Para los aficionados al futbol en Estados Unidos, la yuxtaposición fue difícil de ignorar: la selección femenil estadounidense rompió un récord tras obtener en Francia su cuarto campeonato de Copa del Mundo; su equivalente varonil cayó frente al odiado rival, México, horas más tarde en la final de un campeonato regional, la Copa Oro, celebrada en Chicago.
Los dos resultados del 7 de julio no fueron un simple choque de partidos: también recalcaron una polémica batalla respecto a la paridad salarial entre los equipos varoniles y femeniles; los diferentes ecosistemas financieros y mediáticos en los que compiten, y la frecuente desigualdad en las recompensas por los éxitos obtenidos para las y los atletas. Todo esto salió a la luz de nuevo gracias al último campeonato mundial que obtuvo la selección femenil y a los cánticos de "¡Pago igualitario!" que entonaron las jugadoras después de ganar.
En años recientes, la lucha por la paridad salarial ha sido la tarjeta de presentación de la selección femenil. Las jugadoras sostienen que la Federación de Futbol de Estados Unidos (US Soccer) les paga menos que a los hombres —a veces son decenas de miles de dólares o más para los mejores jugadores en un año cualquiera— y que la situación ha persistido durante años, a pesar de que la selección femenil ha ganado más trofeos y ha comenzado a generar más ingresos que la selección varonil. La federación estadounidense ha acogido el éxito del equipo —el título del 7 de julio fue el segundo que ha conseguido la escuadra de manera consecutiva—, aunque ha desafiado los cálculos de las jugadoras, con el argumento de que la situación es complicada debido a una estructura de remuneración negociada por cada equipo que hace que los pagos sean diferentes para hombres y mujeres.
No obstante, las jugadoras, entre las que se encuentran algunas de las atletas más destacadas del mundo, han ejercido presión al externar su argumento en entrevistas, redes sociales y, hace poco tiempo, en un tribunal federal especializado en discriminación de género. El 7 de julio, mientras recibían la adoración del público y se disponían a cobrar sus bonos de más de 250.000 dólares cada una, una de sus capitanas volvió a apretar los tornillos.
"Creo que ya estamos hartas de cuestionamientos como: ¿lo valemos? ¿Deberíamos recibir el mismo pago? ¿El mercado es el mismo? Bla, bla, bla", opinó la mediocampista y capitana estadounidense Megan Rapinoe. Agregó: "Nosotras (todas las jugadoras, cada una de las futbolistas en esta Copa del Mundo) dimos el espectáculo más increíble que se pudiera pedir. No podemos hacer nada más para impresionar más, ser mejores embajadoras, soportar más, jugar mejor, hacer cualquier otra cosa. Es momento de llevar esta conversación al siguiente nivel".
Sin embargo, las bases del arreglo financiero de la selección estadounidense con la US Soccer no cambiarán de inmediato, pues las décadas de desigualdad difícilmente se borrarán con una oleada de goles. El contrato colectivo de trabajo del equipo, el cual establece los salarios y las condiciones laborales de las futbolistas, termina a finales de 2021 y las jugadoras tienen prohibido de manera explícita involucrarse en una huelga relacionada con estos términos. Algunas de las alianzas de la federación, con Nike y cadenas televisivas como ESPN y Fox, todavía durarán años y, debido a que están todas las selecciones nacionales juntas, es imposible asignarle un valor a una por sobre la otra.
[La audiencia del Mundial femenino superó a la final masculina en EEUU]
No obstante, el activismo de la selección femenil ha dado resultados. Hace dos años, US Soccer accedió a un nuevo contrato colectivo de trabajo que incluía salarios más altos, bonos más jugosos y mejores condiciones laborales. Además, otros países han seguido el ejemplo: los Países Bajos, la potencia en ascenso que perdió la final de la Copa del Mundo ante las estadounidenses, se ha puesto como meta alcanzar la paridad salarial para sus selecciones varoniles y femeniles en 2023.
