BOSTON — El primer lunes de marzo, Michel Vounatsos, director ejecutivo de la empresa farmacéutica Biogen, parecía estar de muy buen humor. El nuevo medicamento de la compañía para combatir la enfermedad de Alzheimer mostraba avances después de varios años de decepciones. Las utilidades nunca habían sido tan altas.
Desde el escenario, durante una prestigiosa conferencia de la industria sanitaria en Boston, Vounatsos elogió el “excepcional recorrido” del medicamento. Cuando le preguntaron si el coronavirus que hacía estragos en China podría interrumpir las cadenas de suministro y cambiar por completo los grandes planes de la empresa, Vounatsos respondió que no.
“Hasta ahora, todo va muy bien”, dijo.
Sin embargo, al mismo tiempo que pronunciaba esas palabras, el virus se iba propagando de manera silenciosa entre los altos directivos de Biogen, que no tenían ni la menor idea de que se habían infectado unos días antes, durante la reunión anual de directivos de la compañía.
Varios empleados de Biogen, que en su mayoría se sentían en perfectas condiciones de salud, abordaron aviones llenos de pasajeros y fueron a casa a reunirse con sus familias. Sin saberlo, habían esparcido el virus por lo menos en seis estados, el distrito de Columbia y tres países, por lo que fue imposible para los funcionarios locales de salud pública rastrear el contagio.
La reunión de Biogen fue uno de los primeros ejemplos en Estados Unidos de lo que los epidemiólogos han llamado “casos de superpropagación” de COVID-19, aquellos en que una pequeña reunión de personas produce un número enorme de infecciones. A diferencia de los más ignominiosos casos de varios contagios originados en un asilo en las afueras de Seattle o una fiesta de cumpleaños (de 40 años) en Connecticut, los contagios de Biogen surgieron a partir de una reunión de distinguidos profesionales de la salud cuyo trabajo era evitar la enfermedad, no diseminarla.
“Son los cerebros más brillantes del sector de los servicios de salud y el desarrollo de medicamentos, y no vieron venir el mayor fenómeno que terminó por destrozar su mundo”, señaló John Carroll, editor de Endpoints News, organización dedicada a cubrir los acontecimientos en la industria biotecnológica.
El número oficial de contagiados asciende a 99, incluidos empleados y sus contactos, según el Departamento de Salud Pública de Massachusetts, pero solo abarca a los habitantes de ese estado. El verdadero número en todo Estados Unidos sin duda es mayor. Los primeros dos casos en Indiana fueron ejecutivos de Biogen. También el primer caso conocido en Tennessee, así como seis de los primeros casos en Carolina del Norte.
Todas las personas de fuera de Massachusetts con quienes ha hablado The New York Times en relación con ese grupo ya se recuperaron. Claro que es imposible saber con toda certeza si alguien enfermó de gravedad o murió a consecuencia del contagio originado en la conferencia.
En retrospectiva, muchos han criticado la decisión de Biogen de seguir adelante con la reunión de directivos a finales de febrero, a la que asistieron vicepresidentes de países europeos que ya estaban afectados por el virus. Otros miembros de la industria critican la falta de comunicación de Biogen acerca del brote.
En defensa de la forma en que manejó la reunión de directivos y los eventos posteriores, la empresa ha dicho que tomó las mejores decisiones que pudo con la información que tenía disponible en ese momento.
“Para una empresa dedicada a salvar vidas, fue muy difícil ver a nuestros colegas y nuestra comunidad directamente afectados por esta enfermedad”, afirmó Vounatsos en su primera declaración en público sobre lo sucedido en Biogen. “A sabiendas, nunca habríamos puesto a nadie en riesgo”.
Fundada en 1978 y con sede cerca de Boston, Biogen fue una de las pioneras de la industria de la biotecnología, especializada en medicamentos para la esclerosis múltiple. La empresa es conocida por su trabajo en un tratamiento prometedor para la enfermedad de Alzheimer.
Cuando llegó el momento de la reunión anual de directores de Biogen los días 26 y 27 de febrero, la atmósfera era de optimismo. También estaban bajo enorme presión para dar resultados.
Aunque otras empresas cancelaron sus reuniones internacionales por esas fechas, Biogen nunca habló de esa posibilidad. El brote de coronavirus se propagaba en China, pero todavía no se declaraba una pandemia. Hasta el 21 de febrero, el viernes anterior a la reunión, en Estados Unidos solo había treinta casos confirmados, según datos recopilados por el Times. Ejecutivos de Biogen en Alemania, Suiza e Italia (donde solo se sabía de veinte casos) empacaron sus maletas.
La primera noche, unos 175 ejecutivos se reunieron para una cena tipo buffet y cócteles en el hotel Marriott Long Wharf, frente al puerto de Boston. Colegas que no se habían visto en un año se saludaron con la mano, y todos trataron de conversar con los directivos de mayor rango. Los europeos saludaron con los dos besos acostumbrados en las mejillas.
