HARARE, Zimbabue — Cuando Zimbabue bloqueó el internet durante una represión reciente, Obert Masaraure, un prominente crítico del gobierno, no tenía manera de saber cuándo era seguro salir de su escondite.
Esperó un día y después otro. Al tercer día salió con la esperanza de que la ola de arrestos hubiera terminado.
Los soldados lo arrestaron en su casa doce horas más tarde.
"Si hubiera estado conectado, quizá habría sabido que no era seguro salir", dijo Masaraure.
Los bloqueos de internet se han convertido en una de las herramientas definitorias de la represión gubernamental en el siglo XXI, no solo en Zimbabue, sino en cada vez más países que buscan sofocar a los disidentes, especialmente en Asia y África.
Los bloqueos hacen más que socavar el proceso democrático. Pueden afectar economías enteras y negocios individuales, así como trastornar drásticamente la vida cotidiana de los ciudadanos ordinarios, al convertir la búsqueda de servicios móviles en un juego del gato y el ratón con la policía, una situación por la que muchos se ven obligados a cruzar la frontera solo con el propósito de enviar correos electrónicos para el trabajo, por ejemplo.
El gobierno indio lleva a cabo esta práctica con más frecuencia que cualquier otro país —hace poco lo hizo en Cachemira—, pero no es el único: en 2018, hubo por lo menos 196 bloqueos en veinticinco países, en comparación con los 75 que hubo en veinticuatro países en 2016, de acuerdo con investigaciones de Access Now, un organismo independiente que defiende los derechos en internet. Tan solo en la primera mitad de este año, hubo 114 bloqueos en veintitrés países.
En total, más de un cuarto de los países del mundo han utilizado la táctica en un momento u otro a lo largo de los últimos cuatros años.
Generalmente utilizado durante momentos de agitación civil o inestabilidad política, un bloqueo permite que los funcionarios detengan el flujo de información sobre los actos indebidos del gobierno o frenen la comunicación entre activistas; en esos casos, les ordena a los proveedores de servicios que suspendan o lentifiquen el acceso a internet de sus clientes.
Aunque países autoritarios como China e Irán han bloqueado desde hace mucho algunos sitios web internacionales que consideran subversivos, como Facebook, un bloqueo del internet generalmente es una medida temporal, a menudo utilizada por gobiernos que históricamente han tenido un enfoque menos sistemático respecto a la censura de internet.
"La gente siempre tenía la opinión simplista de que la tecnología solo podría usarse de una sola manera y que era una gran herramienta para la democracia", dijo Kuda Hove, investigador de derechos digitales en el Instituto de Medios en África del Sur (MISA). Sin embargo, después del surgimiento del bloqueo, dijo, "las personas entendieron que el gobierno podía usar la tecnología en contra de la gente".
Las investigaciones sugieren que la economía a menudo paga el precio. En países con un nivel medio de penetración de internet —es decir, donde entre el 49 y el 79 por ciento de la población tiene acceso a internet— una suspensión podría arrebatarles 6,6 millones de dólares a las actividades económicas diarias por cada diez millones de personas, de acuerdo con analistas de Deloitte, una firma internacional de contaduría.
De julio de 2015 a junio de 2016, los bloqueos provocaron pérdidas mundiales de más de 2400 millones de dólares, de acuerdo con la Institución Brookings, un grupo de investigación.
El bloqueo de seis días en enero en Zimbabue tenía como propósito frenar las manifestaciones de la oposición, pero también terminó afectando gravemente a empresarios como Peter Makichi, distribuidor de combustible.
Como agente de una empresa sudafricana de combustible, Makichi debía transferirles a sus proveedores más de 100.000 dólares cada tres días. El bloqueo no solo le impidió transferir el dinero durante varios días, sino también enviarles correos electrónicos a sus clientes, que después cancelaron su contrato.
La cancelación lo obligó a cerrar tres de sus cuatro sucursales y despedir a 27 de sus 35 trabajadores, lo cual redujo sus ganancias más de un 90 por ciento todos los meses, comentó Makichi.
En las afueras de Harare, la capital de Zimbabue, la mayoría de los clientes de la tienda de abarrotes de Wisdom Fore sí tenía dinero para comprar alimentos, pero no tenía acceso a sus cuentas bancarias.
