A medida que el nuevo coronavirus avanza por el mundo derrumbando mercados, restringiendo los viajes a nivel global y suspendiendo las clases para cientos de millones de niños, los gobiernos buscan con desesperación formas de contenerlo.
China, el lugar donde apareció por primera vez, dice que tiene la respuesta.
Para sorpresa de algunos, parece que el país que en un inicio ocultó y gestionó mal el brote, ya lo está controlando… al menos según sus cifras oficiales. En estos últimos días, ha disminuido de manera drástica el número de casos nuevos a la vez que están apareciendo contagios en otros países. La Organización Mundial de la Salud ha aplaudido la respuesta de Pekín.
El sábado, los funcionarios reportaron solo 99 casos nuevos (de los cerca de 2000 que había diariamente apenas hace una semana) y por segundo día consecutivo, no se detectó ninguno en la provincia de Hubei, excepto en su capital, Wuhan, el epicentro del brote.
China afirma que la tendencia demuestra que sus medidas de contención —que incluyen el confinamiento de casi 60 millones de personas en Hubei, además de una cuarentena estricta y restricciones de viajes para cientos de millones de ciudadanos y extranjeros— están funcionando. También ha comenzado a tratar de presentar estos esfuerzos como exitosos en su propaganda dentro y fuera del país.
El resto del mundo, que en muchos lugares está atemorizado con sus primeros casos, lo ha tomado en cuenta. Pero también existen inquietudes acerca de que las cifras de China sean erróneas o estén incompletas. La verdadera prueba será si el virus vuelve a brotar cuando los niños regresen a las aulas y los trabajadores a las fábricas, y cuando las personas que tienen que trasladarse comiencen a volver a usar los autobuses o el metro.
La estrategia contundente de China plantea interrogantes más de fondo para otros países. Su campaña ha tenido un costo muy alto para los medios de subsistencia de la población y la libertad a nivel personal. Incluso los países que puedan copiar a China, deben preguntarse si el remedio no es peor que la enfermedad.
“Creo que hicieron una labor estupenda en el combate al virus”, señaló Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota. “Pero no sé si es sustentable. ¿Qué han logrado en realidad los chinos? ¿En verdad han contenido al virus? ¿O solo lo han inhibido?”
En otros países, Italia, Corea del Sur e Irán están teniendo dificultades para controlar la diseminación del virus. En Estados Unidos, donde ahora existen más de 400 casos confirmados, han criticado al gobierno por reducir el despliegue de los kits de pruebas clínicas y permitir que el virus se propagara a las comunidades vulnerables, como en un asilo de ancianos en Seattle. Ahora, el brote amenaza con alcanzar un crecimiento a nivel global y está intensificando una reacción negativa contra la inmigración y la globalización.
Los países que están analizando la aplicación de la estrategia de China tienen que considerar la forma en que esta ha afectado casi todos los ámbitos de la población de este país.
La economía casi se ha paralizado y muchas pequeñas empresas señalan que tal vez pronto se les agote el dinero. Los pacientes con enfermedades graves están teniendo problemas para encontrar atención médica oportuna, y algunos han muerto. Han puesto a cientos de millones de personas en algún tipo de aislamiento. De acuerdo con China Daily, el periódico del Estado, hasta el vienes, más o menos 827.000 personas aún estaban bajo cuarentena en Pekín.
“Me ha preocupado que solo se enfoquen en controlar el virus”, señaló Jennifer Nuzzo, investigadora principal en el Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud. Nuzzo recomendó una respuesta más mesurada, como las tomadas por los gobiernos de Hong Kong y Singapur. Ahí, los funcionarios aplicaron cuarentenas focalizadas pero no cerraron los centros de trabajo, lo que permitió que sus respectivas economías siguieran funcionando mientras que, hasta ahora, sí han contenido el virus de manera exitosa.
“Debemos tener una perspectiva amplia del impacto que esto implica para la sociedad”, comentó Nuzzo, “y hacer una mejor evaluación de las repercusiones sociales de estas medidas que no solo se enfoque en las cifras”.
Para China, las cifras son fundamentales.
El número de casos que se reportaron el sábado representó una disminución importante en comparación con los de hace dos semanas y media, cuando China registraba cerca de 2000 casos nuevos y hasta 100 fallecimientos al día. El sábado se informó de otras 28 muertes, todas ellas en Hubei.
En cambio, el viernes se reportaron en Italia 48 fallecimientos provocados por el virus.
