El mes pasado, cuando Nueva York inició la cuarentena, los emisarios de un grupo religioso llamado Happy Science se presentaron en Times Square para proclamar su peculiar evangelio del fin de los días. Llevaban fajas rituales de color dorado y se acurrucaban en semicírculo.
“Parece que se acerca el día del Juicio Final”, decía un joven ministro. “Pero el salvador más grandioso, nuestro maestro, está aquí en la tierra”.
Uno o dos transeúntes se quedaron mirando la sombría escena. Sin embargo, la mayoría de las pocas personas que estaban en la calle pasaban rápidamente.
Nada de esto fue tan aleatorio como parecía.
Happy Science es una empresa enorme y poderosa que dice tener millones de adherentes y decenas de miles de sedes con misioneros en todo el mundo. Se caracterizan por su discreción, además de tener una actitud hostil hacia los medios y han desarrollado una estructura en torno a un sistema de membresía escalonado y de pago por progreso, y a veces se les define como la respuesta de Tokio a la cienciología.
“Para muchos”, escribió el Japan Times en 2009, “Happy Science huele sospechosamente a culto”.
La pandemia de coronavirus ha demostrado ser un vehículo perfecto para los temas apocalípticos y las doctrinas esotéricas religiosas. Los múltiples textos de ese movimiento están llenos de ovnis, continentes perdidos y guerras demoníacas; y ahora detallan los orígenes sobrenaturales y extraterrestres del virus.
Además de los nuevos DVD, CD y libros a la venta, Happy Science ofrece “vacunas espirituales” (por una tarifa, los fieles pueden ser bendecidos con una oración ritual para prevenir y curar la enfermedad).
En Times Square, el ministro concluyó su discurso con un encantamiento especial. Levantó los brazos y los agitó de un lado a otro, gritando mientras avanzaba. Su rebaño vitoreaba mientras agitaban pancartas caseras.
En una se leía: “¡Happy Science sabe la verdad!”.
La estrella en el centro del universo de Happy Science es un excorredor de Wall Street llamado Ryuho Okawa, cuyos seguidores, increíblemente, lo consideran la encarnación de un ser supremo proveniente de Venus. Además, también afirma que canaliza los espíritus de cientos de personajes, vivos y muertos, como Freddie Mercury, Barack Obama y Steve Jobs. Okawa casi nunca hace apariciones ante los medios y, a través de asistentes, rechazó las solicitudes para ser entrevistado.
Antes de su extravagante reinvención, Okawa nació como Takashi Nakagawa en 1956, en la isla sureña de Shikoku en Japón. Durante las décadas de la posguerra, Japón experimentó el auge de nuevas y novedosas formas de religión que combinaban textos de la Nueva Era con antiguas tradiciones japonesas. En ese periodo de búsqueda espiritual, Okawa llegó la mayoría de edad.
Asistió a la Universidad de Tokio y parecía estar listo para convertirse en un hombre de negocios. A principios de la década de 1980 comenzó a trabajar en una de las firmas comerciales más grandes del país y dijo que pasó un año trabajando en sus oficinas de Manhattan.
Pero Okawa comenzó a interesarse por otra carrera.
Por esa época, llegó a creer que estaba en contacto con sabios del pasado como Buda y Jesús. Ellos le dijeron que había sido elegido para redimir espiritualmente un mundo que se había ido a la ruina. ¿Quién era él para decir que no?
“Depende de mí”, escribió más tarde, “reunir a todos los pueblos del mundo en esta nueva fe”.
Okawa regresó a Tokio, donde aprovechó la floreciente escena metafísica de la ciudad y comenzó a ganar seguidores. Aprovechando la ansiedad económica de principios de la década de 1990, publicó varios libros con títulos como “Las terribles revelaciones de Nostradamus” y “Las grandes advertencias de Alá”.
Los libros fueron grandes éxitos. Y, a medida que tenía más influencia, sus historias se volvieron cada vez más deslumbrantes. Al principio, Okawa solo era un canal para los espíritus remotos. Luego se convirtió en Buda reencarnado. Finalmente se proclamó como la deidad suprema de este mundo. Y, de manera notable, sus seguidores estuvieron de acuerdo.
