A medida que más mujeres han salido a describir el abuso que Jeffrey Epstein cometió contra ellas, Maria Farmer se pregunta qué habría sucedido si alguien hubiera tomado en serio sus denuncias.
Hace veinticuatro años, Farmer era una artista que terminó enredada en la vida poco ortodoxa que llevaba Epstein tras las puertas cerradas de sus mansiones de lujo. Epstein le había ofrecido ayudarla con su carrera como pintora, pero todo terminó de manera abrupta una noche a mediados de 1996, cuando Farmer dice que Epstein y su acompañante, Ghislaine Maxwell, empezaron a manosearla de manera violenta.
Farmer después se enteró de que su hermana de 16 años, Annie, también había sido sometida a un perturbador masaje toples en el rancho de Epstein en Nuevo México.
Farmer contactó a la policía de Nueva York y dijo que fue ante el FBI para ofrecerles la información que tenía sobre Epstein y una cantidad sospechosa de mujeres jóvenes que eran llevadas a la mansión del financiero. El buró estadounidense no ha reconocido que lo contactaron, pero Farmer indicó que seguramente hay registro de ello porque unos agentes la fueron a buscar años después para hacerle preguntas. Ella también acudió con líderes del ámbito artístico de Nueva York, que Epstein y Maxwell frecuentaban, y las hermanas intentaron contar su historia a una reconocida revista.
Ninguno de esos reportes rindió frutos.
Finalmente, ante lo que llamó amenazas por las denuncias de su hermana menor, Maria Farmer desistió en su carrera artística en Nueva York e incluso dejó de pintar.
“No quiero que ninguna joven viva lo que tuvo que vivir Annie”, dijo Maria Farmer en una entrevista reciente. “Puedo vivir con lo que me pasó a mí. Pero no puedo vivir con lo que le pasó a Annie”.
Epstein siguió atrapando a chicas vulnerables en su círculo de depredación durante nueve años más antes de que empezaran a investigarlo. Después de que fue arrestado en julio por cargos federales de tráfico sexual de menores de edad en Nueva York y en Florida, Epstein murió a principios de agosto en lo que las autoridades calificaron como un suicidio.
Otras mujeres han alzado la voz en años recientes con denuncias más serias contra Epstein, de violación y abuso sexual de menores de edad, pero los reportes de las hermanas Farmer —hechos hace veintitrés años— son las acusaciones más tempranas de las que se sabe respecto al perturbador contacto de Epstein con niñas y mujeres jóvenes. Los relatos detallados de las Farmer, contados públicamente por primera vez en este reportaje, ofrecen un vistazo a cómo Epstein logró evitar escrutinio durante años pese a que crecía la inquietud respecto a su conducta.
Farmer dijo que se siente culpable de haber acercado a su hermana a la órbita de Epstein y que lamenta mucho que haya habido víctimas después de ella; sollozó cada vez que mencionó alguna. Desde entonces ha estado en relativo aislamiento.
La primera reunión
Farmer se mudó a Nueva York en 1993; ansiosa por impulsar su pasión, se inscribió en la Academia de Arte de Nueva York.
Ya tenía un enfoque especializado en las figuras desnudas y de adolescentes, y en la academia iba a tener la oportunidad de trabajar con uno de sus ídolos, el pintor y escultor Eric Fischl. Una de las pinturas de Farmer fue hecha con un estilo voyerista, de un hombre en el marco de una puerta observando a una mujer en un sofá. Farmer dijo que se inspiró en la obra de Edgar Degas Intérieur, que ha sido apodada “la violación”.
En una muestra de galería para su graduación, Farmer dijo que la directora de la academia, Eileen Guggenheim, le presentó a Epstein y a Maxwell y le dijo que les vendiera la pintura del hombre en la puerta con descuento. (Guggenheim dijo no tener recuerdos de esa interacción).
Después, a decir de Farmer, Epstein la llamó para ofrecerle trabajo para que comprara arte para la colección del financiero y después para administrar la entrada de una casa que Epstein estaba renovando.
