Cómo un acuerdo comercial de Trump logró convencer a los demócratas

En los últimos días de las negociaciones sobre el nuevo acuerdo comercial de Norteamérica del presidente Donald Trump, Robert Lighthizer, el principal negociador comercial del gobierno, hizo un último intento de presionar a los demócratas de la Cámara de Representantes para que aceptaran el pacto. El sábado, Lighthizer llamó a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, para decirle que había reservado un vuelo a México con el fin de firmar el acuerdo comercial corregido.

“Adelante, ve a México”, le dijo Pelosi a Lighthizer, según relató posteriormente la funcionaria demócrata en una reunión privada con su caucus. “Visita el hermoso museo de antropología y come rico”. En otras palabras: no vas a firmar ningún acuerdo todavía. Lighthizer canceló su vuelo, comentó Pelosi.

El jueves, después de meses de disputas y modificaciones importantes para satisfacer las demandas de los demócratas, la Cámara de Representantes aprobó con una abrumadora mayoría el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá: 385 votos a favor y 41 en contra. Esta votación, la cual ocurrió tan solo un día después de que la Cámara de Representantes votó a favor de someter a juicio político al presidente, fue un extraño logro de bipartidismo que le dio a Trump su victoria comercial más importante a la fecha y les dio a los demócratas el acuerdo más progresista de todos los que había negociado su partido hasta ahora.

El acuerdo, también conocido como T-MEC, fue el producto de una sociedad atípica entre Lighthizer y Pelosi, cuyo caucus ejerció un enorme poder dada la necesidad de que el Congreso diera su aprobación. A través de un camino sinuoso de cooperación y política de riesgo calculado, el par negoció un acuerdo que cumple la promesa de Trump de reescribir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y al mismo tiempo satisface casi todas las prioridades demócratas, entre ellas el fortalecimiento de la protección ambiental y las normas laborales.

Las entrevistas con dos docenas de legisladores, asesores y funcionarios y ex funcionarios gubernamentales brindan un vistazo a la manera en que el acuerdo comercial de Trump ganó el apoyo de líderes sindicales y legisladores demócratas como Rosa DeLauro, de Connecticut, y Jan Schakowsky, de Illinois, quienes no habían votado a favor de un acuerdo comercial en más de dos décadas en el Congreso. Se espera que se someta a votación en el Senado a inicios de 2020, donde legisladores como Sherrod Brown, demócrata por Ohio, quien no ha votado a favor de un acuerdo comercial en 25 años, dicen que lo respaldarán.

En contra de las quejas de los republicanos que apoyan el libre comercio y la Cámara de Comercio de Estados Unidos, Lighthizer negoció un acuerdo que fortaleció a los sindicatos mexicanos, elevó barreras para incentivar la fabricación de autos en Norteamérica y eliminó la cláusula del TLCAN que permitía que las corporaciones demandaran a los gobiernos, cambios que reflejan la visión populista de Trump del comercio, pero que también satisfacen a los demócratas en el Congreso.

Los representantes de la industria mexicana y los legisladores republicanos se han quejado sobre el apoyo que ha recibido la que ahora es, en palabras del senador John Thune de Dakota del Sur, el segundo al mando de los republicanos en el Senado, “una proposición de ‘tómalo o déjalo’”.

“Había criticado el acuerdo negociado, y ahora creo que ha empeorado”, comentó el senador Patrick Toomey, republicano de Pensilvania, un reconocido simpatizante del libre comercio.

Lighthizer, un veterano abogado republicano que trabajó en asuntos comerciales en el gobierno de Reagan, comenzó a colocar los cimientos para ganar el apoyo demócrata en 2017 y 2018, durante meses de negociaciones agotadoras con Canadá y México. Lighthizer trabajó de cerca con líderes sindicales como Richard L. Trumka, quien encabeza la Federación Estadounidense del Trabajo y el Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por su sigla en inglés), e insistió en que la política comercial de Trump tenía puntos en común con los demócratas, pues se centraba en la protección de la industria y los trabajadores de Estados Unidos.

Aunque a los demócratas les gustaron algunas de las características de lo que habían firmado Estados Unidos, México y Canadá en noviembre de 2018, seguían pensando que eran insuficientes y sabían que no iban a satisfacer a los sindicatos. Les daba demasiado a las corporaciones multinacionales y tenía muy pocas protecciones laborales y ambientales, aseguraban.

