Cuando “Jesus Walks” de Kanye West salió a la venta en 2004, la canción fue alabada por atreverse a introducir el debate de la fe en el género del hip-hop. Quince años después, los contemporáneos de West siguen hablando de su impacto. En el primer episodio de “Hip-Hop: The Songs That Shook America”, una serie documental de AMC que se estrenó el domingo, el cantante y letrista John Legend dijo: “Kanye hizo que estuviera bien hablar sobre tu fe en canciones que no eran cristianas”.
Esta constante ensoñación y buena voluntad en torno a “Jesus Walks” es a lo que West le ha apostado desde que comenzó este año”Sunday Service” (que puede traducirse como “misa de domingo”), una serie de reuniones improvisadas indirectamente religiosas en las que presenta a un coro de góspel (que por lo general viste un atuendo de la línea de ropa del rapero, Yeezy).
El listado de canciones cambia de una semana a otra, pero el eje de las producciones, que fluyen de manera armónica entre canciones de piedad y salvación a configuraciones nuevas y más atrevidas de éxitos seculares modernos, radica en ese sencillo subversivo de su primer álbum, “The College Dropout”, en el que el artista recita exultante el verso final de la canción, tensionando su cadencia y alternándola con la intervención del coro.
Mediante una invitación única (o en el caso de Coachella en abril pasado, el precio excesivo de un boleto de festival), los pocos privilegiados presentes en esas reuniones pueden codearse con gente como ASAP Rocky, Chance the Rapper, Brad Pitt y otros personajes de alto perfil de la farándula, mientras disfrutan de esta experiencia “exclusiva”. Los eventos fungen como un intento transparente de West para, en esencia, reorganizarse dentro del contexto de la religión tras una larga serie de controversias que deliberadamente rayan en lo salaz, ya sea por una reprimenda indeseada a Taylor Swift, el hecho de que usa la gorra de MAGA (“Make America Great Again”, el lema de Trump de “Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo”) o una polémica aparición en TMZ en la que afirmó que la esclavitud era una “decisión”.
Sin embargo, esta iniciativa se interpreta como una apropiación a todas luces interesada de las tradiciones religiosas de los negros, y las presentaciones de “Sunday Service” son de hecho no más que conciertos que recurren a aforismos vagos y al culto a la personalidad de West, al grado de que se ha convertido en una broma recurrente decir que encabeza un culto verdadero. Los cristianos negros han manifestado su escepticismo acerca de las intenciones del cantante, y los comentarios anteriores del rapero sobre cómo percibe la relación entre el hip-hop y la Iglesia justifican su preocupación.
“Hasta cierto punto, el hip-hop es una religión, los raperos son los predicadores y la música, las escrituras, ¿entiendes?”, dice West en un video de archivo que reapareció en la serie documental. “Es justo como la Iglesia, porque vas a un concierto, levantas los brazos al aire, cantas canciones y, definitivamente, pagas algo de dinero. Igual que en la iglesia”.
La descripción de “Sunday Service” que dio su esposa, Kim Kardashian West, durante una aparición en “Jimmy Kimmel Live” no ayuda: “No se reza ni hay una homilía. No hay escrituras. Solo hay música y sentimiento”.
Reducir la tradición de la fe negra a “solo música” es justamente en lo que (en el caso de algunos lugares de culto de la comunidad afroamericana) se ha convertido un proyecto similar para generar ganancias. Durante casi treinta años ha habido recorridos dominicales de servicios eclesiásticos en puntos de referencia de Harlem, como la Iglesia Episcopal Metodista Africana Sion (la iglesia negra más antigua de la ciudad de Nueva York) y la Iglesia Bautista Abisinia, cuya afluencia aumentó a principios de siglo. Los turistas pagan como si fueran a un concierto para entrar a un espacio espiritual sagrado y darse una idea de cómo es el famoso coro de una iglesia, en lugar de asistir a un servicio espiritual y comprender la importancia de la historia de las iglesias. El góspel queda reducido a una mercancía, en lugar de ser un legado.
