Lo que los médicos del frente de batalla desearían haber sabido hace un mes

Por Jim Dwyer

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Elmhurst Hospital Center, un centro médico público, fue uno de los primeros y más afectados hospitales de Nueva York.
(Ryan Christopher Jones / The New York Times)
Elmhurst Hospital Center, un centro médico público, fue uno de los primeros y más afectados hospitales de Nueva York. (Ryan Christopher Jones / The New York Times)

Hace casi un mes, la gente enferma del nuevo coronavirus comenzaba a llegar sin parar a los hospitales del área metropolitana de Nueva York, que se convertiría en el epicentro de la pandemia en Estados Unidos.

Ahora, los médicos de la región han comenzado a compartir entre ellos cómo ha sido reestructurar, sobre la marcha, sus sistemas de atención médica, su práctica profesional y sus vidas personales.

Doctores, si pudieran regresar en el tiempo, ¿qué se dirían a ustedes mismos a principios de marzo?

“Lo que creíamos que sabíamos, no lo sabemos”, dijo Nile Cemalovic, médico de cuidados intensivos del Centro Médico Lincoln en el Bronx.

La medicina de manera rutinaria se transforma, de generación en generación. Para la enfermedad que impulsa esta pandemia, ciertas prácticas médicas de emergencia consolidadas han desaparecido casi de la noche a la mañana.

El cambio más grande: en lugar de sedar rápidamente a las personas que tenían niveles sorprendentemente bajos de oxígeno para después ponerles respiradores mecánicos, muchos médicos ahora están manteniendo conscientes a los pacientes, les piden que se pongan de lado en la cama, que se reclinen en sillas y sigan respirando por sí mismos —con oxígeno adicional— durante el mayor tiempo posible.

La idea es evitar que estén acostados y, por lo tanto, permitir que haya más espacio para los pulmones. Algunos médicos incluso les piden a los pacientes que se recuesten en colchones especiales de masaje diseñados para mujeres embarazadas porque tienen espacios que alivian la carga del estómago y el pecho.

Dr David A. Farcy, presidente de la Academia Americana de Emergencia Médica
Dr David A. Farcy, presidente de la Academia Americana de Emergencia Médica

Otros doctores están reajustando las máquinas de respiración CPAP, normalmente utilizadas para ayudar a las personas con apnea del sueño, o han combinado válvulas y filtros. Para algunos pacientes enfermos de gravedad, un respirador quizá sea la única esperanza real.

También está el espacio necesario dentro de los edificios y la mente de las personas. En un instante, cada vez más vestíbulos y cafeterías se convirtieron en alas hospitalarias; la tecnología de telemedicina rara vez utilizada se ha disparado repentinamente, y los médicos están sosteniendo conferencias virtuales al lado de las camas de los pacientes con familiares que se encuentran en otros lugares; los médicos se obligan a separarse física y emocionalmente de los campos de batalla donde el oponente, el coronavirus, nunca hace un alto al fuego, como sí lo ha hecho el resto de la sociedad.

Más de 12.000 personas han muerto a causa del coronavirus en Connecticut, Nueva Jersey y Nueva York, donde hay más de 260.000 casos confirmados. Casi con seguridad, esas cifras subestiman las muertes, reconocen los funcionarios, pues las pruebas realizadas a las personas vivas y muertas siguen siendo irregulares.

Los médicos de la zona de Nueva York no han descubierto ninguna manera infalible de combatir la COVID-19 —la enfermedad causada por el virus— y no ha pasado suficiente tiempo para saber si sus improvisaciones son eficaces, dijo Anand Swaminathan, profesor clínico adjunto de medicina de emergencias del Centro Médico de la Universidad de San José en Paterson, Nueva Jersey.

Nadie sabe si alguna de estas medidas servirá de algo.

“Estoy seguro de que tendremos muchas respuestas en meses”, dijo Reuben Strayer, médico de urgencias del Centro Médico Maimonides en Brooklyn. “Desafortunadamente, eso no nos ayuda en este momento. Se debe empezar en alguna parte”.

