Entender la pandemia del coronavirus requiere ponerse al día tanto con la epidemiología como con la semántica.
Funcionarios del gobierno y profesionales de la salud hablan de tasas de mortalidad, de aplanar la curva y de aislamiento y asumen que todos sabemos lo que eso significa. Pero los términos tienen significados que varían de país a país, de estado a estado e incluso entre ciudades y personas que hablan el mismo idioma.
Los funcionarios utilizan las mismas frases al referirse a pruebas masivas, mortalidad y número de casos pero describen situaciones muy distintas. Eso dificulta mucho dar respuestas claras a preguntas muy vitales: ¿Cuán grave está la situación? ¿A dónde se dirige?
La gente busca dilucidar la respuesta al comparar a su país con otros que están más adelantados en el curso de la epidemia. Pero si las palabras son confusas o se usan de distintos modos, las comparaciones fallan. Del mismo modo, las estadísticas y el vocabulario ofrecen una falsa sensación de precisión cuando, en realidad, la información que tenemos muestra solo una fracción de lo que sucede.
“Los nuevos casos o muertes cada día se reportan como números exactos y estamos capacitados para tomarlos al pie de la letra”, dijo Mark N. Lurie, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown. “Pero están lejos de ser exactos, son profundamente imperfectos y su significado varía de lugar a lugar y de periodo en periodo”.
‘Casos confirmados’
Recientemente Estados Unidos alcanzó un hito que llamó la atención al aventajar a China como el país con el mayor número de infecciones reportadas. Pero existe una gran incertidumbre respecto a si en realidad hay más casos estadounidenses y si las cifras reflejan bien la realidad.
Hay una enorme variabilidad entre las pruebas que realizan los países para detectar el virus y también en el modo que tienen de reportar las cifras, y los expertos dicen que la mayoría de las infecciones se quedan sin detección. Así que los totales nacionales que se difunden son retratos incompletos y aproximados que tal vez no sean del todo comparables.
Y eso es si asumimos que los países están siendo transparentes con sus datos.
Los funcionarios en Estados Unidos aseguran que China, que ha reportado más de 82.000 infecciones, ha minimizado la epidemia. Hasta esta semana, el gobierno de China ha excluido del conteo a los pacientes que dieron positivo en la prueba pero no mostraron síntomas.
China tampoco dice cuántas pruebas ha realizado y se ha cuestionado sobre si ha hecho pruebas ampliamente en Xinjiang, la provincia donde hay cientos de miles de musulmanes recluidos en campos de adoctrinamiento.
Son pocos los países que han llevado a cabo pruebas de manera exhaustiva. Y, por supuesto, entre más pruebas se llevan a cabo, más casos se identifican.
Japón, que relativamente tiene pocos casos, solo ha realizado unas 500 pruebas por cada millón de habitantes, lo que causa temor de que el virus esté propagándose sin que se le detecte. En Gran Bretaña existen inquietudes similares —hasta ahora se han realizado 2400 por millón de habitantes, una cifra baja para los estándares de Europa occidental—, en donde, además, se incluyen relativamente muy pocos trabajadores sanitarios.
En contraste, Corea del Sur ha administrado pruebas a más de 8.000 personas por millón y Noruega a 17.000 por millón.
En Estados Unidos, las autoridades estatales y locales recaban las cifras de los laboratorios públicos y privados pero puede ser como hablar de peras y manzanas: algunos laboratorios reportan la cantidad de pruebas realizadas, algunos reportan cuántas personas recibieron pruebas y otros reportan solo los resultados positivos.
El Proyecto de Rastreo de la COVID-19 de The Atlantic, ha intentado recopilar todas las estadísticas de Estados Unidos y reporta más de 1,2 millones de pruebas hasta el momento, es decir más de 3600 por millón de habitantes.
‘Pruebas generalizadas’
El presidente estadounidense, Donald Trump, se ha jactado de que más personas en Estados Unidos se han hecho la prueba que en cualquier otro país, aunque en términos per cápita muchos países han realizado más pruebas. Pero lo que importa no solo es cuántas personas se han hecho la prueba sino también cuándo y quiénes son. Una vez más, hay diferencias entre países respecto a lo que las cifras significan.
Algunos cuantos países, como Corea del Sur, Australia y Singapur, tomaron con seriedad el asunto de hacer pruebas masivamente. Usaron la información recopilada para llevar a cabo programas ambiciosos de rastreo de contactos para encontrar y hacer la prueba a quienes habían estado en contacto reciente con las personas infectadas, incluso si no presentaban síntomas.
Eso les permitió contar con una imagen muy completa del panorama del brote en un momento en que las cifras de infección todavía eran manejables e hizo posible demorar la propagación.
Alemania llevó a cabo más pruebas y rastreo de contactos de manera temprana que la mayoría de Europa, aunque no a la misma escala que Corea del Sur, Australia y Singapur.
Pero la mayoría de los países con grandes cantidades de casos han llevado a cabo menos pruebas, han esperado más tiempo para realizarlas en masa y han hecho pocos esfuerzos para rastrear contactos. Van tras el virus y aumentan la realización de pruebas una vez que los brotes ya se han multiplicado. Detectan más casos, pero para entonces ya es difícil saber cuánto del crecimiento se debe a la expansión de la epidemia y cuánto a la expansión de la vigilancia. Incapaces de cubrir la demanda, a menudo limitan la administración de pruebas solo a los pacientes más enfermos y a los trabajadores sanitarios.
