El secreto nazi de la segunda familia más rica de Alemania

Por Katrin Bennhold

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Albert Reimann Sr y Peter Harf, vocero de la familia
Albert Reimann Sr y Peter Harf, vocero de la familia

BERLIN — La segunda familia más adinerada de Alemania construyó su fortuna multimillonaria con las donas de Krispy Kreme, los zapatos de Jimmy Choo y los perfumes de Calvin Klein. Y con trabajo forzado durante la era nazi.

La familia Reimann, que controla el conglomerado de bienes de consumo masivo JAB Holding Company, pidió a un historiador que indagara en los archivos de la empresa para revisar sus actividades durante los doce años del Tercer Reich.

Las primeras revelaciones de esa investigación, que surgen 74 años después de la Segunda Guerra Mundial, son condenatorias.

Albert Reimann padre y su hijo, Albert Reimann Jr., quienes dirigieron la compañía en los años treinta y cuarenta, eran antisemitas y partidarios entusiastas de Hitler; permitieron el trabajo forzado de personas en la planta de químicos industriales en el sur alemán y también en su propio hogar.

Las trabajadoras de Europa del este fueron forzadas a hacer fila desnudas afuera de las barracas de la fábrica. Quienes se rehusaban eran abusadas sexualmente. Los empleados eran golpeados y pateados, incluida la mujer rusa que limpiaba la casa familiar de los Reimann.

La noticia sobre el historial oscuro de la familia fue publicado primero por el tabloide Bild, el 24 de marzo. Peter Harf, portavoz de la familia y uno de los dos directivos administradores de JAB Holding, dijo que los hallazgos del historiador contratado sí "encajan completamente" con lo que sospechaba la familia.

"Reimman padre y Reimann hijo fueron culpables", dijo Harf. "Debían estar en prisión".

La explotación de personas por trabajo forzado era común en Alemania durante la guerra, cuando había escasez de mano de obra. Alrededor de 12 millones de personas de más de una decena de países europeos fueron secuestradas por los nazis y forzadas a trabajar para apoyar los esfuerzos bélicos alemanes. En su punto más álgido, la mano de obra forzada sumaba 20 por ciento de todos los trabajadores en Alemania.

Las granjas y complejos industriales relevantes para la campaña de guerra eran prioritarias para la oficina gubernamental que repartía a los trabajadores: mujeres y hombres arrebatados de sus hogares en territorios controlados por los nazi o prisioneros de guerra.

El caso de los Reimann destaca sobre todo por la brutalidad tan detallada en los documentos y porque tanto padre como hijo sí estuvieron directamente involucrados en el abuso, según Andreas Wirsching, director del Insituto Leibniz de Historia Contemporánea, con sede en Múnich.

"Era muy común que las empresas usaran mano de obra forzada, pero no tan común que el jefe de una empresa estuviera en contacto físico directo con esas personas", dijo Wirsching.

Se reporta que Albert Reimann padre, quien falleció en 1954, y Reimann hijo, quien murió en 1984, nunca hablaron de la era nazi después de la guerra. Fue hasta mediados de la década de 2000 que la generación más joven de la familia empezó a revisar documentos antiguos de la empresa y se encontró con el material que sugería que el padre y el abuelo habían sido nazis comprometidos.

En 2014 la familia le pidió a Paul Erker, historiador económico de la Universidad de Múnich, que documentara esa posible historia. Erker sigue realizando sus investigaciones y lo que se sabe hasta ahora es un corte inicial de lo que presentó.

"Estamos atónitos", dijo Harf. "Nos avergüenza y nos hace palidecer".

Harf dijo que el reporte de Erker estará completo el año siguiente y entonces lo harán público. La familia planea donar 10 millones de euros, unos 11,3 millones de dólares, a alguna organziación caritativa; aún no identifican cuál.

En 2000 el gobierno alemán ya había establecido un fondo de 10.000 millones de marcos, ahora 5100 millones de euros, para compensar a quienes fueron forzados a trabajar; la mitad del dinero proviene de empresas como Siemens, Deutsche Bank, Daimler y Volkswagen.

Es larga la lista de empresas alemanas reconocidas que obtuvieron ganancias con mano de obra forzada y otros delitos de la era nazi, y cada compañía tardó varias décadas en revelar los casos conocidos.

Daimler fue de las primeras, en los años ochenta. La fabricante de Mercedes usó casi 40.000 trabajadores como mano de obra forzada hacia finales de la guerra. Volkswagen usó unas 12.000 personas, incluidos prisioneros de campos de concentración que estaban en un sitio dedicado a surtir a la empresa. Hugo Boss produjo los uniformes negros de la agencia policial y de seguridad SS. Deutsche Bank y varias otras empresas obtuvieron ganancias con la incautación de bienes de personas judías.

Los Reimann armaron su fortuna inicial con una empresa química que se volvió Reckitt Benckiser, el gigante de productos para el consumidor valuado en 58.000 millones de dólares cuyas marcas incluyen a Lysol. Luego usaron parte de esa riqueza para establecer JAB, conglomerado que se volvió en uno de las mayores empresas al consumidor con la compra de otras empresas.

JAB ha gastado miles de millones para competir con Starbucks o Nestlé con la adquisición de cadenas como Peet's Coffee&Tea, Krispy Kreme o Pret A Manger.

También controla la empresa de cosméticos Coty, es dueño de las fragancias de Calvin Klein y antes tenía marcas de moda de lujo como Jimmy Choo.

El año pasado hubo estimados de que la fortuna de los Reimann rondaba los 33.000 millones de euros, según la publicación financiera Manager Magazin. Aparece en la segunda posición en varias listas de las familias más adineradas de Alemania.

Con base en lo descubierto hasta ahora, el historiador Wirsching sugirió que los Reimann no solamente eran oportunistas del Tercer Reich, sino verdaderos seguidores del Partido Nacionalsocialista. Padre e hijo se unieron a las filas del partido y dieron donaciones a la SS desde antes de que Hitler asumiera control del país. En julio de 1937, Albert Reimann hijo le escribió una carta al líder de la SS, Heinrich Himmler, quien supervisó e impulsó el Holocausto.

"Somos un negocio familiar íntegramente ario desde hace más de cien años", escribió Riemann hijo. "Los dueños somos adeptos incondicionales de la teoría racial".

En 1943, un total de 175 empleados de la empresa —un tercio de toda la nómina— eran personas de mano de obra forzada, según el reporte publicado el 24 de marzo por Bild. Además de personas rusas y de Europa del este, los Reimann usaron a prisioneros de guerra franceses.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, los Reimann fueron investigados por los aliados. El reporte de Bild indica que Francia les prohibió continuar con sus actividades empresariales, pero que los estadounidenses revirtieron ese fallo.

* Copyright: 2019 The New York Times News Service

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