Cuando el narcotraficante mexicano Joaquín Guzmán Loera entre a la corte el miércoles y sea sentenciado, por ley, a cadena perpetua, probablemente ponga fin al libro de una carrera criminal sin paralelo en su alcance y celebridad desde los tiempos de Al Capone.
Pero como todo en el caso del Chapo Guzmán, dar por terminada la historia no fue nada fácil. Puede que todavía quede un epílogo o dos (o tres o cuatro) por escribirse.
Guzmán, de 62 años, fue condenado este invierno después de un juicio que duró tres meses en una corte federal en Brooklyn y que a menudo viraba de manera dramática entre la solemnidad y el absurdo.
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Los fiscales dirigieron algunos de los cargos más serios posibles contra él, y presentaron evidencia de que envió cientos de toneladas de drogas de México a Estados Unidos y causó la muerte brutal de decenas de personas para protegerse a sí mismo y a sus rutas de contrabando.
El caso reveló con sumo detalle el funcionamiento interno del cártel de Sinaloa, desde cómo empleaba a expertos en informática hasta el modo en que empacaba su cocaína en 'condones' de hule a prueba de agua.
Pero dada la fama y notoriedad del acusado, el juicio también se ha convertido en un bullicioso circo legal con reporteros internacionales, un flujo constante de 'narcoturistas' curiosos y una aparición inesperada de un actor que interpreta al capo en un programa de televisión en Netflix.
En un momento hubo incluso un extraño truco marital en el que Guzmán y su tercera esposa, Emma Coronel Aispuro, se presentaron en la corte ataviados con chaquetas de terciopelo a juego.
Incluso después del veredicto en el que se le encontró culpable el 12 de febrero, el caso siguió. Dos días después, los fiscales federales en Washington dieron a conocer una acusación contra dos de los hijos del Chapo, Joaquín y Ovidio Guzmán López. Unos días después de eso, otro de los miembros anónimos del jurado en el caso contra el Chapo le dijo a un reportero de Vice Media que varios de los panelistas habían desobedecido las órdenes de no seguir la cobertura del caso durante el juicio.
El artículo en Vice llevó a los abogados de Guzmán a pedir un nuevo juicio. Y durante varias semanas, pareció súbitamente posible que a los jurados se les llevara de regreso al juzgado y que el prolongado juicio fuera obligado a seguir con una audiencia para determinar si habían incurrido en algún tipo de mala conducta.
Pero a principios de julio, el juez Brian M. Cogan desechó esa posibilidad al denegar la moción que pedía un nuevo juicio y agilizar los procedimientos hacia la sentencia.
Algunos de los testigos que declararon contra Guzmán han recibido sentencias recientemente. A finales de junio, un juez federal en Texas le dio una sentencia de nueve años de prisión a Edgar Galvan, un hombre divorciado de El Paso que terminó traficando armas para uno de los sicarios más temibles de Guzmán después de haberlo conocido en un club nocturno del otro lado de la frontera en Ciudad Juárez. Y a fines de mayo, Vicente Zambada Niebla —hijo del socio de Guzmán y el heredero aparente del cártel— fue sentenciado en Chicago a 14 años de prisión.
Casi al mismo tiempo, el sicario que se hizo amigo de Galvan, Antonio Marrufo (o el Jaguar, como se hacía llamar), fue extraditado de México a Texas para enfrentar cargos federales, entre ellos su participación en una trama descarada para secuestrar y matar a un novio —y su padrino de boda— el día del matrimonio en Ciudad Juárez.
Pero no queda claro hacia dónde se dirige el caso contra Marrufo dado que más de una decena de documentos sellados se han añadido a su expediente en los dos meses posteriores a su extradición.
Un nivel similar de secrecía se aplicó a todo el caso de Guzmán, aunque los fiscales en Brooklyn han empezado a divulgar algunos de los documentos. De acuerdo con uno de ellos, dado a conocer hace dos semanas, el Chapo, durante una de sus muchas batallas contra sus rivales, contrató a un médico para revivir a un hombre que había estado torturando. Después de que la víctima recobrase el conocimiento, Guzmán y su equipo de tortura siguieron atormentándolo, de acuerdo con el documento, y le aplicaron electrodos a su oreja y le arrancaron algunos dientes.
Otro documento de principios de julio reveló que el gobierno había hecho una estimación "conservadora" de las ganancias totales de la carrera de Guzmán: 12.666.181.704 de dólares. Dijeron que querían que devolviera el dinero.
En todo el país avanzan poco a poco otros casos relacionados con Guzmán. Jesús Beltrán León, un socio cercano de los hijos del capo, se declaró culpable de cargos de narcotráfico en abril y pronto será sentenciado en Chicago.
Uno de los principales jefes de seguridad, José Rodrigo Aréchiga, conocido como Chino Ántrax, y Javier Calle Serna serán sentenciados en California y Brooklyn más adelante este año.
En junio, Mykhaylo Koretskyycq, un ucraniano conocido como Russian Mike, fue extraditado a Manhattan procedente de Curaçao y puede llegar a enfrentar un juicio en un caso que exploraría los intereses de negocios del narcotraficante en Canadá.
En otro caso en Manhattan, Fredy Renán Nájera Montoya, un excongresista de Honduras, se declaró culpable de trabajar con el cártel de Sinaloa para enviar cocaína de Honduras a México y por supuestamente asesinar a un general y sobornar a un expresidente del país.
La sentencia del Chapo Guzmán el miércoles no estará marcada por el suspenso: debido a la severidad de sus crímenes enfrenta obligatoriamente una pena de cadena perpetua en prisión. Es probable que a Guzmán se le envíe a la prisión de máxima seguridad en Florence, Colorado, más conocida como ADX.
Pero es posible que haya bastante drama el miércoles.
Según el gobierno, al menos una de las víctimas planea dirigirse a la corte (la identidad de la víctima no se ha revelado). Puede que el mismo Guzmán hable en la audiencia en lo que podría ser uno de los comentarios más amplios que haya hecho en el juzgado.
* Copyright: 2019 The New York Times News Service