ATENAS — Con un discreto apretón de manos en la puerta de la mansión Maximos, ubicada en una calle arbolada del centro de Atenas, Alexis Tsipras cedió el 8 de julio el cargo de primer ministro al líder de Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis.
Fue el tipo de entrega de poder sin incidentes que proclamó el regreso de Grecia a la normalidad después de ser el epicentro de uno de los periodos más agitados de la historia económica mundial.
La victoria que obtuvo un partido tradicional de centroderecha en las elecciones del 7 de julio fue el fin del coqueteo de Grecia con las políticas populistas de la izquierda extrema, aunque los radicales del partido de Tsipras, Syriza, se transformaron en una fuerza convencional de centroizquierda.
El experimento de Tsipras tal vez brinde lecciones importantes para Europa y sus nuevas filas de populistas antisistema. Aunque son muchos los que con gusto les faltan el respeto a la Unión Europea y a sus reglas —como sucede en Italia—, una vez que están en el poder los riesgos de seguir con su rebeldía podrían acorralarlos desde los extremos.
Grecia representó un caso especial y doloroso, pero su experiencia demostró que, si eres una nación de la eurozona, en especial uno de los pequeños países, "no tienes la libertad de llevar a cabo una política financiera radical", comentó Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea. "La combinación de las reglas de la Unión Europea y los mercados financieros forzaron un tipo de ortodoxia en Grecia y es probable que suceda algo similar en Italia".
La otra gran lección, según Grant, es que "la idea de que un país pequeño deje el euro, sin importar lo bueno o lo malo del euro, es ridículo, y que el euro no se hará pedazos".
Mujtaba Rahman, director para Europa de Eurasia Group, subrayó este punto. "El experimento de Syriza coincide con la experiencia de otros Estados miembro de la Unión Europea que también intentaron desafiar al bloque y a los mercados de capitales y fracasaron… como Portugal y, hace menos tiempo, Italia", afirmó Rahman.
"Cuando se alinean la Unión Europea y los mercados de capitales, en busca de cambios que vuelvan más sostenibles las finanzas de un país o para mejorar el entorno en que opera el sector privado, a los gobiernos —sin importar cuán radicales sean— no les queda más que reformarse", agregó Rahman. "La experiencia de Grecia es una historia con moraleja, pero también lo han sido las de Portugal, España e Italia".
Aunque todos los populistas no son iguales y muchos de los más nuevos en Europa han llegado al poder gracias a políticas antiinmigrantes (como sucedió en Hungría), Grecia quizá sea una señal de que los populistas en el poder pueden terminar por comportarse de una manera responsable, señaló Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
"Los populistas no siempre son tan aterradores en el poder como podrían parecer", mencionó Leonard, e hizo notar el experimento populista que ahora se vive en Italia, un país mucho más grande, donde los euroescépticos están en el poder, pero siguen reacios a desafiar a la Unión Europea y las reglas presupuestales del euro.
Tsipras obtuvo elogios en Bruselas y Washington por haberse convertido en un político del sistema, una metamorfosis que algunos consideraron una traición. Sus críticos aseguran que su transformación solo llegó después de que ya había perjudicado gravemente a la economía griega.
Si Grecia ha regresado a la normalidad, de alguna manera la nueva normalidad se parece mucho a la antigua, pues volvió a ser un país periférico de Europa que ya no tiene el potencial para desestabilizar los mercados mundiales o derribar el euro.
"Los últimos cuatro años han sido un desperdicio y completamente innecesarios", opinó la griega Maria Demertzis, subdirectora de Bruegel, un instituto de investigaciones económicas en Bruselas. "Tsipras aprendió rápido, pero no sin infligir un costo muy alto a la economía".
Ante la necesidad de decidir si incumplía su deuda en una crisis que comenzó en 2010 o recurriría de nuevo a los acreedores para solicitar un rescate —lo que produciría más austeridad—, en 2015 Tsipras realizó un referendo y les pidió a los griegos que rechazaran la segunda opción.
