OAKLAND, California — Como muchos padres, Zainab Alomari se la ha pasado el último mes tratando de ayudar a sus hijos a estudiar en casa. Pero, a diferencia de la mayoría, ella ha estado hablando con maestros y repasando con sus hijos lecciones en un idioma que apenas entiende.
Alomari llegó a Estados Unidos en 2006 de Yemen, donde hablaba árabe. Solo conoce algunas palabras y frases básicas del inglés.
Cuatro de sus seis hijos asisten a escuelas públicas de Oakland. Cuando los maestros le llaman, Alomari se asegura de que su hija Maysa, de 15 años, esté cerca para que sea su intérprete, y le pasa el teléfono a media conversación. Cuando uno de sus hijos tiene preguntas sobre las instrucciones de una tarea, Alomari usa Google Translate.
Su marido se va la mayoría de los días a atender el negocio familiar de comestibles, así que Alomari, de 39 años, se queda encargada de ayudar a los niños sola.
“Estoy haciendo lo mejor que puedo”, dijo con la ayuda de un intérprete. “Pero no sé si esto va a afectar su aprendizaje”.
La escolarización a distancia plantea un desafío especial para las familias que no dominan el inglés. Alrededor de 5 millones de alumnos estadounidenses están clasificados como estudiantes de inglés, lo que significa que no lo hablan con fluidez, y aún más provienen de hogares donde los padres hablan un idioma diferente.
Casi una cuarta parte de los inmigrantes y sus hijos nacidos en Estados Unidos viven en la pobreza, y los inmigrantes latinoamericanos en particular tienen menos probabilidades de tener acceso a una computadora o a un servicio de internet en casa. Incluso antes del brote de coronavirus, los estudiantes de inglés tenían un alto riesgo de ausentismo crónico.
La educación en línea durante la pandemia “exacerba lo que ya existe”, dijo Tatyana Kleyn, profesora asociada de educación bilingüe en el City College de Nueva York. “Los estudiantes que estaban en dificultades ahora se están quedando todavía más atrás porque tienen menos apoyo”.
Para algunos distritos escolares con grandes poblaciones de inmigrantes de bajos ingresos, como el de Oakland, la primera orden después de pasar a la enseñanza en línea en marzo fue comunicarse con los estudiantes (a veces en varios idiomas) para averiguar si tenían acceso a la tecnología, comida y otros elementos esenciales en casa. Luego los maestros y administrativos trataron de contactar a los padres para hablar sobre la enseñanza.
Algunos distritos de California estaban especialmente bien preparados. Muchas escuelas del estado usan programas computacionales que puede enviar mensajes de texto en varios idiomas, lo que a menudo es la mejor manera de llegar a los padres.
En otros estados, como Nebraska, algunos distritos están transmitiendo clases en sus estaciones locales públicas de televisión y radio, incluyendo enseñanza en español. El distrito escolar del condado de Guilford, en Carolina del Norte, estableció una línea telefónica de información con intérpretes que hablan siete idiomas.
En el distrito escolar unificado de Oakland, al que asisten los niños de Alomari, el 33 por ciento de los escolares estudian el inglés como segunda lengua y el 5 por ciento son “recién llegados” que han estado en el país menos de tres años y hablan un idioma distinto del inglés en casa.
Para llegar a más de estos estudiantes, el distrito ha publicado una lista de recursos de aprendizaje en español, chino, camboyano y árabe, y los profesores están haciendo un esfuerzo adicional para estar en comunicación con ellos.
Los estudiantes de las escuelas de Oakland no están obligados a entregar las tareas asignadas mientras el distrito esté cerrado por el coronavirus, una política pensada para familias como la de Alomari, según el director de comunicaciones del distrito, John Sasaki. El distrito tampoco está registrando la asistencia de los alumnos a las clases virtuales durante la crisis.
Simone Delucchi es una de las profesoras que ha llamado para saber cómo le está yendo a la hija de Alomari, Maysa, que cursa el octavo grado. Aunque comunicarse en inglés “requiere de mucho esfuerzo” para Alomari, ha ayudado a Delucchi a ponerse en contacto con otros estudiantes de familias yemeníes. “Maysa suele estar cerca para ayudar a resolver las cosas”, dijo Delucchi.
Pero no todas las escuelas, maestros o padres han sido capaces de hacer que las cosas funcionen. Algunos distritos, especialmente los pequeños o rurales, no traducen el contenido educativo en inglés a otros idiomas o tienen recursos limitados para hacerlo. El condado de DeSoto en Misisipi tiene un solo traductor de español que atiende a 42 escuelas del distrito, de acuerdo con su sitio web, y traducir un documento como un plan de estudios puede llevar hasta 10 días.
Entre las posibles soluciones para ayudar a las familias de bajos ingresos y a los estudiantes inmigrantes se encuentran la ampliación de las zonas de acceso a internet inalámbrico en los barrios más pobres y la contratación de más traductores en las escuelas. La Asociación Nacional de Educación, el sindicato nacional de maestros, está presionando al Congreso para que incluya ambas en el próximo paquete de estímulo económico, según su presidenta, Lily Eskelsen García. En Colorado, el sindicato de maestros está pidiendo la creación de un “fondo para adversidades” a fin de ayudar a las familias inmigrantes que están en el país de forma ilegal y por lo tanto no pueden acceder a la ayuda económica federal.
Este artículo es una colaboración entre The New York Times y The Fuller Project. Khushbu Shah colaboró con este reportaje.
(c) The New York Times 2020