Para comprender lo que se avecina, los epidemiólogos estudian los lugares que fueron afectados primero. Aquí seleccionamos algunas lecciones de los frentes de combate contra esta enfermedad:
En primer lugar, tenemos una serie de herramientas que funcionan. Incluso para los países que fallaron en su respuesta inicial, como Italia y Estados Unidos, hay esperanza: el distanciamiento social logra frenar el contagio, y lo hace rápidamente, a unas cuantas semanas de la implementación de medidas estrictas.
Tanto Italia como Irán parecen haber dejado atrás lo peor de esta ola de COVID-19, según las cifras de detección de nuevos casos. Pero, aunque el surgimiento de nuevos casos se ha ralentizado, las muertes continúan a un ritmo elevado porque a menudo las personas fallecen hasta cuatro semanas después de haberse infectado.
En Estados Unidos, dos de las primeras zonas que sufrieron brotes fueron el área de Seattle y New Rochelle (un suburbio de Nueva York). En ambos casos hubo respuestas firmes: en New Rochelle se implementó una controvertida zona de contención y el estado de Washington colaboró con las grandes empresas para que la gente trabajara desde sus casas.
Eso fue efectivo. New Rochelle ya no es un gran punto de contagio y Washington también aplanó su curva, como lo muestra la caída de las hospitalizaciones por coronavirus.
Aunque en todo Estados Unidos las infecciones confirmadas siguen aumentando rápidamente, una señal de esperanza es que los termómetros conectados a internet de Kinsa Health muestran una tendencia a la baja en las fiebres en la mayor parte del país (esto refleja todo tipo de fiebres, no solo las causadas por la COVID-19, y hay que recordar que algunas personas infectadas son asintomáticas).
En general, esto es una excelente noticia. Al principio, los epidemiólogos simplemente no sabían cuán bien funcionaría el distanciamiento social. Ahora está más claro: tenemos las herramientas para salvar vidas, si las usamos.
En segundo lugar, miles de personas seguirán muriendo debido a los errores y la autocomplacencia del pasado.
Una pandemia es como un buque petrolero: continúa avanzando mucho después de que se han activado los frenos. En China, no hubo una caída significativa en las muertes sino hasta que transcurrió un mes de la imposición de los controles. Los beneficios del distanciamiento social tardarán un tiempo en expandirse a través del sistema estadounidense, y continuarán registrándose nuevas infecciones y muchas más muertes.
El Instituto de Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington tiene un modelo que se actualiza de manera constante y que predice que la cifra diaria de muertes en los Estados Unidos aumentará hasta el 16 de abril y luego disminuirá lentamente. Se estima que, para principios de agosto, más de 93.000 estadounidenses habrán muerto por la COVID-19.
(Interrumpo esta desolación con una dosis de optimismo: en Oregon, William Lapschies, de 103 años, contrajo la COVID-19 a principios de marzo, pero se recuperó a tiempo para celebrar su cumpleaños número 104 con pizza y pastel de chocolate el miércoles. ¡Feliz cumpleaños número 104, señor Lapschies!)
Más malas noticias: las tasas de letalidad han aumentado y la mortandad podría ser mayor de lo que muchos esperaban. Alemania fue aclamada por tener una tasa de letalidad de solo 0,5 por ciento, y la de Corea del Sur no era mucho más alta; ahora ambos países tienen tasas de letalidad superiores al 1 por ciento.
En los modelos del virus que mi colega Stuart A. Thompson y yo publicamos, utilizamos una tasa de letalidad del 1 por ciento. Pero si la tasa de letalidad por edad de Corea del Sur se aplica a la demografía estadounidense, la tasa de letalidad de los casos registrados en el país es del 2 por ciento aproximadamente, según Christopher Murray, director del Instituto de Medición y Evaluación de la Salud.
La gran mayoría de las muertes en los Estados Unidos pudieron evitarse. Corea del Sur y Estados Unidos detectaron sus primeros casos de coronavirus el mismo día, pero Seúl gestionó mucho mejor su respuesta. El resultado: los surcoreanos solo han sufrido 174 muertes por coronavirus, equivalentes a 1100 de una población del tamaño de la de Estados Unidos.
Esto sugiere que podríamos perder 90.000 estadounidenses en esta ola de infecciones porque Estados Unidos no manejó la crisis tan bien como lo hizo Corea del Sur. El viernes por la noche, Estados Unidos ya había registrado más de 7000 muertes.
En tercer lugar, aunque podamos aplanar la curva, volverá a subir cuando relajemos el distanciamiento social.
Estas son más malas noticias, ya que parece que muchas personas creen que una vez que superemos uno o dos meses sombríos, la pesadilla habrá terminado. Pero el virus es resistente, y los expertos en salud advierten que esta podría ser solo la primera oleada de muchos brotes de infecciones hasta que se obtenga una vacuna en algún momento de 2021.
Incluso Japón, después de su éxito inicial, está presentando un aumento en las infecciones, mientras que China y Corea del Sur luchan con infecciones importadas. Eso parece que será inevitable a medida que las economías se reinicien y se reanuden los viajes.
“Existe el hecho biológico de que, aun en Corea del Sur, las personas que no han sido infectadas no son inmunes, y tan pronto como se termine el distanciamiento social volverán a ser vulnerables”, señaló Mark Poznansky de la Escuela de Medicina de Harvard.
Eso también es cierto en el caso de Estados Unidos.
“Solo estamos viendo la primera ola”, señaló Murray, quien estima que en junio alrededor del 95 por ciento de los estadounidenses todavía seguirán siendo susceptibles al virus.
“El mundo está en llamas con este virus”, dijo Michael Osterholm, epidemiólogo de la Universidad de Minnesota, y esto significa que incluso si un país logra apagar el incendio, seguirán llegando chispas de otros lugares que ocasionarán nuevos brotes. Y agregó: “Creo que las transmisiones continuarán durante algún tiempo”.
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