Los estudiantes reservaron sus boletos de regreso a casa al final del semestre, esperando un descanso relajante después de los exámenes y un verano de felices reuniones con la familia en el lejano oeste de China.
En cambio, pronto se les diría que sus padres se habían ido, que sus parientes habían desaparecido y que sus vecinos estaban desaparecidos, todos ellos encerrados en una de los cada vez más amplios campos de detención construidos para albergar a las minorías étnicas musulmanas.
Las autoridades de la región de Xinjiang temían que las situación fuera un barril de pólvora. Y así se prepararon.
La dirigencia distribuyó una directiva clasificada que aconsejaba a los funcionarios locales que arrinconaran a los estudiantes que regresaban tan pronto como llegaran y los mantuvieran callados. Incluía una guía escalofriantemente burocrática sobre cómo manejar sus angustiosas preguntas, comenzando por la más obvia: ¿dónde está mi familia?
“Están en una escuela de formación creada por el gobierno”, comenzó la respuesta prescrita. Si se les presionaba, los funcionarios debían decir a los estudiantes que sus familiares no eran delincuentes, pero que no podían abandonar estas “escuelas”.
El guión de preguntas y respuestas también incluía una amenaza apenas oculta: se les dijo a los estudiantes que su comportamiento podría acortar o extender la detención de sus familiares. “Estoy seguro que los apoyarás, porque es por su propio bien”, se les aconsejó a los oficiales que dijeran, “y también es por tu propio bien”.
La directiva se mencionaba entre las 403 páginas de documentos internos que se han compartido con The New York Times en una de las filtraciones más significativas de documentos del gobierno dentro del Partido Comunista de China en décadas. Ofrecen una visión interna sin precedentes de la continua represión en Xinjiang, en la que las autoridades han acorralado a un millón de uigures, kazakos y otros grupos étnicos en campos de internamiento y prisiones en los últimos tres años.
El partido ha rechazado las críticas internacionales a los campos y los ha descrito como centros de formación profesional que utilizan métodos suaves para luchar contra el extremismo islámico. Pero los documentos confirman la naturaleza coercitiva de la represión en las palabras y órdenes de los mismos funcionarios que la concibieron y orquestaron.
Aun cuando el gobierno presentó sus esfuerzos en Xinjiang al público como benevolentes y sin excepción, discutió y organizó una campaña despiadada y extraordinaria en estas comunicaciones internas. Los altos dirigentes del partido están registrados ordenando acciones drásticas y urgentes contra la violencia extremista, incluyendo las detenciones masivas y discutiendo las consecuencias con un frío distanciamiento.
Los niños vieron cómo se llevaban a sus padres, los estudiantes se preguntaban quién pagaría su matrícula y los cultivos no se podían plantar o cosechar por falta de mano de obra, señalaron los informes. Sin embargo, se ordenó a los funcionarios que dijeran a las personas que se quejaban que agradecieran la ayuda del Partido Comunista y que se mantuvieran callados.
Los documentos filtrados ofrecen una imagen sorprendente de cómo la maquinaria oculta del Estado chino llevó a cabo la campaña de internamiento de mayor envergadura del país desde la era de Mao. Las revelaciones clave en los documentos incluyen:
- El presidente Xi Jinping, jefe del partido, sentó las bases para la represión en una serie de discursos pronunciados en privado a los funcionarios durante y después de una visita a Xinjiang en abril de 2014, pocas semanas después de que militantes uigures apuñalaran a más de 150 personas en una estación de tren y mataran a 31. El señor Xi hizo un total llamamiento a una “lucha total contra el terrorismo, la infiltración y el separatismo" utilizando los “órganos de la dictadura” y mostrando “absolutamente ninguna misericordia”.
- Los ataques terroristas en el extranjero y la reducción de las tropa estadounidenses en Afganistán aumentaron los temores de los líderes y ayudaron a dar forma a la represión. Los funcionarios argumentaron que los ataques en Gran bretaña fueron el resultado de políticas que ponían “lo derechos humanos por encima de la seguridad”, y el señor Xi instó al partido a emular aspectos de la “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos después de los ataques del 11 de septiembre.
- Los campos de internamiento en Xinjiang se expandieron rápidamente tras el nombramiento en agosto de 2016 de Chen Quanguo, un nuevo jefe de partido celoso para la región. Distribuyó los discursos del señor Xi para justificar la campaña y exhortó a los funcionarios a “reunir a todos los que deberían ser arrestados”.
