Los humanos transportaron una horrible carga a través de los mares: el cáncer

Se extendió por el ecuador por medio de mejillones

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Una fotografía de Annette F.
Una fotografía de Annette F. Muttray, en Copper Beach en West Vancouver, Canada. Estas especies, Mytilus trossulus, desarrollan una forma contagiosa de cáncer que se esparce por América del Sur y Francia (Annette F. Muttray via The New York Times)

Los humanos han propagado una forma contagiosa de cáncer por todo el mundo.

Los investigadores informaron el 5 de noviembre que este cáncer, que afecta a los mejillones, se ha extendido por el ecuador. Aunque se originó en una especie del hemisferio norte, el cáncer ya se ha establecido en otras especies del hemisferio sur.

No existe una explicación natural sobre cómo sucedió eso sin ayuda humana”, dijo Michael Metzger, biólogo del Pacific Northwest Research Institute en Seattle y coautor del informe, publicado en la revista eLife.

En su variante más común, el cáncer surge cuando las células generan nuevas mutaciones y comienzan a multiplicarse de manera agresiva. Pero esos linajes de cáncer son de corta duración. Algunos son eliminados por nuestro sistema inmunológico o por los medicamentos que se utilizan para combatirlos. Otras formas de cáncer mueren cuando matan a sus portadores.

En la década de 1990, los investigadores descubrieron una excepción: repentinamente los demonios de Tasmania comenzaron a desarrollar tumores en sus caras. El ADN en los tumores no coincidía con el de los animales afectados, y los científicos dedujeron que esas formas de cáncer provenían de otros demonios.

Al final resultó que, cuando los demonios de Tasmania se muerden entre sí, pueden tragar células tumorales que se dirigen a las caras de sus nuevos anfitriones.

Más tarde, los investigadores descubrieron que los perros también tienen una forma contagiosa de cáncer que se propaga cuando los perros se aparean. En un estudio publicado en agosto, Elizabeth Murchison de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido y sus colegas analizaron los genomas de las células cancerosas de perros de todo el mundo.

Llegaron a la conclusión de que el cáncer surgió en un perro que vivió hace varios miles de años en Asia. Los tumores faciales del demonio de Tasmania, por el contrario, aparecieron en las últimas décadas, en dos ocasiones distintas.

Mientras trabajaba como investigador posdoctoral en la Universidad de Columbia, Metzger descubrió que cuatro especies de moluscos, incluidas las almejas de caparazón blando y los mejillones del Pacífico, tenían sus propios tipos de cáncer que son transmisibles. Era la primera vez que alguien descubría un cáncer contagioso en animales acuáticos.

Una fotografía de Stephanie Gasquet
Una fotografía de Stephanie Gasquet de mejillones en Francia (Stephanie Gasquet via The New York Times)

Metzger y sus colegas sospechan que los moluscos enfermos liberan células cancerosas. Las células flotan a lo largo de las corrientes hasta que son absorbidas por animales sanos mientras filtran el agua del mar en busca de alimento. Los investigadores detectaron que, en un caso, las células cancerosas se habían transmitido de una especie de molusco a otra.

Nicolas Bierne, un genetista de la Universidad de Montpellier en Francia que estudia a los mejillones azules, se dio cuenta de que ese descubrimiento quizá entrañaba la solución de un misterio con el que había estado luchando.

Al analizar el ADN de los mejillones azules en Francia, él y sus colegas habían descubierto algunos marcadores genéticos que parecían pertenecer a otra especie: el mejillón del Pacífico. Podría haber esperado ese resultado si esas especies se cruzaran, pero esos mejillones ni siquiera viven en aguas francesas.

Para mí fue como un rompecabezas”, dijo Bierne. “¿Por qué a veces encuentro algo que parece un híbrido, pero no consigo a ninguna de las especies parentales?”.

El cáncer podría ser la respuesta. Metzger detectó una forma contagiosa de cáncer en mejillones de la costa del Pacífico de Canadá. Quizás, pensó Bierne, sus mejillones azules habían sido atacados por células cancerosas de los mejillones del Pacífico.

Mientras tanto, un equipo de investigadores sudamericanos se puso en contacto con Metzger con otro posible caso de cáncer contagioso. En las costas de Argentina y Chile, Nuria Vázquez, del Instituto de Biología de Organismos Marinos de Argentina, y sus colegas encontraron lechos de mejillones en los que hasta un 13 por ciento de los animales estaban enfermos.

Cuando observaron las muestras del cáncer bajo un microscopio, las células tenían una inusual forma redondeada que Metzger había encontrado en los tipos de cáncer contagioso. Al analizar el ADN, los investigadores determinaron que los mejillones chilenos también presentaban ese cáncer contagioso. Una vez más, los mejillones eran la fuente.

La mayor sorpresa de la investigación sucedió cuando los científicos combinaron sus trabajos sobre las tres especies de mejillones provenientes de los tres continentes. El cáncer presente en los mejillones azules franceses y el de los mejillones chilenos resultaron ser prácticamente idénticos.

Los científicos han creado un escenario para explicar todos sus hallazgos.

En el Pacífico, un mejillón desarrolló el cáncer. Luego el cáncer se extendió a otros mejillones ubicados a lo largo de la costa. Metzger y sus colegas han denominado a este linaje de cáncer como BTN1.

De manera independiente, un segundo mejillón del Pacífico desarrolló un cáncer contagioso propio. Los científicos llamaron a esta segunda cepa BTN2.

Los genes del BTN2 muestran que proviene de un mejillón del Pacífico. Pero nadie ha encontrado ese tipo de cáncer en esos mejillones. Es posible que los mejillones se hayan vuelto resistentes al BTN2. Pero el cáncer sigue vivo, porque ha logrado extenderse tanto al mejillón azul como al mejillón chileno.

La ruta exacta de transmisión aún se desconoce, pero el viaje debe haber sido largo, ya que los mejillones chilenos y los mejillones azules están separados por varios miles de kilómetros. Metzger y sus colegas argumentan que las células cancerosas no podrían haber viajado solas.

Para empezar, las corrientes oceánicas habrían impedido que las células cruzaran el ecuador. Más bien, según Metzger, los humanos les dieron transporte a las células cancerosas. Los mejillones y otros moluscos crecen fácilmente en los costados de los barcos. En algunos casos, los barcos los han transportado a nuevos lugares donde se convierten en especies invasoras.

Es posible que, en uno de estos viajes, el cáncer se haya trasladado a un nuevo hogar. “Todo lo que se necesitaba era un animal enfermo”, dijo Metzger.

Algunos científicos confían en que hay muchos más cánceres contagiosos en los moluscos, y en otras especies también.

Estoy empezando a creer que los cánceres transmisibles son mucho más comunes de lo que habíamos pensado, particularmente en los ecosistemas acuáticos”, dijo Beata Ujvari, bióloga evolutiva de la Universidad de Deakin en Australia que no participó en el nuevo estudio.

De hecho, es posible que, sin darse cuenta, los científicos ya tengan la evidencia.

Los genetistas que encuentran secuencias extrañas de ADN tienden a descartarlas como contaminación o hibridación. Es posible que los investigadores estén buscando más tipos de cáncer que se hayan liberado de sus portadores.

Quizás tengamos que usar un poco más nuestra imaginación”, dijo Murchison.

(The New York Times)

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