La inmigración a Estados Unidos ha ofrecido sistemáticamente una ruta para escapar de la pobreza, bien sea para esos mismos inmigrantes pobres o para sus hijos.
Un nuevo estudio que vincula a millones de padres e hijos desde la década de 1880, revela que los hijos de los inmigrantes pobres en Estados Unidos han tenido mayor éxito al momento de ascender en la escala económica que los hijos de padres pobres nacidos en Estados Unidos. Ese patrón ha sido notablemente estable por más de un siglo, a pesar del giro de las leyes de inmigración y del cambio de los países que normalmente envían inmigrantes hacia Estados Unidos.
Los hijos adultos de inmigrantes pobres mexicanos y dominicanos, que en la actualidad tienen un estatus legal en el país, logran prácticamente el mismo éxito económico que los hijos de los inmigrantes pobres de Finlandia o Escocia conseguían hace un siglo. A todos ellos, en sus respectivas épocas, les ha ido mejor que a los hijos de los pobres nacidos en Estados Unidos. Si el sueño americano es darle una mejor vida a la siguiente generación, al parecer los inmigrantes pobres han logrado con mayor fiabilidad ese sueño que los nacidos en Estados Unidos.
Esas conclusiones, publicadas en un informe de un equipo de historiadores económicos de Princeton, Stanford y la Universidad de California en Davis, desafían muchos argumentos centrales del debate actual sobre la inmigración en Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump ha buscado reorientar la inmigración legal hacia los migrantes más adinerados e intenta alejar esa posibilidad para los más pobres, con el argumento de que el país no puede costear el proceso de recibir a familias que agobiarán los programas públicos como Medicaid. Esta investigación propone que los inmigrantes que llegan en condiciones de pobreza generalmente logran superarla, si no en la primera generación, en la segunda.
“La perspectiva a corto plazo sobre la integración de los inmigrantes que los políticos tienden a tomar, subestima sus éxitos a largo plazo”, afirma Ran Abramitzky, profesor de Stanford quien es uno de los autores del informe junto a Leah Platt Boustan, Elisa Jácome y Santiago Pérez. “Ya para la segunda generación, les está yendo bastante bien”.
El presidente Trump y otros defensores de una inmigración más estricta, también han sugerido que los inmigrantes actuales, predominantemente de América Latina y Asia, son menos propensos a integrarse a la economía que las antiguas oleadas de Europa. Esta información indica que eso no es cierto. También revela que los noruegos, a quienes Trump considera como inmigrantes modelos, fueron, de hecho, unos de los menos exitosos tras llegar al país.
Los investigadores estudiaron a las versiones adultas de los hijos que crecieron en familias que se encuentran alrededor del percentil 25 de la distribución del ingreso en Estados Unidos. Las relaciones padre e hijo son vistas en una primera oleada en el censo de 1880, en una época cuando la mayoría de los inmigrantes eran del norte y el oeste de Europa o en la segunda oleada del censo de 1910, cuando llegaron más inmigrantes del sur y el este de Europa. A continuación, los investigadores analizaron a esas familias durante varias décadas a través de los registros de los censos, para ver si los hijos habían superado a sus padres convirtiéndose, por ejemplo, en abogados en vez de empleados de tiendas.
El censo no empezó a preguntar sobre ingresos hasta 1940, por lo que los investigadores estimaron una puntuación de ingreso por cada padre e hijo antes de 1940, usando información detallada sobre las ocupaciones reportadas en el censo, así como cualquier otro dato demográfico (las mujeres son más difíciles de rastrear de un censo al siguiente porque generalmente cambian sus nombres cuando se casan).
Los resultados sugieren que los hijos de los inmigrantes de prácticamente cualquier país que haya enviado grandes cantidades de personas a los Estados Unidos, tuvieron mayor movilidad intergeneracional que los hijos de los padres nacidos en Estados Unidos. Ese panorama se sigue cumpliendo hoy en día, aún con los cambios en los patrones de inmigración alrededor del mundo.
La información de la más reciente oleada de inmigrantes proviene de una extensa base de datos que vincula datos fiscales federales y otros registros gubernamentales con millones de niños nacidos entre 1978 y 1983 y sus padres. Esos datos, recopilados por investigadores de Opportunity Insights, han sido usados para estudiar patrones en movilidad intergeneracional por raza y región de los Estados Unidos.
Esa información más reciente solo incluye inmigrantes con números de seguridad social, por lo que los inmigrantes indocumentados no están presentes en este panorama (la distinción entre inmigración legal e ilegal fue en gran medida irrelevante durante las primeras oleadas de la ilimitada inmigración europea). Los investigadores no pueden afirmar si los hijos de los inmigrantes indocumentados encajarían actualmente en este patrón pero, según otras evidencias del estudio, existen razones para creer que ese sería el caso.
Una explicación del por qué los inmigrantes de segunda generación parecen tener mayor movilidad económica, es que sus padres podrían tener bajos ingresos de manera artificial. Por ejemplo, un abogado educado en otro país que debe manejar un taxi en Estados Unidos podría, en estos datos económicos, parecer que tiene un ingreso más bajo de lo que sus habilidades y formación sugerirían. Es probable que las barreras lingüísticas, la discriminación o las limitadas redes de empleo contribuyan a reducir los ingresos de los padres inmigrantes, y este efecto pudiera ser más fuerte en el caso de los inmigrantes indocumentados.
¿Qué otra cosa podría explicar este patrón tan consistente a través de la historia y con grupos inmigrantes diversos? Los investigadores señalan otro factor que sabemos que influye en la movilidad económica de un niño: el lugar donde vive. Los inmigrantes documentados e indocumentados han tendido a agruparse en puertos de entrada internacional comunes, en grandes ciudades, en comunidades donde es más fácil conseguir empleos. Los lugares a los que han llegado suelen ser, con frecuencia, los mismos sitios que han ofrecido una mejor movilidad económica a todos.
Cuando los investigadores comparan a los hijos de inmigrantes con los hijos de los padres nacidos en Estados Unidos que crecieron en el mismo condado, la diferencia en sus tasas de movilidad desaparece en gran medida. Esto indica que lo que diferencia a estos inmigrantes y los grupos nativos no es necesariamente algún tipo de calidad inherente en sus culturas o éticas de trabajo, sino sus decisiones sobre dónde vivir.
Visto de otra manera, los inmigrantes encarnan mejor el ascenso social que lo que las familias pobres nacidas en Estados Unidos pudieran experimentar si fueran capaces o tuvieran más voluntad de moverse. En este sentido, los inmigrantes poseen una ventaja significativa que las familias locales no tienen: no están atados por generaciones de lazos familiares o por el sentimiento de no poder abandonar un determinado lugar, así les esté yendo bien o no.
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