- La represión encontró dudas y resistencia por parte de los funcionarios locales que temían que exacerbara las tensiones étnicas y sofocara el crecimiento económico. El señor Chen respondió purgando a los funcionarios sospechosos de interponerse en su camino, incluido un líder del condado que fue encarcelado después de haber liberado silenciosamente a miles de reclusos de los campos.
Los documentos filtrados consisten en 24 documentos, algunos de los cuales contienen material duplicado. Entre ellas figuran casi 200 páginas de discursos internos del señor Xi y otros dirigentes y más de 150 páginas de directrices e informes sobre la vigilancia y el control de la población uigur y Xinjiang. También se hace referencia a los planes para ampliar las restricciones al islam a otras partes de China.
Los documentos incluyen 96 páginas de discursos internos del señor Xi, 102 páginas de discursos internos de otros funcionarios, 161 páginas de directivas e informes sobre la vigilancia y el control de la población uigur en Xinjiang en 44 páginas de material de investigaciones internas de funcionarios locales.
Aunque no está claro cómo se reunieron y seleccionaron los documentos, la filtración surgiere un descontento mayor dentro del aparato del partido por la represión que el que se conocía anteriormente. Los documentos fueron sacados a la luz por un miembro del sistema político chino que pidió el anonimato y expresó su esperanza de que su divulgación impidiera que los dirigentes del partido, incluido el señor Xi, escaparan a la culpabilidad por las detenciones masivas.
El liderazgo chino envuelve la formulación de políticas en secreto, especialmente cuando se trata de Xinjiang, un territorio rico en recursos situado en la delicada frontera con Pakistán, Afganistán y Asia Central. Los grupos étnicos minoritarios predominantemente musulmanes constituyen más de la mitad de la población de la región, de 25 millones de habitantes. El mayor de estos grupos son lo uigures, que hablan un idioma turco y que durante mucho tiempo han sufrido discriminación y restricciones en sus actividades culturales y religiosas.
Pekín ha intentado durante décadas suprimir la resistencia uigur al dominio chino en Xianjian. La actual represión comenzó con una oleada de violencia antigubernamental y antichina, incluidos disturbios étnicos en 2009 en Urumqi, la capital regional, y un ataque en mayo de 2014 contra un mercado al aire libre en el que murieron 39 personas pocos días después de que el señor Xi convocara una conferencia de liderazgo en Beijjing para establecer un nuevo rumbo político para Xinjiang.
Desde 2017, las autoridades de Xinjiang han retenido a cientos de miles de uigures, kazakos y otros musulmanes en campos de internamiento. Los reclusos son sometidos a meses o años de adoctrinamiento e interrogatorio con el fin de convertirlos en partidarios seculares y leales al partido.
De los 24 documentos, la guía sobre cómo tratar a los estudiantes de minorías que regresan a Xinjiang en el verano de 2017 ofrece la discusión más detallada de los campos de adoctrinamiento -y la ilustración más clara de la manera reglamentada en que el partido contó al público una historia mientras se movilizaba en torno a una narrativa interna mucho más dura.
Aunque el documento aconseja a los funcionarios que informen a los estudiantes que sus familiares están recibiendo “tratamiento” por estar expuestos al islamismo radical, su título se refiere a los miembros de la familia que están están siendo “tratados”, chuzhi, un eufemismo utilizado en los documentos del partido para referirse al castigo.
Los funcionarios de Turpan, una ciudad del este de Xinjiang, redactaron el guión de preguntas y repuestas después de que el gobierno regional advirtiera a los funciones locales que se prepararan para los estudiantes que regresaban. La agencia que coordina los esfuerzos para “mantener la estabilidad” en Xinjiang distribuyó la guía por todo la región e instó a los funcionarios a utilizarla como modelo.
El gobierno envía a los jóvenes uigures más brillantes de Xinjiang a universidades de toda China, con el objetivo de formar a una nueva generación de funcionarios y profesores uigures leales al partido.
La represión ha sido tan extensa que ha afectado incluso a estos estudiantes de élite, muestra la directiva. Y eso puso nervioso a las autoridades.
“Los estudiantes que regresan de otras partes de China tienen vínculos sociales muy extendidos en todo el país”, señala la directiva. “En el momento en que emiten opiniones incorrectas sobre WeChat, Weibo y otras plataformas de redes sociales el impacto es generalizado y difícil de erradicar”.