Ahí, Farmer, de 25 años, fue espectadora de la extraña vida de Epstein con chicas y mujeres jóvenes que llegaban para lo que Maxwell le aseguró eran audiciones de modelaje para Victoria’s Secret. En la casa a veces había mucha expectativa de que estaba por visitar Bill Clinton, pero Farmer nunca lo vio.
Aunque dijo que sí conoció a Donald Trump un día en la oficina de Epstein. Farmer recordó que Trump se le quedó viendo hasta que Epstein le dijo: “Ella no es para ti”. La madre de Farmer, Janice Swain, dijo que Maria le contó sobre ese encuentro cuando sucedió.
Clinton y Trump han admitido que conocían a Epstein; Clinton afirma que no sabía de ninguna actitud inapropiada y Trump ha comentado que “no es fan” de Epstein.
Farmer dijo que Maxwell se comportaba muy amigable y, como la acompañante de Epstein, era una figura reconfortante para muchas jóvenes que sentían que de ese modo estaban seguras ante él. Pero Farmer dijo que Maxwell tenía un papel importante en atraer a las chicas hacia la órbita; Farmer recordó que a veces Maxwell decía antes de salir de la casa: “Tengo que ir a conseguirle chicas a Jeffrey”.
Maxwell se refería a esas mujeres como “núbiles”, según Farmer. “Tenían un conductor y a veces iban en el auto y Ghislaine decía: ‘Detente, hay que ir por esa chica’”, comentó Farmer. “Y el auto se paraba y ella salía para ir a hablar con la chica”.
Los abogados de Maxwell y de Epstein no contestaron a las solicitudes para hacer comentarios para este artículo.
La hermana menor
Una de las chicas en las que se interesó la pareja fue la hermana menor de Farmer, Annie.
Farmer le había mencionado a Epstein que su hermana estaba buscando cómo poder ir a la universidad. Epstein ofreció ayudarla y llevó a Annie, entonces de 16 años y que vivía en Arizona, a visitar Nueva York.
Annie Farmer dijo que recordaba a Epstein como alguien amable y de apariencia casual, que traía pantalones deportivos mientras servía champaña y hablaba de los planes universitarios de Annie. Durante el viaje los tres fueron a ver una película. Annie dijo que cuando el filme estaba avanzando, Epstein empezó a rozar y acariciar su mano y después su pierna.
“Era como algo que me dio un sentimiento raro, pero tal vez no era tan raro y probablemente fue normal”, escribió Annie Farmer en su diario el 25 de enero de 1996. “Lo que sí se me hizo muy raro es que soltaba mi mano si él iba a hablar con Maria”.
Epstein ofreció pagarle a Annie un viaje a Tailandia y la invitó a su rancho de Nuevo México para un fin de semana. Con la impresión de que iba a ser un viaje de varios estudiantes con Maxwell como chaperona, la madre de las Farmer, Swain, dijo que le dio permiso a Annie. Pero cuando la joven llegó a Nuevo México descubrió que solamente estaban ella, Epstein y Maxwell.
Ese fin de semana hubo una nueva serie de interacciones inquietantes, dijo. Recordó que Maxwell la intentó persuadir para darle un masaje de pies a Epstein y que la guió mientras lo hacía. Annie contó que fueron al cine y que ahí, de nuevo, Epstein la tocó y acarició durante la película.
Relató que, cuando estaba despertando una mañana en la casa, Epstein entró a su habitación y le dijo que quería acurrucarse. Se metió con ella a la cama.
Annie Farmer también dijo que Maxwell le preguntó varias veces si ella quería un masaje. Cuando por fin cedió, Farmer, adolescente, siguió las instrucciones que le estaba dando la mujer adulta de quitarse la ropa y el corpiño para meterse debajo de una sábana en la mesa de masajes. Maxwell le dio el masaje y en algún momento hizo que Farmer se recostara bocarriba y deslizó la sábana hacia abajo para masajear el pecho de la adolescente.
“Realmente no creo que hubiera razón alguna para que ella me tocara así”, dijo Farmer.