Y así lo hicieron, solo para que Tsipras tuviera que aceptar términos aún más rigurosos a fin de evitar la expulsión de la eurozona, lo que abrió paso a políticas de austeridad más severas y le costó miles de millones de euros a la economía después de que Tsipras ordenó el cierre del sistema financiero y se destruyó la confianza en los bancos.
A final de cuentas, a pesar de las promesas hechas a Bruselas y al Fondo Monetario Internacional, Tsipras hizo poco para confrontar y reestructurar la inmensa administración pública de Grecia y su economía clientelista.
En muchos sentidos, según Demertzis, se desperdició una crisis que se pudo haber usado para modernizar el Estado griego. Por esa razón, aunque los griegos tal vez sean pobres y estén exhaustos a causa de la larga crisis de la deuda, "no habrá una luna de miel" para el próximo primer ministro, mencionó Demertzis.
A pesar de que la economía otra vez está mostrando un crecimiento modesto —que se espera que sea de un dos por ciento para este año—, la producción nacional de Grecia se redujo una cuarta parte durante la crisis. Hay mucha pobreza; el desempleo, que está más o menos en un 18 por ciento, es el más alto de la eurozona, y muchas de las personas más inteligentes y con mejor educación de Grecia están trabajando en el extranjero.
Mitsotakis, quien guarda una buena relación con el sector privado, tiene la intención de desbloquear algunos de los proyectos de privatización a los que accedió Tsipras, pero que nunca implementó. Además, ha prometido reducir el superávit primario —el excedente del presupuesto sin tomar en cuenta el servicio de la deuda— del actual 3,5 por ciento al 2,5 por ciento del PIB que exigen los acreedores de Grecia, en un esfuerzo por crear más espacio para los recortes fiscales que ha prometido a la clase media.
"Tiene razón en cuanto a que la clase media griega necesita ser salvada", comentó Demertzis. "Pero eso debe hacerse de común acuerdo" con Bruselas, que hasta ahora se ha negado a cualquier cambio al convenio de rescate. "Mitsotakis ha mencionado que no lo hará de inmediato, para primero ganar credibilidad con los acreditantes", señaló Demertzis. "Pero no es solo su decisión".
Es probable que el desafío más grande de Mitsotakis sea buscar el cambio en un Estado sobrerregulado y disfuncional mientras intenta cumplir con rapidez sus promesas de inversiones y reformas que crearán empleos con mejores salarios.
Además, aunque Mitsotakis sea capaz de reducir los impuestos, como prometió, si los acreditantes internacionales deciden darle poco espacio para generar buena voluntad, es poco probable que eso baste para acelerar el crecimiento de Grecia o crear trabajos con sueldos decentes.
Demertzis destacó que Mitsotakis ya había tomado medidas para reducir el tamaño del gobierno con un gabinete más pequeño y que ha declarado que establecerá su oficina en el Ministerio de la Reforma, en vez de despachar desde la mansión Maximos.
Es difícil generalizar a partir del ejemplo griego, comentó Leonard. Sin embargo, también es impactante que un partido de centroderecha que alguna vez fue ridiculizado, Nueva Democracia, haya podido regresar al poder con una mayoría.
Al parecer, Grecia ha vuelto a un sistema tradicional de dos partidos, con el transformado Syriza en el papel de oposición de centroizquierda que tomó del casi difunto Pasok, el cual ha sufrido muchos de los mismos problemas que aquejan a otros partidos socialistas tradicionales en Europa, como los socialdemócratas en Alemania.
"Volvimos al sistema de dos partidos que teníamos antes de la crisis", señaló Demertzis. "¿Es bueno o malo? Es difícil de decir. Pero es lo que conoce Grecia y brinda estabilidad".
Matina Stevis-Gridneff reportó desde Atenas y Steven Erlanger, desde Bruselas.
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