El documento advertía que había un “seria posibilidad” de que los estudiantes se hundieran en la “confusión” después de enterarse de lo que les había sucedido a sus familiares. Recomienda que los agentes de policía vestidos de civil y los funcionarios locales experimentados se reúnan con ellos tan pronto como regresen “para mostrar una preocupación humana y hacer hincapié en las normas”.
La guía de preguntas y respuestas de la directiva comienza suavemente, y se aconseja a los funcionarios que digan a los estudiantes que no tienen “absolutamente ninguna necesidad de preocuparse” por los familiares que han desaparecido.
“La matrícula para su período de estudio es gratuita, al igual que la alimentación y el costo de vida, y el nivel de vida es bastante alto”, dijeron los funcionarios, antes de añadir que las autoridades gastaban más de USD 3 al día en las comidas de cada detenido, “incluso mejor que el nivel de vida que algunos estudiantes tienen en su país de origen”. "Si quieres verlos, concluyó la respuestas, “podemos organizar una reunión por video”.
Sin embargo, las autoridades anticiparon que era improbable que esto apaciguara a los estudiantes y respondieron a una serie de otras preguntas: ¿Cuándo serán liberados mis familiares? Si esto es para entrenar, ¿por qué no pueden volver a casa? ¿Pueden solicitar una licencia? ¿Cómo voy a pagar la escuela si mis padres están estudiando y no hay nadie que trabaje en la granja?
La guía recomendaba respuesta cada vez más firmes que dijeran a los estudiantes que sus familiares habían sido “infectados” por el “virus” del radicalismo islámico y que debían ser puestos en cuarentena y curados. Incluso los abuelos y los miembros de la familias que parecían demasiado mayores para la violencia no podían evitarlo, se ordenó a las autoridades que dijeran.
“Si no se someten a estudios y entrenamientos, nunca entenderán completamente los peligros del extremismo religioso”, dijo una de las respuestas, citando la guerra civil en Siria y el surgimiento del Estado islámico. “No importa la edad, cualquiera que haya sido afectado por el extremismo religioso debe someterse a estudio”.
Los estudiantes deben estar agradecidos de que las autoridades se hayan llevado a sus familiares, dice el documento.
“Aprecien esta oportunidad de educación gratuita que el partido y el gobierno han proporcionado para erradicar completamente el pensamiento erróneo, y también para aprender chino y habilidades laborales”, decía una respuesta. “Esto ofrece una gran base para una vida feliz para tu familia”.
Las autoridades parecen estar utilizando un sistema de puntuación para determinar quién puede ser liberado de los campamentos: el documento instruía a los funcionario a informar a los estudiantes que su comportamiento podrías perjudicar los puntajes de sus familiares, y a evaluar el comportamiento diario de los estudiantes y registrar su asistencia a las sesiones de capacitación, reuniones y otras actividades.
“Los miembros de la familia, incluido usted, deben acatar las leyes y normas del estado, y no creer o difundir rumores”, se les pidió a los funcionarios que dijeran. “Sólo entonces puedes añadir puntos para tu familiar, y después de un periodo de evaluación pueden dejar la escuela si cumplen con los estándar de finalización de curso”.
Si se les pregunta sobre el impacto de la detenciones en las finanzas familiares, se les aconseja a los funcionarios que aseguren a los estudiantes que “el partido y el gobierno harán todo lo posible para aliviar sus dificultades”.
La líneas que más destaca en el guión, sin embargo, puede ser la respuesta modelo de cómo responder a los estudiantes que preguntan a si sus familiares detenidos cometieron un delito. El documento instruía a los funcionarios a reconocer que no lo habían hecho. “Es sólo que sus pensamientos han sido infectados por pensamientos malsanos”, dice el guión. “La libertad sólo es posible cuando este ‘virus’ en su pensamiento es erradicado y están en buena salud”.
Discursos secretos
Las ideas que impulsan las detenciones masivas se remontan a la primera y única visita de Xi Jinping a Xinjiang como líder de China, una gira ensombrecida por la violencia.
En 2014, poco más de un año después de asumir la presidencia, pasó cuatro días en la región, y en el último día del viaje, dos militantes uigures organizaron un atentado suicida con bomba frente a una estación de tren en Urumqi que hirió a casi 80 personas, una de las cuales murió.
Semanas antes, militantes con cuchillos habían hecho estragos en otra estación de ferrocarril, en el suroeste de China, matando a 31 personas e hiriendo a más de 140. Y menos de un mes después de la visita del Sr. Xi, los agresores lanzaron explosivos a un mercado de verduras en Urum.
