una sola vez, ni siquiera cuando se llenó de pelo.
Lo único molesto de la máquina es el cable grueso y difícil de manejar. Pero tras ver algunas reseñas de afeitadoras inalámbricas (una de las opciones mejor valoradas prometía un miserable tiempo de funcionamiento de 45 minutos), me convencí de que me iría mejor con un modelo de alto rendimiento con cable.
Peines: pros y contras
Como la cuchilla estándar de 1,588 milímetros de la máquina prácticamente rasuraría por completo el pelo de un perro, le acoplé uno de los ocho peines guía graduados de plástico con la esperanza de lograr una altura de pelaje bonita y uniforme de 12 milímetros. (En otras palabras, ni siquiera intenté cortarle el pelo a Gogo conforme al estándar de la raza schnauzer, con pelo corto en el cuerpo y la cabeza, pero elegantemente largo en las patas y la falda, además de la icónica barba debajo del hocico conocida como “schnauzbart” en alemán).
Sin embargo, incluso con la máquina costosa, el proceso no fue fácil. Gogo aún se estremecía y se movía constantemente, sobre todo cuando llegaba el momento de rasurarle la cabeza y las patas, donde el pelo es tan difícil de cortar como es fácil en el cuerpo (probablemente podrías afeitar el cuerpo entero en el tiempo que te toma una sola pata).
Al final del corte, Gogo lucía bien, aunque para nada identificable como una schnauzer.
Cuchillas: pros y contras
Para el próximo corte, decidí empezar por las patas. Eran tan difíciles de recortar que quité el peine guía, y tuve una revelación fantástica.
Yo pensaba que usar la cuchilla directamente sobre la piel de la perra podría ser irritante y hasta peligroso. Pero apenas quité el peine guía, Gogo se tranquilizó. El peine, con sus puntas afiladas de plástico, había sido más irritante, no menos. La afeité desde la cola hasta los dedos de las patas sin nada más que la cuchilla de la máquina —esto fue particularmente bueno para arrasar los sectores de pelo enmarañados—, y me tomó la mitad del tiempo.
Hay que tener mucho cuidado cerca de los ojos y las orejas, pero, incluso allí, el proceso es más sencillo con la pura cuchilla. Dede Croy, la peluquera canina del canal My Favorite Groomer de YouTube, afirmó en una entrevista que los perros generalmente toleran más la máquina de afeitar sin los peines guía.
Despojada de su atuendo de schnauzer, Gogo se parecía a un Jack Russell terrier completamente blanco. La cuchilla había cortado tanto su pelo que parecía rasurada, como una especie de pavo descongelándose. Sin embargo, la facilidad de usar solo la cuchilla superó mis preocupaciones estéticas. No me había enterado de que existían cuchillas que cortaban en diferentes longitudes.
Luego lo supe y, tras abrirme paso a través del costoso y confuso mundo de las cuchillas para máquinas de afeitar, me decidí por una Andis número 63030, la cual corta el pelo a una altura digna de 6 milímetros y tiene borde de cerámica, que se supone que mantiene su filo por más tiempo. El resultado en definitiva se parece más a un Jack Russell y menos a un pavo descongelado. Es probable que pronto me compre una cuchilla que corte a 19 milímetros (en teoría, existen cuchillas de longitudes específicas para cada perro).
El último toque
No importa si te vuelves un experto en el manejo de tu máquina de afeitar, siempre habrá pequeños mechones de pelo en partes difíciles que serán un desafío, especialmente cerca de los ojos, las orejas y en las patas. Para vencerlos, necesitarás otra máquina. Probé varias que fueron un fracaso rotundo. Desesperado, incluso intenté con una máquina para cortar pelos de nariz humana.
Luego encontré la afeitadora para mascotas Turn Raise, un pequeño recortador inalámbrico que resulta una bendición por lo silencioso, con una cabeza de apenas 12 milímetros de ancho. El delicado zumbido de su cuchilla mantiene tranquilo al perro, pero tiene la fuerza necesaria para cortar el pelo y no atascarse cada 10 segundos. Es ideal para cortar los pequeños y complicados mechones alrededor de las articulaciones, los espolones y las orejas. Utilizo tijeras solo como último recurso; esas las manejan mejor los expertos.
Conclusión
En resumen, acicalar a tu perro nunca es fácil, ni siquiera si tienes una máquina de afeitar costosa y una cuchilla que no esquilará a tu schnoodle como si fuera una oveja. Permítete un par de cortes de prueba (es decir, un par de desastres) y no intentes hacer nada elaborado durante más o menos un año.
Aunque llevo varios años haciéndole cuatro o cinco cortes de pelo a Gogo al año, no podría afirmar que alguna vez ha quedado impecablemente acicalada. Sin embargo, una vez llamó la atención de una cazadora de talentos en el parque de perros y terminó en dos campañas publicitarias. Antes de rodar la primera, le pregunté algo nervioso a la agente: “Ellos saben que no luce realmente como una schnauzer, ¿verdad?”.
La agente fue tajante. “Es por eso que les gusta”.
(c) The New York Times 2020