Así fue como la historia de sabotaje se arraigó en el Despacho Oval

Por Scott Shane

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Donald Trump (Tom Brenner/The New
Donald Trump (Tom Brenner/The New York Times)

En una entrevista de abril de 2017 con The Associated Press, el presidente Donald Trump de pronto comenzó a hablar sobre el hackeo del Comité Nacional Demócrata (DNC, por su sigla en inglés) un año antes, quejándose de que el FBI no había analizado físicamente el servidor afectado.

“Trajeron a otra compañía que, según me dijeron, tiene su sede en Ucrania”, comentó el presidente.

“¿CrowdStrike?”, preguntó el reportero en tono de sorpresa, refiriéndose a la compañía de ciberseguridad con sede en California que investigó cómo los hackers del gobierno ruso robaron y filtraron los correos electrónicos demócratas, lo cual trastocó la campaña de Hillary Clinton.

“Eso escuché”, continuó Trump. “Escuché que es propiedad de un ucraniano muy adinerado; eso escuché”.

Más de dos años después, Trump aún se aferraba a su falsa teoría conspirativa. En su llamada de julio con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, la resumió con una suerte de taquigrafía, por lo menos según el memorando de la Casa Blanca, que llevaba la etiqueta “esta no es una trascripción textual”.

“Me gustaría que averiguaras qué pasó con toda la situación de Ucrania. Dicen que CrowdStrike… supongo que cuentas con uno de tus contactos adinerados…”, dijo el presidente. No está claro si los puntos suspensivos indican que se omitieron palabras o que la voz de Trump no se escuchaba bien.

Después agregó un detalle nuevo: “Dicen que Ucrania tiene el servidor”.

Ahora, la llamada de Trump a Ucrania para indagar sobre su historia de CrowdStrike es la base de la investigación de juicio político de la Cámara de Representantes, que se enfoca en la segunda petición que hizo. Trump quería que Zelenski investigara a su posible oponente para 2020: el exvicepresidente Joe Biden. Trump ha impulsado una serie de afirmaciones refutables, de las que generalmente se encuentran en la periferia del internet, en la escena política y diplomática estadounidense.

La historia del servidor supuestamente oculto quizá le haya agradado a Trump porque socavaba un hecho bien establecido que ha resentido y rechazado durante tres años: la interferencia del gobierno ruso en las elecciones de 2016 para ayudarlo a ganar, un esfuerzo exhaustivamente documentado por las agencias estadounidenses de inteligencia y ampliamente respaldado por la evidencia pública.

En contraste, no hay pruebas que respalden la ambigua insinuación del presidente acerca de que Ucrania, y no Rusia, podría ser responsable del hackeo, o que CrowdStrike fue cómplice de alguna manera. Sin embargo, su historia alternativa le ha proporcionado un escudo psicológico para protegerse de los hechos que cree que mancillan su victoria electoral.

Desde hace tiempo, Trump ha intentado mejorar su relación con el presidente ruso Vladimir Putin y ha ignorado las quejas sobre su conducta. Así que hay cierta simetría en su insinuación de que Ucrania, rival de Rusia y víctima de su invasión territorial, de alguna manera le ha tendido una trampa al gobierno ruso para implicarlo en los delitos de las elecciones de 2016.

“Ucrania es el chivo expiatorio ideal para él, porque es enemiga de Rusia”, dijo Nina Jankowicz, miembro del Centro Wilson en Washington, quien visita Ucrania con frecuencia y está escribiendo un libro titulado “How to Lose the Information War”.

Señaló que varias historias vinculadas con Ucrania, algunas de ellas distorsionadas o exageradas, se han conglomerado, gracias a los simpatizantes de Trump, en una sola narrativa.

Está la idea promovida por Rudy Giuliani, abogado del presidente, de que el gobierno ucraniano saboteó de manera activa la campaña de 2016 de Trump, por ejemplo. Un abogado ucraniano-estadounidense que realizó trabajos de consultoría para el DNC revisó las finanzas de Paul Manafort y habló con funcionarios de la Embajada de Ucrania. No obstante, parece que no hubo una iniciativa concertada por parte del gobierno ucraniano para intervenir, ciertamente nada comparable con las actividades que Putin les ordenó a las agencias rusas de inteligencia.

Es verdad que un legislador ucraniano ayudó a divulgar documentos de los pagos de varios millones de dólares que un partido político ucraniano le entregó a Manafort, lo cual provocó su renuncia como presidente de la campaña de Trump. No obstante, la afirmación sobre los actos indebidos de Manafort resultó estar justificada. Ahora está cumpliendo siete años y medio en prisión por fraude financiero y otros delitos.

En mayo, Trump retiró a la embajadora estadounidense de Kiev, Marie Yovanovitch, designada por el presidente Barack Obama en 2016, y les dijo a otras personas que el motivo era que estaba actuando en contra de su gobierno. Yovanovitch ha negado esas acusaciones.