En este contexto de derramamiento de sangre, el señor Xi pronunció una serie de discursos secretos que marcaron el rumbo de la línea dura que culminó en la ofensiva de seguridad que se está llevando a cabo en Xinjiang. Aunque los medios de comunicación estatales han aludido a estos discursos, ninguno se ha hecho público.
El texto de cuatro de ellos, sin embargo, se encontraba entre los documentos filtrados, y proporciona una mirada poco común y sin filtrar sobre los orígenes de la represión y las creencias del hombre que la puso en marcha.
“Los métodos que nuestros camaradas tienen a mano son demasiado primitivos”, dijo el señor Xi en una charla, después de inspeccionar una brigada policial antiterrorista en Urumqi. “Ninguna de estas armas es la respuesta a sus grandes hojas de machete, cabezas de hacha y armas de acero frío”.
"Debemos ser tan duros como ellos", añadió, "y no mostrar piedad alguna".
En monólogos de libre circulación en Xinjiang y en una posterior conferencia de liderazgo sobre la política de Xinjiang en Pekín, el señor Xi quedó registrado pensando en lo que él llamó una cuestión crucial de seguridad nacional y exponiendo sus ideas para una “guerra popular” en la región.
Aunque no ordenó detenciones masivas en estos discursos, pidió al partido que desatara las herramientas de la “dictadura” para erradicar el Islam radical en Xinjiang.
El señor Xi mostró una fijación con la cuestión que parecía ir mucho más allá de sus comentarios públicos sobre el tema. Comparó el extremismo islámico con un contagio similar a un virus y una droga peligrosamente adictiva, y declaró que abordarlo requeriría “un período de tratamiento doloroso e intervencionista”.
“El impacto psicológico del pensamiento religioso extremista en la gente nunca debe ser subestimado”, dijo el señor Xi a las autoridades en Urumqi el 30 de abril de 2014, el último día de su viaje a Xinjiang. “La gente que es capturada por el extremismo religioso -hombre o mujer, anciano o joven- tiene su conciencia destruida, pierde su humanidad y asesina sin pestañear”.
En otro discurso, en el cónclave de líderes en Beijing un mes después, advirtió sobre “la toxicidad del extremismo religioso”.
"Tan pronto como crees en ello," dijo, "es como tomar una droga, y pierdes el juicio, te vuelves loco y harás cualquier cosa."
En varios pasajes sorprendentes, dada la represión que siguió, el señor Xi también dijo a los funcionarios que no discriminaran a los uigures y que respetaran su derecho al culto. Advirtió contra la reacción exagerada a la fricción natural entre los uigures y los chinos han, el grupo étnico dominante de la nación, y rechazó las propuestas de intentar eliminar el islamismo por completo en China.
“A la luz de las fuerzas separatistas y terroristas bajo la bandera del Islam, algunas personas han argumentado que el Islam debería ser restringido o incluso erradicado”, dijo durante la conferencia de Beijing. Llamó a ese punto de vista “sesgado, incluso equivocado”.
Pero el punto principal del señor Xi era inconfundible: Estaba dirigiendo el partido en un brusco giro hacia una mayor represión en Xinjiang.
Antes del señor Xi, el partido había descrito a menudo los ataques en Xinjiang como obra de unos pocos fanáticos inspirados y orquestados por oscuros grupos separatistas en el extranjero. Sin embargo, el señor Xi sostuvo que el extremismo islámico había arraigado en toda la sociedad uigur.
De hecho, la gran mayoría de los uigures se adhieren a tradiciones moderadas, aunque algunos comenzaron a adoptar prácticas religiosas más conservadoras y públicas en la década de 1990, a pesar de los controles estatales sobre el Islam. Los comentarios del señor Xi sugieren que estaba alarmado por el resurgimiento de la piedad pública. Culpó a la religión de controles laxos, sugiriendo que sus predecesores habían bajado la guardia.
Si bien los anteriores dirigentes chinos hicieron hincapié en el desarrollo económico para sofocar los disturbios en Xinjiang, el señor Xi dijo que eso no era suficiente. Exigió una cura ideológica, un esfuerzo para reconfigurar el pensamiento de las minorías musulmanas de la región.
“Las armas de la dictadura democrática del pueblo deben empuñarse sin titubeo ni vacilación”, dijo Xi en la conferencia de dirigentes sobre la política de Xinjiang, que se celebró seis días después del mortal ataque al mercado de verduras.
