Mi padre murió de coronavirus la semana pasada, y no estoy segura de cómo estar de luto. No permitieron visitas en el hospital y mi familia no pudo despedirse ni decirle ‘te amo’, ni siquiera por teléfono. Creemos que murió solo.
Mi hermana organizó un funeral, pero solo asistieron algunas personas y todos debían estar a dos metros de distancia. Como debía tomar el autobús para volver a casa porque no tengo auto, no fui al entierro, pues no quería violar la regla de los dos metros de distancia. Después, no pudimos llorarlo juntos como familia ni compartir una cena, anécdotas, risas ni lágrimas.
En circunstancias ordinarias, podría regresar a mi empleo en una tienda minorista, lo cual ayudaría a recuperar una sensación de normalidad. Esa opción ya no existe ahora. ¿Cómo puedo hallar una manera de pasar la página? Quizá pueda hacer una videollamada, pero eso parece muy impersonal e incompleto.
— Theresa Schilizzi, Brooklyn, Nueva York
Querida Theresa:
Siento mucho que tu padre haya muerto y que te encuentres en este dilema, que nos acecha a todos. Tal vez estemos a punto de enfrentar la muerte a una escala que pocos de nosotros hemos experimentado mientras nos arrebatan los consuelos tradicionales: velorios, funerales, el shivá. Cuando llegue la hora de estar juntos, estaremos alejados.
Cuando te llamé para saber más de tu historia, me dijiste que hace dos años tomaste un curso llamado “The Art of Dying” (el arte de morir), sobre encontrar nuevas maneras de honrar el final de la vida. “Me hizo cambiar para ver la muerte de manera sagrada”, comentaste. Pero tu padre tuvo un final que desafió todo lo que habías aprendido sobre despedirse.
Para encontrar respuestas, recurrí a terapeutas y clérigos. La mayoría de sus consejos eran compasivos pero resignados: manténganse seguros; llamen a sus amigos; aunque planeen un funeral más en forma para después, no dejen pasar la oportunidad de vivir el duelo ahora; prueben con Zoom y Google Hangouts.
“Es lo mejor que podemos hacer en estas circunstancias”, dijo el rabino Jesse Olitzky de la Congregación Beth El en South Orange, Nueva Jersey, quien ha estado presidiendo funerales y shivás por Zoom.
Eso no me pareció suficiente. Tratando de encontrar algo más, me puse en contacto con historiadores de la muerte para buscar pistas sobre cómo las generaciones previas vivían el duelo en medio de las pandemias. Me ofrecieron algunas de las respuestas más esperanzadoras y una predicción: esta crisis transformará la manera en que sobrellevamos una pérdida. Este tipo de catástrofes son lo que nos hace transformar nuestros rituales de duelo, y ahora estamos a punto de vivir otro cambio.
“Por dolorosas que sean estas anécdotas, encontraremos maneras de innovar y adaptarnos para darles un significado a estas separaciones”, dijo Gary Laderman, profesor de Historia Religiosa Estadounidense en la Universidad Emory.
Cuando los desastres limitan el duelo, las personas inventan nuevas maneras de despedirse, dijeron Laderman y sus colegas. Ya ha ocurrido muchas veces antes. La peste negra en Europa provocó un alto índice de mortalidad entre los sacerdotes, así que las personas comunes y corrientes tuvieron que intervenir. Durante la Guerra de Secesión, las familias estadounidenses recurrieron al embalsamamiento para preservar los cuerpos de quienes morían en lugares lejanos a fin de que pudieran ser devueltos a sus casas tiempo después para ser sepultados ahí. Esos esfuerzos ayudaron al nacimiento de la industria funeraria moderna. Los Jemeres Rojos en Camboya dejaron a muchas de sus víctimas en fosas comunes. Así que los deudos decidieron entonar cánticos frente a las pertenencias de sus difuntos.
Esos cambios estaban destinados a suceder antes de que ocurrieran las tragedias, dijeron los historiadores. Sin embargo, las crisis aceleraron los cambios, y estos perduraron porque satisficieron una necesidad compartida. Con base en los comentarios de los historiadores, Theresa, tu clase sobre el arte de morir quizá sea más relevante ahora que nunca.
“En los próximos meses veremos qué más puede significar la palabra ‘funeral’”, dijo Amy Cunningham, directora funeraria en Brooklyn, Nueva York, y profesora de ese curso.
Las figuras de autoridad como los directores funerarios y los clérigos tal vez se vuelvan menos centrales en el proceso del luto. “Creo que veremos un cambio radical en la democratización de la autoridad, en quiénes tienen el derecho de oficiar un funeral”, dijo Priya Parker, conductora de un nuevo podcast llamado “Together Apart”, sobre cómo puede seguir conectándose la gente durante esta crisis.
Los funerales en línea podrían acabar con los límites del ritual: el tamaño, la ubicación, el costo. Los elogios fúnebres podrían adoptar una nueva forma. “Tal vez podamos imaginar comentarios grabados de seres queridos que mantienen la práctica del distanciamiento social, palabras para recordar a los difuntos filmadas en diversos sitios de importancia para ellos: una mecedora en un pórtico trasero, un estanque de pesca local, un camino preferido de senderismo, el sitio de una primera cita”, escribió el reverendo Cody J. Sanders, un capellán bautista estadounidense de la Universidad de Harvard.
Theresa, estás en la vanguardia, aunque nunca quisiste que fuera así. Gracias al tiempo que invertiste en tu clase del arte de morir, quizás estés mejor preparada que otros. ¿Te sirve de consolación pensar que eres parte de un cambio histórico y que tienes la oportunidad de encontrar tus propias soluciones y ayudar a otros compartiéndolas? Espero que así sea.
Mi más sincero pésame,
Jodi Kantor
(c) The New York Times 2020