Espacio para respirar

“Jamás había tenido que pedirle a un paciente que dejara de usar su celular porque era hora de ponerle un tubo respiratorio”, dijo el doctor Richard Levitan, quien hace poco pasó diez días en el Centro Hospitalario Bellevue Hospital en Manhattan.

¿Por qué es tan extraño? La gente que necesita tubos respiratorios, que se conectan a ventiladores mecánicos que ayudan o se encargan de la respiración, rara vez está en forma para hablar por teléfono porque el nivel de oxígeno en su sangre ha disminuido drásticamente.

Si están conscientes, con frecuencia se muestran incoherentes y están a punto de ser sedados para que no se atraganten con los tubos. Es una medida drástica.

Sin embargo, muchos pacientes con COVID-19 siguen estando alertas, incluso cuando su oxígeno ha disminuido drásticamente, por motivos que los trabajadores médicos solo pueden suponer (otra señal importante de qué tan enfermos de COVID-19 están los pacientes —la presencia de marcadores inflamatorios en la sangre— no está disponible para los médicos sino hasta que se realiza el trabajo de laboratorio).

Algunos pacientes han regresado a los niveles normales simplemente tomando oxígeno y acostándose de lado o bocabajo. Esa táctica se llama pronación (extenderse bocabajo).

Los doctores del Centro Médico Montefiore en el Bronx y el Centro Médico Monte Sinaí en Manhattan lo han descrito en Twitter; está publicado un volante al lado de las camas en el Centro Hospitalario Elmhurst en Queens como una guía para los pacientes sobre la frecuencia para voltearse.

En el Hospital Lincoln en el Bronx, Nicholas Caputo dio seguimiento a 50 pacientes que llegaron con niveles bajos de oxígeno de entre 69 y 85 por ciento (el nivel normal es de 95 por ciento). Después de cinco minutos de pronación, habían mejorado para alcanzar un promedio de un 94 por ciento. A lo largo de las siguientes 24 horas, casi tres cuartos de los pacientes pudieron evitar la intubación; trece necesitaron respiradores. Extenderse bocabajo no parece funcionar tan bien con los pacientes mayores, dijeron algunos médicos.

Nadie sabe aún si este será un remedio duradero, dijo Caputo, pero si pudiera regresar a principios de marzo, esto les aconsejaría a él mismo y a otros: “No opten de inmediato por la intubación”.

El número total de personas que están intubadas ahora está aumentando a 21 al día, en comparación con las 300 de finales de marzo. La necesidad de respiradores mecánicos, aunque aún es urgente, ha sido menor de lo que había esperado la comunidad médica hace un mes.

Una razón es que, opuesto a lo que se esperaba, algunos médicos de los hospitales de Nueva York creen que la intubación está ayudando a menos personas con COVID-19 que a las que tienen otras enfermedades respiratorias y que someterse más tiempo a los respiradores mecánicos lleva a otras complicaciones graves. El asunto está lejos de haber sido resuelto.

“A los pacientes intubados con enfermedad pulmonar causada por la COVID les está yendo muy mal, y, aunque quizá se trate de la enfermedad y no de la ventilación mecánica, la mayoría de nosotros cree que la intubación debe evitarse hasta que se necesite de manera inequívoca”, comentó Strayer.

Este cambio ha aligerado la carga a la que se someten las enfermeras y el resto del hospital. “Si le pones un tubo a alguien, la cantidad de trabajo necesario para no matar a esa persona aumenta según un factor de cien”, lo cual crea una avalancha que ralentiza los resultados de laboratorio, rayos X y otros cuidados.

Josh Farkas, quien se especializa en medicina de cuidados pulmonares y críticos en la Universidad de Vermont, dijo que los riesgos de pronación eran bajos. “Se trata de una técnica sencilla que es segura y bastante fácil de realizar”, comentó Farkas. “Comencé a hacer esto hace algunos años en pacientes ocasionales, pero jamás imaginé que se volvería así de generalizado y útil”.

Esto ha sido como reconstruir el motor de un auto que está corriendo a 160 kilómetros por hora.

“No me sorprendería que en un par de semanas alguien en el país encuentre una mejor manera de hacer esto”, dijo Swaminathan.

(c) The New York Times 2020

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