Un ejemplo claro es Estados Unidos, donde alrededor del 90 por ciento de las pruebas que se han hecho hasta ahora ocurrieron durante las últimas dos semanas. Médicos, pacientes y funcionarios locales y estatales reportan que aún no se llevan a cabo suficientes pruebas y hay personas enfermas a las que rutinariamente se les dice que no están tan graves para justificar que se les haga la prueba.
‘Tasas de mortalidad’
Se ha repetido una y otra vez: Italia y España tienen altas tasas de mortalidad entre los pacientes de coronavirus, las de Alemania son bajas y las de China están en algún punto intermedio.
Pero tal vez no sea tan simple. Llevar la cuenta de los fallecidos es un ejercicio tan imperfecto e inconsistente como llevar la cuenta de los infectados.
Hay reportes recientes que dicen que las funerarias de Wuhan, China, donde se descubrió la enfermedad, han ordenado miles de urnas más de lo habitual, algo que sugiere que la suma de muertes es mucho más elevada que los 2535 fallecidos oficiales.
Los brotes en Wuhan y partes de Italia y España han sobrepasado la capacidad de los hospitales y forzaron a muchas personas a enfrentar la enfermedad solas en casa. Nadie sabe cuántas personas se han muerto o recuperado sin haber recibido la prueba.
Francia e Italia han reportado cifras de fallecimientos que en general solo incluyen a aquellos que murieron en hospitales. En Alemania hay incluso pacientes hospitalizados excluidos de las cifras porque no se acostumbra hacer pruebas post mortem.
Y si solo los pacientes graves están siendo sometidos a la prueba, entonces el número de infecciones parecerá más pequeño y el porcentaje de muertes parecerá más alto.
La tasa de mortalidad aparentemente baja de Alemania —alrededor del 1 por ciento de los infectados— podría deberse en parte a que han aplicado pruebas ampliamente a quienes están saludables, presentan síntomas leves o están asintomáticos y a un criterio más limitado al hacer pruebas a los muertos.
‘El pico de infección’
Los funcionarios a menudo hablan del momento en que la epidemia alcanza un pico o se estabiliza, cuando un país “aplana la curva”. Sin embargo, rara vez especifican a qué se refieren con pico. Y ¿cómo podemos estar seguros de que este ha quedado atrás?
Cuando un brote crece sin control, cada día hay más personas que se infectan y mueren que el día anterior. Italia pasó de reportar unos cuantos cientos de nuevas infecciones detectadas diariamente a principios de marzo a más de 6500 el 21 de marzo.
La aceleración no puede continuar indefinidamente y, lo que es más importante, Italia ha reforzado el distanciamiento social, algo que en apariencia ha ralentizado la transmisión del virus. Desde el 21 de marzo las infecciones han oscilado entre las 4000 y las 6000 diarias. A pesar de los problemas que hay con las cifras disponibles y de los peligros de sacar conclusiones solo a partir de unos cuantos días, parece estar claro que después de casi dos semanas Italia ha pasado un momento crucial.
En la gráfica, la curva que muestra la cuenta diaria de nuevos casos ha pasado de un aumento brusco a un movimiento lateral —la curva se ha achatado— he incluso ha empezado a moverse hacia abajo.
Ese es un giro para bien: la tasa de propagación del virus se ha ralentizado. Falta más tiempo para dar otro giro: el de la tasa de personas que mueren. Pero eso también parece haberse estabilizado en Italia y, la semana pasada, fluctuaba alrededor de 800 fallecimientos diarios.
Pero incluso cuando dichas curvas se aplanen, la epidemia no habrá “alcanzado el pico” en otra medida crucial: la del número de casos activos. Esa cifra seguirá aumentando hasta que el número de pacientes —ya sea fallecidos o recuperados— sea mayor que el número de nuevas infecciones.
Para aliviar la pasmosa carga a los sistemas de salud, la curva de casos activos también se debe achatar y luego caer.
‘Cuarentena’ o ‘cierres de emergencia’
Más de 2000 millones de personas, entre ellas la mayoría de estadounidenses, viven ahora bajo algo que en inglés suele llamarse lockdown o cierre. Pero no existe una definición establecida de lo que significa esa palabra —u otros términos relacionados como distanciamiento social, cuarentena, aislamiento u orden de inamovilidad— así que los detalles de la medida difieren en cada lugar.
Los cierres establecen distintas excepciones según el tipo de trabajo, circunstancia personal o ejercicio. Algunos permiten las reuniones de hasta diez personas o solo de cinco, o prohíben los grupos de cualquier tamaño; en algunos casos los funerales son excepciones a la prohibición de congregarse y en otros no lo son.
La mayor diferencia puede que radique en el modo en que se hace respetar la medida. En algunos lugares, como aquellos con cierres en Estados Unidos, en general se confía en que las personas seguirán las reglas sin necesidad de hacer uso de la fuerza.
Pero Italia y otros países han desplegado a soldados para asegurar el cumplimiento y la policía francesa ha multado a miles de personas que violaron las restricciones. En China, además de las fuerzas de seguridad, se movilizó a un ejército de voluntarios para aumentar la presión social de obedecer al mandato de aislarse en casa.
Y el 1 de abril, el presidente Rodrigo Duterte de Filipinas amenazó con que se dispararía a quienes hicieran caso omiso de la orden de quedarse en casa.
La experiencia italiana ilustra la laxitud del término. Ha transitado por distintas fases de restricción al ir aplicando las medidas de manera progresiva a más personas, haciéndolas más estrictas y aumentando la vigilancia.
Hace unas semanas, una persona podía viajar por Italia si tenía motivos familiares o laborales válidos. Ahora las personas que caminan demasiado lejos de sus casas para actividades no esenciales son multadas.
(c) The New York Times 2020