"Jamás ha sido posible comprar un solo segundo del tiempo", le dice un personaje a otro —me temo que no puedo ser más específico— más o menos a la mitad de Avengers: Endgame. Es muy cierto y, en el contexto del filme, totalmente falso. Esta película se trata de los ejes entrecruzados del tiempo y el dinero y, aunque no soy experto en las finanzas de los estudios de filmación, supongo que, a juzgar por lo que pagaron Disney y Marvel Studios para producirla, un segundo de la película sería suficiente para comprar un auto usado muy decente.
Entre el silencioso y escalofriante inicio y la última parte de los créditos, hay aproximadamente 10.860 (segundos, no autos). Eso significa que sin importar cuál sea el costo del boleto en donde vives, Avengers: Endgame podría considerarse una ganga. Con su duración de tres horas y un minuto, es más breve que Titanic, El padrino II o El gatopardo de Luchino Visconti. Y, aunque el tiempo no pasa volando, tampoco pasa demasiado lento. Las dos horas con cuarenta minutos de Infinity War (también dirigida por Joe y Anthony Russo) nos parecieron infinitamente más largas. Los principales objetivos de esta entrega —supuestamente la última— son saldar cuentas, concluir arcos narrativos y celebrar la victoria con momentos de comedia y algunas lágrimas sinceras.
¿Y por qué no? Hemos convivido con estos personajes y los actores que los interpretan durante más de una década y nunca hubo motivos para quejarse de los invitados, ni siquiera cuando los filmes se volvían caóticos, tontos, o cuando había demasiados personajes. En general, es bueno verlos de nuevo… y un poco triste decirles adiós.
Thor, interpretado por Chris Hemsworth, siempre algo neurótico para una deidad musculosa con un poderoso martillo, se ha dejado llevar; ahora es un Lebowski gordo con asuntos sin resolver con su figura materna. Máquina de Guerra (Don Cheadle), Viuda Negra (Scarlett Johansson) y Ojo de Halcón (Jeremy Renner) están más ocupados que antes. (Desearía que hubiera pasado lo mismo con Valquiria, interpretada por Tessa Thompson). Hulk (Mark Ruffalo) hizo las paces con su esencia dual. Robert Downey Jr., de cabello hermosamente cano, ejerce su papel de veterano con mano suave. Es el que tiene más antigüedad —la primera película de Iron Man fue lanzada en 2008— y combina los deberes de un jefe de superhéroes no oficial con los de un maestro de ceremonias.
No todo son juegos y risas. Muchos héroes murieron al final de Infinity War, y los sobrevivientes resienten mucho su pérdida, quizá sobre todo Nébula (Karen Gillan), cuyo padre fue responsable de la masacre. Desde luego, fue imperdonable que Thanos utilizara las seis Gemas del Infinito para acabar con la mitad de la vida en el universo —no puedo creer que acabo de escribir eso— pero fue útil para los hermanos Russo, los guionistas (Christopher Markus y Stephen McFeely) y los espectadores. Nosotros, y también ellos, debemos seguirles la pista más o menos a una decena de personajes, lo cual deja espacio para las escenas en equipo, dramáticas e irónicas, que siempre han sido el arma más potente de la franquicia.
El ciclo de los Vengadores quizá necesite una serie progresiva de batallas para salvar al universo del mal —cada manifestación de un villano es peor que la anterior y Thanos (Josh Brolin) es el personaje más malvado de todos— pero el motor que mantiene en marcha a la película es la amistad. Aunque eso no significa que haya armonía. Si regresamos a las primeras películas, Hulk y Thor tuvieron sus momentos de fricción, al igual que Iron Man y el Capitán América (Chris Evans).
Las rencillas personales y políticas entre esos dos personajes, que pasó por su momento álgido en Capitán America: Civil War, sigue estando ahí, por lo menos al principio. Pero el ambiente es más amable y amigable después de la profunda pena y la melancolía más sutil de lo que todos entienden como la última gran aventura. No diré mucho sobre esa aventura, aunque me parece que la estructura del argumento es menos vulnerable a ser arruinada con revelaciones que los pequeños guiños y sorpresas que suceden a lo largo de la película.
Son la recompensa de haber visto todas esas películas esperando pacientemente las probaditas que aparecían después de los créditos, coleccionando pistas ocultas mientras tus amigos enviaban mensajes de texto o tu papá tomaba una siesta, y generalmente llevando a cabo el trabajo voluntario de ser fanático de la franquicia todos estos años. ¿Valió la pena? En conjunto, tengo mis dudas, pero las carcajadas y los suspiros que escucharás en la sala durante ciertas escenas dan cuenta de la idea feliz de participación que conforma el núcleo de la experiencia moderna del fanático. En sus mejores momentos —y Endgame en algunos aspectos es lo mejor de lo mejor— el universo de los Vengadores ha sido un lugar extenso e inclusivo.
El resultado ha sido un éxito comercial. Los logros de Disney y Marvel quedarán debidamente registrados en los anales de los negocios, para que se estudien durante muchos años por venir. Ha habido variedad (películas bobas, filmes sombríos, episodios que proclaman su temática y otros que adoptan el escapismo puro) y consistencia. Cualquiera de las películas puede servir de punto de entrada y es bastante fácil formar parte del club. Jamás ha habido nada difícil ni desafiante, lo cual es una limitación y un gancho comercial a la vez.
No es probable que recordemos ninguna de las veintidós películas de la serie como una gran obra cinematográfica, porque ninguna ha intentado serlo. Es divertido saber que estos actores son capaces de mejores actuaciones, y también es satisfactorio apreciar los esfuerzos de los que quizá no lo son. Algunos directores de primera han tomado el relevo y han pulido la marca. Es más probable que sus obras maestras, pasadas y próximas, se encuentren en otros proyectos.
Aun así, Endgame es un monumento a la idoneidad, el final adecuado de un proyecto que supo cómo tener la calidad suficiente para las personas suficientes durante el tiempo suficiente. No es que todo haya terminado, claro: Disney y Marvel aún están encontrando nuevos espacios en el continuo dinero-tiempo. Sin embargo, los hermanos Russo ofrecen la idea de una conclusión, una oportunidad de apreciar lo que se ha hecho antes de que la cronología reinicie y todos comencemos de nuevo. La historia, que se trata de los viajes en el tiempo, permite algunos toques nostálgicos con los más grandes éxitos y el desenlace es como pedir otra canción al final de un gran concierto, cuando todos los músicos salen, se toman de los brazos y cantan una canción como "Will the Circle Be Unbroken". No creías que fuera a conmoverte, pero lo logra.
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