El prisma soviético
Xi es hijo de un antiguo líder del Partido Comunista que en la década de 1980 apoyó políticas más relajadas hacia los grupos étnicos minoritarios, y algunos analistas esperaban que siguiera los caminos más suaves de su padre cuando asumió el liderazgo del partido en noviembre de 2012.
Pero los discursos subrayan cómo el señor Xi ve los riesgos para China a través del prisma del colapso de la Unión Soviética, que culpó a la laxitud ideológica y al liderazgo sin carácter.
En toda China, se dedicó a eliminar los desafíos al gobierno de partido; disidentes y abogados de derechos humanos desaparecieron en oleadas de arrestos. En Xinjiang, señaló ejemplos del antiguo bloque soviético para argumentar que el crecimiento económico no inmunizaría a una sociedad contra el separatismo étnico.
Las repúblicas bálticas estaban entre las más desarrolladas de la Unión Soviética, pero también fueron las primeras en irse cuando el país se desintegró, dijo en la conferencia de líderes. La relativa prosperidad de Yugoslavia tampoco impidió su desintegración, añadió.
“Decimos que el desarrollo es la principal prioridad y la base para lograr una seguridad duradera, y así es”, dijo el señor Xi. “Pero sería un error creer que con el desarrollo cada problema se resuelve solo.”
En los discursos, el señor Xi mostró una profunda familiaridad con la historia de la resistencia uigur al dominio chino, o al menos con la versión oficial de Pekín, y discutió episodios que rara vez o nunca fueron mencionados por los líderes chinos en público, incluidos breves períodos de autogobierno uigur en la primera mitad del siglo XX.
La violencia de los militantes uigures nunca ha amenazado el control comunista de la región. Aunque los ataques se hicieron más mortíferos después de 2009, cuando casi 200 personas murieron en disturbios étnicos en Urumqi, siguieron siendo relativamente pequeños, dispersos y poco sofisticados.
Aun así, el señor Xi advirtió que la violencia se estaba extendiendo desde Xinjiang a otras partes de China y que podía manchar la imagen de fuerza del partido. A menos que la amenaza se extinguiera, el señor Xi dijo en la conferencia de liderazgo: “La estabilidad social sufrirá conmociones, la unidad general de las personas de todas las etnias se verá dañada y se verán afectadas las amplias perspectivas de reforma, desarrollo y estabilidad”.
Dejando a un lado las sutilezas diplomáticas, trazó los orígenes del extremismo islámico en Xinjiang hasta el Oriente Medio, y advirtió que la agitación en Siria y Afganistán aumentaría los riesgos para China. Los uigures habían viajado a ambos países, dijo, y podrían regresar a China como luchadores experimentados en busca de una patria independiente, a la que llamaron Turkestán Oriental.
“Después de que Estados Unidos retire sus tropas de Afganistán, las organizaciones terroristas ubicadas en las fronteras de Afganistán y Pakistán podrían infiltrarse rápidamente en Asia Central”, dijo el señor Xi. “Los terroristas de Turquestán Oriental que han recibido entrenamiento de guerra real en Siria y Afganistán podrían en cualquier momento lanzar ataques terroristas en Xinjiang.”
El predecesor del señor Xi, Hu Jintao, respondió a los disturbios de 2009 en Urumqi con una campaña de represión, pero también hizo hincapié en el desarrollo económico como cura para el descontento étnico, una política de partidos de larga data. Pero el señor Xi señaló una ruptura con el enfoque del Sr. Hu en los discursos.
“En los últimos años, Xinjiang ha crecido muy rápidamente y el nivel de vida ha aumentado constantemente, pero aún así, el separatismo étnico y la violencia terrorista siguen aumentando”, dijo. “Esto demuestra que el desarrollo económico no trae automáticamente orden y seguridad duraderos.”
Asegurar la estabilidad en Xinjiang requeriría una amplia campaña de vigilancia y recopilación de información para erradicar la resistencia en la sociedad uigur, argumentó el señor Xi.
Dijo que la nueva tecnología debe ser parte de la solución, presagiando el despliegue del reconocimiento facial, las pruebas genéticas y los grandes datos en Xinjiang. Pero también hizo hincapié en los métodos anticuados, como los informantes de los vecindarios e instó a las autoridades a estudiar cómo respondieron los estadounidenses a los ataques del 11 de septiembre.