La hermana menor dijo que Epstein no participó, pero que ella sentía que estaba cerca y probablemente viendo todo.
Los primeros reportes
En ese momento, Maria Farmer no sabía de las interacciones que su hermana pequeña había tenido en Nuevo México ni en el cine neoyorquino. Había viajado a Ohio para usar el inmueble de Epstein ahí para enfocarse en pintar.
Hacia finales del verano, Epstein y Maxwell visitaron esa residencia. Maria recordó que una noche le hicieron un pedido inusitado: Epstein quería un masaje de pies.
Maria dijo que fue un masaje corto e incómodo durante el cual Epstein gimió con un placer que le pareció exagerado y después soltó un grito como adolorido. Luego Epstein la invitó a sentarse en la cama con él para ver un programa sobre matemáticas de la televisión pública.
Maxwell entonces llegó también a la cama, dijo Farmer, y la situación escaló: tanto Epstein como Maxwell empezaron a manosear a Farmer por encima de la ropa, mientras le hacían comentarios sobre su aspecto, y torcieron los pezones de la joven de modo que le dejaron moretones. Farmer dijo que todo lo estaban haciendo en espejo, al unísono. Como temía que la iban a violar, Farmer se escapó de la habitación y se encerró en otra parte de la casa.
Poco después descubrió que tres fotografías que había tomado y que tenía guardadas ya no estaban. Eran desnudos parciales de Annie y de la tercera hermana Farmer, que tenía 12 años, que Maria había usado para modelos de sus pinturas figuradas.
Farmer dijo que empezó a llamar a muchas personas, apanicada, para pedir ayuda. Una de las personas a las que contactó fue su mentor artístico, Fischl. Él dijo que Farmer le describió el contacto físico en la habitación, que tenía mucho miedo por su hermana y que estaba enfurecida por las fotografías desaparecidas.
“Solo le decía a Maria: ‘Tienes que salir de ahí, tienes que salir de ahí’”, dijo Fischl.
El padre de las mujeres, Frank Farmer, también comentó que recuerda haber recibido una llamada en ese entonces. No supo los detalles específicos de lo sucedido, aunque recordó que su hija estaba tan alterada que él mismo condujo desde Kentucky hasta la casa de Ohio para recogerla.
Maria Farmer dijo que después de que habló con Annie y se enteró de lo que le había pasado a su hermana con Epstein y Maxwell decidió regresar a Nueva York. Fue cuando dijo que recibió una llamada de Maxwell en la que esta le advirtió que iba a quemar todas las obras de Farmer y que su carrera estaba terminada. Farmer, asustada, acudió a un precinto local de la policía para reportar lo que le sucedió en Ohio y la amenaza sobre el arte.
Los oficiales del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York levantaron el reporte de la supuesta amenaza telefónica y de la sospecha de robo; The New York Times obtuvo una copia de ese reporte. Pero Farmer dijo que para las denuncias de abuso la refirieron a otras agencias, incluido el FBI, porque no tenían jurisdicción en Ohio.
Maria Farmer dijo que llamó al FBI y habló durante una media hora con el agente que contestó. Este no le dijo qué iba a suceder con la denuncia, dijo Maria. Le preguntó si convenía contactar a otros oficiales, a nivel estatal, en Ohio o Nuevo México, y que el agente le contestó que dependía de ella. Farmer tiene memoria de haber contactado a por lo menos a una jurisdicción, aunque no recuerda cuál, sin que haya habido progreso.
Una portavoz del FBI rechazó hacer comentarios sobre si la agencia tenía registros de alguna llamada de Maria Farmer.
Las dos hermanas intentaron contar su historia en otra ocasión, en 2003, cuando Vicky Ward, periodista de Vanity Fair, estaba haciendo un reportaje sobre las finanzas complicadas de Epstein que iba a mencionar su proclividad por chicas jóvenes. El artículo fue publicado, pero no decía abosolutamente nada de las Farmer y ellas sintieron que se habían expuesto a ciegas.