Pero, no muy lejos de la superficie, siempre hubo un lado oscuro.
A mediados de la década de 1990, la rivalidad de Happy Science con otro grupo del fin del mundo, llamado Aum Shinrikyo, se recrudeció. Esa secta trató de asesinar a Okawa y luego lanzó un ataque en el metro de Tokio con gas sarín, lo que causó trece muertes y dejó heridas a miles de personas.
Aunque otros mesías emprendedores comenzaron a caer, Okawa persistió. Happy Science ha abierto escuelas privadas en Japón, y en 2009 incursionó en la política con una plataforma de derecha que ha tenido un éxito limitado en las elecciones locales.
Okawa ha continuado produciendo libros, que ahora suman más de dos mil títulos, la mayoría son transcripciones de conferencias. Una división de películas también desarrolla largometrajes de anime.
Mientras tanto, Happy Science ha dejado a muchos miembros descontentos. Sus opositores acusan al grupo de forjar un sistema que equivale a un esquema piramidal. Para mayor vergüenza de Okawa, su propio hijo Hiroshi (que en algún momento era visto como su sucesor) ahora es uno de los críticos más duros de Happy Science.
En un mensaje, Hiroshi Okawa dijo sobre su padre: “Afirma haber recibido los ‘mensajes de Dios’, pero les miente a sus seguidores de manera implacable”.
Y añadió: “Creo que lo que mi padre hace es una completa tontería”.
Las afirmaciones de Happy Science acerca de que tiene 11 millones de miembros también parecen poco probables. Cuando la primera esposa de Okawa, Kyoko, dejó el grupo en 2011, estimó que la membresía real era de 30.000.
Por su parte, Okawa ha declarado que esos miembros de su familia son demoníacos. Desde entonces se volvió a casar.
Debido a los problemas que enfrentan en casa, los adeptos de Happy Science han puesto su mirada en Estados Unidos, donde han tenido una recepción positiva, pero modesta. En 2008, Happy Science compró una casa en Manhattan y, después de renovarla, instaló allí su sede en Norteamérica, al trasladar sus operaciones desde una pequeña oficina que estaba ubicada en Nueva Jersey. Para la gran inauguración, Okawa voló con su séquito y celebró una conferencia inaugural que llenó el santuario y desbordó una sala.
El edificio está en un sombreado callejón de Tribeca y su ubicación, entre los cafés de expreso y las tiendas de ropa de diseñadores, genera cierta incongruencia. Los videos de las conferencias de Okawa se reproducen en una pantalla grande que da a la calle.
Una tarde antes del cierre de emergencia en Nueva York, Yushi Hagimoto, el ministro principal de la ciudad, se sentó en el vestíbulo a ordenar los artículos del movimiento. Brillantes amuletos y joyas estaban a la venta. Una estatua dorada de El Cantare, una deidad suprema cuyo rostro se inspira en el de Okawa, estaba en el altar central.
Según Happy Science, el virus fue creado como un arma biológica por el gobierno chino en Wuhan y luego, fue propagado por un ovni para castigar a los comunistas por sus maneras impías. Y se ha extendido a otras tierras que carecen de la verdadera fe.
Este material se publicó rápidamente en tres folletos en japonés y este mes se ha traducido al inglés como “Spiritual Reading of Novel Coronavirus Infection Originated in China” (Lectura espiritual de la nueva infección por coronavirus originada en China).
Pero hay esperanza para los fieles, dicen los adeptos. Junto con la serie de libros, ahora venden los DVD y los CD con temas de coronavirus de conferencias de Okawa; el sonido de su voz está destinado a mantener el poder de la estimulación inmunológica.
Okawa también presentó el texto sagrado de un nuevo ritual destinado a curar milagrosamente la enfermedad. Se realiza de manera privada en los templos, a cambio de donaciones. Los anuncios japoneses enumeran los precios de las bendiciones relacionadas con el virus, que inician en 100 dólares y llegan a costar más de 400 dólares.
Numerosos miembros de la congregación de Tribeca han solicitado la oración del coronavirus.
“Es increíble”, dijo Hagimoto. “Estamos viendo cómo las personas se curan”.
(c) The New York Times 2020