EL PASO, Texas — La delegación de legisladores demócratas intentó hacerse espacio en la sala repleta de gente del centro de procesamiento fronterizo, esforzándose por escuchar, por encima del ruido de las cobijas térmicas plegándose y del llanto de un bebé, a una migrante de Venezuela que contaba su amarga historia.
Escucharon compasivamente mientras la mujer les contaba sobre las semanas que tuvo que pasar en México antes de su siguiente audiencia para tramitar el asilo, en la cual trató de explicar la violencia a la que fue sometida en su país y que la obligó a abandonarlo.
“No tendrías que regresar a Venezuela”, le dijo el representante demócrata de Nueva Jersey, Tom Malinowski, antiguo funcionario del Departamento de Estado, con la voz tensa por el enojo. “Tampoco deberías quedarte varada en México. Creo que todos estaríamos de acuerdo con esas dos afirmaciones”.
Algunas horas antes, el representante republicano de California, Duncan Hunter, había publicado en Twitter un video de otro recinto de la patrulla fronteriza en Texas, el cual mostraba una imagen más positiva de lo que estaba sucediendo con los migrantes en la frontera.
“En esencia, es un Walmart”, dijo, señalando cajas bien ordenadas de pasta de dientes y jabón. “Es increíble lo bien que estamos tratando a las personas que están aquí de forma ilegal, lo bien que las atendemos”.
Ambas reacciones encontradas reflejan los polos opuestos de un intrincado debate sobre la migración que ha estallado con intensidad cada vez mayor en estos últimos meses en que las políticas del presidente Donald Trump se han vuelto más agresivas y los centros de detención para migrantes se han visto abrumados por la responsabilidad.
En los últimos seis meses, decenas de miembros del Congreso y sus colaboradores han ido a la frontera suroeste con el fin de ver lo que ocurre ahí. Ser testigo de las visitas es entender el meollo de la profunda división que existe en torno a la manera de reparar el sistema migratorio averiado.
En ocasiones, los recorridos para averiguar los hechos, mismos que se detallan en entrevistas con más de dos decenas de legisladores y colaboradores, son higienizados para las personas importantes que los realizan, mientras el gobierno de Trump trabaja para mostrar la mejor cara de una situación que con frecuencia es inhumana. Sin embargo, estos han dado lugar a momentos de emociones al desnudo y de destellos de sufrimiento humano que han originado testimonios apasionados, videos de legisladores en sus recorridos que se han vuelto virales, nuevas propuestas legislativas y, en un caso, un libro.
Todos los legisladores que realizan el recorrido al sur están de acuerdo con el mal funcionamiento del sistema, pero pocos regresan con otra mentalidad o perspectivas radicalmente distintas. Sigue sin tener respuesta el problema más importante de cómo evitar que se ignore una vez más la crisis de inmigración.
Esta semana, la Cámara de Representantes dirigida por los demócratas aprobó en gran medida por una mayoría de este partido dos proyectos de ley que pondrían una mayor responsabilidad sobre el Departamento de Seguridad Nacional y fijarían normas médicas para los centros que albergan inmigrantes, pero sus posibilidades de aprobación en el Senado controlado por los republicanos son escasas o nulas. Además, en una audiencia del comité sobre el financiamiento de la frontera, los senadores discreparon en cuanto a qué cantidad de dinero otorgar para el muro del presidente en la frontera suroeste, incluso luego de que la mayoría de la Cámara votó para dar fin a su declaración de emergencia nacional ahí.
“El objetivo era que todos pudieran verlo y decir: ‘Bueno, todos lo hemos visto. Podemos llegar a una serie de conclusiones en común sobre cómo poder resolverlo’”, comentó el senador republicano de Oklahoma, James Lankford, acerca de su reciente visita a la frontera. “Pero yo no estoy escuchando que digan eso”.
‘TAL VEZ YA SE HAYAN APRENDIDO LAS LECCIONES’.
Lo que los legisladores aprenden en la frontera normalmente depende de lo que están buscando.
El representante republicano de Arizona, Andy Biggs, organizó varios recorridos en el verano con especial atención en el cumplimiento de la legislación, lo que brindó a los legisladores la oportunidad de visitar algunos fragmentos del muro fronterizo de Trump y de hablar con las fuerzas policiales locales, así como con los propietarios de bienes cuyos terrenos pasan cerca de la frontera.
En cambio, los demócratas tienden a concentrarse en la parte humanitaria. La representante demócrata de Texas, Veronica Escobar, ha llevado a diversos grupos a su distrito de El Paso, ha organizado entrevistas con migrantes detenidos en Juárez, México, y ha llevado a sus colegas a la carretera que hay entre los dos países.