Ward escribió en 2011 en un blog personal que el artículo cambió de dirección y ángulo porque “no sabía bien a quién creerle”. El editor de la pieza de Vanity Fair, Graydon Carter, dijo en un correo electrónico que las fuentes de Ward para incluir lo contado por las Farmer no cumplían con los estándares legales de la revista. Pero Ward dijo hace poco en Twitter que ella creía que Carter cedió a las presiones de Epstein. John Connolly, otro editor antes colaborador de Vanity Fair, dijo que tenía recuerdos de Carter hablando sobre los intentos de Epstein por tener influencia en cómo quedaba el artículo.
Maria Farmer dijo que cuando se dio a conocer que las hermanas habían dado una entrevista al detalle para la revista empezaron de nuevo las llamadas amenazantes.
“Ten cuidado y vigila tus espaldas”, dijo Farmer que le declaró Maxwell. “Me dijo: ‘Sé que vas siempre por [la autopista] West Side Highway. Cuando estés ahí, ten mucho cuidado porque hay muchas maneras en las que una puede morir’”.
Las consecuencias
Farmer dijo que por las amenazas dejó su vida en el ámbito artístico de Nueva York, donde Epstein y Maxwell todavía tenían considerable influencia. Annie Farmer intentó seguir con su vida; se graduó de un doctorado y trabaja como psicoterapeuta. Pero Maria Farmer contó que batalló mucho para superar el año que pasó con Epstein. Se sentía asqueada por sus propias pinturas, pues se dio cuenta de que Epstein aparentemente nunca apreció su valor artístico sino que mostraba a chicas en desnudos.
No podía dejar de pensar en los comentarios que Epstein y Maxwell habían hecho sobre su pecho; Farmer dijo que se sometió a una mamoplastía de reducción.
No fue sino hasta 2006, cuando los agentes del FBI tocaron otra vez a su puerta en Carolina del Norte, que Farmer tuvo nuevas esperanzas de que Epstein iba a rendir cuentas. El año previo habían surgido nuevas denuncias contra Epstein; el reporte de una adolescente en Florida desató una investigación a fondo que descubrió que había todo un grupo de jóvenes que habían sido reclutadas para hacer visitas al hogar de Epstein en Palm Beach.
Registros del FBI con muchos fragmentos clasificados parecen mostrar notas escritas a mano de entrevistas hechas en noviembre de 2006 a Maria y Annie, que incluyen detalles clave de sus recuentos, como la visita de Maria a la policía de Nueva York y el que fue referida al FBI.
Sin embargo, en el transcurso de la investigación, surgió un acuerdo de Epstein con la fiscalía en Florida, muy criticado, que descartaba la posibilidad de cargos penales federales. El acuerdo de 2008 le permitió a Epstein declararse culpable de cargos estatales mucho menores; para las hermanas Farmer fue muy desmoralizante.
Maria Farmer había empezado a superar los episodios que vivió cuando surgieron las nuevas noticias sobre Epstein y sobre sus otras víctimas. Dijo que se soltó en llanto en cuanto vio esos relatos, con la duda de qué habría sido necesario para detenerlo cuando lo intentó hace tanto tiempo. Ya transcurrió demasiado tiempo para una demanda civil, dijo, pero ha estado en contacto con un abogado, David Boies, para intentar ayudar a otras de las víctimas de Epstein.
“Cada vez que escucho a una de esas chicas contar su historia quedo devastada”, dijo Maria Farmer.
La mujer, que hace poco fue diagnosticada con un tumor cerebral, dijo que todavía tenía miedo de contar su historia, incluso ahora que Epstein está muerto. Hace poco se mudó a una nueva casa en el sur estadounidense para tener más privacidad.
En esa nueva residencia puso un estudio de arte frente a las ventanas desde las que ve un lago cercano. Empezó a pintar de nuevo, por primera vez en años, y contra la pared tiene sus nuevas piezas.
Comentó que un día intentará darle forma con su arte a la experiencia que tuvo con Epstein pero, por ahora, está pintando escenas de familias y de niños.
No son nada como sus pinturas viejas, las que le gustaban a Epstein. Todas las niñas están completamente vestidas.