Se dijo que esa tensión fue evidente en la actuación grandilocuente que realizó West en la Gran Catedral Allen el mes pasado, y que tuvo lugar durante una confusa promoción de lo que se supone que será su próximo disco, “Jesus Is King” (el disco estaba programado para salir a la venta el 27 de septiembre, pero todavía no se ha comercializado — aunque se espera que un documental complementario del mismo nombre se estrene en pantallas IMAX el 25 de octubre).
Las invocaciones musicales iniciales y más convencionales de alabanza y fe del coro dieron lugar a una actuación de estilo libre, mientras que West afirmaba ser un rapero “con un propósito, no solo superficial”. El coro, que ocupaba las primeras bancas de la iglesia y no su lugar tradicional en las plataformas del escenario, reaccionaba eufóricamente, bailando, brincando y respondiendo al unísono mientras los feligreses —de los cuales se dice que varios salieron de la iglesia — observaban.
Estas presentaciones han ayudado a otorgarle a West una cierta licencia que, cabe señalar, no ha sido otorgada a artistas calumniados por cometer pecados similares en menor escala, como Chrisette Michele, una cantante con raíces de góspel que en 2017 fue criticada de manera generalizada por cantar en la toma de protesta del presidente Trump. Los videos de “Sunday Service” han circulado en línea con entusiasmo y proclamas, como si West estuviera haciendo algo inusitado en la música.
No obstante, la mezcla de una canción de góspel con una canción de R&B —la canción lenta y romántica de Ginuwine, por ejemplo, “So Anxious”,— no es nada nuevo (Kirk Franklin y otros artistas de góspel han estado haciendo mezclas de canciones seculares en la iglesia desde hace años). De igual modo, con “Jesus Walks”, West era solo uno más de entre varios raperos —que incluyen a M.C. Hammer, Diddy y DMX antes de él— enque introdujeron en el hip-hop comercial un ciclo de exploración de la fe , como Naima Cochrane de Billboard y otros han señalado.
Incluso si “Jesus Walks” no es tan enteramente original como sus colegas quieren hacernos creer, en los orígenes de la canción persiste un poder que parece haberse perdido hoy en día. El Coro del Centro de Rehabilitación para Adictos, que dirige su fundador, James Allen, grabó “Walk With Me”, un arreglo de un himno del góspel, en 1997. En “The Songs That Shook America”, un miembro del coro dice que, en ese momento, estaban cantando por su vida, como cuando interpretaron la canción originalmente.
Se trata de un claro llamado de fe y convicción, cuya esencia West, en su mejor momento, destiló en 2004 en el gancho musical de “Jesus Walks”, que incluye una frase de “Walk With Me”: “God show me the way, because the Devil’s trying to break me down” (Dios muéstrame el camino, porque el diablo está tratando de hundirme).
Sin embargo, cuando vemos los videos de la interpretación de West durante los conciertos de “Sunday Service”, parece una copia del sentimiento y el legado que alguna vez representó, un mero interludio para transmitir frases anodinas de “Dios es amor” o diatribas egoístas y a la defensiva. Durante su reciente servicio en Salt Lake City, West despotricó contra aquellos que lo han criticado por su relación amigable con el presidente Trump y el Partido Republicano: “Nunca he tomado una decisión solo con base en mi color de piel. Esa es una forma de esclavitud, de esclavitud mental”.
La iconoclasia, incluso en su ejecución más ordinaria, comúnmente está llena de las convenciones de la religión. Si “Jesus Walks” es una canción que West creó para señalar los pecados del hombre, como ha declarado su coletrista Rhymefest (cuyo nombre real es Che Smith), su primer reconocimiento de culpa debería ser el de la paradoja de diseminar la farsa del pensamiento original visto a través del prisma de la iglesia de Kanye West.
*Copyright: c. 2019 The New York Times Company