Al igual que Estados Unidos, dijo, China "debe hacer del público un recurso importante para proteger la seguridad nacional".
“Los comunistas debemos ser naturales en la lucha contra la guerra popular”, dijo. “Somos los mejores organizando una tarea.”
La única sugerencia en estos discursos de que el señor Xi imaginaba los campos de internamiento que ahora se encuentran en el centro de la represión fue la aprobación de programas de adoctrinamiento más intensos en las prisiones de Xinjiang.
En el segundo día de su viaje, dijo a los funcionarios en el sur de Xinjiang: “Debe haber una remodelación y transformación educativa eficaz de los delincuentes”. “E incluso después de que estas personas sean liberadas, su educación y transformación debe continuar.”
Al cabo de unos meses, los centros de adoctrinamiento comenzaron a abrirse en Xinjiang, en su mayoría pequeñas instalaciones al principio, que albergaban a docenas o cientos de uigures a la vez en sesiones destinadas a presionarles para que renegaran de su devoción al islam y profesaran su gratitud por el partido.
Luego, en agosto de 2016, un hombre de línea dura llamado Chen Quanguo fue transferido del Tíbet para gobernar Xinjiang. A las pocas semanas, hizo un llamamiento a los funcionarios locales para que volvieran a movilizarse en torno a los objetivos del señor Xi y declaró que los discursos del señor Xi “establecieron la dirección para lograr el éxito de Xinjiang”.
Siguieron nuevos controles de seguridad y una drástica expansión de los campos de adoctrinamiento.
“La lucha contra el terror y para salvaguardar la estabilidad es una guerra prolongada, y también una guerra de ofensas”, dijo el señor Chen en un discurso ante la dirección regional en octubre de 2017, que se encontraba entre los documentos filtrados.
En otro documento, un registro de sus observaciones en una videoconferencia celebrada en agosto de 2017, citó “centros de formación profesional, formación educativa y transformación” como ejemplo de “buenas prácticas” para alcanzar los objetivos del señor Xi para Xinjiang.
La represión parece haber sofocado los violentos disturbios en Xinjiang, pero muchos expertos han advertido que las extremas medidas de seguridad y las detenciones masivas probablemente generarán resentimientos que, con el tiempo, podrían inspirar peores enfrentamientos étnicos.
Los campos han sido condenados en Washington y otras capitales extranjeras. Sin embargo, ya en la conferencia de liderazgo de mayo de 2014, el señor Xi anticipó las críticas internacionales e instó a los funcionarios a que las ignoraran a puerta cerrada.
“No temas si las fuerzas hostiles se quejan, o si las fuerzas hostiles maldicen la imagen de Xinjiang”, dijo.
“Reúne a todo el mundo”
Los documentos muestran que hubo más resistencia a la represión dentro del partido de la que se creía, y destacan el papel clave que el nuevo jefe del partido en Xinjiang desempeñó para superarla.
El señor Chen dirigió una campaña similar a una de las turbulentas cruzadas políticas de Mao, en la que la presión de arriba hacia abajo sobre los funcionarios locales alentaba a excederse y cualquier expresión de duda era tratada como un delito.
En febrero de 2017, dijo a miles de oficiales de policía y tropas que estaban en pie en una gran plaza de Urumqi que se prepararan para una “ofensiva aplastante y devastadora”. En las semanas siguientes, según indican los documentos, los dirigentes se pusieron de acuerdo sobre los planes para detener a un gran número de uigures.
El señor Chen emitió una orden de barrido: “Reúne a todos los que deberían estar reunidos”. La vaga frase aparece repetidamente en los documentos internos de 2017.
El partido había usado previamente la frase “ying shou jin shou” en chino, cuando exigía que los funcionarios fueran vigilantes y comprensivos a la hora de recaudar impuestos o medir las cosechas. Ahora se aplica a los seres humanos en directivas que ordenan, sin mencionar los procedimientos judiciales, la detención de cualquier persona que muestre “síntomas” de radicalismo religioso o puntos de vista antigubernamentales.
Las autoridades colocaron docenas de señales de este tipo, incluyendo el comportamiento común entre los uigures devotos, como llevar barba larga, dejar de fumar o beber, estudiar árabe y rezar fuera de las mezquitas.
Los líderes del partido reforzaron las órdenes con advertencias sobre el terrorismo en el extranjero y posibles ataques de imitadores en China.