La política se inmiscuye incluso en las listas de los grupos, En julio, los senadores demócratas se negaron a unirse al vicepresidente Mike Pence y a los senadores republicanos en un viaje a las instalaciones de McAllen, Texas, por el temor primordial, en palabras del senador demócrata de Illinois, Richard Durbin, de “quedar abrumados por Pence y sus relaciones públicas”.
“Aquí existe un conflicto entre los partidarios de Trump y sus detractores, republicanos y demócratas, acerca de estos detenidos y de la gente que está en el proceso”, comentó Durbin. “Este es un conflicto entre el trato humano y la disuasión”.
Incluso los viajes como el realizado por el grupo bipartidista Problem Solvers Caucus, que instó a republicanos y demócratas a reunirse más tarde para intercambiar impresiones e ideas, no han hecho mucho por lograr que el diálogo avance.
Los legisladores que han realizado varios viajes a la frontera comentaron que habían visto algunas mejoras en comparación con los últimos meses, en parte debido a que se había reducido el número de migrantes que intentan entrar al país, pero también debido a la indignación ante los informes sobre las condiciones decadentes y la mala atención médica.
“Lo que vi de diferente entre ahora y hace un año fueron más instalaciones destinadas al tema del cuidado humanitario”, señaló la senadora republicana de Virginia Occidental, Shelley Moore Capito, quien visitó algunas partes de la frontera este mes con dos colegas republicanos. “Tal vez ya se hayan aprendido las lecciones”.
‘CREO QUE PUEDO EVALUAR LAS CONDICIONES CON BASTANTE PRECISIÓN’.
Los viajes a la frontera que hacen los legisladores y los integrantes de los medios de comunicación a menudo están higienizados para presentar las mejores condiciones posibles: tan pronto como se planean las visitas, comienzan los preparativos dentro de las instalaciones de detención del gobierno de Trump.
Según un antiguo funcionario de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, quien habló con la condición de que se mantuviera su anonimato por temor a represalias, las rutas se programan de tal forma que se evite pasar por los espacios desordenados como las salas de lavandería, así como por algunas unidades especiales del albergue donde se mantiene a los detenidos en confinamiento aislado. De acuerdo con el funcionario, al personal se le instruye que informe a los visitantes sobre los requisitos para temas como la atención médica, la higiene y los alimentos, para dar la impresión de que están siguiendo las reglas, aun cuando las instalaciones no estén cumpliendo con ellas. El organismo no respondió cuando se le solicitó ofrecer comentarios.
El funcionario añadió que las órdenes que reciben los detenidos antes de las visitas son mucho más sencillas: no hablar con los visitantes.
También se les pide que porten el uniforme completo, el cual normalmente es parecido a un uniforme de hospital, y que eviten que los vean con el atuendo descubierto que es común en los centros que están atestados o donde hace mucho calor. Cuando se da acceso a pequeños grupos de reporteros y legisladores, por lo general les piden que dejen sus teléfonos celulares y que no hablen con ninguno de los migrantes bajo custodia.
Algunos republicanos dicen que al observar los niveles de población y los suministros disponibles, no ven la necesidad de desobedecer la petición de evitar hablar con los migrantes.
“No estoy seguro de que haya necesidad de entrevistar a los detenidos. Creo que puedo evaluar las condiciones con bastante precisión”, señaló Biggs, quien se perfila para ser el próximo presidente del grupo ultraconservador House Freedom Caucus. “No creo que tengamos que entrevistar a nadie para evaluarlas por completo”.
Ante los reporteros que fueron el mes pasado al centro de procesamiento del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de El Paso, los funcionarios tuvieron cuidado de recalcar el nivel de atención que se ofrece a los migrantes, mientras pasaban por los certificados de acreditación de salubridad enmarcados que recubrían algunas de las paredes de los pasillos. Sostenían que no se podía considerar que el centro era una prisión debido a que los migrantes, obligados a usar prendas con códigos de colores que indicaban la gravedad de su historial criminal y los delitos de los que se les acusaba, no habían recibido sentencia alguna por parte de ningún juez de Estados Unidos.
Si los legisladores y su personal ejercen presión, se puede negociar por adelantado un permiso para hablar con algunos migrantes. Pero este también puede revocarse, lo que aumentaría las tensiones con los legisladores responsables de la supervisión de las instalaciones.
En agosto, el Departamento de Seguridad Nacional canceló once visitas programadas por el personal del Comité de Supervisión y Reforma a varios centros de todo el país, con el argumento de falta de cooperación por parte de los colaboradores del Congreso. (El presidente del Comité, el representante demócrata de Maryland, Elijah Cummings, impugnó esas aseveraciones).
Los funcionarios también se negaron a permitir que una delegación de demócratas, que incluía a Malinowski y a Escobar, visitara a dos hombres que estaban en huelga de hambre en el centro de El Paso.
“Cuando alguien pone barricadas”, comentó Escobar, “desde luego que nos volveremos suspicaces y que habrá desconfianza”.
*Copyright New York Times 2019