Aquí en la Tierra, el brote de coronavirus estaba abatiendo la vida, la subsistencia y la normalidad. Parecía que hacía falta una bendición que se extendiera por todo el país. Así que un sacerdote ascendió en un pequeño aeroplano que retumbaba sobre las cabezas a una distancia segura, en términos epidemiológicos, de las adversidades que había abajo, y enarboló una vasija sagrada de oro desde una cabina convertida en púlpito.
Antes de que volara sobre Líbano, un soldado de un puesto de control del aeropuerto le preguntó al reverendo Majdi Allawi si llevaba cubrebocas y había usado gel antibacterial.
“Jesús es mi protección”, señaló Allawi, quien pertenece a la iglesia católica maronita. “Él es mi gel antibacterial”.
La religión es el consuelo al que recurren en primera instancia miles de millones de personas que enfrentan una pandemia para la cual hasta ahora los científicos, los presidentes y el mundo laico no parecen tener muchas respuestas. Con la escasez tanto de gel antibacterial como de liderazgo, el temor al coronavirus ha acercado aún más a la religión y a los rituales a los devotos del mundo.
Pero lo que es bueno para el alma, quizá no siempre es bueno para el cuerpo.
Los creyentes de todo el mundo están entrando en conflicto con las advertencias de las autoridades de salud pública sobre que se deben limitar las concentraciones comunitarias, la base de muchas prácticas religiosas, a fin de combatir la propagación del virus. En algunos casos, el fervor religioso ha orillado a la gente a buscar curas que no tienen fundamentos científicos; en otros, las ha llevado a lugares sagrados o a practicar ritos que pueden aumentar el riesgo de contagio.
En Birmania, un monje budista importante anunció que una dosis de limón y tres semillas de palma —ni una más ni una menos— proporcionarán inmunidad. En Irán, algunos peregrinos fueron filmados lamiendo sagrarios chiitas musulmanes para protegerse del contagio. En Texas, el predicador Kenneth Copeland mezcló el evangelismo a distancia con la medicina a distancia y se presentó en televisión con una mano temblorosa estirada hacia las cámaras mientras afirmaba que podía curar a los creyentes a través de sus pantallas.
El respaldo de las prácticas religiosas ha adquirido un carácter de mayor urgencia, justo cuando las autoridades religiosas intentan restringirlas.
Un farmacólogo egipcio de 31 años, Ahmed Shaban, viajó a Arabia Saudita este mes para hacer una peregrinación al lugar de nacimiento y tumba del profeta Mahoma. Millones de musulmanes atestan ese lugar cada año, y muchos de ellos se detienen a besar la Kaaba, el cubo negro y dorado de La Meca, el santuario más sagrado del islam.
“En momentos de penurias, temores o pánico”, comentó Shaban, “piensas: ‘¿Cómo puede Dios hacernos esto?’ o corres hacia Él para que te proteja y te oriente, para que le dé sentido a todo”.
El día que Shaban había programado su visita, el gobierno saudita suspendió todas las peregrinaciones a La Meca y Medina por tiempo indefinido. Este mes, la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén cerró sus puertas, por lo que no hubo excepciones: los tres lugares más sagrados del islam ahora estaban restringidos.
Al menos desde el punto de vista médico, fue por una buena decisión: los brotes de coronavirus se han vinculado a una iglesia de Corea del Sur, a una congregación de 16.000 devotos en una mezquita de Malasia y a una comunidad de judíos ortodoxos en Nueva Rochelle, Nueva York.
No obstante, el distanciamiento social puede hacer que los fieles se sientan alejados de Dios. ¿Cómo recibes el cuerpo y la sangre de Cristo cuando el cáliz puede ser un vector? ¿Cómo sientes la calidez de la oración comunitaria, la experiencia que conduce a los devotos a templos de oración en todo el mundo, en la fría luz de un servicio transmisión en vivo?
Las recomendaciones espirituales de las autoridades religiosas son redirigir las energías de los devotos hacia el interior.
David Lau, el rabino principal askenazí en Israel, convocó a los judíos a decir 100 bendiciones al día, como lo hizo el rey David cuando se enfrentó a una plaga. El rabino sefardí Yitzhak Yosef exhortó a los judíos a “pedirle al todopoderoso que detenga la epidemia y que deje su trono del juicio y mejor se siente en el trono de la misericordia”.
El patriarca copto de Egipto, Teodoro II, dijo que la pandemia era un llamado al arrepentimiento. “Si existen diferencias entre las personas, este es el momento de reconciliarse”, dijo en un sermón.
En un mundo donde se han eliminado tantas rutinas, muchas personas atesoran los ritos en sí.
“En mi vida en general, tomo precauciones contra el virus, pero la comunión es el cuerpo y la sangre de Cristo”, comentó Monica Medhat, una mujer cristiana copta de 26 años que trabaja como ejecutiva de una fábrica de cerveza egipcia. “Nada la puede infectar”.