Según las cifras oficiales, en efecto, la propagación se ha detenido fuera de Wuhan. Excepto uno de los 99 casos de los que se informó el sábado, todos fueron en Wuhan o de personas que habían llegado a China procedentes de otro país.
Estas cifras indican que, cuando se aplican a fondo, las estrictas medidas de confinamiento podrían sofocar la diseminación del virus, afirmó William Schaffner, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad Vanderbilt.
“Este es el experimento más grande relacionado con la salud pública en la historia de la humanidad”, comentó Schaffner. “No pueden desaparecerlo, pero sí lo debilitaron, y eso le proporcionó al resto del mundo un poco más de tiempo”.
No obstante, es abrumador el número total de contagios en China: más de 80.000. Además, existen razones para dudar de las cifras oficiales.
Durante los primeros días del brote, la escasez de kits para realizar pruebas clínicas y de camas en los hospitales significó que no se les pudiera hacer análisis a muchas personas. Es probable que muchos casos leves no se hayan detectado. En estas últimas semanas, el gobierno ha cambiado varias veces la forma de hacer el recuento de los casos, lo cual ha arrojado fluctuaciones importantes en las cifras reportadas, pese a que los expertos afirman que esos ajustes son comunes.
Los especialistas médicos señalan que ha habido pocos indicios de que el gobierno haya realizado pruebas a gran escala para detectar el coronavirus fuera de las instalaciones médicas de Hubei. Según los expertos, hasta que no amplíen el alcance de las pruebas, será imposible determinar la verdadera magnitud de la epidemia debido a que tal vez quienes tengan una infección leve no vayan al médico.
“En este momento, estamos concentrados en la punta del iceberg”, señaló David Hui, director del Centro Stanley Ho de Enfermedades Infecciosas Nuevas en la Universidad China de Hong Kong.
El Partido Comunista en el poder celebra el descenso del brote como una señal de superioridad de su sistema político autoritario y jerárquico que les otorga a los funcionarios un poder casi ilimitado. Pero sus medidas estrictas están poniendo a prueba la paciencia de sus ciudadanos, muchos de los cuales creen que se hubieran podido evitar esas medidas tan drásticas si, en primera instancia, los funcionarios no hubieran ocultado la magnitud del brote ni silenciado a los informantes.
Hay indicios de que la ira y la frustración van en aumento entre los habitantes de Hubei. Los sitios de las redes sociales chinas están inundados de las publicaciones de los residentes que afirman haber perdido su empleo debido a la prolongada cuarentena, lo que ha dificultado pagar los préstamos y las hipotecas. Otros han hablado de escasez de alimentos en su comunidad.
El jueves pasado, como un reproche público poco común al gobierno, algunas personas disgustadas que viven en una comunidad residencial de Wuhan abuchearon a funcionarios de alto nivel cuando estos pasaron caminando por sus vecindarios para hacer una inspección.
“¡Falso! ¡Todo es falso!”, les gritó un residente a los delegados, entre los que estaba Sun Chunlan, un vice primer ministro encargado de dar respuesta al brote por parte del gobierno central.
Más tarde, el Diario del Pueblo, un periódico estatal, dijo que las acusaciones fueron dirigidas a los funcionarios locales del vecindario que habían “simulado” la entrega de vegetales y de carne a los residentes. Sun ordenó que se realizara una investigación inmediata de este asunto.
China desea reactivar su economía fuera de Hubei, pero los funcionarios locales se encuentran también muy presionados para no correr riesgos y disminuir el número de contagios. Pese a que las provincias han reducido su nivel de alerta por el virus, muchas empresas están decidiendo pecar de precavidas. De acuerdo con un informe de Caixin, una revista china muy prestigiosa, algunas compañías han incluso falseado las cifras del consumo de energía para llegar a las metas rigurosas de las empresas que vuelven a operar.
Algunos expertos se preguntan cada vez más si la cuarentena en China dejará de tener sentido a medida que el coronavirus se disemine más. Ellos señalan que debido a la propagación del virus en el mundo y a la dificultad para detectar los casos leves, es poco probable que llegue a eliminarse por completo… ni siquiera en China.
“Sí creo que sea probable que la disminución de los casos signifique que tal vez todas estas impresionantes medidas que se han tomado estén teniendo resultados”, afirmó Marc Lipsitch, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard. “Pero no creo que se llegue a erradicar”.
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