Por ejemplo, una directiva de 10 páginas firmada en junio de 2017 por Zhu Hailun, en ese entonces alto funcionario de seguridad de Xinjiang, calificó los recientes ataques terroristas en Gran Bretaña como “una advertencia y una lección para nosotros”. Culpó al gobierno británico del “excesivo énfasis en los’derechos humanos por encima de la seguridad', y de los inadecuados controles sobre la propagación del extremismo en Internet y en la sociedad”.
También se quejó de los fallos de seguridad en Xinjiang, incluidas las investigaciones descuidadas, el mal funcionamiento de los equipos de vigilancia y la falta de retención de personas acusadas de conducta sospechosa.
Mantenga las detenciones, ordenó. “Sigan acorralando a todos los que deberían ser acorralados”, dijo. “Si están ahí, reúnelos”.
“Rompí las reglas”
Las órdenes eran especialmente urgentes y polémicas en el condado de Yarkand, un conjunto de pueblos y aldeas rurales del sur de Xinjiang donde casi todos los 900.000 residentes son uigures.
En los discursos de 2014, el señor Xi había señalado el sur de Xinjiang como primera línea en su lucha contra el extremismo religioso. Los uigures representan cerca del 90% de la población del sur, en comparación con poco menos de la mitad en Xinjiang en general, y el señor Xi se fijó el objetivo a largo plazo de atraer a más colonos chinos Han.
Él y otros líderes del partido ordenaron a una organización cuasi militar, el Cuerpo de Producción y Construcción de Xinjiang, que acelerara los esfuerzos para establecer el área con más chinos Han, según muestran los documentos.
Unos meses después, más de 100 militantes uigures armados con hachas y cuchillos atacaron una oficina del gobierno y una estación de policía en Yarkand, matando a 37 personas, según informes del gobierno. En la batalla, las fuerzas de seguridad mataron a tiros a 59 asaltantes, según los informes.
Un funcionario llamado Wang Yongzhi fue nombrado para dirigir Yarkand poco después. Con sus gafas y su equipo cortado, parecía la imagen de un tecnócrata de la fiesta. Había crecido y pasado su carrera en el sur de Xinjiang, y se le consideraba un funcionario hábil y experimentado que podía cumplir con las principales prioridades del partido en la zona: el desarrollo económico y el control firme de los uigures.
Pero entre los documentos más reveladores de los documentos filtrados hay dos que describen la caída del señor Wang: un informe de 11 páginas que resume la investigación interna del partido sobre sus acciones y el texto de una confesión de 15 páginas que pudo haber dado bajo coacción. Ambos fueron distribuidos dentro del partido como una advertencia a los funcionarios para que se mantuvieran en línea detrás de la represión.
Funcionarios de Han como el señor Wang sirven como anclajes del partido en el sur de Xinjiang, vigilando a los funcionarios uigures en puestos más jóvenes, y parece que disfrutó de la bendición de los principales líderes, entre ellos Yu Zhengsheng, entonces el funcionario más alto de China en cuestiones étnicas, que visitó el condado en 2015.
El señor Wang se propuso reforzar la seguridad en Yarkand, pero también impulsó el desarrollo económico para abordar el descontento étnico. Y trató de suavizar las políticas religiosas del partido, declarando que no había nada malo en tener un Corán en casa y animando a los funcionarios del partido a leerlo para comprender mejor las tradiciones uigures.
Cuando comenzaron las detenciones masivas, el señor Wang hizo lo que se le dijo al principio y pareció aceptar la tarea con celo.
Construyó dos nuevos centros de detención, incluyendo uno tan grande como 50 canchas de baloncesto, y reunió a 20.000 personas en ellos.
En 2017 aumentó drásticamente la financiación de las fuerzas de seguridad, duplicando con creces el presupuesto en gastos como puestos de control y vigilancia hasta alcanzar los 1.370 millones de renminbi, es decir, unos USD 180 millones.
Puso en fila a los miembros del partido para un mitin en una plaza pública y los instó a presionar en la lucha contra los terroristas. “Aniquilarlos completamente”, dijo. “Destrúyelos de raíz y rama”.
Pero en privado, el señor Wang tenía dudas, según la confesión que firmó más tarde, que habría sido cuidadosamente examinada por el partido.
Estaba bajo una intensa presión para evitar un estallido de violencia en Yarkand, y le preocupaba que la represión provocara una reacción violenta.