El año pasado, la FIFA duplicó el premio monetario para el Mundial Femenino de este año, a 30 millones de dólares, y la semana pasada su presidente, Gianni Infantino, prometió que buscaría duplicarlo de nuevo a tiempo para la próxima edición de 2023 (el acumulado total de bonos para las mujeres sigue siendo una fracción de los 400 millones de dólares que repartió en 2018 en el Mundial de Rusia —varonil—, la primera vez en una generación que no estuvo presente la selección de Estados Unidos).
Por ahora, la mejor esperanza que tienen las futbolistas estadounidenses de cerrar una significativa brecha salarial podría ser explotar su elevado perfil fuera del campo de juego. En 2017, cuando el equipo negoció sus nuevos contratos con US Soccer, forjó algunos derechos de comercialización que en décadas anteriores se otorgaban a la federación o simplemente se dejaban sin explorar: han demostrado ser bastante valiosos.
En la actualidad, los acuerdos por productos tan diversos como camisetas y calcetines, muñecos cabezones y juguetes generan ingresos en categorías en las que antes no existían. Tan solo las camisetas con el nombre de una jugadora pueden representar miles de dólares en ingresos adicionales; las ganancias totales pueden generar cifras de cientos de miles de dólares para una estrella como Rapinoe o la delantera Alex Morgan.
Al mismo tiempo, varias futbolistas han creado sus propios negocios secundarios para promover sus marcas, y se formó una nueva empresa, REP Worldwide, junto con los jugadores sindicalizados de la NFL y la WNBA para encontrar nuevos acuerdos. Antes de la Copa del Mundo, el presidente de REP, Steve Scebelo, estimó que un campeonato tendría el potencial de al menos un millón de dólares en nuevos ingresos por licencias durante el próximo año, otro estímulo de ingresos de decenas de miles de dólares para cada jugadora.
"En verdad creemos en el valor de este equipo", afirmó Becca Roux, la directora ejecutiva de la asociación de futbolistas de la selección nacional. "Es una oportunidad para llevar esta situación a otro nivel completamente diferente en términos comerciales".
Scott Langerman, director ejecutivo de ACE Media, empresa que trabaja con la selección femenil en el desarrollo de contenido y otros proyectos, señaló el 8 de julio que durante años las estrellas del futbol y otras atletas profesionales han permitido que otras personas definan sus oportunidades. La victoria le ha dado toda la ventaja a la selección femenil, aseguró Langerman.
"La USWNT [selección femenil de futbol] tiene una oportunidad única de reequilibrar ese sistema", afirmó Langerman, "y de tener una voz importante para definir quiénes son y qué hacen, en especial cuando se trata de oportunidades fuera del campo de juego".
Hasta que llegue ese momento, las futbolistas seguirán expresando su opinión directamente para lograr más: más dinero, mayor inversión, más respeto. Rapinoe —la estrella de una gran sonrisa, anotadora de goles, de expresión abierta— podría tener la primera oportunidad.
A lo largo del camino que las estadounidenses recorrieron en Francia, Rapinoe vapuleó a los líderes del futbol por su falta de apoyo al deporte femenino. "Decepcionante, ridículo", así lo etiquetó. Por lo tanto, cuando se subió al podio para ser honrada después del triunfo del 7 de julio y el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, le extendió la mano y le sugirió que debían tener "una conversación", Rapinoe estuvo lista.
"Me encantaría", respondió la capitana estadounidense.
Minutos antes, la mediocampista había escuchado los cánticos de "¡Pago igualitario!" en el Estadio de Lyon. Sabía que ella y sus compañeras de equipo estaban ganando el debate público. Por esta razón, explicó Rapinoe, no tuvo ningún problema con la lluvia de abucheos que cayó sobre el hombre que entregó el trofeo.
"Un poco de humillación pública nunca ha lastimado a nadie", dijo con una sonrisa burlona.
* Copyright: 2019 The New York Times News Service