Debido a una escasez de billetes, muchas transacciones en Zimbabue se hacen a través de sistemas móviles de pago, incluso las compras pequeñas. Sin embargo, el sistema necesita internet para funcionar, así que Fore terminó desechando gran parte de la comida perecedera y perdió casi la mitad de sus ventas diarias.
El bloqueo incluso afectó la industria musical. Ameen Jaleel Matanga, un popular cantante que se presenta como Poptain, tenía la intención de lanzar su video musical más reciente el primer día de la suspensión de internet. El bloqueo evitó que lo subiera a la red y ese retraso alteró su plan de negocios para todo el año.
"La economía se suspende por un bloqueo en la red", dijo Fore. "El flujo de todo se lentifica".
En algunos países, eso además ha incluido el suministro de medicamentos esenciales y el despliegue de profesionales médicos.
En Sudán, el gobierno interino suspendió el servicio de internet durante un mes, principalmente para obstruir las actividades de la oposición después de que fuera derrocado el presidente Omar al Bashir. Sin embargo, también evitó que los médicos sudaneses ordenaran nuevos medicamentos, lo cual provocó una escasez de tratamientos para la diabetes y evitó que los líderes de las manifestaciones usaran WhatsApp para pedir asistencia médica, de acuerdo con Sara Abdelgalil, que a través del internet coordina la llegada de suministros a Sudán desde su casa en el extranjero.
"Teníamos un grupo de WhatsApp donde decíamos: 'Necesitamos un cirujano en Omdurmán; necesitamos un anestesista en Buri'", dijo Abdelgalil, presidenta de la sección británica del Sindicato Sudanés de Médicos, el cual apoya la transición de Sudán a un gobierno civil. "Todo eso se volvió muy difícil".
En algunos países en vías de desarrollo, las ganancias de la mayoría de los vendedores dependen de publicitar sus productos en grupos públicos de WhatsApp, donde se pueden enviar anuncios a cientos de destinatarios a la vez. Durante un bloqueo, estos grupos se convierten en ciudades fantasmas en línea.
En Camerún, se bloqueó el acceso a internet de manera intermitente en las intranquilas regiones anglohablantes al oeste del país durante 240 días en 2017 y 2018.
Para mantener el flujo de las comunicaciones, los residentes escribían borradores de correos electrónicos en sus celulares y se los daban a amigos y colegas que viajarían a regiones francohablantes, dijo Rebecca Enonchong, emprendedora de internet en Camerún.
En cuanto los celulares atravesaban la frontera invisible entre las provincias anglohablantes y francohablantes, los correos electrónicos se enviaban.
"Todos lo estaban haciendo", dijo Enonchong. "Le dabas a alguien el dispositivo y después regresaba con él al término del día".
Sin embargo, esta solución alternativa no fue suficiente para rescatar a muchas de las firmas digitales en las regiones afectadas, las cuales eran el epicentro de los negocios tecnológicos cameruneses. "Imaginen qué pasaría si el internet se suspendiera en Silicon Valley", dijo Enonchong, quien dirige centros de innovación digital en zonas anglo y francohablantes. "Ese es el equivalente de lo que sucedió en Camerún".
En Zimbabue, un número creciente de personas han descargado redes privadas virtuales (VPN), sistemas que permiten que los usuarios evadan algunas restricciones de internet. Sin embargo, las VPN a menudo son bloqueadas por el gobierno y las que funcionan con frecuencia son demasiado lentas para ser útiles, dijo Hove, el investigador de derechos digitales.
Además, las VPN quizá no sean suficientes si los gobiernos adoptan formas más sofisticadas de censura en internet.
Al parecer el gobierno de Zimbabue ya está sacando partido de internet, pues usa programas para vigilar a sus oponentes y envía ejércitos de troles en contra de sus detractores, comentó Hove.
"En mi opinión, la siguiente batalla será en contra de que el gobierno suspenda el internet; eso quizá es demasiado evidente, y con el nivel de repudio internacional que recibieron, quizá no lo hagan de nuevo", añadió. "Sin embargo, tal vez aumenten sus intentos de sofocar el discurso democrático en línea".
Patrick Kingsley es un corresponsal internacional, que vive en Berlín. Antes, cubrió migración y Medio Oriente para The Guardian. @PatrickKingsley
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