Estos días, el presidente Donald Trump está llegando tarde al Despacho Oval, cerca del mediodía, por lo regular de mal humor tras su maratón matutino de televisión.
Ha estado despierto en el dormitorio principal de la Casa Blanca desde las cinco de la mañana viendo Fox News, luego CNN y una pizca de MSNBC para alimentar su furia de televidente. Hace llamadas telefónicas con el ruido de la televisión de fondo. Esa ha sido su rutina desde que llegó a la Casa Blanca.
Pero ahora hay diferencias.
El presidente ve cada vez menos aliados sin importar el canal que ponga. Está molesto incluso con Fox, su viejo refugio de seguridad, por no caracterizarlo como a él le gustaría ser percibido. Se toma el tiempo para ver las sesiones informativas del gobernador Andrew M. Cuomo desde Nueva York, a quien monitorea de cerca y le da críticas o cumplidos esporádicos.
Confinado en la Casa Blanca, el presidente está aislado de sus simpatizantes, de los visitantes, del golf y de los viajes, que solían entretenerlo, según más de una docena de funcionarios del gobierno y asesores cercanos que conversaron sobre la extraña vida nueva de Trump. Semanalmente, Trump se somete a la prueba de diagnóstico del COVID-19, al igual que el vicepresidente Mike Pence.
La economía —el argumento principal de Trump para su reelección— ha implosionado. La cobertura informativa sobre su manejo del coronavirus ha sido abrumadoramente negativa. Los demócratas lo han condenado por incompetente, mentiroso y por no tener empatía. Incluso los republicanos han calificado las sesiones informativas de Trump como tediosas y su manejo brusco de las críticas como improductivo.
Sus propias encuestas internas lo muestran cayendo en algunos estados en disputa. Es una de las razones principales por las que declaró la suspensión temporal de la emisión de green cards a aquellos fuera de los Estados Unidos, una orden diseñada, según sus allegados, para complacer a su base política, y el tipo de medida que toma cuando siente que la cosas se le están saliendo de control. Amigos que han hablado con él afirmaron haberlo sentido nervioso y preocupado por las elecciones.
Pero el objetivo principal del presidente, según sus asesores, es evaluar cómo está siendo percibido su manejo del virus en los medios de comunicación y qué tanto lo condenará la historia.
“Está frustrado”, afirmó Stephen Moore, un asesor económico externo de Trump, quien era la opción predilecta del presidente para dirigir la Reserva Federal antes de que saliera a la luz su historial de comentarios sexistas y su falta de pago por manutención infantil. “Es como ser golpeado por un meteorito”.
Las sesiones informativas diarias
Las sesiones informativas diarias del grupo de trabajo de la Casa Blanca es la única parte del día que Trump espera con entusiasmo, aunque incluso los republicanos dicen que las dos horas de ataques políticos, quejas y falacias del presidente lo están perjudicando políticamente. (N. de R.: el mandatario, tras las críticas por sus comentarios sobre los desinfectantes, anunció que planea suspender las conferencias)
Trump no quiere hacer caso de nada de eso. Sus asistentes dicen que el presidente ve esas sesiones informativas como programas de televisión en horario estelar que son el mejor remplazo de los mítines a los que ya no puede asistir, pero desearía poder hacerlo.
Trump rara vez asiste a las reuniones del grupo de trabajo previas a las sesiones informativas, y normalmente no se prepara antes de aparecer frente a las cámaras. Por lo general ve los temas a tratar por primera vez allí, aunque los asistentes afirman que les hace retoques con un marcador justo antes de leerlos en vivo. Sale de ellos lo más rápido posible, usualmente de manera monótona, para llegar a su parte favorita: las sesiones de preguntas y respuestas en las que suele acosar a los periodistas.
Los críticos de esas sesiones, incluyendo a Cuomo, han señalado lo obvio: con dos horas diarias del tiempo del presidente dedicadas a ser el presentador de lo que todavía se percibe como sesiones informativas en horario estelar, ¿quién va a dedicarse realmente a solucionar la pandemia?
Incluso Anthony Fauci, uno de los expertos designados para asesorar al presidente sobre los mejores métodos para gestionar la epidemia, se ha quejado de que la cantidad de tiempo que debe pasar sobre el escenario durante las sesiones informativas diarias tiene un efecto “desgastante”.
La nueva jerarquía
El círculo se ha reducido significativamente porque el presidente, quien según sus asesores se ha vuelto más sensible a las críticas que en casi cualquier otro momento de su presidencia, ha terminado confiando solo en un puñado de viejos colaboradores.
Hope Hicks, una ex directora de comunicaciones que regresó a la Casa Blanca este año como consejera del presidente, lleva su agenda diaria. Su antiguo asistente personal, Johnny McEntee, ahora dirige al personal de la presidencia.
Hicks y McEntee, junto con Dan Scavino, el gurú de redes sociales del presidente que fue promovido esta semana a jefe adjunto del gabinete para las comunicaciones, le ofrecen a Trump un vínculo con los viejos y mejores tiempos. Ellos tres son las personas a las que buscan los asesores externos para averiguar si es un buen momento para hablar con el presidente o para hacerle llegar un mensaje.
Mark Meadows, el nuevo jefe de gabinete de Trump, todavía está afianzándose y adaptándose a los hábitos nocturnos de Trump, el cual recientemente le hizo una llamada a Meadows, según un alto funcionario del gobierno, a las 3:19 a. m. Meadows colabora estrechamente con otro miembro del círculo de confianza: Jared Kushner, el yerno de Trump y jefe de gabinete de facto.
El día termina como comenzó
Apenas llega al Despacho Oval, el presidente por lo general recibe su informe de inteligencia diario. A veces lo acompaña Pence. Luego tiene reuniones con su equipo de seguridad nacional o con asesores económicos.
A lo largo del día, Trump conversa por teléfono con gobernadores, almuerza con secretarios del gabinete, escudriña los periódicos, a los cuales trata como si fueran informes oficiales, y lee principalmente recortes de prensa que le dan sus colaboradores. Llama a sus asistentes para asuntos relacionados con los artículos que ve, ya sea para ordenarles que lo comuniquen con algún líder mundial o para hacerles preguntas sobre algo que leyó.
Luego de que termina de ver el final de las sesiones informativas diarias de la Casa Blanca, Trump ve televisión en su comedor privado al lado del Despacho Oval. Los asistentes que todavía están por ahí lo acompañan para recapitular el día y ofrecer sus valoraciones sobre las sesiones informativas. Tiene disponibilidad inmediata a comida reconfortante, como papas fritas y coca dietética.
Últimamente, dicen sus asistentes, su humor ha empezado a mejorar debido a que su gobierno planea reactivar la economía. Su nueva frase, usada tanto en público como en privado, es que “hay razones para ser optimistas”.
“Al final de este túnel, vemos la luz”, afirmó Trump en el Jardín de las Rosas la semana pasada.
(c) The New York Times 2020