Además, Trump ha señalado en repetidas ocasiones que Biden, quien manejaba los asuntos de Ucrania como vicepresidente, intentó que despidieran a un fiscal por investigar a la compañía energética ucraniana que le pagaba a Hunter, su hijo, grandes cantidades de dinero como miembro del consejo a pesar de su falta de experiencia en Ucrania. De hecho, varios países estaban ejerciendo presión a favor del despido del fiscal, pues creían que estaba ignorando los casos de corrupción.

“Ahora parece que todas esas teorías conspirativas se están fusionando en una sola”, dijo Jankowicz. Aunque ella estudia la desinformación, dice que Trump hizo una afirmación que jamás había escuchado.

“A esto me dedico, y jamás había escuchado que alguien dijera que los servidores estaban en Ucrania”, comentó.

Entre las dos declaraciones de Trump sobre la supuesta conspiración de CrowdStrike y Ucrania han transcurrido 27 meses, pero esa teoría ha sobrevivido a pesar de que CrowdStrike, el FBI y personas involucradas directamente con las investigaciones la han negado varias veces. Ha sobrevivido a pesar del hecho de que el DNC exhibió uno de sus servidores hackeados, no en Ucrania, sino en sus oficinas de Washington al lado del archivador que los ladrones de Watergate abrieron en 1972 (y una fotografía de esos dos objetos apareció en la primera plana de The New York Times). Ha sobrevivido pese a la acusación formulada el año pasado por Robert Mueller, el fiscal especial, la cual explica con gran detalle los actos de doce agentes rusos de inteligencia militar que hackearon el DNC y otros blancos electorales.

La especulación nace de lo que Trump ha calificado como un “gran fraude demócrata”, la idea falsa de que el FBI jamás investigó de verdad el hackeo del DNC. De hecho, según personas que estuvieron directamente involucradas, CrowdStrike estuvo en contacto constante con la oficina durante la primavera de 2016, mientras analizaba decenas de servidores utilizados por el DNC y el Comité de Campaña para el Congreso del Partido Demócrata.

Ir en busca de los orígenes de la teoría conspirativa sobre CrowdStrike y Ucrania que Trump se inventó implica viajar a los rincones más peculiares del internet y las conversaciones más oscuras en Twitter y Facebook. En 4chan y foros a favor de Trump en Reddit, en sitios web como ZeroHedge.com y Washington’s Blog, se divulgan muchas especulaciones sobre la malvada manipulación de CrowdStrike y las maniobras secretas de los ucranianos, a menudo atizadas por las declaraciones de Trump.

Sin embargo, quienes especulaban en internet no afirmaban que el propietario de CrowdStrike era un ucraniano adinerado ni insinuaban que los servidores del DNC estaban ocultos en Ucrania, hasta que se hicieron públicas las declaraciones del presidente.

George Eliason, un periodista estadounidense que vive en el este de Ucrania, donde los separatistas prorrusos combatieron a las fuerzas ucranianas, ha escrito de manera exhaustiva sobre lo que considera como un “intento de golpe de Estado” en contra de Trump en el que participaron agencias de inteligencia estadounidenses y ucranianas, así como CrowdStrike. Eliason ha declarado que no sabe si sus textos publicados en sitios web poco conocidos han influido en el presidente.

Además, los medios noticiosos del Estado ruso siempre están listos para vitorear los esfuerzos de Trump por culpar a otros del hackeo de 2016. El 25 de septiembre, después de que la Casa Blanca lanzó su memorando sobre la llamada de Zelenski, el sitio web noticioso Sputnik, de Rusia, publicó un artículo que respaldaba los comentarios de Trump.

El artículo citaba los textos de Eliason e insinuaba que CrowdStrike pudo haberle tendido una trampa a Rusia por el hackeo del DNC, si es que eso realmente ocurrió. Citó una cuenta de Twitter llamada “The Last Refuge” en la que se declaraba: “Los servidores del DNC jamás fueron hackeados”.

Toda esta mitificación del hackeo de 2016 frustra a Robert Johnston, quien era el principal investigador de CrowdStrike dentro de la indagación del caso de DNC. Johnston, exmiembro de la Marina y operador del Cibercomando, dijo que no le encontraba sentido a las afirmaciones de Trump.

“No se relaciona con nada en mi experiencia”, dijo. “Me gustaría saber cuál es la opinión del presidente de Ucrania”.

Johnston, quien ahora es el director ejecutivo de la compañía de ciberseguridad Adlumin, dijo que estaba preocupado por las conspiraciones que rodeaban a lo que considera como una conclusión directa. Después de haber visto las huellas digitales de los servicios rusos de inteligencia en casos previos de hackeo, sentía que no había dudas sobre la identidad de los perpetradores.

“No sé cómo llegamos a este punto”, dijo Johnston acerca de las fantasías que ha promovido Trump. “Esta historia no se acabará”.

*Copyright: 2019 The New York Times Company

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