Para Pelosi y otros involucrados también era problemático que no quedara claro si las reglas del T-MEC podían hacerse cumplir por completo.

Los demócratas también enfrentaban un problema político: tenían que hacer los cambios suficientes para asegurar que el acuerdo era suyo, no una nueva versión del tan ridiculizado TLCAN aprobada por Trump. Cuando las negociaciones comenzaron a inicios de este año, no estaba claro si el gobierno podría hacer los cambios suficientes para obtener el apoyo demócrata.

Durante la primavera, Lighthizer visitó el Capitolio para discutir el acuerdo con los demócratas. En junio, Pelosi eligió a nueve legisladores para negociar con Lighthizer y su equipo cláusulas laborales, farmacéuticas, ambientales y de cumplimiento: los cuatro pilares en los que los demócratas habían acordado enfocar sus exigencias.

Compartiendo barras de Clif, pistaches, Cheez-Its, gomitas de fruta y palomitas de microondas, consumidos con tal frecuencia que el personal se quejó sobre el crujido de las bolsas y los restos de las botanas en papeles importantes, los legisladores y los asesores discutieron con Lighthizer y su personal durante seis meses, a menudo en reuniones semanales.

Encabezados por el representante Richard E. Neal, presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, el grupo incluía a representantes de todo el espectro ideológico.

Los representantes Suzanne Bonamici, de Oregon, y Jimmy Gomez, de California, nunca habían participado en una votación sobre un acuerdo comercial. Los representantes Mike Thompson, de California, John B. Larson, de Connecticut, Terri A. Sewell, de Alabama, y Earl Blumenauer, de Oregon, son expertos en las políticas de distritos dependientes del comercio.

Hubo quienes se preguntaron si sería posible obtener el apoyo de DeLauro o Schakowsky, quienes compartían la visión de Trump de que los acuerdos comerciales previos habían provocado la eliminación de los empleos estadounidenses.

Gomez animaba la discusión con improperios y enviaba memes inspiradores de Rocky Balboa al personal del grupo de trabajo. DeLauro, armada con una carpeta llena de papeles y décadas de trabajo con sindicatos, con frecuencia arremetía en contra de las propuestas de cumplimiento de Lighthizer. Sin embargo, luego ella y Lighthizer se lanzaban un beso al despedirse.

A veces, Lighthizer y Neal se iban de las reuniones para deliberar en privado.

“Confianza”, comentó Neal acerca de esas reuniones. “No podía haber filtraciones —solo éramos nosotros dos—, así que me parece que se creó el elemento de la confianza”.

De acuerdo con Neal, un momento crítico llegó el viernes previo a que los legisladores iniciaran un receso de un mes en agosto. Cuando los presentes en el salón guardaron sus papeles y lápices, Neal volteó con Lighthizer y le dijo: “Bob, nada amarga más al pueblo estadounidense en el tema del comercio que la falta de cumplimiento”.

Lighthizer respondió que gobiernos consecutivos habían evitado asegurar el cumplimiento de los acuerdos porque no querían molestar a ciertos grupos de interés o a otros países. “Yo los voy a hacer enfurecer”, agregó Lighthizer.

Para Neal y otros en la habitación, ese intercambio fue la evidencia de que Lighthizer iba a trabajar con ellos para establecer sólidas cláusulas de cumplimiento y defenderlas una vez que se cerrara el acuerdo.

En una oleada de llamadas durante el receso por el Día de Acción de Gracias y hasta el siguiente fin de semana, los negociadores resolvieron los últimos asuntos. Trumka, quien estaba en un viaje de caza de venados, llamó desde la cima de una montaña donde su celular pudo tener recepción.

El martes pasado, la oficina de Pelosi informó a Lighthizer que iba a haber una conferencia de prensa a la mañana siguiente. Las dos partes habían llegado a un acuerdo.

El jueves, antes de la votación en la Cámara de Representantes, Lighthizer de nueva cuenta se paseó por los pasillos de mármol del Capitolio, mientras conversaba con demócratas de la Cámara de Representantes y daba apretones de mano. Cuando Neal le pasó al lado, Lighthizer se detuvo para una última charla.

“Gracias, Bob”, le dijo Neal mientras se alejaba. “Buen trabajo”.

(c) 2019 The New York Times Company