Debido a la reciente atención que han recibido las políticas de salud, tal vez piensen que el complejo industrial médico estaría muy involucrado en la contienda de las primarias del Partido Demócrata, totalmente dispuesto a obstaculizar a Elizabeth Warren. Y, en efecto, una coalición de empresas farmacéuticas, aseguradoras y hospitales sacó al aire comerciales que atacan el programa de atención médica “Medicare para todos”.
Sin embargo, la función política de la industria de la salud ha sido moderada hasta ahora. En parte, esto puede reflejar realismo: incluso si Warren se convierte en presidenta, son pocas las posibilidades de que “Medicare para todos” se apruebe en el Congreso. También puede reflejar la sorprendente apertura de los médicos a la reforma. Aunque la Asociación Médica Estadounidense todavía se opone oficialmente al sistema del pagador único, en una reunión reciente, el 47 por ciento de los delegados votó por abandonar esa oposición.
No, la respuesta negativa verdaderamente intensa contra Warren y los demócratas progresistas en general proviene de Wall Street. Aunque, en parte, esa oposición refleja intereses personales, el odio a Warren en Wall Street tiene un grado de virulencia, que algunas veces raya en la histeria y va más allá del cálculo político normal.
¿Qué hay detrás de esa virulencia?
Primero, hablemos sobre los motivos racionales por los que a Wall Street le preocupa Warren. Por supuesto que ella está haciendo un llamado para aumentar de manera importante los impuestos a los más acaudalados, aquellos cuya riqueza exceda 50 millones de dólares, y la industria financiera tiene una fuerte representación en ese club de élite. Además, dado que aumentar los impuestos a los más ricos es bastante popular, es una idea que una presidenta progresista podría convertir en una política real.
Warren también cree firmemente en la regulación financiera más estricta; la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor, que era altamente eficaz hasta que el gobierno de Trump se propuso acabar con ella, fue su creación.
Entonces, si eres un multimillonario de Wall Street, el interés personal racional bien podría inducirte a no estar de acuerdo con Warren. Sin embargo, la racionalidad no explica por qué un administrador de fondos como Leon Cooperman —quien apenas hace dos años resolvió fuera de los tribunales una demanda por tráfico de información privilegiada con el pago de 5 millones de dólares, aunque no admitió haber actuado ilegalmente— haría circular una vergonzosa y autocompasiva carta abierta en la que denuncia a Warren por no valorar todas las cosas maravillosas que los multimillonarios como él hacen por la sociedad.
Tampoco explica por qué Cliff Asness, otro administrador de fondos, montaría en cólera contra el asesor de Warren, Gabriel Zucman, por usar el término “maximización de los ingresos” —un término estándar de la jerga económica— el cual describe como que es “repugnantemente inmoral”.
Me parece que la verdadera revelación aquí es que buena parte de los insultos que Wall Street ahora está dirigiendo a Warren anteriormente eran, de entre todas las personas posibles, para el presidente Barack Obama.
Objetivamente, Obama trató a Wall Street con guantes de seda. Después de una devastadora crisis financiera, su gobierno rescató a las instituciones afectadas bajo términos favorables. Él y los demócratas en el Congreso impusieron algunas regulaciones nuevas, pero fueron muy moderadas en comparación con las que entraron en vigor después de la crisis bancaria de la década de 1930.
Sin embargo, en varias ocasiones mencionó a los “peces gordos” de los banqueros y sugirió que los excesos de la industria financiera eran responsables de la crisis de 2008 porque, bueno, lo eran. El resultado, muy al principio de su gobierno, fue que Wall Street se dejó llevar por la “rabia contra Obama” y la industria financiera le dio todo su apoyo a Mitt Romney en 2012.
Por cierto, me pregunto si esta historia ayuda a explicar un aspecto extraordinario de la recaudación de fondos en la actual campaña de las elecciones primarias. No es de sorprender que Warren haya obtenido tan poco dinero del sector financiero. Sin embargo, sí sorprende que el principal beneficiario no sea Joe Biden sino Pete Buttigieg, quien se encuentra en un distante cuarto lugar en las encuestas. ¿Biden está padeciendo los efectos prolongados de aquella rabia de la era de Obama?
En todo caso, la cuestión es que los multimillonarios de Wall Street, incluso más que los megarricos en general, parecen ser muy susceptibles y emocionalmente incapaces de tolerar las críticas.
No estoy seguro de por qué ese debería ser el caso, pero tal vez lo que suceda es que para sus adentros sospechan que los críticos tienen razón.
Después de todo, ¿qué hacen realmente las finanzas modernas por la economía? A diferencia de los capitalistas ladrones de antaño, los magnates de Wall Street de nuestros días no construyen nada tangible. Ni siquiera financian a la gente que realmente está construyendo las industrias del futuro. La vasta expansión del crédito en Estados Unidos alrededor de 1980 básicamente se relacionaba con un auge en la deuda del consumidor en lugar de recursos nuevos para la inversión empresarial.
Además, cada vez existen más pruebas de que cuando el sector financiero se hace demasiado grande, en realidad actúa como un lastre para la economía y hace mucho que Estados Unidos ya no está para eso.
Ahora, siendo la naturaleza humana como es, la gente que se pregunta en secreto si en realidad merecen la riqueza que tienen se enfurece especialmente cuando otros expresan públicamente esa duda. Así que no es ninguna sorpresa que quienes no pudieron con las críticas moderadas y amables de Obama estén perdiendo el control por completo con Warren.
Lo que esto significa es que deberíamos tener cuidado con las declaraciones de Wall Street de que las políticas progresistas tendrían efectos funestos. Dichas afirmaciones no reflejan una profunda sapiencia económica; en gran medida provienen de gente con mucha riqueza, pero con un ego frágil, cuyas diatribas deberían descartarse oportunamente.
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