El costo del resurgimiento económico griego

Por Liz Alderman

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El vecindario de Exarchia, en Atenas, donde varios inversionistas extranjeros han comprado apartamentos para convertirlos en propiedades para renta temporal como Airbnb. (Eirini Vourloumis para The New York Times)
El vecindario de Exarchia, en Atenas, donde varios inversionistas extranjeros han comprado apartamentos para convertirlos en propiedades para renta temporal como Airbnb. (Eirini Vourloumis para The New York Times)

ATENAS — Menos de un año después de que Grecia superó un programa de rescate internacional que costó miles de millones de euros, su ciudad capital vive un auge de inversiones. Hoteles nuevos y a la moda con vistas a la Acrópolis pueblan el horizonte. Los trabajadores de la construcción demuelen viviendas porque los dueños griegos, que necesitan dinero en efectivo, las están convirtiendo en propiedades en renta a corto plazo, casas nuevas y lujosas para extranjeros o inmuebles de Airbnb.

Miles de solicitantes de visas —una parte significativa de ellos son inversionistas chinos que buscan bienes raíces en oferta— están llegando a la capital, así como a las islas de Santorini y Corfú, en busca de hogares que les sirvan como base europea.

Tras la presión que ejerció la prolongada crisis financiera en Grecia, los propietarios locales intentan sacar ventaja de la bonanza de inversiones con la venta de apartamentos o la renta de sus casas a turistas, con un frenesí que está cambiando el mercado de las viviendas.

Los recién llegados persiguen las llamadas visas doradas de Grecia que otros países azotados por la crisis, como Portugal y España, han usado durante años para atraer inversionistas y como estrategia para avivar la recuperación económica. Gastar un mínimo de 250.000 euros en una casa en Grecia garantiza una visa por cinco años que se puede renovar.

Argiro Fouraci, de 29 años, se quedó sin su trabajo de profesora durante la crisis financiera. Ahora vive de la renta de los apartamentos de sus familiares en Atenas por medio de Airbnb. (Eirini Vourloumis/The New York Times)
Argiro Fouraci, de 29 años, se quedó sin su trabajo de profesora durante la crisis financiera. Ahora vive de la renta de los apartamentos de sus familiares en Atenas por medio de Airbnb. (Eirini Vourloumis/The New York Times)

La tendencia de compras inmobiliarias por parte de extranjeros empezó tarde en Grecia —en parte porque su crisis por la deuda asedió al país desde 2011—, pero se ha convertido en un destino de moda para aquellos con suficiente dinero. En 2013, el gobierno comenzó a ofrecer las visas que también atrajeron a inversionistas de Rusia, Turquía y el Medio Oriente.

No obstante, el cambio radical entraña un costo. Aunque elevar los precios de las propiedades beneficia a los dueños de las viviendas, los precios están desalojando a los arrendatarios. Las familias que aún tienen problemas para recuperarse de la crisis están dejando los vecindarios de clase trabajadora a medida que llegan las empresas de demolición.

"Es como lo que pasó en Barcelona, donde todos se vieron obligados a salir del centro", comentó María Dolores, joven artista que vivió en esa ciudad española antes de mudarse a Atenas, hace cuatro años. En noviembre de 2018, Dolores y tres compañeros de apartamento fueron desalojados de un espacio en Atenas donde pagaban una renta de 400 euros al mes, pues el propietario pensaba rentarlo en Airbnb o venderlo a un extranjero.

Carrie Law, directora ejecutiva del grupo inversionista en bienes raíces Juwai.com, señaló que Grecia fue un desastre económico pero se ha convertido en uno de los principales destinos para la clase media china debido al programa de visas. Los chinos se sienten cómodos en Grecia porque ahí ya han invertido empresas estatales como Cosco, firma que es dueña de la mayoría del puerto de El Pireo en Grecia, de acuerdo con Law.

Una sesión de cata de aceite de oliva en la tienda Pantopolion, propiedad de Stavros Siempos. Dice que renovó el sitio para atraer a los turistas que ahora pueblan la zona. (Eirini Vourloumis/The New York Times)
Una sesión de cata de aceite de oliva en la tienda Pantopolion, propiedad de Stavros Siempos. Dice que renovó el sitio para atraer a los turistas que ahora pueblan la zona. (Eirini Vourloumis/The New York Times)

Los precios de las propiedades en Grecia se están recuperando tras una caída del 40 por ciento, que comenzó en 2010. Grecia casi sale de la eurozona en 2015 pero se ha ido estabilizando, lo que ha reavivado la confianza de inversores y el turismo; el año pasado hubo una cifra récord de 33 millones de visitantes.