En todo caso, estos tiempos han fortalecido su fe. “Creo que todos morimos cuando estamos destinados a morir”, afirmó. “No importa si es por un virus o en un accidente automovilístico. Dios nos ayude a todos”.
Es posible que la gente, sin saberlo, ya haya propagado el virus en nombre de la devoción.
Pese a las recientes prohibiciones de Nueva York a las reuniones masivas, se llevaron a cabo muchas bodas muy concurridas en las comunidades de judíos jasídicos en Brooklyn, dentro de las cuales se ha reportado un aumento de casos confirmados en los últimos días.
Irán es el país con uno de los peores brotes y decenas de sus principales santuarios musulmanes chiitas han permanecido abiertos a las multitudes durante semanas incluso después de que el coronavirus dejó conmocionado al país.
Cuando el gobierno finalmente escuchó las súplicas de los funcionarios de salud y cerró dos santuarios populares en las ciudades de Mashhad y Qom el lunes, según los medios estatales iraníes, las multitudes de devotos presionaron gritando: “¡El presidente está muy equivocado al hacer esto!”.
India también se ha rehusado a cancelar un festival anual que comienza el miércoles en honor al dios Ram, conocido también como Rama. En épocas normales, este atrae hasta un millón de personas a Ayodhya, que, según algunos es el lugar de nacimiento de Ram, en el estado del norte de Uttar Pradesh.
El Estado ha pedido a los devotos que celebren en casa este año. Sin embargo, los organizadores siguen adelante. “La gente tiene la oportunidad de vislumbrar al Señor Rama”, señaló Vinod Bansal, vocero nacional del grupo Vishva Hindú Parishad. “No es adecuado que la privemos de esta oportunidad”.
Muchas religiones se están adaptando a esta nueva realidad.
Los centros de culto están cerrados o vacíos. El agua bendita se salpica desde botellas individuales y no de pilas. Se ha suspendido la oración de los viernes en todo Medio Oriente. Los almuédanos en Cisjordania y Kuwait suplican a los devotos que no vayan a la mezquita, sino que recen en casa.
En Israel, las tres religiones abrahámicas principales han buscado atender a los devotos sin ponerlos en riesgo.
La plaza del Muro de los Lamentos se ha subdividido en pequeñas áreas de oración para evitar grandes concentraciones, y las sinagogas celebraron servicios con grupos más pequeños y les dijeron a las personas en alto riesgo de infección que permanecieran en casa. Las iglesias de Cisjordania fueron cerradas. En el Monte del Templo en Jerusalén, conocido entre los musulmanes como el Santuario Noble, solo se permitió que los musulmanes oraran afuera.
El internet ofreció una forma estéril de rezar desde casa. La misa del papa fue transmitida en vivo. También sucedió así con un rito de quema para disipar el virus en el templo budista de Kinpusen-ji en Japón. Las iglesias de Corea del Sur ofrecieron servicios solo por YouTube por primera vez desde que se tiene memoria.
En medio de la angustia por el coronavirus, tal vez era inevitable que algunas personas interpretaran la pandemia como un mensaje divino, pero era menos claro lo que quería decir.
Algunos musulmanes egipcios expresaron en redes sociales que estaban convencidos de que Dios estaba azotando a los países no musulmanes al darles el virus, sin saber, al parecer, que en Egipto se han registrado casi 200 casos y tal vez muchos más que no se han contabilizado. Algunos islamistas, en especial los partidarios de la secta prohibida de los Hermanos Musulmanes, atribuyen el brote a un castigo por el apoyo público de los egipcios a la toma de control del Ejército que puso en el poder al dirigente autoritario Abdulfatah el Sisi en 2013.
Algunas personas buscaban remedios terrenales inspirados en poderes superiores.
La semana pasada, apareció un video de activistas hindúes en India bebiendo orina de vaca para evitar el coronavirus. En el hospital del gobierno libanés donde están atendiendo a los pacientes infectados, hace poco llegó una mujer cargando una mezcla de agua bendita y tierra procedente del mausoleo de San Charbel, a quien los libaneses cristianos rinden culto. Se dice que algunos cristianos estaban bebiendo soluciones similares como medida de prevención.
Los directores del hospital hicieron pruebas a la tierra y, como determinaron que no era dañina, permitieron que se conservara para los pacientes a los que les proporcionaba alivio. ¿Quiénes eran ellos para juzgarlos?, dijo uno de los funcionarios del hospital.
De cualquier modo, ya era hora de que hubiera un milagro.
(c) The New York Times 2020
Hwaida Saad colaboró con este reportaje desde Beirut; Declan Walsh y Nada Rashwan, desde El Cairo; David M. Halbfinger, desde Jerusalén; Mohammed Najib, desde Ramala, Cisjordania; Elisabetta Povoledo, desde Roma; Choe Sang-Hun, desde Seúl; Hannah Beech, desde Singapur, y Motoko Rich, desde Tokio.