Las autoridades fijaron objetivos numéricos para las detenciones de uigures en partes de Xinjiang, y aunque no está claro si lo hicieron en Yarkand, el señor Wang consideró que las órdenes no dejaban margen para la moderación y envenenarían las relaciones étnicas en el condado.
También le preocupaba que las detenciones masivas hicieran imposible registrar el progreso económico que necesitaba para obtener un ascenso.
Los dirigentes se habían fijado objetivos para reducir la pobreza en Xinjiang. Pero con tantos residentes en edad de trabajar enviados a los campamentos, el señor Wang temía que los objetivos estuvieran fuera de su alcance, junto con sus esperanzas de un trabajo mejor.
Sus superiores, escribió, eran “demasiado ambiciosos y poco realistas”.
“Las políticas y medidas adoptadas por los niveles superiores estaban en contradicción con las realidades sobre el terreno y no podían aplicarse plenamente”, añadió.
Para ayudar a hacer cumplir la represión en el sur de Xinjiang, el señor Chen fue transferido a cientos de funcionarios del norte. Públicamente, el señor Wang dio la bienvenida a los 62 asignados a Yarkand. En privado, dijo que no sabían cómo trabajar con los funcionarios locales y los residentes.
La presión sobre los funcionarios en Xinjiang para que detengan a los uigures y eviten nuevos actos de violencia fue implacable, y el señor Wang dijo en la confesión -presuntamente firmada bajo presión- que bebía en el trabajo. Describió un episodio en el que se desmayó borracho durante una reunión sobre seguridad.
"Mientras informaba sobre mi trabajo en la reunión de la tarde, divagué incoherentemente", dijo. "Sólo había dicho unas pocas frases y mi cabeza se derrumbó sobre la mesa. Se convirtió en la broma más grande de toda la prefectura".
Miles de funcionarios en Xinjiang fueron castigados por resistir o no llevar a cabo la represión con suficiente celo. Los oficiales uigures fueron acusados de proteger a sus compañeros uigures, y Gu Wensheng, el líder Han de otro condado del sur, fue encarcelado por tratar de frenar las detenciones y proteger a los oficiales uigures, según los documentos.
Equipos secretos de investigadores viajaron por toda la región identificando a aquellos que no estaban haciendo lo suficiente. En 2017, el partido abrió más de 12.000 investigaciones sobre miembros del partido en Xinjiang por infracciones en la “lucha contra el separatismo”, más de 20 veces la cifra del año anterior, según las estadísticas oficiales.
El señor Wang puede haber ido más lejos que cualquier otro oficial.
En silencio, ordenó la liberación de más de 7.000 prisioneros del campo, un acto de desafío por el cual sería detenido, despojado del poder y procesado.
“Me rebajé, actué selectivamente e hice mis propios ajustes, creyendo que acorralar a tanta gente a sabiendas avivaría el conflicto y profundizaría el resentimiento”, escribió el señor Wang. “Sin aprobación y por mi propia iniciativa”, añadió, “Rompí las reglas”.
Desafíos descarados
El señor Wang desapareció silenciosamente de la vista pública después de septiembre de 2017.
Alrededor de seis meses después, el partido hizo un ejemplo de él, anunciando que estaba siendo investigado por “desobedecer gravemente la estrategia de la dirección central del partido para gobernar Xinjiang”.
El informe interno sobre la investigación fue más directo. “Debería haber dado todo de sí para servir al partido”, decía. “En vez de eso, ignoró la estrategia de la dirección central del partido para Xinjiang, y llegó al desafío descarado.”
Tanto el informe como la confesión del señor Wang fueron leídos en voz alta a funcionarios de todo Xinjiang. El mensaje era claro: el partido no toleraría ninguna vacilación a la hora de llevar a cabo las detenciones masivas.
Los medios de propaganda describieron al señor Wang como irredimiblemente corrupto, y el informe interno lo acusó de aceptar sobornos en tratos de construcción y minería y de pagar a sus superiores para obtener ascensos.
Las autoridades también hicieron hincapié en que no era amigo de los uigures. Para alcanzar las metas de reducción de la pobreza, se dice que obligó a 1.500 familias a mudarse a apartamentos sin calefacción a mediados del invierno. Algunos aldeanos quemaron leña en el interior para mantenerse calientes, lo que provocó heridas y muertes, dijo su confesión.
Pero el mayor pecado político del señor Wang no fue revelado al público. En cambio, las autoridades lo ocultaron en el informe interno. “Se negó”, decía, “a reunir a todos los que debían ser detenidos”.