Los grandes inversionistas, entre ellos la aerolínea Thomas Cook y Wyndham Hotels, están invirtiendo miles de millones de dólares en el sector turístico. Decenas de proyectos de hoteles y complejos turísticos abren sus puertas o están en desarrollo, según Enterprise Greece, la agencia gubernamental promotora de la inversión y el comercio. "Estamos viendo que los inversionistas tienen una confianza renovada en Grecia", dijo Grigoris Stergioulis, el director de la agencia.

Muchos inversionistas intentan generar dinero con la conversión de propiedades en inmuebles lucrativos de renta a corto plazo para turistas, los cuales se han cuadruplicado en cinco años; esa situación ha reducido el número de viviendas con rentas accesibles para los ciudadanos griegos. En Airbnb, cada vez se anuncian más propiedades en renta para turistas, y esto ha dado pie a que el gobierno considere posibles restricciones.

Argiro Fouraci, de 29 años, hace poco comenzó a rentar cinco apartamentos que habían sido de su familia durante años. Fouraci era maestra pero perdió su empleo durante la crisis y tuvo problemas para arreglárselas hasta que empezó a ofertar en Airbnb los inmuebles, ubicados en el popular vecindario de Koukaki, cerca de la Acrópolis. Fouraci mencionó que ahora gana unos 400 euros al mes de cada apartamento, después de impuestos y cuotas de administración.

El vecindario Koukaki, cercano a la Acrópolis, ahora es de las ubicaciones más populares de Airbnb para Atenas. (Eirini Vourloumis/The New York Times)
El vecindario Koukaki, cercano a la Acrópolis, ahora es de las ubicaciones más populares de Airbnb para Atenas. (Eirini Vourloumis/The New York Times)

Los ingresos le sirven para a cuidar a sus padres, ambos de 60 años y cuyas pensiones fueron reducidas de manera drástica. Ellos, a su vez, apoyan al hermano de Fouraci, quien acaba de abrir una tienda de cigarros electrónicos. "La mayoría de mis amigos siguen desempleados", comentó Fouraci. "Ahora puedo ganarme la vida y ayudar a mi familia".

El mismo negocio inmobiliario ha mejorado la suerte de Stavros Siempos, de 53 años y dueño de Pantopolion, una tienda en Koukaki que vende queso feta, aceitunas y otros productos tradicionales de Grecia. Siempos lamentó que muchos griegos se han ido del vecindario por el aumento de precios generado por el uso de Airbnb: "Ya no tenemos vecinos griegos; tenemos vecinos de Airbnb". Sin embargo, agregó que eso es bueno para el negocio. "Estamos mejor ahora, porque los turistas tienen dinero".

A medida que Airbnb avanza en el sector inmobiliario del país, el programa de la visa dorada de Grecia ha abierto su mercado de viviendas y cambiado su estructura de precios. Al revisar los anuncios de propiedades es notorio que muchos de los apartamentos de tamaño mediano en Atenas, Thessaloniki y las islas griegas tienen el precio exacto de 250.000 euros, el mínimo necesario para que los compradores califiquen al programa de visado.

El programa ha atraído a unos 10.000 inversionistas de China, Rusia y otros países que no pertenecen a la Unión Europea, los cuales han producido alrededor de 1500 millones de euros para el sector inmobiliario de Grecia en los últimos cinco años, de acuerdo con Enterprise Greece. Los inversionistas chinos representan más del 40 por ciento de los compradores de visas.

(Eirini Vourloumis/The New York Times)
(Eirini Vourloumis/The New York Times)

Los activistas advierten que esas inversiones, junto con la proliferación de inmuebles de Airbnb, han desatado una crisis de viviendas que amenaza a comunidades enteras.

Dolores, la artista que fue desalojada junto con cinco compañeros de apartamento, dijo que un inversionista extranjero también había comprado un edificio donde vivía su empleadora, la organización no gubernamental AMOQA, que realiza investigación y promoción de arte y estudios sobre sexualidad y género.

"Ahora, la empresa inversionista convertirá el edificio en apartamentos", dijo Dolores. "Además de la gente y las familias, también están desplazando y desapareciendo del mapa los espacios colectivos y las redes de vecindarios".

"Es como un efecto dominó", opinó. "Los más vulnerables salen perdiendo".

Echo Hui colaboró con el reportaje desde Sídney y Maria Louka, desde Atenas.

*Copyright: c.2019 New York Times News Service

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