“Por desgracia, fue el caldo de cultivo perfecto para un virus”, explicó un ex vicepresidente, que habló con la condición de permanecer en el anonimato debido a sus vínculos con Biogen.
Dos días después, los altos directivos regresaron a sus oficinas. Uno de ellos condujo hasta un centro de manufactura en Carolina del Norte. Otros volaron de regreso a Europa.
Peter Bergethon, director de Medicina Cuantitativa y Digital en Biogen, regresó a casa para ver a su esposa, una doctora especializada en enfermedades infecciosas.
Una vicepresidenta de Biogen de la división dedicada a la enfermedad de Alzheimer y su esposo asistieron a una fiesta el siguiente sábado por la noche en casa de un amigo en Princeton, Nueva Jersey, con un grupo de alrededor de 45 personas.
Celebraron una festividad del calendario griego ortodoxo, el fin de la temporada de carnaval, con dulces especiales y bailes tradicionales para los que se tomaron de las manos en un círculo. A pesar de que se habían cancelado las celebraciones en Grecia, la fiesta de Nueva Jersey sí se realizó, pues los funcionarios de la Casa Blanca recién habían anunciado que el virus estaba bajo control en Estados Unidos.
Esa noche, Allana Taranto, la fotógrafa que cubrió la reunión de directores de Biogen, celebró su cumpleaños número 42 con su novio y otra pareja.
Sin embargo, durante ese fin de semana, algunos empleados de la empresa ya habían comenzado a sentirse enfermos.
Jie Li, bioestadística de 37 años que forma parte del equipo de trabajo concentrado en la enfermedad de Alzheimer, sufría escalofríos, tos y dolores. Debido a su rango inferior, no había asistido a la conferencia de directivos de la empresa, pero su jefe sí asistió y fue a la oficina a su regreso.
El 2 de marzo, el siguiente lunes, el director médico de la compañía envió un correo electrónico para informarles a todos los empleados que asistieron a la reunión que algunos habían enfermado y recomendaba que buscaran asistencia médica si tenían alguna molestia.
“Tomamos medidas rápidamente”, aseveró un vocero de Biogen, David Caouette.
De cualquier forma, ese mismo día, los cuatro principales ejecutivos de la empresa asistieron a una enorme conferencia de la industria sanitaria organizada por la compañía de inversiones Cowen. En otro hotel Marriott en Boston, sostuvieron reuniones en habitaciones de hotel con posibles inversionistas. Otro asistente que se reunió con los mismos inversionistas comentó que había escuchado que los miembros de Biogen se veían enfermos.
En la conferencia, aumentaron las inquietudes en torno al coronavirus debido a rumores de que algunas empresas, como Vertex y Seattle Genetics, habían cancelado sus presentaciones. Para el martes, el segundo día de la conferencia, muchos asistentes dejaron de saludar con la mano.
Al día siguiente, tuvieron noticias con una terrible confirmación. Dos directores de Biogen que regresaron a Alemania y Suiza, donde era más fácil conseguir pruebas, habían resultado positivos.
El jueves, la empresa organizó una llamada con el personal para comunicarles la noticia. Se indicó a todos los empleados de la oficina que trabajaran desde casa.
No obstante, ese mismo día, un ejecutivo de Biogen visitó las oficinas en Washington del principal grupo de cabildeo de la industria, Pharmaceutical Research and Manufacturers of America, o PhRMA. Poco después, se confirmó que ese ejecutivo estaba infectado, por lo que el grupo cerró sus oficinas centrales para realizar una limpieza profunda.
Los empleados de Biogen vivieron las siguientes semanas como entre sueños, con salidas para dejar comida a la entrada de la casa de otros y noticias sobre quiénes eran las víctimas más recientes de la enfermedad.
Bergethon infectó a su esposa, la especialista en enfermedades infecciosas. Si bien los síntomas de ambos fueron manejables, lo más preocupante fue la incertidumbre, recordó Bergethon hace poco durante una conversación virtual organizada por la Universidad de Rochester.
“No sabíamos si nos íbamos a recuperar”, dijo. “No sabíamos qué iba a suceder a continuación”.
Taranto, la fotógrafa que asistió a la conferencia de directivos de Biogen, sin saberlo contagió a uno de sus amigos durante la cena para celebrar su cumpleaños. En ese momento se sentía bien de salud.
De las casi cincuenta personas que asistieron a la fiesta en Nueva Jersey, por lo menos quince dieron resultados positivos más adelante, según las autoridades de Salud Pública.
Un ejecutivo de Biogen, Chris Baumgartner, fue el primer caso de COVID en Tennessee. “Fui el paciente cero”, escribió en Facebook. Añadió: “Imagínense tener que enfrentarse a un virus tan temido que tiene a todo el mundo al borde de la histeria total”.
© The New York Times 2020