Soy doctora en el Reino Unido; estamos en camino hacia el abismo

Por Jessica Potter

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Un cartel de "No ingresar"
Un cartel de "No ingresar" y con información del Servicio Nacional de Salud (NHS) sobre el coronavirus en la entrada de una cirugía de médicos en el norte de Londres (REUTERS / John Sibley)

LONDRES — Hace diez días, me pidieron ver a un paciente. Soy especialista en enfermedades respiratorias en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de Londres, así que no me sorprendió que el paciente necesitara un respirador. Me pareció bastante común. Sin embargo, resultó que el paciente tenía coronavirus: el primer caso de nuestro hospital y una de las 2000 personas que han dado positivo en el Reino Unido hasta ahora. No usé mascarilla. Pronto empecé con tos.

Aunque no he padecido fiebre ni disnea, me ordenaron aislarme durante catorce días. Así estoy ahora, en autoaislamiento. No soy la única del hospital. Tan solo bastó un paciente con COVID-19 para que una cuarta parte de nuestro personal no directivo se fuera con tos y resfriados que normalmente habríamos superado. Un solo caso de coronavirus ha desatado el caos en nuestro hospital.

Es un microcosmos de lo que podría venir. El Reino Unido tiene menos camas de cuidados intensivos que la mayoría de los países europeos. Los índices de ocupación son altos, y hacemos grandes esfuerzos todos los días con el fin de dar de alta al número necesario de personas para tener espacio disponible para nuevos pacientes. Aunque haya alguna cama disponible, no tenemos enfermeros para atenderla. Una década de recortes y subfinanciamiento nos han dejado expuestos a un nivel peligroso. Este es el invierno perpetuo del Sistema Nacional de Salud (NHS, por su sigla en inglés).

Durante la última semana, he estado marginada, observando desde el exterior. Observando mientras mis colegas se preparan para el largo camino que nos queda por delante, descansando cuando pueden, apoyando procedimientos para atender a pacientes infectados, capacitándose entre sí y haciendo planes para cuando estén enfermos y de cómo aislarse de sus familias. Observando mientras se hacen planes para cancelar la atención médica que no sea de emergencia y desplegar al personal en la vanguardia.

Se usarán todas las manos disponibles. Se han cancelado las rotaciones a nuevos departamentos y hospitales: yo permaneceré en cuidados intensivos y doctores de otros departamentos vendrán conmigo al frente de batalla. Mis planes de trabajar medio tiempo se han diluido. No obstante, esta es mi vocación: en todo momento somos médicos. Cuando se nos pide dar un paso adelante, solo hay una respuesta.

A medida que la gente con coronavirus inunde nuestros pasillos, los hospitales serán llevados al punto de quiebre. El Reino Unido es un país rico y tal vez le vaya mejor que a otros. Sin embargo, el NHS está a punto de reventar tras años de subfinanciamiento. Una década de recortes impuestos por gobiernos conservadores consecutivos ha desmantelado y privado de recursos a los servicios médicos. El ánimo del personal es bajo y la retención, precaria. Ya estamos trabajando al cien por ciento de nuestra capacidad.

Cuando nuestros hospitales estén saturados y debamos decidir cómo distribuir los recursos escasos, ¿cómo elegir a quién darle un respirador y a quién no? Italia está cerca de ese punto, y su servicio de salud tiene muchas más camas de cuidados intensivos por persona que el Reino Unido. ¿Le tendré que decir a alguien que no podremos tratar a su ser querido porque no tenemos respiradores, oxígeno, sondas, mascarillas, hospitales, personal? ¿En ese momento impondremos un límite de edad, como están considerando hacerlo algunos hospitales en Italia, o entrará en juego una especie de noción de “merecimiento”?

La estrategia del gobierno se centra en aplanar el pico de la epidemia y, al mismo tiempo, asegurar que el público no desista del autoaislamiento justo en el momento equivocado y salga a la calle a meterse en el ojo del huracán. Por lo tanto, a diferencia de otros países, aún no estamos en un cierre total. Después de una semana con claustrofobia, puedo entender que no se desee obligar a un aislamiento antes de lo necesario.

Sin embargo, me preocupa cómo podemos saber en qué punto de la curva epidémica estamos. ¿Les hemos hecho la prueba a suficientes personas? ¿Y si el cierre de emergencia llega demasiado tarde? ¿Estaremos saturados demasiado pronto? En todo el NHS, este invierno ha habido pacientes en los pasillos y cirugías canceladas. ¿Cuánta gente morirá porque hemos trabajado al borde del colapso durante demasiado tiempo?

No soy epidemióloga. No pretendo conocer la estrategia adecuada. No obstante, si el Reino Unido llega a sufrir algo parecido a lo que hemos visto en otras partes, estaremos en camino a una tragedia.

Algo seguro es que, con 100.000 puestos vacantes de por sí, el NHS no sobrevivirá esta crisis si no se protege y respeta a su personal. En 2018, dos terceras partes de los médicos en su segundo año de capacitación decidieron no hacer una especialización. Nos piden hacer más con una menor remuneración mientras hay colegas que son crucificados injustamente porque el sistema les ha fallado. Para agregar sal a la herida, nos han dado mascarillas obsoletas para protegernos.

Ya sabemos que nuestros homólogos en Italia, China y otras partes han dado la vida por la vocación que eligieron. Durante años, los trabajadores dedicados a la atención médica han estado sonando las alarmas sobre la crisis del NHS y han instado al gobierno a que otorgue un mayor financiamiento a nuestros hospitales y mejores condiciones laborales para el personal sanitario.

Conforme se intensifique la crisis del coronavirus, se nos deben proporcionar los medios para protegernos a nosotros y a nuestros pacientes, en particular a los más vulnerables. Merecemos transparencia. Exigimos honestidad. Sin eso, no sé cuánta gente permanecerá en el servicio médico después de que todo esto termine.

Y en estos momentos, ya sentimos que estamos en camino hacia el abismo.

Jessica Potter es una doctora especialista en enfermedades respiratorias que trabaja en Londres y es miembro de EveryDoctor, una organización que realiza campañas por los derechos laborales de los médicos

Copyright: c.2020 The New York Times Company

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